Este 11 de febrero, fiesta de Lourdes, me lo pasé dando una semana de Ejercicios Espirituales a universitarios y profesionales. Sin olvidar el entrañable significado de las apariciones de Lourdes y la celebración del día de los enfermos, mi corazón voló agradecido al Cielo junto a mi madre María Antonia[1]. Ese día, en la tierra habría cumplido 80 años. Yo le habría enviado mi felicitación, habríamos conversado un tiempito y luego me quedaría el dulce recuerdo de ese momento de cielo.
Cuando los jóvenes piden “pruebas” sobre Dios, en el fondo de mi ser me brota el exclamar: me basta la gracia de Dios derramada en ella.
Estoy preparando una semblanza sobre ella y esta tarde he podido avanzar un poquitín. Entre los bellos testimonios recibidos, les comparto el final del de mi hermana Isabel: Por tanto resumo que mi madre fue una persona:
· abnegada: capaz de olvidarse de sí misma para darse a los demás, empezando por su marido, hijos , nietos, hermanas…
· conversadora: dispuesta siempre a salir al encuentro del otro a través de la palabra
· alegre: emanaba alegría por todos los costados. Tenía a Dios que era.lo más importante y con él la felicidad.
· generosa: daba todo lo que tenía y hacía realidad un lema evangélico” cuanto más se da más se recibe”, dicho en lenguaje rollanejo “ lo que uno da sale por una puerta y entra por otra”.