Cap. XXV Un milagro de Nuestra Señora a favor de los cristianos y una batalla singular de los indios p.112
El mes de mayo de 1536, el lnca Manco Cápac se sublevó con 200.000 indios en Suntur Huasi, siendo salvados los españoles por una intervención milagrosa de la Virgen “Y de aquí nació que después de apaciguado aquel levantamiento de los indios los naturales del Cusco y las demás naciones que se hallaron en aquel cerco, viendo que la Virgen María los venció y rindió con su hermosísima vista y con el regalo del rocío que les echaba en los ojos le hayan cobrado tanto amor y afición (demás de enseñárselo la fe católica que después acá han recibido) que no contentos con oír a los sacerdotes los nombres y renombres que a la Virgen la dan en la lengua latina y en la castellana han procurado traducirlos en su lengua general y añadir los que han podido por hablarle y llamarle en la propia y no en la extranjera cuando la adorasen y pidiesen s7us favores y mercedes. De los nombres pondremos algunos para que se vea la traducción y la interpretación de los indios. Dicen Maman chic que es Señora y Madre Nuestra; Coya, Reina; Ñusta, Princesa de Sangre Real; Zapay, Única; Yurac Amancay, Azucena; Chasca, Lucero del Alba; Cotoccoyllor, Estrella resplandeciente; Huarcapaña. Sin Mancilla; Huc hanac, Sin pecado; Mana Chancasca... no tocada; Tazque, Virgen Pura; Diospa Maman, Madre de Dios. También dicen Pachacamacpa Mamam, que es Madre del Hacedor y sustentadora del Universo. Dicen Huac Hucayac que es amadora y bienhechora del pobre, por decir madre de misericordia, abogada nuestra, que no teniendo estos vocablos en su lengua con las significaciones al propio se valen de los asonantes y semejantes. Demás de la afición a la Virgen pasaran con la devoción y amor a la bienaventurada Señora Santa Ana, y la llaman Manmanchicpa Manac, madre de nuestra madre. Coyanchicpa Maman, madre de nuestra reina, y por el semejante los demás nombres que arriba hemos dicho. Dicen también Diospa Payan, que es abuela de Dios” p.115»
Comentarios reales. 2ª parte. Lib. l. Cap. XXV.