martes, 27 de septiembre de 2011

Elizabeth Macías, misionera laica, mártir en México por denunciar el narcotráfico

Elizabeth Macías, del Movimiento Laico Escalabriniano

La periodista asesinada en México por sus denuncias contra el narcotráfico era misionera laica

Su ejecución se suma a otras tres recientes contra mujeres periodistas en el país, el más peligroso para el ejercicio de esta profesión según la ONU.

La Comunidad del Movimiento Laico Escalabriniano (MLS) está de luto por la terrible muerte violenta de María Elizabeth Macías Castro, de 39 años, conocida como Marisol. La periodista trabajaba en un periódico de Tamaulipas, México, y fue secuestrada y asesinada. La ejecución de la periodista católica se suma a otras tres recientes contra mujeres periodistas en país azteca, el más peligroso para el ejercicio de esta profesión según la ONU.

El cuerpo de la periodista María Elizabeth Macías Castro apareció decapitado y con una nota al lado que decía que había sido asesinada por sus publicaciones en un sitio de redes sociales, según informó la policía mexicana.

Macías Castro trabajaba como editora jefe del periódico Primera Hora. Las primeras investigaciones de la policía señalan que su cuerpo fue encontrado durante las primeras horas del sábado. El atroz homicidio puede ser el tercero contra habitantes de Nuevo Laredo por parte de un cartel de narcotráfico, en represalia por sus publicaciones en internet.

Las autoridades informaron, según el portal CNN, que estos grupos delictivos habrían lanzado amenazas en portales web mostrando macabras fotos de algunas de sus víctimas.

Un comunicado enviado a la agencia Fides por el religioso escalabriniano Francisco Pellizzari, consejero espiritual de la zona de América del Norte, informa que “el miércoles, 22 de septiembre Marisol Castro, laica escalabriniana del grupo de Nuevo Laredo, México, fue secuestrada por un grupo de traficantes de drogas de esta región fronteriza”.

El comunicado señala que las noticias oficiales sobre el suceso son muy escasas, y lo que se ha conocido hasta ahora es que, en su cuerpo, fue encontrada una inscripción: “Esto le pasa a los medios de comunicación que están contra nosotros”.

“Le pedimos una oración por nuestra amiga y miembro del comité central del Movimiento Laico Escalabriniano, que con mucho cariño y lealtad trabajaba en la Casa del Inmigrante en Nuevo Laredo y mantenía contacto diario con muchos de nosotros en el movimiento”, concluye el comunicado.

Marisol era “una mujer de gran fe y compromiso con la justicia”, afirma por su parte el padre Rui Pedro.

El atroz asesinato podría ser el tercero cometido por un grupo de la droga de entre los residentes de Nuevo Laredo, asesinados a causa de lo que habían publicado en Internet.

El asesinato de esta periodista católica se une a los recientes de otras tres mujeres periodistas, denunciados por la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) y reporteros sin Fronteras.

Ana María Marcela Yarce Viveros, fundadora y periodista de la revista semanal Contralínea, y Rocío González Trápaga, exreportera de Televisa y luego independiente que fue, durante su estancia en España, miembro de la Asociación de Periodistas de Almería fueron asesinadas recientemente.

Sus cuerpos fueron encontrados el 1 de septiembre, en un parque de Ciudad de México. Las dos periodistas fueron secuestradas al salir de su oficina y asesinadas por asfixia. Las circunstancias en que se encontraron los cadáveres recuerdan la marca de los cárteles de la droga. Ambas profesionales practicaban un periodismo de investigación que había destapado escándalos en el país azteca.

Otra reportera fue asesinada recientemente en el estado de Veracruz. La periodista policial del diario Notiver apareció asesinada el 26 de julio. Yolanda Ordaz de la Cruz era el segundo periodista de este periódico, uno de los diarios populares de Veracruz, asesinado en poco más de un mes.

Ochenta profesionales de los medios de comunicación han perdido la vida desde 2000 en México, el país más peligroso del mundo para esta profesión según datos de la ONU.

“La autocensura o el exilio son cada vez más las opciones de los profesionales de los medios de comunicación. ¿La prensa puede esperar sobrevivir en México? Las autoridades aún no han puesto en marcha los mecanismos de seguridad para periodistas firmados desde hace cerca de un año”, afirma el comunicado de los periodistas españoles

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lunes, 26 de septiembre de 2011

JORGE DINTILHAC, SSCC, FORJADOR DE LA PUCP

JORGE DINTILHAC, SSCC, FORJADOR DE LA PUCP

 

Además de fundador y rector en dos periodos, el P. Jorge es el forjador de un espíritu y una realidad que, a los casi cien años, de su nacimiento, siguen fecundando la vida del Perú. Como tantos hombres de Iglesia, gigantes en su sencillez, pasó por la vida como de puntillas, casi sin ser notado, consciente eso sí de la gran misión que la Providencia le había deparado en las circunstancias concretas del Perú de la primera mitad del siglo XX. Hombre activo que no activista, contemplativo sin ser “rezador”, se sintió muy amado del Corazón del Jesús y llevó esta pasión a la juventud de su tiempo, dedicándoles lo mejor de su vida y concitando un puñado de buenas voluntades que hicieron posible la primera –en tiempo y envergadura- universidad católica de la nación. Pero, además de estar 30 años al frente de la PUCP, Dintilhac fue Superior de la congregación de los Sagrados Corazones de 1919 a 1927, fundó en Lima la Asociación de los Caballeros de Colón, la Asociación de los Sagrados Corazones para Laicos, la Escuela Nocturna para Obreros con los Jóvenes de Acción Católica, la Cooperativa de Consumo para Obreros, la Biblioteca Escolar de la Recoleta, confesor de varias comunidades religiosas, director espiritual de la Clínica de la Santée durante cinco años, organizó el Catecismo dominical para niños pobres… Recibió, entre otros títulos, el  de Canónigo honorario de la Catedral de Lima, Comendador de la Orden del Sol de Perú, la Medalla Benerementi[1], la Cruz “Pro-Ecclesia y Pontifice”[2]. En estos momentos “recios” por los que atraviesa la institución que él fundó, pueden ser útiles estos apuntes sobre el fundador y el proyecto de una universidad católica.

 

UN BRETÓN PLANTADO EN PERÚ

Raúl Porras, el día de su entierro, reconoció que “los discípulos recoletanos del Padre Jorge admiramos siempre en él por encima del profesor docto, al hombre ejemplar, al maestro insuperable de fervor y de convicción religiosa, al fraile de inmaculada pureza sacerdotal. Su enseñanza no fue de disertación sino de ejemplo y de acción incansable. Viéndole, tímido y pudoroso, con un rubor virginal que inundaba fácilmente sus mejillas, en la primera época; humilde y esquivo con una hurañez natural para todas las vanidades de la vida él, que no cometió nunca el pecado de hablar de sí mismo, oyéndole, en las conversaciones d4el patio y en los diálogos del aula crisparse su verbo de pocas palabras, en el fuego de la condenación herética o inmoral; o, viéndole, en el altar, con la unción más profunda, orar en alta voz o repetir con emoción sencilla y siempre nueva, las frases matinales de la letanía, se sentía el hálito sagrado de la fe. El P. Dintilhac enseñaba la más dulce y santa de las lecciones: enseñaba a creer”[3]

 

Hoy, en la entrañable plaza Francia, gravitan recuerdos de la Recoleta dominicana con la santa memoria de Juan Macías y Martín de Porres, los queridos Padres de los Sagrados Corazones que siguen regentando la emblemática capilla neogótica y el dinámico centro de pastoral juvenil “Damián”.  En frente, el fondo editorial de la PUCP. Y, presidiéndolo todo, la serena y vivificante imagen de bronce del P. Jorge.

El P. Jorge nació en Provins, departamento de Seine et Marne, cerca de París, el 13 de noviembre de 1872, dentro de una familia tradicional francesa. Fueron sus padres Juan Luis Dintilhac, modesto empleado de correos y doña María Moliére, ambos provenientes de la Rouergue, en el sur de Francia. En el bautismo recibió los nombres de Luis Eugenio. Sus primeros estudios y los de secundaria los cursó en el Colegio de  Graves (Villefranche de Rouergue) regentado por los padres de los Sagrados Corazones.

Concluidos éstos, el 17 de octubre de 1895, ingresó al noviciado de la congregación de los Sagrados Corazones que por ese entonces estaba en Beire (Navarra) en España.  El 19 de marzo 1897 emitió sus primeros votos en la casa de Miranda de Ebro, de donde salió semanas más tarde hacia Valparaíso en Chile.  Aquí, desde agosto de1897 hasta 1902, estudia Filosofía y Teología.

Destinado a la  Casa de Lima (Perú), desembarca en el Puerto del Callao un 14 de marzo. A los 45 días,  el 1 de mayo de 1902 vivirá uno de los días más plenos de su vida, es ordenado sacerdote por el Prelado de la arquidiócesis Monseñor Manuel Tovar.

Frecuenta la Facultad de Teología, tal como se desprenden de los libros “Partidas de exámenes” (1867-1937) el 3 de diciembre de 1908 (ff. 168-169, f.172v, f.214, expediente 153) y del “Libro de Matrículas” (1877-1957; EXPEDIENTE 163) EN EL QUE SE MATRICULA EL 10 DE NOVIEMBRE DE 1909 EN LA CLASE DE Moral (4º año), Dogma (3º), Derecho Elclesiástico (1º)

Concluye aquí sus estudios de Teología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos donde recibe un fuerte impacto por la creciente laicización de la Universidad. En verano de 1916 culmina sus estudios de Teología. El 21 de enero rinde examen de 4º curso de Teología Dogmática y Teología Moral  ante el jurado compuesto por los docentes Juan M. Atucha, Tomás Sesé y Santiago Pérez Gonzalo –todos ellos misioneros y teólogos claretianos- siendo aprobado con la nota de “bueno”. El mismo día rinde examen de Derecho Canónico (2ª curso) ante el jurado compuestos por los doctores Belisario A. Philipps, Tomás Sesé y Santiago Pérez Gonzalo con la misma calificación. Un mes y siete días más tarde, 28 de febrero, se examina de Sagrada Escritura y Sagrada Liturgia ante los doctores Atucha, Víctor Hernández y Santiago Pérez Gonzalo con la misma nota. El 1 de marzo se examina de Oratoria y Patrología con los doctores Aquiles Castañeda, Mariano Aguilar y Jerónimo Carranza[4]. El 12 de abril de 1916 recibe el doctorado en Teología, registrándose el 15 de abril del mismo año en el nº 124, p.24, consignando que es presbítero, natural de Provins (Francia), de 37 años[5].

Formó también centros deportivos, patronatos de devoción, centros de acción católica  juvenil, academias literarias, escuelas nocturnas para obreros, cooperativas de consumo y los famosos catecismos dominicales para niños y ancianos.

El P. Jorge, fue un hombre muy inquieto y preocupado por la fidelidad a la Iglesia y al pensamiento católico que en esos momentos se veía muy afectado por los ataques evolucionistas y por todo el liberalismo anticlerical que veía en la Iglesia católica, una especie de  centro contrario al progreso. Él intuyó que no bastaba con dar respuestas a los ataques concretos que se recibía, sino que lo fundamental estaba en dar una formación sólida, más allá de lo propiamente escolar y que se propusiera con la ayuda de las ciencias, dar las respuestas convenientes.

En su comunidad religiosa de la que forma parte el P. Florentino Prat y el P. Plácido Ayala, encuentra no sólo el apoyo, sino también la misma inquietud por dar la respuesta precisa formando una Universidad Católica. Este sacerdote francés, amante de la cultura española y gran administrador de los valores peruanos formó así lo que fue y es un  centro de cultura importante en nuestro país y del que no se apartaría hasta su muerte.

El 18 de marzo de 1917, se hace realidad la Universidad Católica, siendo su primer rector el P. Jorge Dintilhac, lleno de entusiasmo y fuerza busca la forma de llegar a las personas que pudieran unirse a este empeño tan clave en una sociedad que  quisiera sostener una fe cristiana desde lo más serio del pensamiento contemporáneo. Como fundador, profesor, rector, alma, corazón y vida, permaneció en la Universidad hasta su muerte que ocurrió el día 13 de abril de 1947.

 

“LA ARDUA EMPRESA DE LEVANTAR UNA UNIVERSIDAD CATÓLICA”

Si reza el refrán que “quien algo quiere algo le cuesta”, en materia de fundación puede costar sangre. El P. Jorge debió sortear numerosos escollos para dar a luz a la que estaba destinada –como reza su lema- ser luz en las tinieblas. Nos lo cuenta en una carta a su Provincial el 19 de abril de 1917:

Muy Reverendo Padre: Le doy las gracias por la cartita que se dignó dirigirme últimamente con el fin de alentarme en la ardua empresa de levantar una Universidad Católica. Las muchas y fervientes oraciones de VP habrán sido parte en el último favor que nos ha otorgado el Cielo. Pues el domingo pasado, 15 de abril, abrimos oficialmente la UC dándole por patrona a la gloriosa limeña Santa Rosa. Hubo Misa y discurso de orden pronunciado por el nuevo rectorcito[6] que Dios ampare. No hubo gran concurrencia porque no creímos fuera conveniente llamar mucho la atención, especialmente después de la violenta polémica que contra la nueva obra han llevado los periódicos liberales de la capital. Lo esencial era comenzar y dar principio a los cursos, cualquiera que fuese el número de los alumnos. Así lo hemos hecho con el favor de Dios...Lo curioso y lamentable del caso es que todos nuestros alumnos, así como los de los jesuitas, han ido a la Universidad del Estado. El miedo, le respeto humano de los padres han podido más que el bien de los hijos y de la Religión. El miedo se explica en parte, por cuanto los catedráticos de San Marcos, algunos de Letras especialmente se han manifestado enemigos nuestros y preparan una campaña en el próximo congreso para ahogar la Obra. Muchos son los proyectos que urden contra la Religión y mucho se ha de temer por parte de las Cámaras. Pero si morimos víctimas de la tiranía anticatólica, gloriosa será nuestra muerte

 

Considero oportuno incluir el discurso de apertura del P. Jorge porque nos da las claves de sus motivaciones así como los dilatados horizontes del profeta visionario:

Siendo el único objeto de la educación, el preparar al joven para un fin prefijado, es natural que ella tendrá que responder al fin, al ideal que persiga el maestro...Feliz el joven cuyos maestros no tengan otro afán que el de dirigir y encaminar sus pasos hacia la región del infinito y a conquista, no los tesoros materiales, sino aquellos que el orín no oxida ni los ladrones roban.

Esa importancia trascendental que le cabe a la educación en general debe atribuirse en un modo muy particular, a la que reciben los jóvenes en las universidades, no solamente por ser las universidad la que introduce al joven en las más altas disciplinas del saber y la que imprime un rumbo definitivo a su espíritu, sino también porque ella es el aula y la escuela donde se forman los futuros dirigentes de la sociedad. De ahí la lucha abierta y tenaz, que hace más de un siglo, se ha trabajo entre la Iglesia y los corifeos del neopaganismo en el terreno de la escuela y especialmente en el de la Universidad...No podía el Perú, patria de tantos santos y foco en otros tiempos del más fervoroso catolicismo, ser uno de los pocos países del mundo donde la enseñanza tradicional no tuviera sus centros propios de cultura; no era posible contemplar con indiferencia el desaparecer lento, pero seguro, de la fe de nuestra sociedad, así como se ve languidecer y secarse el árbol, cuando el jugo vital no llega a sus raíces...Es un erro vulgar el creer que la nueva Universidad Católica, a causa de la religión revelada que profesa, ha de ser un obstáculo al progreso de la ciencia en nuestra sociedad... La verdadera ciencia ha vivido siempre en perfecta armonía con la religión; las Universidades Católicas en todos los tiempos y en todos los países han tenido a honra en fomentarla y la nueva Universidad que hoy inauguramos trabajará por su extensión en la medida de sus fuerzas ...En los claustros de la Universidad crecerán a la par la ciencia y la religión, sin estorbo ni conflicto, pues son ellas hijas de un mismo padre y destellos de una misma luz, que al juntar sus rayos en el espíritu del joven, disiparán incertidumbres y dudas y lo introducirán en las altas regiones de la verdad y de la vida” [7]

 

De igual modo –tras treinta años de vida- el propio protagonista nos da razón de su obrar y de su ser en el escrito “Cómo nació y de desarrolló la Universidad Católica del Perú. 30 años de vida”[8]. Constata un hecho para el año 1916: “parecía que la fe católica estuviera a punto de desaparecer de las altas esferas sociales e intelectuales de Lima y del Perú”. Ello se daba a pesar de los numerosos colegios religiosos, cuyos alumnos “al poco tiempo de haber abandonado las aulas escolares se declaraban ateos”. El P. Jorge no necesitaba más diagnóstico que el frecuente trato con los jóvenes y la profunda inserción mantenida con la realidad. La urgente necesidad sólo podía ser colmada con “un remedio puesto en práctica en muchos países”: fundar una Universidad Católica “que reuniese un grupo de jóvenes en torno de sus cátedras y pudiera inculcarles la Verdad acerca de la Historia y de la Filosofía, de la Ciencia y del Arte”. Tales jóvenes, “debidamente instruidos y formados en un ambiente de fe y de religión, n o sólo podrían conservar sus creencias sino que también podrían convertirse en defensores, en apóstoles de la Religión en la sociedad, en su profesión, en todo el país”. Esto es, lo que pretendía Dintilhac es forjar jóvenes profesionales que lleven su fe a la vida pública de modo coherente y operante. Como todo fundador de instituciones y movimientos religiosos, en ningún momento se cree fundador de nada; más bien buscó “el hombre de prestigio tanto social como intelectual, el hombre de carácter que pudiera lanzarse en esta arriesgada aventura con alguna probabilidad de éxito”; lo hace tanto en el clero como en el mundo seglar. Al ver que nadie respondía, y a pesar de verse “falto de las dotes necesarias” decide tomarla de su cuenta con el pensamiento de que “si entraba en los designios de la Providencia, ella misma la bendeciría y movería los corazones de sus fieles hijos para que supliesen” lo que a él le faltaba. Para ello, hacia 1915 comienza a tocar puertas entre las familias con hijos en colegios religiosos, visita al Delegado Apostólico Monseñor Angel Scapardini cuya “paternal y simpática acogida sirvió de mucho aliento en medio de las dificultades que ya se presentaban de todos lados”. Igual aprobación recibe el entonces Arzobispo de Lima, Monseñor Pedro García Naranjo, quien aprueba y autoriza los Estatutos provisionales. El local lo proporcionarían sus propios hermanos de los Sagrados Corazones con el P. Florentino Prat, superior, a la cabeza, quien cedió dos salas libres que a su vez habían cedido para la Asociación de Jóvenes Católicos y quien proporcionó veinte mil soles para acondicionar el local. De igual modo, Josefina Araraz dispensó una fuerte suma de dinero.

Faltaba una cuestión -“gravísima” para el autor-, el cuerpo docente, y que fue motivo de “muchas idas y venidas, de muchas ilusiones y muchas decepciones”, hasta que aceptaron los primeros: el P. Pedro Martínez Vélez, agustino “uno de los principales y constantes animadores de la obra”, el Dr. Carlos Arenas Loayza, Dr. Raymundo Morales de la Torre, Dr. Jorge Velaochaga  Dr. Víctor V. González Olaechea, P. F. Cheesman Salinas, franciscano. . Se creó un Comité permanente formado –además de por los profesores- por Monseñor B. Philipps, secretario del Arzobispo, el jesuita Próspero Malzieu, el dominico P. Lazo y Guillermo Basombrío. Al ver tantas dificultades pensó fundar tan sólo la Facultad de Letras y, aprobados los dos primeros años de Letras, encaminar a los alumnos a la Facultad de Derecho de cualquier Universidad Oficial. El Gobierno reconocía la nueva Facultad como “Academia Universitaria” y dejaba en manos de la Universidad de San Marcos lo relativo a los exámenes. Ante la demora de esta respuesta por el Consejo Universitario y la posibilidad –según el artículo 102 de la Ley Orgánica de Instrucción de que bastaba una o varias personas para abrir cátedras y constituir Facultades y Universidades; que bastaban dos facultades (art.276) para su aprobación, con la posibilidad de que los graduados se incorporasen a las Universidades Oficiales (art.385), se anunció en la prensa la creación de “la Universidad Católica en las Facultades de Letras y de Jurisprudencia”. Tras recia oposición de los medios de comunicación y de la Universidad de San Marcos, y tras muchas gestiones y oraciones, un Decreto Supremo de 24 de marzo de 1917 firmado por el Presidente José Pardo aprobaba la institución, “llenó de júbilo nuestros corazones y sembró el desaliento en las filas de nuestros contrarios”. Gracias a esta facilidad gubernamental, y la bendición del Sr. Arzobispo Pedro García Naranjo, se decidió organizar la Universidad con Estatutos y nombramiento de un Consejo formado por el propio Padre, Carlos Arenas Loayza, Víctor González Olaechea, Raymundo Morales de la Torre, Guillermo Basombrío y Jorge Velaochaga. Como rector fue nombrado el Padre fundador, vicerrector Carlos Arenas, Secretario J. Velaochaga, tesorero Víctor González, y vocales Raymundo Morales y G. Basombrío. Desde el primer momento se contó con el aplauso de la Asamblea Episcopal Peruana; de igual modo la Unión Católica de Señoras, como portavoces de las familias manifestaron su apoyo por esta propuesta educativa para sus hijos. Dintilhac felicita a los seis pioneros estudiantes que apostaron por su desafío, sorteando “la soledad, las burlas de sus compañeros, el temor de una recia persecución” y compensados por “la abnegación de sus maestros y por la seguridad de recibir una enseñanza íntegra, verdaderamente filosófica y cristiana”, que hicieron posible –junto con “la mira puesta en Dios y en la salvación de la juventud”- abrir los cursos en abril. Por fin, el 15 de abril, con misa votiva al Espíritu Santo en la Recoleta, se inaugura y el Rector pronuncia un programático discurso. “Esa importancia trascendental que le cabe a la educación en general, debe atribuirse de un modo muy particular a la que reciben los jóvenes en las universidades; no solamente por ser la Universidad la que introduce al joven en las más altas disciplinas del saber y la que imprime un rumbo definitivo a su espíritu, sino también porque ella es el aula y la escuela donde se forman los futuros dirigentes de la Sociedad”.

 

Aunque el Arzobispo de Lima -Pedro García Naranjo- veía con muy buenos ojos el surgimiento de la UC, muere en 1918, a menos de un año de su creación. Su sucesor, Emilio Lissón, a pesar de estar lejos de Lima –en Chachapoyas- y dedicado por entero a una titánica misión, vive muy de cerca los avatares de la capital. Al enterarse de su fundación el 15 de abril de 1917 por un oficio recibido del P. Dintilhac el 16 de abril, le contestará un mes después -15 de mayo- “su extrañeza[9] al dar un paso de tanta trascendencia”[10]. Si la carta fue motivo de sorpresa y dolor para el P. Jorge, se convirtió en alarma cuando se supo –un año después- el nombramiento como arzobispo de Lima. El 19 de julio de 1918 el P. Jorge daba cuenta a su Provincial el P. Vicente Monge que la felicitación al nuevo Arzobispo disiparía los prejuicios que podría alimentar contra la Universidad Católica. Al final de la carta le comunica que ha visitado a Monseñor Lissón y “ahora reconoce la voluntad de Dios en la fundación pacífica de la Universidad Católica y ha dicho también que está pronto a cooperar en ella”. Lo que es cierto es que Monseñor Lissón no vibraba ni con el nombre[11] ni con la forma de llevar a cabo las cosas por parte de la PUCP, especialmente porque pensaba que el proyecto provocaba una “persecución” por parte de San Marcos. Tal actitud creó estupor en el P. Jorge quien llegará a manifestar en su correspondencia privada en 1921 que gran parte de los obispos no le seguían en esto, “pero como al fin y al cabo la Cato está en su jurisdicción nos sentimos algo fastidiados por cuanto si nos desbautizamos parece que huimos de los liberales y si no disgustamos a la autoridad eclesiástica. No queríamos ser ni apóstatas ni rebeldes, que Dios nos dé la solución”. Tal es el sentir de los profesores seglares cuando en su Memorial de 1924 acumulan argumentos para evidenciar al Pastor la factibilidad y la oportunidad de la Universidad Católica, pidiéndole que “a la mayor brevedad” se defina claramente “o con la Universidad o contra ella”, deseando recibir “la promesa consoladora de que en adelante aportará a la Universidad Católica toda la actividad apostólica que sabe desplegar en las demás obras de su elevado ministerio”[12]

Con motivo de los 25 años de su fundación, V.A. Belaúnde dijo de él: “Se unen al Padre Jorge la fe del sacerdote, el corazón de un maestro y el carácter de un hombre… Le bastaba la sencillez de su palabra y la más hermosa sencillez de su vida, la dedicación absoluta a su obra, su ilimitada abnegación, su tesoro de optimismo y su tenacidad inquebrantable. Quien se le acerca tiene ya el ejemplo palpitante de lo que es la Fe, misteriosa iluminación interior, viva, constante, humilde y serena”. El mismo V.A. Belaunde en sus “Memorias” dirá de él que fue “el glorioso intuitivo del renacimiento de los estudios superiores en el Perú bajo la sombra de la fe cristiana. Nos dejaba el milagro de la institución que no tuvo en sus orígenes más capital que su fe y su labor de misionero intelectual” [13]

Parecido sentimiento expresó el actual Gran Canciller de la PUCP, S.E. el Cardenal Juan Luis Cipriani, en la ceremonia de apertura del año académico de 1999: destaca su santidad: El recuerdo y la gratitud reverente al fundador de esta institución, el Padre Jorge Dintilhac, de la congregación de los Sagrados Corazones, no sólo es de justicia sino un deber moral que quiero señalar expresamente. Asimismo, quiero mencionar mi reconocimiento a quienes han contribuido con su trabajo sacrificado y profesional, fiel a las enseñanzas de la Iglesia, a lograr que esta Universidad sea hoy considerada una de las mejores, si no la mejor, del Perú."[14]

En su oficio de Rector, brilla la dedicación más abnegada junto con el más escrupuloso rigor académico, tal como se puede ver en las sustanciosas memorias anuales. De igual modo, se armoniza la fidelidad más exquisita a la identidad católica con su apertura a los “signos de los tiempos” que la historia le va marcando. A título de ejemplo, rescato un texto de la memoria de 1934: “siendo el laicismo y el comunismo su hermano, frutos del ateísmo propagado por los letrados traidores a su misión providencial, sólo pueden ser combatidos eficazmente por letrados sabios y creyentes cuya palabra y escritos sean el sol luminoso que desvanezca las tinieblas del error y los guías seguros que conduzcan a la Verdad a las almas ansiosas de saber. Para formar a tales lumbreras y a tales guías, se han creado en todas partes Universidades Católicas y para ese fin se ha creado la nuestra”[15]

 



[1] La medalla Benemerenti es una condecoración papal institucionalizada por Gregorio XVI en 1832 y es conferida a quienes hayan demostrado un largo y excepcional servicio a la Iglesia Católica, a sus familias y a la comunidad en general. Tiene la palabra BENEMERENTI en su cara, rodeada por una corona de olivos. La cinta está hecha de los colores papales.

[2] Se trata de la cruz Pro Ecclesia et Pontifice, creada por el Papa León XIII, y que premia, en el primer caso, el trabajo a favor de los más desfavorecidos

[3] El Amigo del Clero, Lima, 1946, mayo, p.42

[4] Archivo Histórico de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Partidas de exámenes (1867-1937), nº 248, pp.214-215, firma como secretario Mariano Aguilar.

[5] Archivo Histórico de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Registro de Diplomas (1884-1966), nº 124, p.24, firma como secretario Mariano Aguilar

[6] Modo irónico y humilde de autocalificarse.

[7] Ni en “El Comercio” Ni en la “Unión” se publicaron por completo; por vez primera lo hacen Congregación de los Sagrados Corazones. Archivos de la Provincia Peruana. Cuadernos de Historia nº 2. Fundación de la Universidad Católica (Crónicas del P. Florentino Prat, ss.cc.) II Parte: Los tres primeros años de la Universidad, 1917-1919) Lima-mayo del 2004, pp 38-43

[8] Lima, Lumen  1946.

[9] La verdad es que Monseñor Lissón no tenía conocimiento de los pasos dados por el P. Jorge ante el Arzobispo de Lima. Puede verse la carta completa en esta misma revista en el artículo sobre Monseñor Lissón.

[10] Congregación de los Sagrados Corazones. Archivos de la Provincia Peruana. Cuadernos de Historia nª 2. Fundación de la Universidad Católica (Crónicas del P. Florentino Prat, ss.cc.) II Parte: Los tres primeros años de la Universidad, 1917-1919) Lima-mayo del 2004, pp. 1-2r

[11] De hecho, Monseñor tuvo el propósito de crear  una Universidad Católica más amplia que la existente con el nombre de “Bartolomé Herrera"

[12] Memorial suscrito por profesores seglares de la Universidad Católica para ser presentado al Ilmo. Arzobispo de Lima, Monseñor Lissón y que por circunstancias especiales no llegó a  presentarse”  el 20 de diciembre de 1924, Archivo Universitario de la PUCP.

[13] VA Belaunde “Trayectoria y Destino. Memorias completas” II, Ediventas, Lima, 1967, p.1069.

[14] El 24 de marzo de 1999 tuvo lugar en el Auditorio de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú la ceremonia de Apertura del Año Académico Ver: La institución universitaria: Unidad y fundamento Lima, 1999.

[15] Memoria del año 1934. Revista de la Universidad Católica del Perú, Tomo II, Año III, p.327

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EL VALOR DE LAS RELIQUIAS

  1. Las reliquias nos conducen a Dios mismo

Ahora que las reliquias de Santa Teresita peregrinan por Perú, les comparto el bellísimo texto del Papa Benedicto XVI,  en Colonia, 18 agosto 2005, acerca de su valor, así como otros textos que nos ayudarán a venerarlas como la Iglesia aconseja:

 

Estas reliquias no son más que el signo frágil y pobre de lo que ellos fueron y vivieron hace tantos siglos. Las reliquias nos conducen a Dios mismo; en efecto, es Él quien, con la fuerza de su gracia, da a seres frágiles la valentía de testimoniarlo ante del mundo. Cuando la Iglesia nos invita a venerar los restos mortales de los mártires y de los santos, no olvida que, en definitiva, se trata de pobres huesos humanos, pero huesos que pertenecían a personas en las que se ha posado la potencia trascendente de Dios. Las reliquias de los santos son huellas de la presencia invisible pero real que ilumina las tinieblas del mundo, manifestando el Reino de los cielos que habita dentro de nosotros. Ellas proclaman, con nosotros y por nosotros: «Maranatha» – «Ven, Señor Jesús».

 

Perú ha recibido recientemente las reliquias de Don Bosco, San Camilo de Lelis, Santa Margarita María de Lacoque. La Iglesia, «experta en humanidad», según la bella expresión de PabloVI, se muestra muy respetuosa con esta costumbre de recogerse y orar junto a los restos mortales de aquéllos que hemos conocido y amado. Esta práctica, presente en el Antiguo Testamento y también en el Nuevo, continúa vigente hoy día. Como no somos espíritus puros, necesitamos mediaciones, señales visibles. Son precisamente las reliquias de los santos esas señales pobres y frágiles de lo que fueron sus cuerpos. La presencia de estas reliquias nos evoca más fácilmente su condición humana. Es decir, los santos han trabajado, pensado, rezado, sufrido y experimentado la muerte en su cuerpo. La lógica de Dios, tan desconcertante para nuestro espíritu, es muy distinta a la de nuestro mundo: «Dios ha escogido lo débil del mundo para confundir lo fuerte» (1Co 1,27). Aunque en otros tiempos se haya abusado de la mediación y de la autenticidad de las reliquias, aunque la sensibilidad en este aspecto sea diferente en la actualidad, sin embargo, el culto a las reliquias permanece válido así como su valor y su razón de ser en la Iglesia.

 

  1. Tres categorías

Etim. latín: reliquiae, restos. Reliquia: Un objeto asociado a un santo (o con una persona considerada santa pero aún no canonizada). Las reliquias pueden ser de tres grados:

1er grado: un fragmento del cuerpo. 

2do grado: un fragmento de su ropa o de algo que el santo usaba durante su vida (rosario, Biblia, cruz, etc.). También objetos asociados con el sufrimiento de un mártir. 3er grado: cualquier objeto que ha sido tocado a una reliquia de primer grado o a la tumba de un santo. 

 

 

 

  1. ¡Que viva el muerto!

Hay algo escrito en el ser humano que le empuja a mantener vivo el recuerdo de las personas que han sido un modelo de integridad o un ejemplo de servicio en los diferentes campos de la vida humana. Los creyentes llamamos a estas personas «santos». Y una manera de recuperar su recuerdo es venerar sus «reliquias».

Cuando se habla de reliquias debemos precisar que su culto no es un fenómeno

que se dé sólo entre los cristianos o que sea específicamente católico. Es ante todo un fenómeno antropológico universal que se remonta a los orígenes del hombre. Es incluso uno de los signos más certeros que atestiguan la presencia del hombre en la tierra. Los mismos antropólogos confirman que solamente los hombres entierran a sus semejantes.

Estos restos humanos, estos pobres huesos colocados con todo cuidado en una cueva o en una tumba cumplen una función sagrada de recuerdo, presencia y comunión desde la noche de los tiempos hasta nuestros días. Cuando, cada año, millones de hombres y mujeres de todas las culturas y condiciones sociales van a los cementerios lo hacen para ponerse justamente delante de las «reliquias», es decir, de los restos mortales de sus familiares. Recordar y estar en comunión de mente y de corazón, con las personas que representan, en actitud de plegaria. En la actualidad existen múltiples ejemplos de este apego de las personas por conservar y honrar los restos mortales de sus semejantes. Es el caso de la tragedia de las dos torres del World Trade Center de Nueva York o el drama de la muerte de los tripulantes del submarino ruso «Kourks». Se emplearon todos los medios para encontrar los cuerpos de los desaparecidos y devolverlos a sus familiares.

  1. Las reliquias en la Biblia

· Eliseo recibe de Elías el manto con el cual hace milagros (Cf. II Reyes 2, 9-14).

· Un muerto resucita al tocar los huesos de Eliseo: "Estaban unos sepultando un hombre cuando vieron la banda y, arrojando al hombre en el sepulcro de Eliseo, se fueron. Tocó el hombre los huesos de Eliseo, cobró vida y se puso en pie." II Reyes 13,21

· "Dios obraba por medio de Pablo milagros no comunes, de forma que bastaba aplicar a los enfermos los pañuelos o mandiles que había usado y se alejaban de ellos las enfermedades y salían los espíritus malos". Hechos 19,11-12

En estos tres casos las reliquias de hombres santos fueron instrumentos para obrar milagros. Jesús prometió a los Apóstoles que harían milagros. Dios puede utilizar las cosas naturales de forma sobrenatural. Cf. Tb. 11, 7-15.

No sólo reliquias sino que hasta la sombra de Pedro curaba a los enfermos: "hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos." Hechos 5,15.  Dos versículos después vemos que los fariseos llenos de envidia ante los milagros se opusieron a estas prácticas.

  1. Las reliquias en los primeros siglos de la Iglesia

La Carta de los fieles de la Iglesia de Esmirna, año 156 A.D. es representativa de la veneración a los mártires: "Tomamos los huesos, que son más valiosos que piedras preciosas y más finos que oro refinado, y los pusimos en un lugar apropiado, donde el Señor nos permitirá reunirnos"

San Jerónimo (siglo IV) esbozó en su Carta a Ripparium las razones por las que se veneran las reliquias: “No rendimos culto y no adoramos por temor a hacerlo a las creaturas en vez de al Creador, pero veneramos las reliquias de los mártires para adorarle más a El, dueño y Señor de los mártires”.

San Gregorio de Nyssa (siglo IV) describe en su Panegírico a San Teodoro Mártir el significado y la vivencia de tocar las reliquias: “Sólo los que han experimentado la felicidad de tocar las reliquias y han obtenido sus peticiones pueden saber cuán deseable es y qué gran recompensa”.

San Agustín de Hippo (siglo V) en su libro La Ciudad de Dios dice: “Está claro que quien tiene afecto por alguien venera lo que queda de ésa persona tras su muerte, no sólo su cuerpo sino partes de él e incluso cosas externas, como sus ropas. Entonces, en memoria de ellos [los santos] debemos de honrar sus reliquias, principalmente sus cuerpos, que eran templos del Espíritu Santo”.

Nuestra cultura tiende a ser práctica y perder de vista el valor de los símbolos. Sin embargo, aun guardamos recuerdos de seres queridos. Para el cristiano esos son los santos.

  1. Declaraciones de la Iglesia sobre las reliquias:

La Iglesia aprueba la veneración de reliquias auténticas. (Concilio de Trento) Según el Código de Derecho Canónico #1190.

1. Está terminantemente prohibido vender reliquias sagradas.

2. Las reliquias insignes así como aquellas otras que gozan de gran veneración del pueblo no pueden en modo alguno enajenarse válidamente o trasladarse a perpetuidad sin licencia de la Sede Apostólica.

·"Debe observarse la antigua tradición de colocar bajo el altar fijo reliquias de Mártires o de otros Santos, según las normas litúrgicas". Canon #1237 

  1. Errores que se deben evitar en relación a las reliquias:

1- Creer que las reliquias tienen poder por sí mismas. Esto sería magia y superstición. Nuestra atención al venerarlas está en el santo.

2- Exagerar la importancia de las reliquias en la Iglesia. Las reliquias pueden ser una ayuda a la fe pero no son parte central de ella. 

3- Despreciarlas o dudar que Dios pueda utilizar sus instrumentos escogidos para hacer milagros según sus designios.  Ejemplo: ¿Acaso necesitaba Dios darle una vara a Moisés para hacer milagros? No. Dios no necesita ni de la vara ni de Moisés, pero Dios sí ha querido valerse de ambos.

4- Comerciar con reliquias, falsificarlas, explotar a los ingenuos. Sin duda se han cometido excesos de este tipo. San Agustín (+430) denunció a impostores vestidos como monjes que vendían reliquias falsas. El Papa San Gregorio (+604) prohibió la venta de reliquias y la perturbación de tumbas en las catacumbas. A pesar de ello se cometieron muchos abusos. Los protestantes, en vez de rechazar los abusos rechazaron las reliquias en general. El Concilio de Trento (1563) defendió la invocación a los santos, la veneración de las reliquias y las tumbas de los santos.

Dios continúa hoy haciendo milagros y se deleita de hacer muchos de ellos por la intercesión de sus santos. En mi experiencia personal, encontrarme ante una reliquia me ayuda a meditar sobre el santo como una persona real que vivió nuestras luchas en la tierra y está ahora en el cielo.  

(Consultar: Padre Jordi Rivero http://www.corazones.org/diccionario/reliquia.htm)

 

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domingo, 25 de septiembre de 2011

A mí, como a Lutero, me interesa responder "¿cómo puedo tener un Dios misericordioso?" Gracias, Santo Padre.

Discurso del Papa en el convento de Martín Lutero

Que el Papa Benedicto XVI pronunció a su llegada al Augustinerkloster de Erfurt, al reunirse con los quince representantes del Consejo de la EKD – Iglesia Evangélica Alemana.

Erfurt, viernes 23 de septiembre de 2011

Distinguidos Señores y Señoras:

Al tomar la palabra, quisiera ante todo dar gracias por tener esta ocasión de encontrarles. Mi particular gratitud al presidente Schneider que me ha dado la bienvenida y me ha recibido entre ustedes con sus amables palabras, quisiera agradecer al mismo tiempo por el don especial de que nuestro encuentro se desarrolle en este histórico lugar.

Como Obispo de Roma, es para mí un momento emocionante encontrarme en el antiguo convento agustino de Erfurt con los representantes del Consejo de la Iglesia Evangélica de Alemania. Aquí, Lutero estudió teología. Aquí, en 1507, fue ordenado sacerdote. Contra los deseos de su padre, no continuó los estudios de derecho, sino que estudió teología y se encaminó hacia el sacerdocio en la Orden de San Agustín. En este camino, no le interesaba esto o aquello. Lo que le quitaba la paz era la cuestión de Dios, que fue la pasión profunda y el centro de su vida y de su camino. "¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso?": Esta pregunta le penetraba el corazón y estaba detrás de toda su investigación teológica y de toda su lucha interior. Para él, la teología no era una cuestión académica, sino una lucha interior consigo mismo, y luego esto se convertía en una lucha sobre Dios y con Dios.

"¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso?" No deja de sorprenderme que esta pregunta haya sido la fuerza motora de su camino. ¿Quién se ocupa actualmente de esta cuestión, incluso entre los cristianos? ¿Qué significa la cuestión de Dios en nuestra vida, en nuestro anuncio? La mayor parte de la gente, también de los cristianos, da hoy por descontado que, en último término, Dios no se interesa por nuestros pecados y virtudes. Él sabe, en efecto, que todos somos solamente carne. Si hoy se cree aún en un más allá y en un juicio de Dios, en la práctica, casi todos presuponemos que Dios deba ser generoso y, al final, en su misericordia, no tendrá en cuenta nuestras pequeñas faltas. Pero, ¿son verdaderamente tan pequeñas nuestras faltas? ¿Acaso no se destruye el mundo a causa de la corrupción de los grandes, pero también de los pequeños, que sólo piensan en su propio beneficio? ¿No se destruye a causa del poder de la droga que se nutre, por una parte, del ansia de vida y de dinero, y por otra, de la avidez de placer de quienes son adictos a ella? ¿Acaso no está amenazado por la creciente tendencia a la violencia que se enmascara a menudo con la apariencia de una religiosidad? Si fuese más vivo en nosotros el amor de Dios, y a partir de Él, el amor por el prójimo, por las creaturas de Dios, por los hombres, ¿podrían el hambre y la pobreza devastar zonas enteras del mundo? Las preguntas en ese sentido podrían continuar. No, el mal no es una nimiedad. No podría ser tan poderoso, si nosotros pusiéramos a Dios realmente en el centro de nuestra vida. La pregunta: ¿Cómo se sitúa Dios respecto a mí, cómo me posiciono yo ante Dios? Esta pregunta candente de Martín Lutero debe convertirse otra vez, y ciertamente de un modo nuevo, también en una pregunta nuestra. Pienso que esto sea la primera cuestión que nos interpela al encontrarnos con Martín Lutero.

Y después es importante: Dios, el único Dios, el Creador del cielo y de la tierra, es algo distinto de una hipótesis filosófica sobre el origen del cosmos. Este Dios tiene un rostro y nos ha hablado, en Jesucristo hecho hombre, se hizo uno de nosotros; Dios verdadero y verdadero hombre a la vez. El pensamiento de Lutero y toda su espiritualidad eran completamente cristocéntricos. Para Lutero, el criterio hermenéutico decisivo en la interpretación de la Sagrada Escritura era: "Lo que conduce a la causa de Cristo". Sin embargo, esto presupone que Jesucristo sea el centro de nuestra espiritualidad y que su amor, la intimidad con Él, oriente nuestra vida.

Quizás, ustedes podrían decir ahora: De acuerdo. Pero, ¿qué tiene esto que ver con nuestra situación ecuménica? ¿No será todo esto solamente un modo de eludir con muchas palabras los problemas urgentes en los que esperamos progresos prácticos, resultados concretos? A este respecto les digo: Lo más necesario para el ecumenismo es sobre todo que, presionados por la secularización, no perdamos casi inadvertidamente las grandes cosas que tenemos en común, aquellas que de por sí nos hacen cristianos y que tenemos como don y tarea. Fue un error de la edad confesional haber visto mayormente aquello que nos separa, y no haber percibido en modo esencial lo que tenemos en común en las grandes pautas de la Sagrada Escritura y en las profesiones de fe del cristianismo antiguo. Éste ha sido el gran progreso ecuménico de los últimos decenios: nos dimos cuenta de esta comunión y, en el orar y cantar juntos, en la tarea común por el ethos cristiano ante el mundo, en el testimonio común del Dios de Jesucristo en este mundo, reconocemos esta comunión como nuestro fundamento imperecedero.

Por desgracia, el riesgo de perderla es real. Quisiera señalar aquí dos aspectos. En los últimos tiempos, la geografía del cristianismo ha cambiado profundamente y sigue cambiando todavía. Ante una nueva forma de cristianismo, que se difunde con un inmenso dinamismo misionero, a veces preocupante en sus formas, las Iglesias confesionales históricas se quedan frecuentemente perplejas. Es un cristianismo de escasa densidad institucional, con poco bagaje racional, menos aún dogmático, y con poca estabilidad. Este fenómeno mundial nos pone a todos ante la pregunta: ¿Qué nos transmite, positiva y negativamente, esta nueva forma de cristianismo? Sea lo que fuere, nos sitúa nuevamente ante la pregunta sobre qué es lo que permanece siempre válido y qué pueda o deba cambiarse ante la cuestión de nuestra opción fundamental en la fe.

Más profundo, y en nuestro país, más candente, es el segundo desafío para todo el cristianismo; quisiera hablar de ello: se trata del contexto del mundo secularizado en el cual debemos vivir y dar testimonio hoy de nuestra fe. La ausencia de Dios en nuestra sociedad se nota cada vez más, la historia de su revelación, de la que nos habla la Escritura, parece relegada a un pasado que se aleja cada vez más. ¿Acaso es necesario ceder a la presión de la secularización, llegar a ser modernos adulterando la fe? Naturalmente, la fe tiene que ser nuevamente pensada y, sobre todo, vivida, hoy de modo nuevo, para que se convierta en algo que pertenece al presente. Ahora bien, a ello no ayuda su adulteración, sino vivirla íntegramente en nuestro hoy. Esto es una tarea ecuménica central. En esto debemos ayudarnos mutuamente, a creer cada vez más viva y profundamente. No serán las tácticas las que nos salven, las que salven el cristianismo, sino una fe pensada y vivida de un modo nuevo, mediante la cual Cristo, y con Él, el Dios viviente, entre en nuestro mundo. Como los mártires de la época nazi propiciaron nuestro acercamiento recíproco, suscitando la primera apertura ecuménica, del mismo modo también hoy la fe, vivida a partir de lo íntimo de nosotros mismos, en un mundo secularizado, será la fuerza ecuménica más poderosa que nos congregará, guiándonos a la unidad en el único Señor.

 

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sábado, 24 de septiembre de 2011

LA BIBLIA EN EL CORAZÓN DE LA HISTORIA DEL PERÚ

"La Biblia en el corazón de la historia  del Perú

Como clausura a los numerosos actos de la Expobiblia en su edición 2011, la Comisión Episcopal de Catequesis, pastoral bíblica y pastoral indígena  llevó a cabo la presentación del libro "La Biblia en el corazón de la historia del Perú. Apuntes para el estudio de su difusión" del que es autor nuestro colaborador Dr. José Antonio Benito. Al acto organizado como toda la EXPO BIBLIA en el Parque Kennedy de Miraflores  tuvo como animadora y presentadora a Marita de la Sociedad San Pablo acudió un numeroso y entusiasta público. Abrió el evento el Pastor Juan Chang, de la Sociedad Bíblica Peruana y coordinador de la Expobiblia, quien mostró su satisfacción por acoger esta obra que honraba la historia bíblica y el pueblo del Perú. Como comentarista de la obra actuó el Dr. Teodoro Hampe Martínez, historiador, quien presentó al autor, contextualizó la obra en el marco de la historia cultural del Perú y sintetizó el libro. A continuación, el autor narró el proceso de elaboración de la obra y animó especialmente a encontrarse con Cristo a través de la Palabra de Dios. Por último, la Hmna. Eleana Salas, de la CECPBCPI, agradeció a los ponentes y asistentes, invitándoles a un vino de honor. Varios de los concurrentes quisieron intervenir y alguno lo hizo para agradecer por el evento. Culminó con la firma de ejemplares y un animado coloquio entre los asistentes.  

 

CORREO MARIANO interrogó al autor:                   

 

Doctor ¿Puede hacer una apretada síntesis sobre su libro ¿de qué trata?

 

De presentar las mil y una manera en que los peruanos han podido conocer la Palabra de Dios. La mayoría de la gente piensa que la Biblia llega a América y al Perú de la mano de los protestantes y tras la independencia, y nadie infravalora su difusión pionera. Pero una cosa es el reparto masivo y hasta comercial, y otra su presencia en la sociedad peruana a través de la cátedra, la liturgia, el teatro, el arte, la lectura familiar, el catecismo, la historia comparada. La Biblioteca Nacional de Lima, por ejemplo, tiene un ejemplar de la Biblia Políglota del Cardenal Cisneros. Hay buenas y diversas biblias en las bibliotecas que dan testimonio que el pueblo peruano se alimentó de ellas; cito una rareza que ni la Biblioteca Vaticana; en el Seminario de Arequipa está la Biblia Sacra Políglota con los textos originales hebreo, caldeo y griego y varias versiones. Londres, 1657. (7 volúmenes) de  Briazo Walton, Briazo, sabio de la Universidad de Oxford, que nos ofrece 5.000 luminosas páginas basadas en el cotejo de las fuentes originales, hebreo, caldeo, griego, las versiones samaritana, griega de los LXX.


 ¿Y qué destacaría ?

Que en América, en Perú, no partimos de cero. Hay una viva trayectoria bíblica. Los presentes apuntes presentan múltiples realidades que constatan la presencia de la Biblia en su historia. En el virreinato peruano el método visual se convirtió en el método básico para evangelizar. Los misioneros buscaron «disponer de los suficientes medios gráficos que pudiesen expresar visualmente las incidencias del Antiguo y Nuevo Testamento, la vida de Cristo y de la Virgen, y las enseñanzas básicas de la doctrina de la salvación». ¡Cuántos retablos ilustran escenas bíblicas tal como podemos ver en los museos e iglesias! Los pinceles del cusqueño Diego Tito Quispe inmortalizará con sus pinceles diversas series como el Nacimiento, Adoración de los Pastores, Huida a Egipto y vuelta, Nazaret, La visión de la Cruz... En el Sermonario del Tercer Concilio Limense, los padres conciliares amonestarán que «con los indios...lo que más le persuade son...ejemplos también de cosas que la Escritura cuenta» (Proemio, 4º aviso).

 

¿Donde se puede adquirir ? En la Librería de la Conferencia Episcopal Peruana y en Paulinas

¿Cuál es su costo15 soles.

Un mensaje final

Animar a todos como hicieron nuestros Obispos al culminar el Sínodo sobre la Palabra de Dios: acerquémonos a la mesa de la Palabra de Dios, para alimentarnos y vivir pues "es más dulce que la miel" (Sal 19, 11), "antorcha para mis pasos, luz para mi sendero" (Sal 119, 105), fuego y martillo que golpea la peña (Jr 23, 29). Por mi parte tan sólo deseo animar a que sigamos investigando en los temas apenas apuntados para que acometamos la hermosa tarea propuesta por el Papa en el Sínodo: escuchar, acoger, vivir y difundir la Palabra de Dios.

 


 

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viernes, 23 de septiembre de 2011

Radio María, noche y día, vida plena de alegría.

Cada vez saco mayor partida a Radio María y la aconsejo por doquier. Puedes
escuchar a Monseñor Munilla todos los días explicando el Catecismo, al Santo
Padre en castellano, al P. Carlos Rosell, al P. Armando Nieto (presidente de
la Academia Nacional de Historia), a Monseñor Alemany, consejos del
psicólogo (mejor de las psicólogas), hay hora de los niños, de la familia,
de los jóvenes, de los ancianos; tiempo de oración, de canción, de acción;
para la Biblia, para el Catecismo, para la Iglesia y para el Mundo… Yo tengo
mi programa HISTORIAS SANTAS los domingos a las 13 y a las 21.30 (AM 580;
http://www.radiomaria.org/media/start.asp?SOURCE=peru&TITLE=peru) y puedes
enviarme cuantas historias y notas que con mucho gusto las leeré y, si te
atreves, te hago una entrevista o grabo tu testimonio. A multiplicar esta
obra por el bien del Perú.


GRAN RIFA DE RADIO MARIA TENDRÁ COMO PREMIO UN VIAJE A TIERRA SANTA

 Como todos los años Radio María viene realizando la gran rifa anual, que
esta vez tendrá como premio principal un viaje a Tierra Santa con tour
incluido para dos personas con todos los gastos pagados y un segundo premio
de dos pasajes de avión Lima Arequipa Lima con dos noches de alojamiento.

Los afortunados ganadores de esta rifa tendrán la oportunidad de conocer
lugares donde vivió Jesús, como son el río Jordán, Basílica de la Natividad,
Basílica de la Anunciación, la carpintería de San José, la Fuente de la
Virgen, el Monte de las Bienaventuranzas, El huerto de Getsemaní, el Muro de
los Lamentos y otros destinos importantes que datan de épocas bíblicas.

La finalidad de esta rifa es recaudar fondos que le permitan a  Radio María
mantener e implementar más repetidoras a nivel nacional. El tiempo y, en
algunos casos el mismo clima, han hecho que las antenas ubicadas en las
diferentes localidades del país se desgasten y en algunos casos se dañen,
dificultando la señal sobre todo en las zonas más alejadas.





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jueves, 22 de septiembre de 2011

JOSÉ ANTONIO DEL BUSTO: CATÓLICO, APOSTÓLICO, ROMANO...Y PERUANO

El Comercio está publicando la Obra Escogida del inolvidable Maestro de la Peruanidad, Dr. José Antonio del Busto. En sus “Memorias de un historiador” editadas el sábado pasado 17 de septiembre, nos brinda esta limpia y sincera confesión de su fe de Creyente, practicante y pecador

Capítulo XXII: La religión

La forma religiosa

Bautizado el 25 de setiembre de 19362; desde entonces pertenezco a esa Iglesia que es una, Santa Católica, Apostólica y Romana, como rezaba en mi niñez el Catecismo.

            Mi padre me enseñó a signarme y mi madre me hizo aprender el Padrenuestro y el Ave María, el credo y la Salve. Los dos eran creyentes y practicantes. Su hogar siempre siguió una línea moral. El ejemplo de mi padre y los consejos de mi madre me sirvieron toda la vida. Dios los tenga en su gloria, pues mejores no pudieron ser.

            Temprano conocí la Iglesias. Fue la parroquial de Barranco, mi templo bautismal. Escuché misa desde antes de tener uso de razón y salí de monaguillo en la procesión del Corpus Christi. Tenía entonces cinco años de edad. Lo malo fue que en plena procesión, por cuestión de quitarme allá esas pajas, me lié a golpes con otro monaguillo y tuvieron que venir a separarnos.

            Ingresando al colegio marista, el hermano Luis – que era el director – preparó un grupo de niños para la Primera Comunión, pero el terremoto del 24 de mayo de 1940 nos impidió hacerla. Por eso, recién pude ser reocomulgante el 20 de junio del año siguiente. Recibí la Hostia de manos de fray Conrado Juaniz, franciscano del convento de Barranco y Capellán del colegio. Fue en la capilla del plantel. Corrieron a la misma mis padres y mis abuelos. En esa capilla y ese año, recibí el sacramento de Confirmación. Fue el 12 de octubre, por la mañana. Me confirmó el también franciscano fray Francisco Solano Muente, Obispo de Ayacucho. Fue mi padrino Guillermo Avilés Shepelmann, primo paterno de mi madre.

            Por esos días hubo un momento en que, niño como seguía siendo, en la misa del colegio y durante la elevación, vi al Crucificado en la hostia sacerdotal. El “milagro” se repitió tres veces. Callé mi secreto varios días, me sentí privilegiado de Dios, pero no pudiendo guardarlo más tiempo, se lo comuniqué al hermano Luis, el que me había preparado para la Primera Comunión.

El Hermano me miró comprensivo, me sonrió con amabilidad y me condujo a la sacristía de la capilla. Abrió una alacena, sacó una caja de hostias mayores sin consagrar y tomando varias de ellas me las acercó. Todas tenían un crucificado estampado y relievado hecho en molde o a presión. Mi decepción fue grande y mi rostro debió evidenciarlo. Yo no era un privilegiado del cielo. Mas el hermano entendió la reacción y me dijo bajando la voz: los milagros existen pero no son tantos como uno cree, el que pan se convierta en el Cuerpo de Cristo, es milagro de Dios, pero que el Crucificado esté impreso en el pan, es obra del hombre. No me quedó huella negativa de esta dura experiencias, pero sí despertó en mí el espíritu crítico. Nunca he visto un milagro, pero desde entonces tomo con mucho recelo todo lo que pareciera ser supresión del orden natural por permisión divina.

            Me dictaban todos los días una clase de religión. Me interesó muchísimo. Me acostumbré a preguntar y a obtener respuestas. De niño fui lector del Catecismo y de adolescente del libro de Apologética. Por entonces leí los cuatro Evangelios y descubrí con especial deleite el Antiguo Testamento. Siempre busqué solucionar mis dudas. Mis profesores las supieron contestar. Excelentes maestros los maristas nunca insistieron en prácticas exageradas ni en climas subjetivos. Enseñaban sin fanatismos, su pedagogía era lógica y serena. Con ellos aprendí a ser ecuánime en materia de religión y a buscar a Dios serenamente.

            Mis lecturas de la Biblia me descubrieron el Pentateuco y en primer lugar el Génesis. El Génesis fue la lectura de mi adolescencia. Me intrigaba el origen del hombre, su expansión, las razas. La creación tuvo para mí un efecto inagotable. El Génesis y su relación con la ciencia se convirtieron en una obsesión . Ello me ubicó tempranamente en un terreno fértil. Entendí la evolución, el deísmo y el teísmo, la aparición del protozoario, de los vegetales y delos animales dentro de las eras Geológicas. Me impresionó el Jurásico y la Teoría de Wegener.Conocí a elPleistoceno. Aprendí a diferencia al Cromagnon del Neandertal y al Gomo Sapiens del Homo Sapiens Sapiens. LA evolución darwiniana no estaba reñida con el plano divino. Esta etapa de mi vida fue mi primera gran lección sobre el pasado humano y esta aproximación del pasado, inconscientemente, terminó adentrándome en la historia.

            Me detuve primero en la historicidad de Jesús. Leí los cuatro Evangelios auténticos (lossinópticos y el joánico), me aparecieron ajenos al error y al dolo. Las impresiones históricas eran salvables, explicables, no había contradicción, por el contrario, existía complementación, unificación. Leí también los Hechos de los Apóstoles y las Epístolas de Pedro y Pablo, Santiago, Judas Tadeo y del evangelista Juan. En fin leí todo el Nuevo Testamento con singular atención, siempre conforme a mi saber y entender, porque no tenía estudios especiales. Empero, mi curiosidad me llevó más allá. Llegué a los Evangelios Apócrifos buscando su relativo valor en los nombres de Melchor, Gaspar y Baltazar, de la Verónica y de Longinos, de Dimas y de Gestas. Me expliqué entonces por qué la Iglesia Romana no les reconocía veracidad total y pocas veces los utilizaba en refuerzo de la tradición… El asunto religioso no era difícil. El origen histórico del cristianismo era simple, sencillo: se debió a doce pescadores de hombres  y al hijo de un carpintero.

            Finalmente, recién a estas alturas, apareció mi prójimo, mi “próximo”, en la segunda parte del Gran Mandamiento. Me mandaba este: primero Dios, después mi prójimo. Ante debía realizarme, luego servir a mis semejantes. Lo contrario era cumplir la Parábola de los Talentos. Nadie da lo que no tiene pero, a mayor realización, mayor fruto. Así lo pensé y no me arrepiento. Mis prójimos genéricos son todos los hombres, pero los prójimos inmediatos los nacidos en el Perú. Mi “proximidad” a ellos estaba más ligado por sangre, afinidad y cercanía. La caridad bien entendida debía empezar por casa. Y así, con pocas luces y ninguna duda, solucione este problema existencial. 

 

Creyente, practicante y pecador

Egresé del colegio inquieto en materia de fe. El claustro universitario, por su parte, estimuló mi espíritu  de búsqueda. Tenía hambre de Dios.

Por recomendaciónde mis catedráticos leí a Aristóteles, a San Agustínde Hipona y a Tomás de Aquino en sus obras más representativas. Me descubrí mal lector de filosofías, pero insistí hasta terminar los libros comenzados. Quedé contento mas  no saciado. No me fue mejor con los filósofos modernos a partir de Descartes: Kant, Hegel, Schopenhauer. Mi terreno, evidentemente, no era la filosofía.

Por este mismo tiempo profundicé la Historia de la Iglesia y entendí que, aunque de origen divino, era una institución humana. El dogma seguía incólume mas la continuidad, tampoco rota, presentaba personajes escandalizantes. No existía Juana Papisa, pero figuraban Teofilacto, Teodora la Mayor, Teodora la Menor, Guido de Toscana, protagonizando esa Edad de Hierro de la Iglesia que resucitó en parte Alejandro VI.

La Historia Universal me presentó otras figuras menos cercanas: Buda, Confucio, Mahoma. Todo eso lo aprecié de lejos, naturalmente, pero con la ayuda de Onorio Ferrero, Orientalista de viejo cuño que enseñaba historia con increíble erudición. Gracias a él entendí también a los griegos y romanos, a los egipcios y mesopotámicos… Me quedó muy claro que los pueblos fueron evolucionando del animismo al politeísmo, y del politeísmo al monoteísmo. Recuerdo que me detuve en el antiguo Egipto con los personajes interesantísimos: Moisés y Akhenaton.

Me interesaba una religión no afectiva, en lo posible racional. Quería verlo todo con frialdad científica. Sin duda era exigente, pero me sentía bien así. Desde mi pequeñez pedía grandeza y desde mi ignorancia, sabiduría. Perdonando mi soberbia, Dios me concedió el donde  de la fe. Acabado yo no quería creer, pero creía.

Mis interrogantes me condujeron entonces a monseñor Luis Lituma Portocarrero, el eclesiástico peruano más docto que he conocido. Piurano huancabanbino y Canónigo de la Catedrallímense, Catedrático de la Universidad Católica y Doctor en Sagrada Teología, era un talento superior. Había estudiado en la Universidad Gregoriana de Roma donde también fue profesor y en donde conservan en alto su retrato. Nunca pudo escribir obra grande por estar siempre entregado a los encargos de la Curia, a las labores docentes ya a su misterio sacerdotal. Leía mucho, tenía las soluciones precisas, conocía a los autores antiguos y modernos, era escriturista y preceptor de Patrística. Fue mi gran menor en materia de religión, resolvió sin dudas. Estas giraban en torno al pecado original, la Redención y al doctrina de la gracia. Mi fe se robusteció con su trato y palabra, de modo que cuando falleció mi mundo religioso estaba definitivamente resuelto. Fue una regalía haberlo conocido.

Hoy me siento más maduro. He tratado con varones convencidos de otros credos, así mismo con ateos y agnósticos honestos. Me explico su posición, no la justifico. También he descubierto que los judíos ortodoxos son mis hermanos mayores, que los cristianos heterodoxos son mis hermanos menores y que los musulmanes son mis primos carnales. Todos nos inspiramos en el Libro. Respeto a las múltiples creencias y a los hombres de buena voluntad. Confío en que todos nos encontraremos en la cumbre de la montaña. Sin embargo, mi camino es mi camino, me parece el mejor.

Hoy después de otras experiencias que silencio por ser muy íntimas o no interesar a nadie, creo en Dios y quiero amar a mi prójimo. Pero estoy muy lejos de ser perfecto. No me siento malo. Pero tampoco bueno. Por eso me sincero y confieso con humildad soy creyente, practicante y pecador.

El Dios de mi fe

El Dios de mi fe es el Dios de mi vida. No es el dios máximo de todas las religiones, como quiere la Teosofía ni el dios único de todos los credos monoteístas que predican filosofías complacientes. Tampoco es el dios máximo ante los demás dioses ni todo dios es el Dios único y máximo, como cree el Henotismo. Mi Dios carece de explicación física. No es la máxima energía sino el Autor de la energía misma. No hay que confundir al Creador con sus criaturas, eso es Panteísmo. Dios tampoco es Teogonía, aunque es Padre y es hijo, ni necesitamos, para creer en su existencia, de otra epifanía. Nuestro temor a Dios no es teofobia, nuestro culto a Dios sí es latría. El Dios revelado es Teología, el Dios razonado es Teodicea. A dios llega por la razón y la revelación, pero, sobre todo por la fe.

Para mi cerebro Dios es el origen y el centro de todo. Es lo perfecto y es lo santo. Es el Supremo Ser, el creador, el Hacedor, el Todopoderoso, el Eterno, el Autor. En él se explica todo lo existente por presencia o por ausencia, nada es casual, todo es causal, y Dios oficia de Primera Causa. Los hombres – no en vano hemos sido hechos a su imagen y semejanza- tenemos algo de Dios sin ser dioses; creamos. Los animales y vegetales procrean, el hombre además crea. Somos creadores de nuestras propias obras con mérito a con demérito.

Mi concepción teocéntrica se ha reforzado con el tiempo. Es la única que me convence. Mi Dios, más que el Dios de la razón es el Dios de la revelación. Aun así, no podemos comprenderlo plenamente. En realidad se le intuye, lago se le conoce, pero es imposible comprenderlo en su totalidad. Algo ayuda la presencia del Universo. Así como hay espacio sin objetos no hay objetos sin espacio y eso significa para mí, que puede haber Dios sin cosmos pero no cosmos sin Dios.

Dios es indefinible, tautológico. Es el Dios de la Biblia, el Dios de la Iglesias de Roma, el Dios de mi fe. Ese Dios incomprensible que para darse a conocer tuvo que decir: Yo soy el que soy.

 


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