Díaz, Carlos “Miguel de Unamuno” Colección Sinergia, Fundación Enmanuel Mounier, Madrid, 2012, 114 pp.
El 31 de diciembre de 1936 pasó don Miguel a la Casa del Padre, en su-en mi querida Salamanca. ¡Cómo me impresionó ver su epitafio en el cementerio salmantino- tan cerca del Instituto “Fray Luis de León” en el que yo estudiaba secundaria-
Méteme, Padre eterno, en tu pecho,
misterioso hogar.
Dormiré allí, pues vengo deshecho
del duro bregar”.
Corresponde a la última estrofa de su poema “Salmo III”. Por fin, en el cementerio (dormitorio), en el pecho de tu Padre, tras haber peleado duramente. La vida y la obra de Don Miguel flora misteriosa y real por las piedras y escondrijos de Salamanca. Todavía recuerdo de mis años de Educación el audiovisual sobre el Maestro en el que pudimos escuchar su voz, ¡alucinante! Y los paseos por la Casa de las Muertes, y la Casa-Museo Unamuno, y el hablar con su nieto, y sumergirse en la inmarcesible corriente de su obra escrita. Tengo en mi fichero el esquema de la conferencia de Olegario González de Cardedal en el paraninfo de la Universidad de Valladolid, 5 de noviembre de 1986 en el que pone en su sitio a don Miguel al manifestar que “hace muchas preguntas sin contestar” como manifiesta él mismo: “no tengo soluciones, deseo que se inquieten, no doy pan sino fermento”. El Cristianismo es una revelación concreta, histórica en Cristo que hace visible al Dios invisible: “Tú, Cristo que callas para oírnos”. Me conmovió el final de la conferencia, una oración del “hereje de todas las herejías” pero siempre creyente don Miguel:
Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar.
La hicieron para los niños,
yo he crecido a mi pesar.
Si no me agrandas las puertas,
achícame por piedad.
Vuélveme a la edad aquella
en que vivir es soñar.
Justo estos días estaba releyendo el libro de Juan A. Mackay “El otro Cristo español” (Lima 1991) que me obsequiara el pastor Pedro Arana. En el mismo rescata la anécdota vivida en la Navidad de 1915 en que lo visitó en su hogar salmantino. Por aquellos días se encontraba el mismo escultor que había hecho el busto del novelista B. Pérez Galdós. Antes de secarse el molde, Unamuno fue un día a verlo y con el dedo trazó el signo de la cruz sobre el lugar en que debería hallarse su corazón. “¿Qué va a decir la gente de Madrid cuadno vea esto? –dijo, sorprendido y un poco molesto, el escultor-; no se da usted cuenta don Miguel, de que esa cruz va a aparecer por fuerza en el bronce cuando se haga el vaciado?”. Don Miguel se limitó a sonreír en silencio. Y culmina J.A. Mackay: “Una cruz, no suelta y pendiente del pecho, sino grabada sobre el vivo corazón de cruzado de don Miguel de Unamuno: tal es el verdadero símbolo de la vida y fe de este príncipe de los pensadores cristianos modernos” (p.202).
Y sigo. Ayer 11 de febrero converso con el humanista y teólogo, P. Donato Jiménez, y me dice que su tesina fue sobre Unamuno. Ya pues, Se ve que los cielos quieren que vuelva a retomar mi amistad con él. Y llegó el libro del amigo Carlos y me lo leí de un tirón. Ahora voy a leerlo de nuevo para saborearlo como Dios manda. Pero quiero agradecer y felicitar al autor. Recuerdo que en su reciente visita a Lima le dije: ¡Carlos eres otro don Miguel! en el físico y en la psique. Gracias a Dios, Carlos, eres “nuestro” como dijiste en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima cuando con tu acostumbrada libertad nos sacudiste a todos de nuestra inercia o pereza mental y te atreviste a fustigar contra pecadillos o pecadazos de nuestros católicos o nuestra “Iglesia” de antaño. Tu librito lo dice casi todo de la vida, obra, pensamiento y trascendencia del personaje. El primer capítulo nos adentras en el Unam-uno y en el Unam-otoro, el Unam-ninguno y el Unam-todos, siempre contradictorio -hegelianamente hablando- en busca de lo verdadero. En el segundo “Una vida mil veces viva” nos descubre las raíces “americanistas” de don Miguel por su padre indiano, es escolar adulto, su currículum de letras (filólogo, filósofo, literato), la docencia, ser padre –auténtico corazón del presente libro- (paternidad, filiación, crisis, composiciones poéticas, rector, desterrado y exiliado, “el último descenso” por la Guerra Civil del 1936. El capítulo tercero analiza el “filósofo filólogo” (re y razón (o fe contra sinrazón), l incultura de la Kultura, saber leer la realidad, toda filosofía es filología. Por último, el cuarto capítulo lo dedica a su “creer” y su “crear”, su “hacer aún en el doler”.
¡Feliz alumbramiento por este rico parto de los montes: el Unamuno que vienes gestando medio siglo ha! Pues a leerlo y a sumarse al homenaje en el 75 aniversario de su partida para la Casa del Padre.