Charles Walker llegó al Perú de casualidad hace poco más de 30 años y hoy es todo un historiador 'norteamerincaico'.
Pasa sus días entre Lima, Cusco y Estados Unidos. Ahora nos deja una obra que promete ser una de las más buscadas en la Feria del Libro Ricardo Palma: "Colonialismo en Ruinas: Lima frente al terremoto y tsunami de 1746", editado por el Instituto de Estudios Peruanos y el Instituto Francés de Estudios Andinos.
José Miguel Silva @jomisilvamerino
¿Cómo nació la idea de escribir el libro?
Bueno primero por motivos personales. Yo me encontraba en el Cusco en 1989, cuando ocurrió el un gran terremoto en California. Yo prendí la tele para ver las noticas y anunciaban un gran terremoto. El epicentro fue en mi pueblo. Me entró un pánico y no había teléfono ni mail. Debí ir al centro de la ciudad y buscar un amigo que me preste su teléfono. Recién al día siguiente pude confirmar que todos estaban bien. Por otro lado yo pienso que los desastres naturales congelan el tiempo. Frenan y permiten entrar en una sociedad, en sectores o espacios que no es posible a través de los archivos de historia. ¿Cómo era Lima en tal momento?
¿Y cómo era Lima en aquella época?
Lima era la Lima cuadrada. El damero de trece cuadras por nueve. Era una noche de luna llena, por eso se salvaron muchos porque varios estaban comiendo en el patio, según cuentan. A fines de octubre no hacía mucho frío, con luna, la gente comía fuera y de pronto llegó el terremoto, que algunos calculan fue de entre 8.2 y 8.6 grados. Destruyó una buena parte de la ciudad. Los muertos son relativamente pocos. En una ciudad de 50 mil mueren más o menos cinco o seis mil. Con las epidemias recién mueren bastante más. Otra situación, peor, fue en el Callao. A las once llegó el gran tsunami, que es una ola no muy grande pero de mucha fuerza. Destruyó completamente el Callao. De las 6 mil personas sobrevivieron algo de 200 y de milagro, algunos en el campo u otras en las murallas. Una pareja buscó madera y llegó flotando a Miraflores, pero eran excepciones.
Perú está en el cinturón de fuego del pacífico. ¿Ya por ese entonces teníamos la idea de que somos un territorio donde hay constantes sismos?
Había costumbre ya. La gente tiene un cuadro para rezar. Todos sabían que tenían que irse al patio. No había edificios tan altos, ni vidrios peligrosos. Se sabía cómo reaccionar, pero los comentarios señalan que nunca habían sentido algo así. Por eso puedo dar una versión bastante detallada de los gritos, de los muertos. Gente que se salvó y otros que fueron a su casa a salvar a alguien y les cayó un muro encima. Hay casos trágicos y no se trata solo de hacer una historia sensacional sino poder mostrar cómo la gente vivía en ese momento.
¿Quiénes componían la sociedad limeña de entonces?
Era una sociedad muy compleja, muy heterogénea. Por un lado ese desfase. Las clases altas, europeas. Españoles y criollos (europeos nacidos acá). Una clase media con un poco de todo y sectores populares afro peruanos, esclavos. Gente de descendencia africana e indígenas. Éstos últimos eran casi el 10% de la ciudad. Lo que comentan todos es la mezcla, esto era lo que llamaba la atención a los viajeros. Los mulatos, los zambos, esas combinaciones y que a pesar de que parecen una jerarquía muy estricta, cada uno por su lado, la cosa era más complicada.
Hoy un continúa asociando los desastres con la religión. Si ocurre algo terrible, rezamos de inmediato, o al menos pensamos en un ser superior. ¿Cómo era en el siglo XVIII?
Eso es un tema fundamental, casi principal en el libro. Algunos pensaban que lo ocurrido pasó por culpa de los vientos subterráneos, o por el agua que gotea o malogra la tierra. Pero para la gran mayoría de la ciudad era un acto divino, un castigo de Dios. 10% de las mujeres eran monjas. Entonces vimos procesiones, santos, los franciscanos tuvieron un papel principal. Lima barroca explota por el miedo. Muchos pensaban que esto era solo un aviso de algo posterior. En el capítulo dos hablo de que eso era visto como un primer paso, y que "si no mejoramos, o cambiamos moralmente, habrán mayores desastres". Hubo monjas que tenían las visiones de un Jesús castigando, Dios llorando, bolas de fuego y escenas dantescas.
Y esos cambios morales apuntaban principalmente hacia la mujer…
Es cierto. Siempre le echaban la culpa a las mujeres. Dentro de la Iglesia algunos culpaban a sacerdotes libertinos (acusados de tener amantes o mucho dinero), pero al final si hay un acuerdo era el de culpar a las mujeres. A las limeñas y principalmente a las tapadas.
En tu libro hay buenas imágenes de las llamadas 'tapadas limeñas'. ¿Cuándo termina esta costumbre de vestir así?
En el siglo XIX. Después del terremoto hay leyes suntuarias o esfuerzos para tal fin, pero no ocurrió. A veces baja la represión, y hay efectos, pero sabemos que recién a mediados del siglo XIX, y ya por un efecto de la modernidad esto se deja poco a poco de lado. Vienen nuevas modas.
¿Qué tipo de fuentes utilizaste para tu investigación?
En Sevilla hay baúles de documentos sobre el terremoto. Yo pasé un año allá investigando el tema, pero en Lima encontré cosas en varios sitios. Por ejemplo, muchos viajeros comentan sobre el lujo, el malgasto, el exceso en la vanidad de las limeñas. Eso no solo es un argumento de los extranjeros sino en la sociedad limeña. ¿Cómo es el lujo o comportamiento público? Encontré fuentes en el archivo de la Catedral. Tuve algo de suerte de encontrar cosas especiales en Lima, Sevilla y Londres.
¿Qué santos eran los que se conocían por entonces en Lima?
Santa Rosa tuvo un papel primordial, luego hubo una serie de santos. El Señor de los Milagros ya existía, y ahí vuelve a tener más importancia o más peso. Lo que llama la atención es la cantidad de santos. No sobresale solo uno sino varios. Hay como folios de santos.
¿El terremoto acortó o incrementó las brechas entre la sociedad de entonces?
Es una buena pregunta. Creo que las aumentó. El Virrey tuvo medidas bastante eficaces en cuanto a medidas de emergencia. Aseguró las medidas para garantizar el agua. Pedía pan en los pueblos cercanos, de norte a sur. Había mucho temor de los bandoleros y él impuso una Ley Marcial para frenar ese tema, y tuvo su efecto. Pero a largo plazo, él y su asistente desarrollan un plan para trasladar Lima, el cual finalmente no se da por el costo. Básicamente querían hacer una ciudad más segura. En términos matemáticos dicen 'las casas solo pueden ser de tal altura, de modo que si se cae una pared de acá, siempre habrá jardín en el medio'. Y lo que quieren hacer es bajar las casas, además de las torres y las paredes de las Iglesias. La Iglesia se opone fuertemente diciendo que no se puede castigarla en un momento fundamental como ese. Además se buscó poner orden pero son rechazadas por grupos populares.
Si bien no se dio el traslado total de la ciudad, ¿sí hubo gente que se mudó tras el desastre?
Sí, hay algunos casos de gente que por ejemplo regresa a Arequipa. No hay una fuga masiva, la ciudad recupera su población rápidamente. La ciudad además tiene un movimiento muy fluido que llega del norte, de Huarochirí o de Cusco.
Una parte de tu libro habla de 'los censos enredados'…
Nadie era dueño de su casa. Le debían sobre todo a la Iglesia y lo que pasa es que después (del desastre) piden rebaja. Yo debo 100 mil pesos, y lo que yo tengo no vale ni 20 mil, no pago. Y había una lucha entre lo que se debía y lo restado. Hay una situación complicada que precisa de una medida para ambos lados. La gente pensaba 'si yo debo más de lo que vale mi propiedad, mejor me voy'. Pero la Iglesia decía 'no puede ser, hemos dado este dinero y por mala suerte no lo podemos recuperar. Hubo unos tremendos líos económicos.
¿Hubo algún tipo de cooperación o interacción con el exterior?
Piden apoyo a España. El virrey pide dinero para rehacer la catedral, pero Espala responde que 'hay guerra con los ingleses, y tenemos nuestro propio problemas'. Y más bien piden dinero el año siguiente. Es el colmo, aquí estaban en escombros y se tiene que aportar para construir un hospital en Madrid. En general se recibe poca ayuda de España. Lo que sí había era fluidez con Chile que enviaba comida, pero no como apoyo sino comercialmente.
¿Por qué es importante conocer a fondo hechos como el que investigaste en tu libro?
Siempre estudio el pasado pensando en el presente. No es el único objetivo. No creo que uno debería estudiar historia solo para pensar en lo que ocurre hoy en día. Hay un interés en lo que pasó, pero eso ayuda, y a mí me ayuda a pensar en lo que es hoy Lima moderna y pos moderna. Hay una perspectiva. Una ciudad tan grande, con tantos problemas. Esta investigación nos ayuda a enterarnos cómo era la colonia. El Perú no se entiende sin entender la colonia.
¿Y hoy ya estamos algo más listos para enfrentarnos a un posible desastre?
Yo creo que hay mentalidad. Entre el miedo y cierta preparación. Pero yo nunca he visto optimismo. 'Bueno estamos listos, sí estamos preparados', eso no lo he visto. Lima con calles angostas en la actualidad. La escasez de agua, (el panorama) lo veo complicado, pero no quisiera ser trágico.
¿Qué fue lo que siempre tuviste claro al momento de iniciar este libro?
Para mí fue un reto escribir un libro que se deje leer. Siempre he buscado un libro que mi madre pueda leer. Mi anterior libro: De Túpac Amaru a Gamarra, era algo más complicado, más académico, con más debate, más citas. Busqué ahora hacer un libro, que sin caer en lo light, pueda transmitir o permita dejar que sean los hechos quienes describan lo que yo buscaba. No es un libro pesado para leer.
Y ayudan mucho los gráficos dentro del libro…
Muchísimo. Y es curioso. Tenemos muy pocas imágenes del terremoto. Me da mucha pena decirlo pero no hay cuadros o inscripciones. Si comparamos Lisboa, donde ocurrió el otro gran terremoto del siglo XVIII, hay miles de cuadros. Había gente que iba a pintar cuadros de las iglesias caídas, pero acá no pasa lo mismo.