CON ANDRÉS AZIANI, HIJO AMADO DE DON GIUSSANI, ALOS CINCO AÑOS DE SU PARTIDA
Ayer, 30 de agosto del 2013, en el entrañable santuario de Nazarenas, tuve la gracia de participar en la celebración de la Misa por el 5º aniversario de la partida para el Cielo de nuestro querido amigo Andrés, colega, maestro, hermano. Recibí el emocionado testimonio del P. Paolo Bargiglia quien lo conoció de muchacho en Italia y se sintió cautivado por su energía juvenil, su pasión por Cristo, y que al venir gozoso a la misión de Perú para –en primer lugar- abrazar al amigo Andrés lo acababan de enterrar un día antes. Su misión, desde entonces, cobraba un nuevo sentido. Y ayer conocí a una adolescente, Astrid, ahijada de Andrés, quien quedó fascinado por "la mejor persona del mundo", y por Sebastiana, en la UCSS, a quien ayudó, y por Guisella, y por Luis,…y todo un rosario de personas que desgranaban su testimonio agradecido por haber gozado de su amistad, en unas clases, en unas vacaciones, en una canción, en un intercambio de material didáctico –como era mi caso- , en una mirada sonriente, alentadora que parecía proclamarte: ¡Dios te ama, ama tú también! Como leía anoche al final de la misa cuando regresaba en el micro en un libro sobre Juan XXIII: "La bondad es como el sol, y como el pan, y como el agua, que hartan el la y llena de consuelo…Cuando pasa un hombre bueno los vecinos siente un latigazo de vigor, los egoístas alargan los brazos, los niños cantan, una ola de simpatía rebasa el corazón. Cuando pasa un hombre bueno nos sentimos solidarios y un poco orgulloso, pensando que, a fin de cuentas, hasta Dios estará contento y que no todo lo hemos aún manchado". Así sentí siempre a Andrés. Bastaba verlo en la Universidad, correteando, risueño, para sentir esas ganas de vivir, esa caricia del sol espiritual, ese gozo pleno de estar en tu segundo hogar.
La misa fue presidida por Monseñor Adriano Pacífico Tomasi, ya que por un imponderable no puedo estar Monseñor Lino Panniza, quien tanto aprecia a Andrés. Le acompañaban el P. Ernesto Rojas y el P. Giovanni Paccosi, responsable de Comunión y Liberación en el Perú. El santuario, a pesar del frío y de la hora, estaba abarrotado . El coro nos ayudó a vivir a fondo la liturgia con canciones queridas para Andrés: Éste es el día del Señor, Noi non sappiamo chi era, Egli e il tuo Bon Jesú, Tú reinarás. En la homilía el P. Giovanni comparó nuestros encuentros con Andrés como los encuentros de los israelitas con Moisés transfigurado por su contacto con Yavé. Destacó la grandeza de corazón de Andrés, el hacerse transparencia de Cristo para cada uno, ese Cristo que recibió en el bautismo, en la parroquia, en el Movimiento. Nos compartió la relación de hijo con Don Giussani y cómo mirarle a él fuese seguirle hasta el fondo, hasta Cristo mismo. El encuentro con Andrés era un índice, un test para mirar a Cristo, especialmente en su gesto de misericordia que sentíamos como caricia de Dios. El P. Paccosi insistió que no es sólo un recuerdo sino una petición al Señor para que Andrés viva en la plenitud de Vida, en la eternidad, y que su misma pasión por el hombre siempre necesitado de Cristo sea la nuestra. Y ser como él: libres, disponibles para que Cristo sea conocido por todos. Como Don Giussani, como Andrés, si abrimos las puertas del corazón seremos instrumentos en las manos del Señor. Que la gracia de haberle conocido sea el resorte que nos empuje a ser sencillos, generosos. Que el Señor le conceda la Felicidad eterna y que El señor nos conceda el decir sí.
Al concluir todos nos sentimos contentos de estar nuevamente en familia, junto al amigo, que como Alberto Hurtado nos decía con su vida "contento, Señor, contento" y nos costaba separarnos porque percibíamos que Andrés estaba allí y nos animaba otra vez a ser libres, responsables, comprometidos, alegres. Gracias, Andrés, tú has recibido la posta de nuestros santos peruanos, y nos la pasas con gozo para vivirla en el Perú nuestro de cada día. Amén