El arzobispo Bartolomé María de las Heras (1805-1823), en vísperas de la Independencia del Perú
Nació en Carmona ( Sevilla) el 14 de Abril de 1743. Era hijo de Leopoldo de las Eras Navarro y de Gregoria de Ortega Morillo. Su familia tenía una holgada posición económica, pues mientras su padre era alguacil mayor y recaudador de las rentas reales en Carmona, su abuelo Bartolomé de las Eras Navarro había ostentado el cargo de regidor perpetuo del cabildo. El matrimonio de sus padres ocurrió en 1736, viniendo al mundo el futuro arzobispo siete años después. Fue bautizado, siguiendo una costumbre muy propia del siglo XVIII, con cuatro nombres, a saber: Bartolomé, María, Marcos y José. Era el único hijo varón, pues tan sólo tuvo dos hermanas menores: María Dolores de la Era, desposada con Francisco González y Bárbara de las Eras, casada con Manuel Giménez Lorit
Estudió secundaria en el colegio de los jesuitas de Sevilla. Pasó a la Universidad de Toledo, donde cursó las carreras de Derecho Civil y Cánones. En Sevilla perteneció al colegio de abogados, al tiempo que ostentaba un beneficio en Cazalla de la Sierra. Marchó a la Corte, convirtiéndose en capellán de honor y predicador de Carlos III, siendo además examinador sinodal y vicario general de los ejércitos y de la armada.
Llega al Perú nombrado Deán de la Catedral de Huamanga en 1786, cargo que ocupó sólo durante un año. Pronto y en atención a sus méritos se le consagra Obispo del Cuzco el 12 de Octubre de 1790. La ceremonia de ordenación Episcopal, se realizó en la catedral de Arequipa a cargo del Ilustre Prelado Pedro José Chávez de la Rosa al filo del Nuevo Año de 1791, el nuevo Pastor ocupa su sede del Cuzco, donde su acción apostólica duraría quince años.
Su primera visita pastoral tuvo una duración de cuatro años (1792-1795) llegando a pie o en cabalgaduras a los poblados más inaccesibles de sus diócesis. La visita abarcó “116 Doctrinas” o pueblos de indios. En las que urgía a los curas y doctrineros la reparación y aseo de los templos y capillas. Normando que ningún cura se ausentase de su Doctrina sin licencia del Prelado.
A él se debe el altar de plata de la Catedral del Cuzco, levantó 28 templos. Ante el fallecimiento del arzobispo de Lima, Juan Domingo Gonzáles de la Reguera, en 1805, queda vacante la sede principal del virreinato, por la que el Rey Carlos IV hizo la consabida “ Presentación”, designado a Bartolomé de la Heras, por lo tanto XVII arzobispo de Lima. Llegó a la capital el 17 de Noviembre en medio de un extraordinario Júbilo, pues era sabida la Bondad y dulzura de su carácter.
Su celo apostólico lo llevó a largas visitas pastorales por los pueblos y anexos de la sierra. Así mismo contribuyó a la erección del cementerio general. Contribuyó con todo para la fundación del Colegio de Medicina de San Fernando. Mandó a reformar materialmente el seminario de santo Toribio, a cargo del Sacerdote – Arquitecto Don Matías Maestro. En 1810 la fundación de la casa de ejercicios espirituales de Santa Rosa. En 1811 renovó la práctica del Jubileo diario circular (en las iglesias de Lima). Solicitó el restablecimiento de la compañía de Jesús con fecha 29 de Octubre de 1816. Al parecer, donaba anualmente 30.000 pesos de oro para los pobres, quedándose él tan sólo con lo suficiente para sobrevivir con estrecheces.
Por sus méritos, la regencia de Cádiz le confirió el 26 de Agosto de 1812 la Gran Cruz de la Real Orden de Carlos III y el Rey Fernando VII le concedió la Gran Cruz de la Isabel de la Católica, el 7 de Junio de 1815. Su prestigio entre los demás canónigos de la Catedral de Lima era tal que se conserva incluso una carta del sacerdote Nicolás Tadeo Gómez dirigida al Virrey en la que recomendaba al carmonense para una mitra en la Península. Pese a todo, no se llegó a producir una nueva presentación, posiblemente debido a su avanzada edad.
.Del mismo modo el ayuntamiento de Lima y el Cabildo en 1816 se dirigieron al Rey para solicitarse a la Santa Sede la dignidad cardenalicia, y que dichas gestiones del embajador de España en Roma, Marqués de Casa Irujo en 1818, quedaron paralizados por la creciente tensión entre España y América. De hecho, en 1820 comenzaron las hostilidades contra el Virrey de Lima, el 7 de Septiembre desembarcó en la Bahía de Paracas la expedición libertadora al mando del general José de San Martín, con 4.000 hombres a las que pronto peruanos de toda condición se le unieron. Después del motín de Aznapuquio, 29 de Enero de 1821, el Virrey Pezuela es obligado a dimitir quedándose al frente de las fuerzas del Rey, el Virrey José de la Serna.
El asedio tanto por tierra como por mar puso en la situación de exigir en otras contribuciones, la plata y las alhajas de la iglesias, de parte del Virrey en carta del 15 de Febrero de 1821, a la cual el prelado responde que por razones de conciencia no le parece prudente pues el pedido entraña un atentado a la invulnerabilidad de la Iglesia. En Junio de 1821 las Tropas de San Martín estrechan el bloqueo de Lima. La Serna invita al arzobispo a unirse al ejército realista en la retirada hacia la sierra andina. A lo cual Las Heras responde con la negativa:
“Excelentísimo Señor.
Las obligaciones de un Pastor para con sus ovejas le ligan demasiado a no abandonarlas en el tiempo de la mayor calamidad. Ya de contado recibo clamores de los Monasterios que exigen mi presencia en la capital, para sacarlos de su consternación. Espero en el Señor (que siempre es y será mi seguro recurso) que me dará fortaleza para no prostituir al fin de mis días mis sagrados deberes, para velar sobre el rebaño fiado a mi cuidado, celar para que se evite la profanación de los templos y prever de remedio espiritual a las necesidades que ocurran. Sería doble angustia para esta benemérita ciudad carecer de la presencia de V.E. y de la de su Pastor. En cuya resolución nada pienso alterar en todo lo que depende de mi arbitrio, porque creo que de este modo aseguramos en lo moral y en lo político su conservación. Lo que servirá a Vuestra Excelencia de gobierno y contestación a su carta de hoy día. Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años. Julio, 4 de 1821. Bartolomé María de la Heras.”
El 14 de Julio de 1821 el general San Martín envía un oficio al ayuntamiento incitándolo a convocar una junta de vecinos notables para que se expresen si la opinión general está a favor de la independencia: “Excmo. Sr.... por la felicidad del Perú. Para esto espero que V.E convoque una Junta General de vecinos nombrados...personas de conocida probidad, luces y patriotismo, cuyo voto me servirá de Norte...”. A la cual el mismo día responde el ayuntamiento reunido en la Sala Capitular de Lima “Con arreglo al oficio de V.E. recibido en este momento, se queda haciendo la elección de las personas de probidad, luces y patriotismo...”
El 15 de Julio el Ayuntamiento le adjunta el Acta del Cabildo de adhesión a la Jura de la Independencia,
“Reunidos en este Excmo. Ayuntamiento los Señores que lo componen con el Excmo. e Ilmo. Sr. Arzobispo de esta Santa Iglesia Metropolitana, prelados de los conventos religiosos, Títulos de Castilla y varios vecinos de esta capital...dijeron que la voluntad General esta decidida por la independencia del Perú, de la dominación española y de cualquier otra extranjera”. Se conteste con copia certificada al mismo Señor Excmo.: y firmaron los Señores – El Conde de San Isidro - Bartolomé Arzobispo de Lima – (siguen nombres). A la cual San martín ese mismo día responde “Las recomendables personas que fueron convocados al cabildo abierto - siempre había considerado las virtudes que adornan a este ilustre vecindario; pero de aquí en adelante seré el mayor panegirista y admirador de la energía de estos habitantes, que conocen perfectamente sus verdaderos intereses...”
A la Declaración citada del Cabildo Civil de Lima le siguió la proclamación y Jura de la independencia el 28 de Julio de 1821. Las Heras estuvo presente en el acto y al día siguiente pontificó el Te Deum cantado en la Catedral. Reconociendo el valor moral de esa presencia, San Martín hizo saber al Arzobispo el consuelo que sentía como Jefe del ejercito Libertador, viendo como el prelado contribuía a la tranquilidad pública en momentos de conflicto y continuaba siendo el baluarte de la paz, de la religión y de la moral.
Sin embargo, los hechos tomaron un sesgo diferente. En el círculo de amigos de San Martín ocupaba un puesto muy elevado Bernardo Monteagudo (1790 – 1825), argentino, secretario personal suyo y luego Ministro de Guerra y Marina. Una de sus arbitrariedades consistió en la activa hostilidad contra pacíficos ciudadanos españoles, incluido el Arzobispo. Llegó hasta acusar que en la Casa de Ejercicios de Lima se cometían abusos de “seria trascendencia a la causa del País, empleando contra ella el venerable influjo del ministerio sacerdotal”. Las Heras contestó “Si en ellas (La casa de Ejercicios) se cometiera algún exceso o cualquier pretendiera turbar la paz u orden público, inmediatamente que se sepa y se tomarán las providencias correspondientes a fin de contenerlo y corregirlo” El Ministro Juan García del Río influido por Monteagudo insiste el 27 de agosto, la suspensión de la Casa de Ejercicios, con tono de desafío. A la que Las Heras responde con firmeza, luego de recordarle las obligaciones de un Obispo y su renuncia -no hecha efectiva- del 24 de Julio – “Si entonces formalicé mi renuncia por los motivos que expuse, ahora lo repito de nuevo... espero que a la mayor brevedad se me admita la renuncia...”
Como atinadamente señala el P. Armando Nieto no tenía mucho sentido la renuncia canónica al cargo ante una autoridad civil ni que ésta la aceptase. Sin embargo, hay que recordar que el Vicepatrono (Virrey Laserna) de facto no tenía autoridad en la arquidiócesis limeña y se hallaba en el interior del país. El único prelado hábil, Goyeneche, estaba muy lejos en Arequipa. Por tales razones, con sensatez, Las Heras presenta su renuncia a San Martín; García del Río en nombre del Protector acepta la dimisión y comunica a Las Heras que deberá viajar a Chancay; el Arzobispo reúne al cabildo metropolitano el 5 de septiembre, expone la delicada situación que atraviesan, la decisión de retirarse y la necesidad de nombrar un gobernador eclesiástico para la Arquidiócesis; los canónigos eligen al Deán, Francisco Javier Echagüe, argentino de nacimiento como San Martín. Ordenados sus asuntos antes de su viaje a España, se confidencia con el Protector y Generalísimo en una expresiva carta:
“Mi estimado amigo:
He sentido no poder dar a Usted un abrazo antes de mi partida; ratificarle mi constante y buena voluntad y darle con el afecto más ingenuo, las debidas gracias porque me ha aliviado de una carga superior a mis fuerzas, llenando mis deseos de acabar mis días sin ella, para dedicarme a pedir a Dios el perdón de mis pecados hasta mi muerte, que no debe estar distante, en la edad octogenaria en que me hallo. –Quiero pedir a Ud., en señal de nuestra recíproca amistad y es que me permita la satisfacción de aceptar de mis muebles una carroza y un coche que entregará a Ud. a su regreso mi secretario y juntamente un dosel de terciopelo y dos sillas; pueden servirle para los días de etiqueta y una imagen de la virgen de Belén, que ha sido mi devota; -Créame Ud. amigo, que lo encomiendo a Dios diariamente para que le dé la paz al reino cuanto antes. Jamás olvidaré las expresiones de afecto y consideración con lo que me ha distinguido, cuando nos hemos visto, y lo seré en todas ocasiones, su más apasionado amigo y capellán q.b.s.m.
Lima, setiembre 5 de 1821.
Bartolomé María de la Heras.”
Ciertamente, contrasta la generosa actitud del Prelado con la acomodaticia, cuando no arbitraria o pilatesca de lavarse las manos de San Martín. Monseñor Las Heras –en confidencia al jefe de la escuadra chilena Lord Cochrane- dirá que “estaba convencido de que la independencia del país quedaba sellada para siempre; que así lo manifestaría al gobierno español y a la Santa Sede, y que haría cuanto pudiese para vencer su obstinación, mantener la tranquilidad y secundar lo votos de los habitantes de América que tanto apreciaba” (Stevenson, citado por R. Vargas Ugarte, p.168)
Desde Lima se encaminó por tierra hacia el norte hasta llegar a la caleta de Chancay, donde se embarcó en una fragata angloamericana en compañía de sus familiares Nicolás Gómez y Valentín Zorzano. A pesar de su avanzada de edad -79 años- no se le permitió seguir la ruta más tranquila de Panamá y el 13 de noviembre zarpó hacia el Sur, vía el Cabo de Hornos, por Río de Janeiro, llegando el mes de Julio de 1822 a Madrid. Desde allí redacta un amplísimo informe para el Nuncio en España Siustierieni; publicado por el P. Leturia en 1935, constituye uno de los más valiosos testimonios acerca de la situación religiosa de la Iglesia en América, en particular de su arquidiócesis. Murió el 6 de septiembre de 1823, a los 80 años, en el convento de Trinitarios Descalzos.
Como acertadamente escribe el P. Nieto apenas quedan vestigios de sus restos mortales, por lo que se hace irrealizable el deseo de que las cenizas –junto a las de todos los sucesores de Santo Toribio-, de Don Bartolomé Maria de Las Heras reposen en la Basílica Metropolitana de la capital del Perú país donde consagró sus desvelos durante 35 años.
BIBLIOGRAFÍA:
LETURIA, Pedro Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica (3 tomos) Roma 1960.
MIRA CABALLOS, Esteban
”Sobre el carmonense Bartolomé de las Heras, arzobispo de Lima (1743-1823) Revista Carmona y su Virgen de Gracia. Carmona, septiembre de 2012,http://estebanmira.weebly.com/uploads/7/9/5/0/7950617/bartolomedelasheras.pdf
NIETO VÉLEZ, Armando
La Acción del Clero, Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, Colección Documental de la Independencia del Perú, tomo XX, 2 vols. Lima 1971-1972.
«El arzobispo Bartolomé de las Heras y la Independencia del Perú», en Revista Teológica Limense (Lima), VI, 1972, pp. 223‑233.
Antología de la Independencia del Perú, edición preparada por Félix Denegri Luna, Armando Nieto Vélez y Alberto Tauro con la colaboración de Luis Durand Flórez, Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, Lima 1972, 682 pp.
«San Martín y el arzobispo Las Heras», en La Prensa (Lima), domingo 26/2/1978, p. 21.
«El arzobispo Bartolomé de las Heras y la Independencia del Perú», en Revista Teológica Limense (Lima), VI, 1972, pp. 223‑233.
“Aspectos históricos de las relaciones Perú-Santa Sede” Revista Peruana de Derecho Internacional, 35-49, 1996
“La figura episcopal de Bartolomé de las Heras”. Diócesis de Huacho. Una Iglesia joven con una rica historia. 50 años de servicio pastoral Huacho, 2008, 215-224. Diócesis de Huacho. Una Iglesia joven con una rica historia. 50 años de servicio pastoral Huacho, 2008, 201-215
VARGAS UGARTE, Rubén, S.J. El episcopado en los tiempos de la emancipación sudamericana, 3ra. edición (Lima, 1962), p. 177.