Un Dios prohibido en Barbastro. ¡Unos mártires de película!
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La película me ha encantado. El guión es verídico, el relato verosímil, los actores encarnan su papel. Resalta el tono equilibrado, nada almibarado ni demasiado cruento, lo justo y necesario, lo cual no quiere decir que sea irenista; toma partido por la verdad, la libertad, la solidaridad y deja de lado la barbarie, la mentira, la violencia. Y ¡claro!, un mártir es un testigo que da su vida por lo que cree, por el que ama. A ninguno de los jóvenes se le ahorra la cruz, la tentación de la vida cómoda, honesta… Podrían haberse ido con los anarquistas y librase del martirio, incluso se nos presenta los seminaristas con sus luchas como hombres de carne y hueso como son…Impresiona ver el espíritu de familia, la disciplinada pero gozosa vida de seminario, la comunión de vida que comparten, su oración, su entrega, su vida entregada día a día, sus sueños de misión, su inmolación, comenzando por el Superior o el Obispo y terminando con el benjamín de los seminaristas.
No es fácil entender lo que pasó en la Guerra del 36. Cuesta comprender el contexto internacional, la lucha fratricida de las dos Españas, el odio acumulado…Los propios misioneros claretianos se cuestionan “¿qué hicimos mal?”. Quedan claros los móviles religiosos de los mártires; dan su vida por Cristo, por España, por los perseguidores. Ningún asomo de odio, de venganza, se saben elegidos para dar la vida por un bien mayor. Y en torno a los consagrados, bautizados conscientes de su fe como el gitano que lleva su rosario, las familias que aceptan acoger a los religiosos…
Importante también es ponerse en la piel de los “malos” de la película, desde el dubitativo militar Villalba que vacila en apoyar a Franco o ser fiel a la República, luchando entre sus convicciones y la cruel realidad de las hordas populares comunistas o anarquistas; los propios dirigentes, a caballo entre las directivas de comités nacionales e internacionales y lo que le piden los del “pueblo”, el de Barbastro.
El título del film me parece muy bien elegido. ¡Qué tal ironía! A mayor prohibición, mayor evidencia. Prohíben a Dios y nunca como entonces en Barbastro se hace más evidente. Lo matan y resucita y vive para siempre, porque la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos.
Les comparto la emocionante carta de despedida de los seminaristas a la Congregación leída en el film y que fue redactada la misma noche (13 de agosto) en que se les anunción que serían fusilados los que quedaban en el salón, Faustino Pérez redactó esta carta en nombre de todos. Los demás la firmaron, añadiendo cada uno su último deseo espiritual. Está escrita en unos envoltorios de tabletas de chocolate. Los dos estudiantes argentinos se la llevaron consigo oculta entre su ropa personal. «Querida Congregación: Anteayer, día 11, murieron, con la generosidad con que mueren los mártires, seis de nuestros hermanos; hoy, trece, han alcanzado la palma de la victoria 20, y mañana, catorce, esperamos morir los 21 restantes. ¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios! ¡Y qué nobles y heroicos se están portando tus hijos. Pasamos el día animándonos para el martirio y rezando por nuestros enemigos y por nuestro querido Instituto. Cuando llega el momento de designar las víctimas hay en todos serenidad santa y ansia de oír el nombre para adelantar y ponernos en las filas de los elegidos; esperamos el momento con generosa impaciencia, y cuando ha llegado, hemos visto a unos besar los cordeles con que los ataban, y a otros dirigir palabras de perdón a la turba armada: cuando van en el camión hacia el cementerio, les oímos gritar ¡Viva Cristo Rey! Mañana iremos los restantes y ya tenemos la consigna de aclamar, aunque suenen los disparos, al Corazón de nuestra Madre, a Cristo Rey, a la Iglesia Católica, y a ti, Madre común de todos nosotros. Me dicen mis compañeros que yo inicie los ¡vivas! y que ellos ya responderán. Yo gritaré con todas la fuerza de mis pulmones, y en nuestros clamores entusiastas adivina tú, Congregación querida, el amor que te tenemos, pues te llevamos en nuestros recuerdos hasta estas regiones de dolor y muerte.
Morimos todos contentos sin que nadie sienta desmayo ni pesares: morimos todos rogando a Dios que la sangre que caiga de nuestras heridas no sea sangre vengadora, sino sangre que entrando roja y viva por tus venas, estimule tu desarrollo y expansión por todo el mundo. ¡Adiós, querida Congregación! Tus hijos, Mártires de Barbastro, te saludan desde la prisión y te ofrecen sus dolores y angustias en holocausto expiatorio por nuestras deficiencias y en testimonio de nuestro amor fiel, generoso y perpetuo. Los Mártires de mañana, catorce, recuerdan que mueren en vísperas de la Asunción. ¡Y qué recuerdo éste! Morimos por llevar la sotana y moriremos precisamente el mismo día en que nos impusieron.
Los Mártires de Barbastro, y en nombre de todos, el último y más indigno
Faustino Pérez. C. M. F.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Corazón de María! ¡Viva la Congregación! Adiós, querido Instituto. Vamos al cielo a rogar por ti. ¡Adiós, adiós!