Me complace compartir esta nota sobre el humanista Ginés de Sepúlveda
Para entender el DEBATE DE VALLADOLID con el P. Las Casas, es fundamental leer su obra que aquí nos presenta nada menos que don Marcelino Menéndez Pelayo: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/j-genesii-sepulvedae-cordubensis-democrates-alter-sive-de-justis-belli-causis-apud-indos--demcrates-segundo-o-de-las-justas-causas-de-la-guerra-contra-los-indios-0/html/0095ca52-82b2-11df-acc7-002185ce6064_14.html#I_0_
Juan Ginés de Sepúlveda, recuperación de un humanista
Por: EL PAÍS | 28 de junio de 2013
Por Santiago Muñoz Machado
La vida y obra de Juan Ginés de Sepúlveda es poco conocida. Desarrolló su actividad intelectual durante muchos años del siglo XVI. Nació en 1490 y murió en 1573. Tuvo, por tanto, una larga vida para lo que era normal en la época, que le permitió culminar una obra amplísima, comprensiva de muy diversas preocupaciones y registros intelectuales.
La parte más citada se refiere a un famoso debate que se desarrolló en Valladolid en 1550 acerca de los títulos que tenían los reyes castellanos sobre las tierras y gentes de las Indias descubiertas poco más de medio siglo antes. Se desarrolló ante una comisión de teólogos y juristas a quienes el emperador Carlos V encomendó que analizara el asunto y le elevara sus consejos. El oponente de Sepúlveda fue fray Bartolomé de las Casas. Este sí conocidísimo en todo el mundo desde entonces y hasta el presente. Nunca se han dejado de reeditar sus obras y muy especialmente un texto, de intenciones divulgativas, titulado Brevísima historia de la destruición de las Indias, que se editó, por primera vez, en Sevilla en 1552 y fue traducido en seguida a los principales idiomas europeos.
Frente a Las Casas, ensalzado o vituperado, la historia del debate de 1550 sitúa a Juan Ginés de Sepúlveda. La opinión más generalizada acerca de quién era este personaje es peor que la menos favorable sostenida sobre su oponente. Esquemáticamente se asegura, por sus críticos, que Sepúlveda era un sacerdote oscuro, oficialista, de pensamiento muy conservador y rocoso, que asumió el trabajo de defender los derechos de los reyes de Castilla sobre las Indias, sin tener el menor empacho en justificar el sometimiento de los indios a esclavitud, su utilización como trabajadores forzosos y el empleo de la violencia y la guerra cuando fuera preciso para ocupar aquellas tierras nuevas.
El pensamiento de Sepúlveda trascendió, en efecto, a los siglos posteriores con muy inferior fortuna. Ya en el quinientos Las Casas y sus partidarios se las arreglaron para que no se publicara la obra dedicada al problema americano, el Democrates secundus o Democrates alter. Consiguieron que no se autorizara la edición, lo que determinó que nadie supiera a ciencia cierta qué era lo que verdaderamente había dicho. El eminente humanista Antonio Agustín, amigo de Sepúlveda, publicó en Roma un resumen o Apología del Democratesen 1550. Pero los lascasistas consiguieron que se recogieran los ejemplares que llegaron a España.
El afortunado hallazgo por un paleógrafo de un manuscrito de una de las obras fundamentales de nuestro personaje, la Historiarum rebus regis Caroli V, es decir la crónica del reinado del Emperador, determinó a la Academia de la Historia a la publicación de sus obras completas. La edición es de 1790 y todos los textos se imprimieron en latín, el idioma que siempre utilizó Sepúlveda. Por primera vez quedó a disposición de los interesados el enorme y variadísimo trabajo intelectual del humanista. Pero, considerando que a finales del siglo XVIII pocos eruditos leían en latín, y que la idea que se había establecido sobre la obra sepulvediana era tan poco atractiva, no fueron muchos los que leyeron sus tratados y, por consiguiente, la opinión establecida sobre su pensamiento no cambió.
En ese desierto irrumpió la insaciable curiosidad intelectual de Marcelino Menéndez Pelayo. Había dado muestras de que había leído en latín la obra de Juan Ginés, que usó mucho, con manifiesta simpatía hacia sus ideas, en la Historia de los heterodoxos. Pero, aunque don Marcelino no expuso sistemáticamente sus propias opiniones sobre la acción española en América (fácilmente deducibles, sin embargo, por quien conozca su obra y pensamiento), hizo un favor complementario a Sepúlveda al propiciar la traducción del Democrates secundus cuya publicación se había prohibido en el siglo XVI.
En el prólogo que hace para la edición castellana, la primera en la historia del Democratescomo ya he dicho, dejó bien claro cuál había sido su intención al promoverla. Afirmó que fray Bartolomé de las Casas "tenía más de filántropo que de tolerante", y que "procuró acallar por todos los medios posibles la voz de Sepúlveda impidiendo la impresión del Democrates alter…". A base de no leerlo, se habían imputado a su autor muchas ideas y propuestas que nunca había sostenido en verdad, por lo que el prologuista concluía: "Justo es que ahora hable Sepúlveda, y que se defienda con su propia gallarda elocuencia ciceroniana, que el duro e intransigente escolasticismo de su adversario logró amordazar para más de tres siglos".
Juan Ginés de Sepúlveda había nacido en 1490. Hay pocos rastros que permitan determinar cómo y dónde comenzó su formación. Había nacido en una familia con pocos recursos, de modo que buscó pronto cobijo en las instituciones eclesiásticas para formarse. Se manifestó en seguida su ambición intelectual y buena disposición para el estudio. En 1510 ingresó en la Universidad de Alcalá, recién fundada por el cardenal Cisneros, que había empezado a recibir sus alumnos dos años antes. Permaneció en ella tres años y en sus escritos posteriores recordaría que entre sus profesores más admirados estuvo Sancho Carranza de Miranda, de quien dijo haber recibido clases de "Dialéctica y Física y, posteriormente, de Teología" durante un trienio. Salió de Alcalá para ir a estudiar otros dos años de Teología al colegio de San Antonio de Portaceli en Sigüenza, que había fundado el arcediano Juan López de Medina emulando el modelo de San Clemente de Bolonia. El aprovechamiento del joven estudiante fue lucidísimo en esos años de 1510 a 1515 porque este último ingresó en el colegio de San Clemente de los Españoles de Bolonia, para el que fue propuesto por el cabildo de Toledo y recomendado personalmente por Cisneros, que se refiere al joven estudiante como "dilectus" en la carta que dirige al rector de Bolonia. En el colegio de San Clemente ingresó en 1515 y permaneció hasta 1523. Sus impresiones sobre compañeros y maestros están recogidas en el primero de los escritos que publicó, el Liber gestorum Aegidii Albornotii, es decir la historia del cardenal Gil de Albornoz, fundador del colegio. En las páginas finales de esta biografía, que escribió por encargo de la propia institución siendo colegial, incluyó una Brevis colegii descriptio,sencilla pero entrañable, en la que describe las instalaciones, las costumbres y hábitos, y alude con orgullo a sus compañeros más destacados.
El hecho de que para entonces ya se reconociera el elegante y correcto estilo latino de Juan Ginés determinó que le hicieran el indicado encargo. Pero también destacó su dominio del griego, la familiaridad con los principales filósofos y escritores de la época clásica, sobre todo Aristóteles, entre los griegos, y Cicerón entre los latinos. La identidad de gustos e inclinaciones con los mayores humanistas italianos de los siglos precedentes, de Petrarca a Valla o Poliziano, y la diversidad de sus intereses como intelectual, capaz de opinar con solvencia sobre literatura, teología o filosofía, derecho, epigrafía, astrología, historia y, desde luego, sobre los pensadores y escritores clásicos.
Pocos años después de llegar a Bolonia fue enviado por el colegio a una misión cerca del cardenal Julio de Medici. Ocurrió en 1519 y se trabó a partir de entonces una relación que duraría hasta la muerte del cardenal Medici, elegido años después papa con el nombre de Clemente VII. Este papa fue el mayor mecenas con que contó Juan Ginés en su estancia italiana. Pero tuvo otros protectores. A través de su maestro de filosofía en Bolonia, Pietro Pomponazzi, conoció en la vecina ciudad de Carpi a Alberto Pío, príncipe de dicho pequeño Estado, que lo acogió en su corte y le encargó diversos trabajos. También entabló buenas relaciones con dos cardenales de extraordinario prestigio e influencia, Cayetano, dominico, de quien Sepúlveda dijo que era el teólogo más respetado de su tiempo, y Quiñones, franciscano, discípulo y admirador de Cisneros, que contaba al mismo tiempo con la confianza del Papa y del Emperador Carlos V.
Fue el cardenal Francisco de Quiñones quien pidió a Sepúlveda que le acompañara, con otros dignatarios españoles residentes en Italia (entre ellos, Garcilaso de la Vega, a quien conoció entonces Sepúlveda) a recibir al Emperador, que desembarcó en Génova en 1529 camino de su coronación en Bolonia por el Papa, que tendría lugar en febrero de 1530. En aquel encuentro fue presentado al Emperador por primera vez; sin duda tendría Carlos idea de ese joven filósofo que aquel mismo año de 1529 se había atrevido a escribir una exhortación dirigida al monarca animándole o exigiéndole que emprendiera inmediatamente la guerra contra los turcos. Esa oportunidad del encuentro la aprovechó Sepúlveda para entregar al Emperador dedicada su traducción de la Meteorología de Aristóteles. El personaje llamó la atención de Carlos. Volvieron a verse otra vez en 1533.
La relación se siguió estrechando hasta que, en 1536, el Emperador nombró a Sepúlveda cronista oficial con el encargo de que escribiera los acontecimientos de su reinado. Esta designación determinó que Juan Ginés viajara con el monarca (no mucho, en verdad) y, sobre todo, que se estableciera en la corte para poder recibir noticias y analizar la documentación necesaria para desarrollar su labor. Había designado Carlos V otros cronistas y, después de Sepúlveda, haría otros nombramientos, pero el único que acabó la crónica del Emperador fue Sepúlveda, que además la escribió en latín.
También encargaría Carlos a Juan Ginés la educación de su hijo, Felipe II, junto con otros clérigos y humanistas; y el propio príncipe, al llegar al trono, prorrogó el nombramiento de cronista y le encargó que escribiera la historia de su reinado.
Estos breves datos biográficos son suficientes para poder concluir que Sepúlveda fue, durante toda su vida y desde muy joven, un personaje muy reconocido y considerado que tuvo la confianza de cardenales, príncipes, nobles, papas y reyes.
En cuanto a su obra, además de las traducciones de la mayor parte de los tratados de Aristóteles del griego al latín y los comentarios a los mismos, que fue la tarea que, según confesión propia, más gustosamente desarrolló en su vida, la variedad de los registros intelectuales de Juan Ginés de Sepúlveda se puede valorar considerando que escribió sobre las siguientes materias:
a) ética y filosofía: el primero de sus tratados, compuesto en plena juventud, aborda la grave cuestión de si es compatible con la moral cristiana el deseo de gloria; a este tema, principalísimo entre los humanistas cristianos de primeros del XVI porque implicaba el problema de la ética de la guerra, dedicó su Dialogus de appetenda gloria qui inscribitur Gonsalus, escrito en 1522. También se refiere a la cuestión la Cohortatio ad Carolum V ut bellum suspiciat in turcas, de 1529, y su primer Democrates publicado en 1535.
b) Teología: el primero de sus tratados lo publicó para contradecir las tesis de Lutero sobre la
predestinación (De fatto et libero arbitrio adversus Luterum, de 1526), y el segundo corrigiendo nada menos que a Erasmo (Antapología en defensa de Alberto Pío contra Erasmo).
c) Tratados sobre cuestiones jurídicas, como su De ritu nuptiarum et dispensatione, escrito en 1531 en defensa de la validez del matrimonio de Enrique VIII y Catalina de Aragón; el Teófilo, sobre la prestación de testimonio en el caso de delitos ocultos, que terminó en 1537; Democrates secundus sobre los justos títulos de la conquista española de América.
d) Libros de historia, entre los que están sus composiciones más extensas: publicó muy joven la historia del cardenal Gil de Albornoz, ya citada, y luego dedicó muchos años de su vida a escribir las crónicas de Carlos V y Felipe II. También escribió De orbe novo,centrado casi exclusivamente en la conquista de México.
e) A la teoría del Estado, en fin, dedicó la última de sus obras, De regno et regis officio, publicada en 1571; fue la última, dos años después murió.
A estas obras principales y las traducciones hay que sumar una gran cantidad de escritos menores en los que trató de los fenómenos naturales, meteorología, astronomía, epigrafía, geografía, comportamiento de los animales, agricultura, etc.
Este breve recordatorio bibliográfico pone de manifiesto un par de circunstancias que han sido objeto de desconsideración permanente: la primera, que Sepúlveda fue un sabio, un humanista eruditísimo, intelectual muy solvente en muchos temas, y polemista siempre dispuesto a participar en los grandes debates de la Europa de su tiempo. Y la segunda, que olvidarse de toda esa obra inmensa y presentar a Juan Ginés de Sepúlveda como un oscuro clérigo cuya única actividad relevante fue oponerse a Las Casas en el debate de Valladolid de 1550, resulta completamente inadmisible.
Santiago Muñoz Machado, jurista y académico de la Lengua, es autor de Sepúlveda, cronista del Emperador, publicado en 2012 por Edhasa. La biografía también se incluye en las Obras completas de Sepúlveda, elaboradas gracias al trabajo de un nutrido equipo de filólogos e historiadores y publicadas por el Ayuntamiento de Pozoblanco