LO QUE ENSEÑA EL NIDO DE CIGÜEÑA
En esta estupenda entrada (http://www.zarzadepumareda.es/cisu.htm) encuentro el precioso poema de mi querido poeta y paisano, José María Gabriel y Galán, sobre el NIDO de CIGÜEÑA. Parece que se inspiró cuando "estuvo destinado como maestro nacional en el pueblo abulense de Piedrahita, entre 1892 y 1898, y se alojó en el Palacio de los Duques de Alba, en el que había nacido el Gran Duque de Alba, don Fernando Álvarez de Toledo (según se cuenta, fue en este palacio donde la decimotercera Duquesa de Alba había posado un siglo antes para Goya como modelo de La maja desnuda; hoy el edificio sirve de colegio público). Asomándose desde esta mansión Galán divisaba un torreón en ruinas: sobre él las cigüeñas habían apostado su nido; y ya criaban sus pollos con la diligencia que caracteriza a la especie. Galán compuso su poema sobre la anécdota, extrayendo una moraleja de la devoción parental que observaba en las aves" (Blog de Gabriel Laguna Mariscal)
Viví de niño frente la iglesia que coronaba su esbelta espadaña con el nido de la cigüeña. Me encantaba verlas hacendosas construyendo su nido, preparando y repartiendo su comida para sus crías o cigoñinos, y, sobre todo, cantando, esto es crotorando, al emitir ese " ruido peculiar, haciendo chocar rápidamente la parte superior del pico con la inferior" (RAE)
Con Rafael Alberti -en su Nana de la cigüeña- podría exclamar:
"Que no me digan a mí/
que el canto de la cigüeña/
no es bueno para dormir.//
Si la cigüeña canta/
arriba en el campanario,/
que no me digan a mí/
que no es del cielo su canto" -)
Lamentablemente la iglesia parroquial de San Lorenzo, en mi pueblo de Rollán, se ha quedado sin nido. Sin embargo, he gozado al verlo en la preciosa Ermita de los Santos Mártires, donde se ubica el Cementerio. Y la verdad que me ha encantado. Todo me parecía resurrección y vida a pesar de encontrarme en el cementerio. Las cruces cristianas son luces que testimonian la muerte de la muerte. Las tiernas crías de las cigüeñas, jugetonas, hambrientas, devoraban la comida que sus padres le llevaban de las charcas cercanas del Espinal y del Badén. Siempre la cigüeña trae vida, por algo la leyenda siempre la ha asociado trayendo los niños recién nacidos.
¡Que disfruten de la foto de mi nido y del poema!
D O S N I D O S
Enfrente de mi casa yace en ruinas
un viejo torreón de cuatro esquinas,
y en este viejo torreón derruido
tiene asentado una cigüeña el nido.
¡Y parece mentira, pero enseña
muchas cosas un nido de cigüeña!
Por el borde del nido de mi cuento,
donde reina una paz que es un portento,
asoman el pescuezo noche y día
los zancudos cigüeños de la cría.
Cuando los deja la cigüeña madre,
trae alimentos el cigüeño padre,
y cuando con su presa ella regresa,
vuela el padre a buscarles otra presa;
y de este modo la zancuda cría
en banquete perenne pasa el día.
Estaba yo una tarde distraído
desde mi casa contemplando el nido,
cuando del campo regresó cargada
la solícita madre apresurada.
Presentó con orgullo ante su cría
una culebra muerta que traía,
y mientras sus hijuelos la "trinchaban"
y, defendiendo la ración, luchaban,
reventaba la madre de contenta
mirándolos comer... ¡y estaba hambrienta!
¡Y cómo demostraba su alegría
viendo el festín de su zancuda cría!
¡Qué graznidos, qué dulces aletazos
y qué cariñositos picotazos
les daba a aquellos hijos comilones
que estaban devorando sus raciones!
Al ver desde mi casa aquella escena,
llena de amor y de ternura llena,
bendije al nido aquel, y, ¡lo confieso!,
estuve a punto de tirarle un beso.
Ahogué mi beso, pero tristemente
me dije por lo bajo de repente:
"¡Quizás haya en el mundo quien querría
convertirse en cigüeño de la cría!"
Cerca del viejo torreón derruido
en donde está de la cigüeña el nido,
hay otro nido, pero nido "humano"
que habita la familia de un cristiano.
El mismo día y a la misma hora
en que la escena aquella encantadora
del nido de la torre yo admiraba
y un beso con los ojos le enviaba,
del otro nido humano un rapazuelo
salía sollozando sin consuelo.
Una mujer de innoble catadura
salió tras la harapienta criatura,
cruzóle el rostro, la empujó hacia fuera,
metióse en casa y la dejó en la acera.
-¿Por qué te echan de casa, rapazuelo?
-le dije al verlo, y contestó el chicuelo:
-Porque a pedir limosna había salido
y un poco pan "na" más hoy he traído,
y dinero me dice que le traiga,
y que vaya a buscarlo "ande" lo "haiga".
Alcé los ojos sin querer al nido
del solitario torreón derruido,
y dije, contemplando aquella escena
y aquella madre cuidadosa y buena:
Si este niño pensara, ¿no querría
convertirse en cigüeño de la cría.