Ante la sorpresiva crítica de un escritor a quien admiro y sigo, Juan Manuel de Prada, acerca del concepto de "dignidad" en el personalismo https://www.abc.es/opinion/abci-muerte-digna-201907150013_noticia.html, sugerí al filósofo Carlos Díaz una nota aclaratoria. Fiel a su compromiso generoso se la puedo compartir. Muy agradecido.
DIGNIDAD Y PERSONALISMO: CARLOS DÍAZ REPLICA A JUAN MANUEL DE PRADA
"Quisiéramos denunciar la colaboración del catolicismo pompier en la progresiva aceptación social de la eutanasia a través de la doctrina llamada «personalismo», que entiende que lo constitutivo de la persona es la libertad de elección y su actividad autocreadora. De este modo, el hombre se «hace» digno actuando libremente de un modo personal, mediante obras o actos a través de los que conquista su personalidad. El personalismo no se cansa de invocar, a modo de disco rayado, la «dignidad humana» que se realiza a través de actos libres, en lugar de distinguir -como hacía la filosofía clásica- entre una dignidad «ontológica» (la que tiene cualquier ser humano por el mero hecho de ser) y una dignidad «moral» (la que el ser humano adquiere o pierde según la naturaleza de sus acciones). Pero el personalismo borró esta diferencia fundamental, fundiendo en una la dignidad ontológica del hombre con su dignidad moral y convirtiendo la libertad humana (en sí misma, independientemente del fin hacia el que se ordena) en «digna». La persona, de este modo, se convierte en un valor absoluto desde el punto de vista moral, con independencia de la naturaleza de sus acciones. Así, el personalismo católico se convirtió en el tonto útil del liberalismo, que pudo encumbrar la «dignidad de la persona humana» como fundamento de los ordenamientos jurídicos y de los programas políticos. Y así se abrió la puerta a que la eutanasia fuese calificada de «muerte digna»; pues es una muerte libremente elegida por el hombre". Y con estos presupuestos falaces, en los que el liberalismo y el personalismo católico van juntitos de la mano, la legalización de la eutanasia será coser y cantar. Aunque, por supuesto, liberales y católicos pompier nos dirán, una vez legalizada, que se trata de una nueva aberración del «marxismo cultural».
Hasta aquí el texto en ABC de Juan Manuel de Prada. Deseo confrontar tales afirmaciones ideológicas y sin ningún rigor con las de Jesús Conill contenidas en su libro Intimidad corporal y persona humana (Ed. Tecnos, Madrid, 2019) , que sitúa las cosas de otro modo contra el fixismo sustancialista de rutinario piñón fijo (de Maritain a Karol Wojtyla, a la que ciertos parvenus denominan verdadera filosofía personalista)[1].
El dualismo cuerpo-alma (binding problem) ha sido hueso tan duro de roer que, en orden a su resolución, uno de los errores del "error de Descartes"[2] fue el de ingeniarse una tremendísima chapuza epistemológica, la de unir en la glándula pineal el cuerpo y el alma gracias a unos espíritus animales mitad cuerpo y mitad espíritu que supuestamente fluían por los nervios. Pero, sin dualismos, dice Zubiri, "en el hombre todo lo biológico es mental, y todo lo mental es biológico, yo soy el cuerpo, yo soy un cuerpo personal, yo soy una persona corporal". Ser mi cuerpo, "ser mío" (minenes) es serlo relacionalmente, lo cual sin embargo no da derecho a llevar al matadero el cuerpo del bebé que hay en el vientre materno, el cual está en la madre, pero no es el cuerpo de la madre pues, si así fuera al abortar el hijo se abortaría la madre a sí misma.
La noción de naturaleza humana se mueve en el marco hermenéutico, no bastando tan sólo la descripción de la tercera persona (científica, en el sentido de la science positivista) sino incluyendo la de la primera persona, experiencial, existencial, y no sólo empírica. Aunque durante mucho tiempo se creyó con Franz Gall que las funciones del cerebro podían localizarse en algunas de sus regiones, hoy sabemos que hay que tener en cuenta en el funcionamiento del cerebro los neurotransmisores, es decir, no sólo la localización fragmentaria sino la conexión de redes neuronales a partir de la unidad estructural psiconeural y psicosomática entre sentir e inteligir; si bien es cierto que en el sistema nervioso no se dan unos fenómenos puramente bioquímicos que luego el cerebro tradujese en percepciones, no es tan sólo en el cerebro donde la sensación se produce.
Pero hoy, bajo el imperio del pancerebrismo, el cerebro es para muchos el órgano de la individualidad de la mente y de la conciencia, la sede de la mente, la esencia de la mismidad (self), una maquina causal, una entidad física que determina la mente. Contra esta nueva ideología, atendamos al buen criterio de Jesús Conill: "Se ha ido extendiendo la idea de que las ciencias del cerebro posibilitan entendernos a nosotros mismos con sólo investigar cómo se comportan e interactúan las células cerebrales. Según este enfoque las alegrías y las penas, los recuerdos, el sentido de la identidad y la libre voluntad no son más que el comportamiento de un vasto conjunto de células nerviosas y de moléculas asociadas, en suma, que no seríamos más que un montón de neuronas. De manera que con lo 'mucho' que hoy cree saber el neurobiólogo sobre el hombre ya no necesitaría recurrir a los tradicionales conceptos filosóficos. La principal consecuencia de la transmutación del conocimiento neurocientífico en esa neurofilosofía es que entonces el objetivo primordial de la investigación del cerebro deja de ser -como era preponderante- la comprensión y la cura de las enfermedades, y adquiere el protagonismo la comprensión de comprender la auténtica naturaleza humana. Una alternativa fecunda para comprender el cerebro de un modo más integral proviene de la propuesta neurofenomenología, que intenta lograr una unión de datos científicos y conceptos filosóficos sin disolver la filosofía en las neurociencias e intentando combinar el conocimiento científico neurológico y la reflexión filosófica. En ella se nos advierte, por ejemplo, de que algunos neuroinvestigadores confunden datos y hechos empíricos con conceptos filosóficos, cuando en realidad existe una diferencia ineludible entre concepto y hecho". La "filosofía neurológica" es un nuevo esencialismo intocable e ideologizado que pretende convertirse no sólo en la neofilosofía sino en una neurocultura con pretensiones antimesiánicamente mesiánicas (resignificación parásita a la que nos tienen acostumbrados las filosofías del a y del anti en cada época) que -añadimos por nuestra parte- junto con el darwinismo (incluido el neodarwinismo social) ha devenido la cultura del siglo XXI, al menos en lo que de momento ha transcurrido de él. Veremos cuánto dura la moda, una vez de capa caída la cultura del gen: el gen que ríe el último ríe dos veces. Lo que sin embargo se repite en ese gira il mondo gira nello spazio senza fine, aquella canción de los amorosos festivales de San Remo, es la falacia mereológica (mereological fallacy), la cultura parcial de la parte (méros) que se atribuye el valor del todo.
Frente a semejante falacias, he aquí este luminoso texto de Jesús Conill: "Al animal fantástico que es el ser humano le hace falta un elemento incondicionado en el desarrollo de su razón práctica. La estructura de la razón lo necesita y un nombre para tal incondicionado ha sido el de dignidad. Una noción aprendida en la experiencia de la vida histórica forjada a lo largo de diversas tradiciones, no inventada de la nada. Y luego reforzada mediante reflexión trascendental, cuando se ha necesitado un incondicionado práctico, de manera que pueda hacerse valer en la argumentación racional... A mi juicio, un enfoque filosófico a la altura de nuestro tiempo no tiene que dejarse arrastrar por la moda de la naturalización, sino representar también el concepto de dignidad desde una hermenéutica crítica en la que se articulan dos lados: 1) el aspecto experiencial (incluso el comportamiento 'thymótico')" del concepto, en el que se fusionan los elementos históricos y culturales de los que se nutre (fusión de contenidos religiosos, humanistas, ilustrados, emancipadores, científicos) y 2) el aspecto transcendental que a través de la reflexión ha sido capaz de descubrir el momento incondicionado de la razón y su condición como categoría antroponómica en virtud de su contenido eleuteronómico".
Carlos Díaz
[1] Para entender las líneas actuales abiertas del personalismo remitimos a Bonaventura Pedemonte i Feu: El sujeto convocado. Editorial Mounier, Madrid, 2018.
[2] Damasio, A: Descartes'Error: Emotion, Reason and the Human Brain. Grost/Putnam, New York, 1944, pp. 77 ss.