TRANSMITIR EL LEGADO MISIONERO DE TORIBIO EN LA CRISIS PERUANA Y MUNDIAL
Lima, 27 de abril 2022. En la Solemnidad de Santo Toribio de Mogrovejo, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a retomar el camino de la gran tradición que nos dejó Toribio y transmitir su legado en las nuevas circunstancias: «En este momento de dificultad de nuestro país, encontremos cuáles son las nuevas formas de servir de la Iglesia y del Clero, cómo diseñamos un modelo que sólo sea servicio y no servirnos de los demás, para hacer de la Iglesia palpitación, sentimiento profundo, vida auténtica y testimonio del Señor, como lo hizo Santo Toribio… Y lo que quiso fue hacer una Iglesia misionera, una Iglesia espiritual, una Iglesia Santa, pero también una Iglesia capaz de dar vida y esperanza a todo nuestro país. Por eso se le llama a Toribio el "fundador de la peruanidad". Así lo llama José Agustín de la Puente. Y como estamos en el año del Bicentenario tenemos que unir peruanidad con sinodalidad y así salimos adelante"
Queridos hermanos y hermanas, el día de hoy queremos retomar la tradición.
La Iglesia es tradicional, lo decíamos el Jueves Santo. Y ser tradicional no significa ser conservador. Significa transmitir un legado y vivir ese legado en las nuevas circunstancias. Y ese legado que hemos recibido todos de un santo fundador que se desvivió por anunciar el Evangelio, desde que llegó en 1581 y caminó hasta llegar directamente a nuestra tierra, a nuestra ciudad, nosotros queremos, con todo el corazón, agradecérselo y recordarlo, haciendo posible en cada uno de nosotros una renovación completa de nuestra vida cristiana en momentos en que la humanidad se encuentra debatiéndose en una incertidumbre total, en donde hay una crisis de sistema que no volverá a presentarnos la posibilidad del progreso indefinido, triunfante y globalizante que hemos vivido, y que nos sumergirá en una situación difícil, de la cual solo saldremos como hermanos, tal como el Papa Francisco ha establecido.
No es un juego, no son palabras vanas, no es simple análisis afiebrado y apurado. Es la triste realidad en la que se encuentra el mundo y se encuentra en nuestro país que, al decir de algunos estudiosos, es uno de los eslabones débiles del mundo en donde las cosas pueden estallar y, luego, irradiarse como reguero de pólvora en diversas situaciones en América Latina, junto a otros sitios en donde ya se está desencadenando.
Por eso, leer la vida y reflexionar sobre la historia de Santo Toribio, nos ayuda porque supo situarse también en un momento álgido, y de allí generar una Iglesia capaz de acompañar a la gente y proponerle formas de vida, testimonio cristiano profundo, capaz de convencer y generar algo realmente nuevo.
Es verdad que lo que se generó fue una especie de equilibrio entre una dominación española y ciertos espacios para dignificar a la persona que muchos no respetaron, pero que, gracias, justamente, a que la Iglesia cumplió su tarea evangelizadora, se pudieron ir realizando en las diversas partes del país.
Este texto de Isaías (6,1-8), que empieza "el año de la muerte del Rey Ozías". Había muerto el rey Ozías, que fue según todos los entendidos, el fundador del reino de Israel, que luego, se retrotrae a la imagen y a la figura de David. Tanto Ozías como Josías fueron los mejores reyes que Israel tuvo, el resto fueron una nulidad. Pero estos dos reyes fueron los que fundaron sobre bases sólidas en la gratuidad del amor de Dios y escucharon a los profetas. Pero el rey Ozías había muerto, se trataba de una tragedia.
Pues, cuando se nombra Arzobispo a Toribio, pues había sucedido una tragedia: había sido asesinado vilmente en la Plaza de Cuzco, Túpac Amaru I. Y había sido asesinado, antes encarcelado en Sacsayhuamán y después llevado a la pena del garrote en la Plaza de Cuzco. Y todo el pueblo estaba asistiendo y gritaba, y antes de que vengan a cortarle la cabeza, Túpac Amaru levantó la mano en alto, se tocó la nariz, la boca, y con la mano derecha tocó su muslo como signo de silencio. Y todo el pueblo que asistió, calló. Finalmente le cortaron la cabeza.
Cuando el virrey Toledo fue sacado del Perú, el rey Felipe II le dijo: "Yo te mandé a servir reyes y evangelizarlos, no te mandé a matarlos". Y eso es lo que suscitó una crisis que tenía que superar las tragedias de la conquista.
Primera tragedia, las enfermedades, epidemias enormes que redujeron la población de 10 millones a 800 mil indios. En segundo lugar, ocasionó esta gran resistencia de la gente que quedaba, especialmente, en Cusco, pero en otras partes, de la desazón que se produjo por haber matado al segundo rey, Túpac Amaru (el primero fue Atahualpa). Y esa desazón, ese descontento, generó también una tercera situación: la posibilidad de que la crisis se ahondará y los conquistadores tomaran todo. Fue necesario que la propia corona se organizara de otra manera para equilibrar las cosas. En este contexto, fue Toribio junto con el virrey que nombró Felipe II que se pusieran de acuerdo para equilibrar las cosas cuando Santo Toribio llega a Lima.
Cuento esto porque, cuando hay una situación de tragedia y se tiene que resolver, todos nos preguntamos eso que se pregunta aquí el Señor: "¿A quién mandaré? ¿A quién enviaré?". Y curiosamente, Felipe II se preguntó eso y buscó, justamente, no a un cura, no a un obispo, no a un religioso, buscó a un laico, porque, en el momento, era la persona que mejor podía estar a la altura de la situación. Y, por esa razón, pensó que era mucho mejor que alguien que conociera la realidad y que tuviera criterio y juicio, pudiera gobernar la ciudad y la Iglesia del Perú.
Fueron ellos dos, el virrey Martín Enríquez de Almansa y Santo Toribio, que convocan al Tercer Concilio Límense, que estaba ya en ciernes, dado que había habido otros concilio durante [el Arzobispo Jerónimo] Loayza, y a partir de ahí, se norman las formas de evangelizar distintas, para promover la dignidad de los indios. Y tanto Toribio como los propios sacerdotes, eran representantes de la protección de los indios y el rechazo de cualquier tipo de abuso, la promoción de las personas, para hacer posible que la gente surgiera y se respondiera a la demanda tremenda que se había generado, inclusive, con la destrucción de toda la panaca y de las grandes familias que venían de la realeza inca.
"¿A quién mandaré?" Es pregunta que también nos hacemos hoy día en la situación difícil. ¿A quién mandaré para evangelizar en medio de la complicación en la que estamos?
¿Estamos a la altura? El Señor lo sabe, sabe que podemos estar a la altura si nos convertimos, mucho más si hemos pasado por ese Seminario durante tantos años de reflexión, de amistad, de alegría, en donde se unen también todos los que se han formado en la línea de Toribio desde hace tantos años, en el Colegio Externado, y los seminaristas que ahora gozan la alegría del encuentro, de la amistad, de irse en misión a los pueblos sencillos. Hay algunas personas que no les parece muy bien que mandemos al seminarista, en primer lugar, a sectores populares, pero hoy día que la situación es trágica y hay que ir ahí, hay que aprender.
Y por eso, el Papa, reconociendo que esto es un problema actual, urgente, necesitamos, justamente, saber que estamos en una tragedia, saber que, quizás, todavía no muere un rey, pero que podemos estar muy a punto, porque las situaciones son gravísimas y, desgraciadamente, no se encuentran muchas salidas.
¿Qué hace la Iglesia? Una, otra, otra y otra vez y definitivamente evangelizar, no polarizar, no politizar, no partidizar, porque las entrañas de misericordia que anuncia el Evangelio son capaces de transformar hondamente, si con autenticidad y con Vida, somos capaces de poder suscitar en la gente una recapacitación. Por eso, la situación de crisis actual es una situación que se convierte en llamado a nosotros, porque somos responsables nosotros de que la gente no cambie, porque a nosotros nos toca lograr que cambie.
Ya si intentamos e intentamos mil formas y no lo hacemos, ya pues no es culpa nuestra, pero es culpa nuestra cuando ponemos la religiosidad en piloto automático, hacemos nuestro horario "mañana, misa" "tarde…noche, misa", al "mediodía, hora intermedia" y así…y no hacemos más....
Todos sabemos que un sistema así no es capaz de generar algo nuevo, probablemente si porque detrás de eso está la fe, está la tradición litúrgica, ¡correcto!, pero ven Uds. que es muy remota la consecuencia.
Toribio decidió no poner la religiosidad en piloto automático, sino ponerse él como misionero para ir a cada pueblo. Y no eran visitas de médico, eran largas visitas de meses, en donde hay miles de anécdotas en diversas partes del Perú, sobre todo, en la parte norte, en donde lo recuerdan porque hizo algo concreto, además de los bautismos que dijo el que eran como 600,000 que hizo en sus viajes (un poquito menos de la población que quedó). Y no solo eso, sino que, en esas visitas, hacía varias cosas más: se sentaba a enseñar, aprendió el quechua, hablaba con la gente, la escuchaba, o como cuando venía aquí también, y se sentaba, como estaba en construcción la catedral, se sentaba a conversar en eso que ahora son las escaleras, se sentaba en el suelo a conversar con los pobladores de la ciudad y con la gente, sobre todo, más indígena que vivía en la otra parte de la ciudad.
El buscó a la gente, él no esperó a que viniera la gente. Y cuando buscó a la gente, allí donde fue, aprendió a construir formas de Iglesia. Por eso es tan actual, y por eso el día de mañana y pasado tendremos dos charlas en torno a sinodalidad. Porque si bien el "sínodo" viene desde los inicios de la historia de la iglesia, el que más practicó la sinodalidad fue Toribio, no por que hiciera el primero y segundo Limense, ya que hizo no más el Tercero, pero hizo muchísimos encuentros que él los llamó "sínodos" a lo largo de su camino, con los pocos curas que había y con los laicos que había también. Y por eso supo enraizar la fe en el corazón de la gente por conocimiento directo: eso que la gente agradece de todos nosotros, en nuestra cercanía, (la vez pasada me hablaban de un sacerdote que sabe explicar con mímicas las cosas, mientras otros se burlan, pero se burlan porque no saben que cosa es evangelizar.
Evangelizar siempre implica una consonancia con el pueblo que tienes delante, hablando su lenguaje, sus gestos, sus maneras. Y tenemos hoy día un pueblo muy sufrido y diversificado que necesita que le hablen en su lenguaje de sufrimiento, de dolor y hablarle con esperanza.
Por eso, hermanos, hoy día es un día muy importante para todos nosotros, porque es un día para retomar el camino de la gran tradición que nos asiste. Fue excelente la propuesta del padre colombiano que vino a darnos retiro, porque habló de la identidad de una diócesis, como debe ser también la identidad de cada parroquia, su historia, la gente que la vivió, la gente que la construyó, lo que nos dejó como legado.
Y ese camino conversador que Santo Toribio dejó, imprimió una huella imborrable, de tal manera que tienen cosas increíbles ustedes, como una anécdota que me pasó hace poco, cuando empecé, todavía no me habían ordenado, pero yo tenía un acuerdo con los jóvenes de Chachapoyas. De que tenía que dar una charla. Llego a Magdalena, y, gran recibimiento, el obispo me quiere dar su báculo. Yo le dije: "No, usted es el obispo", pero él me responde delante de toda la gente: "No, se lo tengo que dar porque desde hace 430 años que no llega un arzobispo de Lima aquí". El último que había llegado era Toribio.
Son signos de que cuando hacemos una evangelización viva, como dice Toribio, 'pasando por valles, y quebradas, sufriendo agresiones o inclusive tensiones'. O anécdotas preciosas como su bajada a Huánuco desde Chinchaycocha, es interesante como se encuentra con una guerra de indios y la pacifica, hablando con ellos y calmándolos. Y así, hay signos que tenemos que recoger, como nosotros tenemos que recoger también todo lo bueno que hemos hecho y hacemos cuando las cosas las hacemos por amor, por comunicarles lo más profundo que tenemos, que es el amor entrañable que recibimos por tener este ministerio y por ser cristianos.
Por eso la palabra principal que le dice Felipe II a Toledo: "Yo te envié a servir reyes". Y hoy día, la segunda lectura de Pablo a los Corintios (4,1-5) empieza diciendo: "Nosotros, servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios". Así comienza, servir y no ser servidos. Por eso, en este momento de dificultad de nuestro país, encontremos cuáles son las nuevas formas de servir de la Iglesia y del Clero, cómo diseñamos un modelo que sólo sea servicio y no sea servirnos de los demás, que no sea hacer finta de que hacemos Iglesia, en vez de hacer palpitación, sentimiento profundo, vida auténtica, testimonio del Señor, en donde si he cometido algo grave, lo tengo que reconocer y tomar las medidas adecuadas, incluso, con la posibilidad de salir del sacerdocio para no manchar la misión de la Iglesia, o si es que tengo algún problema de fondo, tratarlo a fondo y no superficialmente. Y si tengo cualidades extraordinarias que no he desarrollado, potenciarlas y ponerlas en función de todos, para hacer posible que la gente sienta que Jesús ha pasado por ahí. En efecto, alguien alguna vez me comento, (uno de los que vinieron al Congreso sobre Santo Toribio, en el 2006, que una de las cosas que le dijo Felipe II a Toribio (no tengo el documento, pero me lo dijo de memoria): "ahora que vas allá, que cuando tu pases, ningún indio tenga duda de que Jesucristo o un apóstol ha pasado por su pueblo, por su vida, por la relación con él".
Y eso nos vendría muy bien a nosotros, "que a nadie le quepa duda de que, cuando están en un hospital, en la parroquia, en el trato de la gente, en la organización de los problemas de la gente, en la palabra que dicen, no le quede a la gente duda de que Jesucristo está pasando. Siempre nos detenemos todo el tiempo a decir que somos 'In Persona Christi'. Pero a veces eso nos sirve para tener poder, y, en realidad, nos debe servir para ser auténticos testigos de nuestro Señor. In Persona Christi significa que soy testigo, que transparento a Dios con mi vida.
Yo quiero agradecerles a todos ustedes, que lo hacen diariamente, con mucha paciencia, encontrando y viendo las formas, porque no es fácil evangelizar hoy día. Pero si los llamo a que también, simultáneamente, valoremos todo lo que somos para que, reconociendo todo lo que valemos, ponerlo a disposición de la gente, y unidos tomemos todos iniciativas para construir juntos nuestra Iglesia, porque es así como se tiene que hacer.
No he tenido la ventaja de ser un obispo de largo periodo, soy de tránsito, como nos corresponde a los que somos de tránsito, pero sí vamos a dejar esto a otros que vienen, tiene que ser de ustedes, pero entre ustedes tiene que desarrollarse la capacidad de autenticidad más profunda, porque si no, hacemos todo lo contrario a lo que quiso Toribio. Y lo que quiso fue hacer una Iglesia misionera, una Iglesia espiritual, una Iglesia Santa, pero también una Iglesia capaz de dar vida y esperanza a todo nuestro país. Por eso se le llama a Toribio el "fundador de la peruanidad". Así lo llama José Agustín de la Puente. Y como estamos en el año del Bicentenario tenemos que unir peruanidad con sinodalidad y así salimos adelante.
Y que Dios los bendiga y los acompañe, y que vayan por todo el mundo anunciando el Evangelio y formando la Iglesia adecuada que el anuncio tiene como resultado en cada experiencia particular. Y así va juntándose todas las iniciativas y haciendo esta Iglesia comunión que Dios ha querido para que el mundo se salve.