El Siervo de Dios P. Tomás Morales, S.J. (1908-1994) conocía muy bien la historia de España, su identidad marcada por la fe católica, y quería —como el Papa— reavivar sus raíces. Espigamos algunos textos:
«España ha sido, es —a pesar de todas las apariencias— y seguirá siendo transcendencia infinita que se abre hacia Dios con ímpetu arrollador. 'País de eterna cruzada', su destino providencial en la historia será siempre evangelizar a todos los hombres [...] Esta es nuestra radical e inconfundible fisonomía histórica. 'La fe cristiana y católica constituye la identidad del pueblo español» (Juan Pablo II, 9-XI-82) [...] No seamos ingenuos buscando trajes hechos para vestirnos [...] Movilicemos las inmensas reservas espirituales que oculta también hoy el genio de nuestra raza. Es lo que el mundo espera de nosotros. Exportemos esos valores evangélicos, únicos capaces de engrandecer al hombre»[1]
Recuerda su universalidad, su fecundidad misionera, y convoca a la juventud —especialmente con motivo del V Centenario de la evangelización de América— para continuar esta trayectoria marcada por la Providencia:
«Quiera la Virgen de Guadalupe, Reina y Madre de la Hispanidad, hacer coincidir la histórica conmemoración con el instante —tan esperado por el mundo y tan deseado por la Iglesia— de la puesta en marcha de todos los bautizados. Entrañando en sus vidas el mensaje de Fátima, se movilizarán, y el genio misionero de la Hispanidad, sacudiendo todas las razas del mundo, llevará de nuevo el Evangelio a toda la tierra» (ib. 27). «En cualquier meridiano y en todos los tiempos, la fuerza del Evangelio será siempre actual; pero más en algunos países en cuya entraña late incontenible el afán misionero. España es uno de ellos» (ib. 88). «España en sus mejores siglos fue misionera, luego también hoy puede, unida a otros países, despertar a los laicos de su letargo» (ib. 90).
Fue en Alemania, en la capital bávara, a raíz de la participación en un congreso de estudiantes católicos, donde Tomás empieza a valorar realmente el pensamiento español a través de Dietrich von Hildebrand, convertido al catolicismo en 1914, que era catedrático en la capital muniquesa y con el advenimiento de los nazis emigró a los Estados Unidos. Le impresionó lo que decía de Menéndez Pelayo, Balmes y España en general. "Comencé entonces a leer la Historia de los heterodoxos. Me empecé a enamorar de España y a descubrir su papel providencial en la Historia. Luego comencé con Donoso Cortés, Aparisi y Guijarro, y otros cuantos, porque entonces me interesaba mucho la política" (30‑VIII‑1992).
Terminada su estancia en Munich, a primeros de agosto se dirigen a la abadía benedictina de Melk, a las afueras de Viena, en el curso alto del Danubio. De Melk bajan a Budapest para asistir al VIII Congreso anual de la International Students Service, que ese año se celebra allí. Son los últimos días del mes de agosto. En cuanto terminan su actividad, regresan a España, donde Tomás va a tener bastante trabajo como anfitrión que es, pues la primera semana de septiembre se celebra en Sevilla el IX Congreso Internacional de Estudiantes e Intelectuales Católicos de Pax Romana. Fernando Martín‑Sánchez había conseguido la presidencia de la asociación en el Congreso del año anterior celebrado en Cambridge y la sede del IX para España. Se había escogido Sevilla por coincidir con la Exposición Iberoamericana. Tomás como miembro cualificado de la Confederación, y anfitrión por tanto, ha trabajado durante todo ese curso bastante en los detalles de la organización. Aparte de todo el contenido del Congreso, que versó sobre "La orientación profesional", desarrollaron una gran labor encaminada a que los estudiantes extranjeros que acudieran al Congreso pudieran conocer España. Sabemos que se les recibió en la frontera de Hendaya. Visitaron San Sebastián, El Escorial, Madrid, Toledo y Sevilla. El Congreso tuvo cerca de cuatrocientos asistentes extranjeros y supuso un éxito rotundo para la Confederación de Estudiantes Católicos, que intervino muy directamente exponiendo su criterio sobre la orientación de la Internacional. Terminado el Congreso se acompañó a los miembros de las delegaciones extranjeras a Valencia y Barcelona, donde se detuvieron varios días para ver la Exposición Universal. En todas las ciudades visitadas, aparte de ver el arte y comprender mejor la historia de la ciudad, se dieron distintas conferencias (5‑VII‑1929).
En diciembre de 1930 hace otro paréntesis en su encierro monástico. Se trata de la celebración de las bodas de oro del Colegio Nuestra Señora del Recuerdo de Chamartín, en el que pasó siete años("añazos" solía decir) de su vida. Dentro de los actos conmemorativos hubo una velada en la que estaba previsto que hablaran Tomás Morales en representación de las últimas promociones, el Duque del Infantado en nombre de la primera promoción, el P. Pérez del Pulgar como antiguo alumno y en esos momentos padre jesuita, y el ministro de Gracia y Justicia, Montes Jovellar, que no pudo acudir a la cita por encontrarse en Jaca, donde el día anterior se había producido el levantamiento del capitán Galán. El primero en hablar fue Tomás Morales, quien recordó los días pasados en el colegio y dedicó un canto a la Virgen. Después se dirigió a los actuales alumnos y los exhortó a estudiar con entusiasmo y a que al terminar sus primeros estudios ingresen en las organizaciones agrupadas en la Confederación Nacional de Estudiantes Católicos. A eso lo llamará años más tarde no desperdiciar las ocasiones. "Por último, ‑comenta El Debate‑ el señor Morales, que fue muy aplaudido, dedicó unos párrafos a glosar la divisa que debe llevar toda obra de los antiguos alumnos de Nª Sª del Recuerdo: Dios y España".
La valoración de la historia de España, respeto por la tradición y la idiosincrasia española, se avivó en la Asociación Nacional de Propagandistas Católicos, grupo vanguardista de laicos, principalmente a través del diario El Debate que defendió siempre el valor tradicional español y católico, tal como reconoce uno de sus voceros más conspicuos J.M. Escudero: "Nuestra tradición nacional fue bebida en los grandes políticos del siglo XIX [...] Tradición nacional que en el orden de las leyes es el respeto a nuestra idiosincrasia"[2].
Fruto del conocimiento de la historia fue su radical compromiso con la patria. En numerosas ocasiones nos contó la anécdota sobre "el salvador de España" y el P. Ayala, director de la Congregación de Universitarios de los Luises:
" No le gustaba subirse al púlpito para hablar porque no tenía facilidad de palabra, pero un domingo, después de la misa de nueve de la mañana, pasamos a un pequeño teatro que tenía la Congregación de los Luises en la calle Cedaceros. Nos sentamos en las butacas, él se puso en el proscenio y comenzó a decir: '¿Quién os parece a vosotros que será el salvador de España? (acababa de caer Primo de Rivera) ¿Un general, un financiero, un gran estadista...?' Después de nombrar varios, puso cara de infeliz y señalándose con el dedo dijo: 'El salvador de España soy yo (carcajada general). Soy yo y cada uno de vosotros porque la salvación de una nación y del mundo empieza por cada uno'. Siguió luego haciendo aplicaciones prácticas. 'Si os levantáis con pereza o trabajáis con desorden o no domináis el orgullo, no seréis salvadores de España, porque impedís a Cristo que se meta en cada uno de vosotros'. Así siguió durante quince minutos. Luego nos fuimos a desayunar a La Granja del Henar, que estaba en la calle Alcalá" (Conv. 14-II-92).
Aunque nunca alardeó de su patria venezolana, hay, sin embargo, un momento simpático en el que manifiesta su orgullo por este acontecimiento, cuando estaba en la Universidad, a raíz de un examen de Historia de España. Impartía ese curso el catedrático correspondiente, Antonio Ballesteros Beretta, antiguo alumno de Chamartín, que a partir de 1919 fue publicando una monumental Historia de España en sus relaciones con la Historia Universal. Nos lo narra el propio T. Morales:
"Había implantado un texto nuevo de Historia de España para hacer negocio. La nueva edición no variaba apenas de la anterior. Tan sólo tenía al final de cada capítulo en letra muy menuda tres o cuatro autores de bibliografía. En los exámenes, para comprobar que habíamos comprado el libro, nos preguntaba por esos autores más que por la Historia de España. Explicaba todos los días de lunes a sábado. Una mañana nos anunció que al cabo de tres días nos iba a preguntar oralmente. Pidió voluntarios y me presenté yo. Había explicado tres capítulos de Historia de España.
‑ ¿Conoce algún texto de Bibliografía? ‑me pregunta.
‑ Zacarías García Villada, La enseñanza de la Historia; y Rafael Altamira, La Historia de España.
Quedó tan contento que me preguntó:
‑ ¿De dónde es usted?
‑ Soy de Macuto.
‑ ¡Qué pueblo tan raro!
‑ ¡Como que no pertenece a España. Soy venezolano!"
Participará con todo el empeño en la recristianización de la España de la postguerra. Así lo refleja en su carta de 28 de octubre de 1937: "Que España se a la Nación que lleve al resto del mundo los resplandores de ese espiritualismo acendrado que constituye la médula de nuestra historia y también en esta gran empresa de reconstrucción cristiana de España".
Sus lecturas y ejemplos fueron configurando en Tomás Morales un conocimiento del rol de España en la historia y su proyección en América. De este modo, verá como lo más natural que los slogans y gritos que inculcaba en la formación fueran en este orden: España-América-Mundo. Cómo no recordar las oraciones de los campamentos en que el P. Morales buscaba la formación completa: ser más hombre, más español, más cristiano. «Señor, escucha nuestras oraciones. Y lleguen a Ti nuestros clamores por la juventud de España, de América, del mundo». Los slogans formativos eran bien expresivos: ¡Bendice a la juventud de España, de América, del mundo!". De la mano de Ramiro de Maeztu, en su Defensa de la Hispanidad sacudirá a los laicos católicos de su pasiva modorra Hora de los laicos nos habla de su optimismo misionero:
"En cualquier meridiano y en todos los tiempos, la fuerza del Evangelio será siempre actual; pero más en algunos países en cuya entraña late incontenible el afán misionero. España es uno de ellos. Bajo la bóveda inmensa de un cielo azul sin nubes, con sus anchurosas mesetas o dilatadas vegas, sus cordilleras elevando corazones hacia lo alto, en la variedad prodigiosa de sus paisajes o en las agujas de sus catedrales góticas –oraciones petrificadas que buscan el cielo- España ha sido, es –a pesar de todas las apariencias- y seguirá siendo trascendencia infinita que se abre hacia Dios con ímpetu arrollador. Esta es nuestra radical e inconfundible fisonomía histórica. La fe cristiana y católica constituye la identidad del pueblo español- nos dijo el Papa el último día de su primera estancia entre nosotros...España en sus mejores siglos fue misionera, luego también hoy puede, unida a otros países, despertar a los laicos de su letargo. Toda España es misionera en el siglo XVI...Lo mismo los reyes, que los prelados o los soldados, todos los españoles del siglo XVUI parecen misioneros...La España del siglo XVI concibe la religión como un combate en que la victoria depende del esfuerza. Santa Teresa habla como un soldado. Se imagina la religión como una fortaleza en que los teólogos y los sacerdotes son los capitanes, mientras que ella y sus monjitas de San José les ayudan con sus oraciones...Parece como que un ímpetu militar sacuda a nuestra monjita de la cabeza a los pies"
Conviene notar un detalle trascendental en la expansión apostólica de sus obras; la primera expansión misionera no fue en Madrid o en España, sino hacia América. Antes de salir de Madrid, en 1964, acuden los primeros cruzados a Perú. El prefecto apostólico de la Misión de San Javier del Marañón, Mons. Antonio María de Hornedo, en el nororiente peruano, le solicitó al Padre Morales a través del Director Abelardo de Armas el envío de cuatro miembros para colaborar con unas obras recientemente iniciadas que necesitaban personas con ciertos conocimientos profesionales.
Nos lo narra el mismo propio Padre Morales: "El 21 de junio un avión despega de Madrid con el Cardenal Arzobispo de Lima (S.E. Juan Landázuri Ricketts, OFM) y dos cruzados a bordo –Mariano del Hoyo y Ramón Alonso-, que se dirigen al norte del Perú, a una de las misiones más difíciles de la Iglesia: el Marañón... Cálculos humanos no comprendían ni la decisión que tomó la Cruzada de responder al llamamiento que la Iglesia le había hecho por labios de aquel Prelado, ni la generosidad de aquellos primeros cruzados misioneros. Pero las matemáticas divinas van por otros caminos. Así, la primera expansión de la Cruzada fuera de Madrid, fue, antes que a otro punto de España, que parecía lo obvio, a esas tierras hispánicas más allá del Océano[3]. Su destino fue San Ignacio, un pueblo que por aquel tiempo ertenecía a la provincia de Jaén, en el departamento de Cajamarca. Fue al año siguiente, en 1965, cuando se creó la provincia jesuítica de San Ignacio. La zona es «ceja de selva». Eclesiásticamente, San Ignacio pertenecía a la prefectura apostólica de San Javier del Marañón, encomendada a los padres de la Compañía de Jesús. El prefecto apostólico era un jesuita, Mons. Hornedo, y residía en Jaén. En la actualidad, la obra del P. Morales –a través de los cruzados y cruzadas de Santa María- se ha expandido por Perú, Chile, Colombia, México, Estados Unidos.
El 30 de octubre del 2008 celebraremos el centenario de su nacimiento. Un tiempo de gracia para encontrarnos con este "profeta de nuestro tiempo y de una nueva civilización" (Javier del Hoyo), "sacerdote de Jesucristo, de un amor inacabable" (M. Angel Velasco), "un idealista con los pies en la tierra" (Abilio de Gregorio), tales son los títulos acuñados por sus tres primeros biógrafos. Reivindico para él, por haber inoculado un amor apasionado por España en sus escritos y en los laicos que forjó, y a pesar de no haber nacido en Venezuela, el título de hispanista universal. Sin duda que habría secundado en primera línea el mensaje del Cardenal Rouco: "Si España dejase de ser católica, dejaría de ser España". Como hizo Juan Pablo II y anotó certeramente M.A. Velasco el P. Morales supo avivar las brasas del rescoldo del catolicismo español. Que el Señor nos haga antorchas para transmitir su luz y su calor.