Las inquietudes renacentistas de su tiempo son articuladas por Cervantes en el catolicismo, entendido y sentido con evidente autenticidad. Cervantes veía en la religión católica el nervio y origen de nuestra civilización. La verdadera valentía tenía su manantial en la religión especialmente en los santos como San Pablo. Rescato el pasaje del Quijote en el que va describiendo unos lienzos ante Sancho. Como homenaje a San Pablo en su bimilenario, les presento el entrañable texto:
Luego descubrieron otro lienzo, y pareció que encubría la caída de San Pablo del caballo abajo, con todas las circunstancias que en retablo de su conversión suelen pintarse. Cuando le vido tan tal vivo, que dijeran que Cristo le hablaba y Pablo respondía: —Este —dijo Don Quijote— fue el mayor enemigo que tuvo la Iglesia de Dios Nuestro Señor en su tiempo, y el mayor defensor suyo que tendrá jamás; caballero andante por la vida, y santo a pie quedó por la muerte, trabajador incansable en la vida del Señor, doctor de las gentes, a quien sirvieron de escuelas los cielos y de catedrático y maestro que le enseñase el mismo Jesucristo (II, LVIII)
Un buen modelo para imitar en estos tiempos recios durante este año jubilar paulino. Cervantes nos lo presenta como discípulo y misionero del mejor catedrático y maestro que es Cristo, de quien proclamara que es su vivir. El Papa nos da la pauta para aprovechar este año: "En esta hora agradecemos al Señor, porque ha llamado a Pablo, haciéndolo luz de las gentes y maestro de todos nosotros, y le rezamos: Danos también hoy testimonios de la resurrección, tocados por tu amor y capaces de llevar la luz del Evangelio en nuestro tiempo. ¡San Pablo, ruega por nosotros! Amén".