La nueva santa peruano-ecuatoriana que vivió en la Alameda de los Descalzos
Nació en Ecuador, en la localidad de Nobol, cerca de Guayaquil, en 1833. Sus padres eran agricultores y fue la sexta de nueve hijos. Su madre murió cuando era pequeña. Era aficionada a la costura, al servicio doméstico, también al canto y la guitarra
Desde sus años de juventud optó radicalmente por la santidad volando con las dos alas que tradicionalmente han puesto en marcha los santos: la oración y la penitencia. En la sencillez de los quehaceres domésticos se fue convirtiendo en una contemplativa enamorada de Dios; le gustaba retirarse a un bosquecillo cerca de su casa. Quiso seguir el ejemplo de la vida de la santa también ecuatoriana Marianita de Jesús (1618 - 1645). Sus biógrafos las consideran como almas gemelas
En Guayaquil tuvo como consejero al gran franciscano Pedro Gual –residente en Lima- , campeón de la defensa de la Inmaculada y de la inefabilidad del Papa. Le orientó decididamente en su vocación religiosa e ingresó como hermana de la Tercera Orden de San Francisco en nuestra Lima, en el convento dominico del Patrocinio, ubicado en la Alameda de los Descalzos.
Aunque residía con las freilas o monjas con votos perpetuos, la Hermana Narcisa nunca hizo votos, pero se le permitió participar de la vida comunitaria. Tanto los religiosos como los laicos que frecuentaban el beaterio se percataron de la alta espiritualidad de Narcisa.
Practicaba la caridad especialmente con los pobres y enfermos a quienes les preparaba infusiones de yerbas con las que mejoraban Anheló siempre reproducir la pasión de Cristo y realizaba sacrificios con azotes y coronas de espinas Destacó especialmente en el don de profecía pues llegó a precisar el día de su muere que tuvo lugar en una fecha singularmente amada por ella, la fiesta de la Inmaculada de 1869. Murió en el día de la inauguración del Concilio Vaticano I, ofreciendo sus últimos sufrimientos por este importante evento eclesial. Lima se agolpó a dar el último adiós a esta ecuatoriana tan querida por los limeños en virtud de su santidad.
Posteriormente Ecuador reclamó sus restos y fueron trasladados a Guayaquil en 1955; ahora permanecen en Nobol, su pueblo natal. Juan Pablo II la beatificó el 25 de octubre de 1992. Precisamente en ese año tuvo lugar el milagro de la canonización en Edelmira Arellano, niña que había nacido sin órgano genital, y que a la edad de siete años se curó luego de que su madre acudiera al santuario de Narcisa de Jesús y pidiera por la salud de su hija. Ese mismo día la niña acudió al consultorio del médico que la trataba y constató que su condición física era normal. Mons. Juan Larrea, Arzobispo de Guayaquil en ese entonces, ordenó la investigación del caso, en el que se estipuló la consulta a testigos y médicos. La documentación recopilada fue enviada a la Santa Sede. Los cinco médicos que estudiaron el caso concluyeron que Edelmina Arellano recibió en 1992 la "restitución completa del defecto anatómico, congénito, de manera imprevista, completa y duradera, científicamente inexplicable".
Por haberse santificado tanto en el campo como en la ciudad, y en su patria como fuera de ella, muchos emigrantes le tienen especial devoción.
"En Narcisita brillan la humildad y la caridad, practicados en grado heroico así como la penitencia adecuada a la época, la expiación de los pecados de su pueblo, especialmente de los sacerdotes y el irradiar a Cristo en medio del pueblo", aseguró a Zenit monseñor Roberto Pazmiño, vicepostulador para la causa de su canonización.
El 12 de octubre del 2008, ante más de 40.000 peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI la canonizó junto a Gaetano Enrico, María Bernarda Bütler y la primera santa de la India, Alfonsa de la Inmaculada Concepción. “La liturgia nos presenta a los nuevos santos con la imagen evangélica de los enviados que toman parte en el banquete, vestidos con los trajes nupciales”, dijo el Pontífice durante la homilía; destacando luego gracias al Misterio pascual "el superpoder del mal ha sido vencido por la omnipotencia del amor de Dios". Acerca de nuestra santa, se refirió como a la “Niña Narcisa” como la llamaban en Guayaquil, denotando "la espontánea identificación del pueblo sencillo con la joven mujer de la costa ecuatoriana". "El ejemplo de su vida pura y piadosa, trabajadora y apostólica transmite un mensaje muy actual...la joven laica ecuatoriana Narcisa de Jesús Martillo Morán nos ofrece un ejemplo acabado de respuesta pronta y generosa a la invitación que el Señor nos hace a participar de su amor. Ya desde una edad muy temprana, al recibir el sacramento de la Confirmación, sintió clara en su corazón la llamada a vivir una vida de santidad y de entrega a Dios. Santa Narcisa de Jesús nos muestra un camino de perfección cristiana asequible a todos los fieles y a pesar de las abundantes y extraordinarias gracias recibidas, su existencia transcurrió con gran sencillez, dedicada a su trabajo como costurera y a su apostolado como catequista. En su amor apasionado a Jesús, que la llevó a emprender un camino de intensa oración y mortificación, y a identificarse cada vez más con el misterio de la Cruz, nos ofrece un testimonio atrayente y un ejemplo acabado de una vida totalmente dedicada a Dios y a los hermanos”.