¡Cuánto bien estamos recibiendo a través de su persona! En Radio María, PAX TV, sus retiros, sus escritos… Y con su disponibilidad permanente para los militantes de Santa María en las Misas de
Disfruten con la lectura de su carta semanal en la que con la sencillez, elegancia y unción de siempre nos da a conocer el secreto de su vocación y perseverancia, su pasión por Cristo, su carisma redentorista, su amor por
MIS CINCUENTA AÑOS DE SACERDOTE
Permíteme compartir contigo:
21 de enero de 1940. Faltaba una semana para que yo cumpliera 6 años.
Recuerdo que después de comulgar, dije, en nombre de todos los niños que me acompañaban (entre ellos mi hermana Rosita), en una casa que hacía de capilla improvisada después de la guerra civil española:
“Yo, José Ignacio Alemany Grau, y todos estos niños que por vez primera hemos recibido a Jesús Sacramentado en nuestro corazón… renunciando a Satanás a sus pompas y a sus obras…”
Ese día me llegó una estampa que representaba a Jesús ordenando a un sacerdote joven. Todavía la conservo; era de mi tía monja redentorista:
“A mi querido José Ignacio para que le pidas al niño Jesús que te haga un misionerito.
Pídele que cure a papaíto y bendiga a todos y a España. Muchos besos de tu tía María Socorro”.
Yo, muchos días después de comulgar, pedía ser un misionerito sin entender gran cosa.
El ambiente de fe de mis papás influyó, sin duda: terminada la guerra civil todos fuimos a Zaragoza a agradecer la protección de
En mi casa veía diariamente cómo mis papás iban a misa y comulgaban; todas las tardes visitaban el Santísimo y luego rezábamos el rosario en familia.
El 30 de agosto de 1945 llegué al seminario menor redentorista en El Espino, nombre que da al santuario una imagen de
El primer día estaba yo entre los 150 seminaristas, más o menos pequeño con mis 11 años.
En la bendición de la mesa me cayeron dos lagrimones al plato. Fueron los únicos al sentir la soledad de los otros siete hermanos y de mis papás que se habían ido por la tarde. Nunca más tuve que repetirlos. Fui feliz.
El 24 de agosto de 1952 hice mis votos al terminar el noviciado y empecé los estudios superiores: Santa Fe, Astorga, Valladolid, donde me ordené.
Éramos 12 jóvenes nerviosos y seguros, el día 11 de enero de 1959.
El nuncio de Su Santidad, Mons. Antoniuti nos ordenó ante los familiares, seminaristas y formadores.
Mi mamá me decía muchas veces: “Vas a ser sacerdote… cuando me des la comunión ya me podré morir feliz”.
Ella, feliz, fue la que me ató las manos recién consagradas con la larga cinta blanca. Muchas veces le di la comunión y, como mujer de fe, se confesó también con su hijo.
En 1963 aumentó su gozo con la ordenación de mi hermano Enrique, escolapio, y un mes después yo salí para el Perú.
Dios se mostró muy generoso con mi familia pues también llamó a la vida consagrada a tres de mis hermanas: una redentorista y dos de los Sagrados Corazones. Ellas, Enrique y mis otros hermanos casados, han estado siempre muy cerca de mí, animando también mi vida sacerdotal.
No puedo negar que mi corazón impaciente ha podido romper muchos caminos para mi sacerdocio.
He predicado como misionero por la costa, selva y sierra del Perú: Santuario de Piura, los primeros años; Club de la gracia, Jornadas Juveniles, Cursillos de cristiandad, Mundo Mejor, Nueva imagen de parroquia, Misioneros laicos redentoristas, misiones por los campos y ciudades, Evangelización 2000 y Evangelización Siempre.
La mayor parte de las veces era roturar terrenos nuevos, pero se cumplía lo que cantábamos con frecuencia, “otros lo seguirán”.
Donde más feliz me he sentido como sacerdote ha sido en el confesionario. Ahí donde parece aburrido y cansado (y puede serlo) caen pejerreyes y ballenas.
Poder presentar éstas al Señor limpias e incluso darles la comunión, llena de felicidad el corazón sacerdotal.
Finalmente, el Señor quiso regalarme la plenitud del sacerdocio y fui consagrado de obispo en Chachapoyas. Años bellos de siembra dura y feliz al mismo tiempo.
Cómo gocé por aquellos campos y pueblos confirmando y predicando.
Hasta que le pareció bien a Dios, abrir mi episcopado a caminos más universales que, con mis limitaciones, he procurado colmar con
Desde entonces seguí y se amplió el apostolado dentro y fuera del Perú: 45 años de reflexiones semanales en algunos periódicos y diversas publicaciones sencillas para el gran público, retiros, misiones, la televisión, la radio...
Por todo esto, en la estampa, recuerdo de mis 50 años, he escrito, y te la dedicó también a ti:
“Da gracias conmigo a
A pesar de mis pecados, he dado al Padre, gracias al Espíritu Santo, un culto digno de Él, ofreciéndole como víctima a su Hijo Jesús.
Soy consciente de que, cada día, ha estado junto a mí Santa María con su Perpetuo Socorro, lo mismo que estuvo junto a la única Misa del Sumo Sacerdote Jesús.
Yo te agradeceré que pidas para mí la fidelidad a la plenitud sacerdotal y a mi consagración redentorista.
Y ruega que Dios me dé su Espíritu para que hasta el fin de mi vida proclame con “parresía” el Reino de Dios en Cristo”.
José Ignacio Alemany Grau, Obispo
José Antonio Benito http://jabenito.blogspot.com/
CEPAC: http://www.ucss.edu.pe/historia/boletines.htm
(511)533-2555/533-0008/533-0079 anexo 254