El maestro Rodolfo Cerrón Palomino, en las palabras de presentación de la obra póstuma de José Antonio del Busto Duthurburu Memorias de un historiador (Fondo Editorial de la PUCP, 2008, 328 pp) nos compartió la etimología puquina de “YUPANQUI” y que habría encantado al llorado Maestro: Señor, digno de memoria. Y me quedé con este mensaje, el Dr. Del Busto había sido todo un “Yupanqui” un “señor digno de memoria”. De ahí que el Instituto se llenase –en argot taurino- hasta la bandera y el libro fue premiado con las dos orejas y el rabo. Los elogios –muy fundados si se ve el rico contenido y la excelente presentación- vertidos por los presentadores así lo ameritan. Desde Patricia Arévalo, directora del Fondo Editorial, alumna del maestro y amiga de su esposa y viuda Teresa, quien se refirió a la sinceridad sorprendente, sin miedo a la verdad, valiente, aunque genere polémica; su vibración literaria, con pasión y erudición. El Dr. Cerrón Palomino hiló un discurso del más puro castellano en el que destacó la virtud de la descripción, la magia de los nombres, el goce permanente de la investigación, la pasión por la peruanidad (la sentía desde el Instituto cuando escuchaba tocar la quena de un pobre ciego al unísono de las campanas de la iglesia de san Agustín), su espontaneidad y su amistad fruto de su profundidad; terminó glosando a Góngora “a mis soledades voy y a mis soledades vengo, porque para andar conmigo me bastan mis pensamientos”.
El Dr. José Agustín de la Puente recordó el año 1951 en que se acercó a la PUCP para matricularse. Destacó el valor de la memoria autobiográfica, la suya tan limpia y tan libre, sin nada que defender ni que atacar, tan sólo compartir. Su personalidad firme, equilibrada, serena, coherente. Su vivencia familiar, hogareña, el cariño por Barranco, el colegio San Luis, Su interés por la geografía, el arte, lo cotidiano. Fue un maestro con el don de la evocación, sin ninguna incertidumbre, aprovechador del tiempo, hasta en la enfermedad. ¡Qué alegría sentí al evocar un gran maestro a un gran discípulo!
Teresa Guerin, su esposa y viuda, con una simpatía contagiosa, nos develó secretos como su pasión por la heráldica, la genealogía, su admiración por los conquistadores porque “se jugaron el todo por el todo”. Una anécdota simpática de uno de los primos más allá del 4º grado; al preguntarle que de dónde venía su apellido y responderle que no sabía, el Dr. Del Busto le espetó: “Si no sabe de dónde viene cómo va saber dónde ir, jovencito…”. La entrega y pasión por la historia que le llevó a hurgar hasta el fondo de sus personajes; de todos ellos quiso captar el lado positivo, hasta de Lope de Aguirre. Aunque vibró con Túpac Yupanqui y Pizarro, llegó a la compenetración casi total con San Martín de Porras. En las memorias deja su pensamiento sobre el Perú y el mestizaje, deja ideas, propuestas. Por último, agradeció a los organizadores y presentadores, especialmente a Margarita Guerra, directora del IRA, al Rector de la PUCP, y al Dr. De la Puente a quien José Antonio del Busto le reconoció siempre como su maestro. Dicho sea de paso pero Del Busto tenía tal pasión por el toreo que estuvo a punto seguir el arte de la tauromaquia y fue el Maestro de la Puente quien le cambió de tercio y nos proporcionó una faena de primera.
En la Sala estaban sus hijas, sus nietos, sus amigos… Sentimos su aliento y su fuerza. Y seguimos esperando sus obras. Se anunció el para este año el libro homenaje dedicado por sus amigos y discípulos, y en breve el “Diccionario de los conquistadores”.
Que disfruten de la lectura de este libro de combate y de paz, de fuerza y hermandad, de hondura y relax. José Antonio del Busto Yupanqui, peruanidad.