Miguel Combarros Misionero, premio mundial de Poesía Mística Fernando Rielo (1999) - 26/07/2010 A comienzos del año, el arzobispo de Santiago abría oficialmente el año santo xacobeo, por coincidir en domingo la fiesta del Apóstol. Millones de fervientes peregrinos recorrerán las medievales etapas del camino de Santiago y temblarán de emoción al contemplar desde el monte del Gozo las esbeltas torres de la meta soñada. Culminará su alegría expresada en llanto al abrazarse por fin con el Apóstol en la columna del maestro Mateo, hacer una sincera confesión y comulgar rebosante de gratitud en la misa del peregrino, perfumada con el incienso del botafumeiro. Me ha tocado vivir varios años sobre la ruta jacobea y contemplar desde las murallas asturicenses a millares de peregrinos a Santiago o cruzarlos en la cansina etapa León-Astorga. Vienen de todas las partes del mundo, hombres y mujeres, jóvenes, sobre todo jóvenes, adultos y mayores. Emplean cualquier medio de transporte: bicicleta, caballos, burros y hasta camellos; pero la mayoría hace todo el camino a pie. Sin duda para percibir mejor los latidos de la madre tierra y empapar el espíritu de la armonía y la belleza de la creación: la fragancia silvestre de los montes, el rumor de las fuentes y riachuelos, el encanto de los amaneceres o del cielo estrellado. Pero mi intención no es hacer literatura describiendo los paisajes o el arte de los monumentos asomados al camino. Ésta es la peregrinación exterior. Yo intento penetrar en el espíritu del auténtico peregrino y captar sus sentimientos íntimos, el encuentro consigo mismo y con Dios. Ésta sería la peregrinación interior, la mística del camino. ¿Por qué peregrinan? Lo menos que se puede decir de los peregrinos es que no se imponen esas duras ca-minatas y cansancios acumulados de dormir en literas o tiendas de campaña, de soportar el frío o el calor, de sufrir las ampollas de los pies… para hacer turismo barato en los albergues, o porque se ha vuelto a poner de moda la tradición secular del camino xacobeo que alimentó la fe y forjó el patrimonio espiritual de media Europa medieval. La mayoría de los peregrinos caminan solos, y los que van en grupo, se distancian unos de otros mientras caminan en silencio, para reunirse solamente en los albergues. Buscan encontrarse consigo mismos para llegar al fondo de su existencia, iluminarla y llenarla de sentido. Buscan encontrase con Dios, al que entrevén como el único capaz de colmar los anhelos más hondos del corazón. Ésta peregrinación interior es el encuentro vital del hombre con Dios, cuyas huellas descubre el peregrino contemplando horas y horas la magnificencia de la naturaleza, espejo del Creador. Peregrinar es una excelente manera de encontrarse consigo mismo, para encontrarse con Dios. Lo dice bellamente el arzobispo de Santiago Don Julián Barrio: “El peregrino entra dentro de sí, interioriza su propia vida para dar sentido a las huellas de su peregrinar en el espacio y en el tiempo; busca la trascendencia y constata la transitoriedad de los bienes de este mundo, expresa su esperanza y da respuesta a las preguntas fundamentales sobre el origen, el sentido y el destino del hombre”. (Peregrinar en espíritu y en verdad, Santiago 2004) Símbolo de la vida humana Peregrinar es el símbolo más exacto y personalizado de la vida humana. Todos y cada uno somos peregrinos en marcha hacia una meta de felicidad y de vida plena. Cada uno tiene que recorrer su propio camino en las circunstancias concretas que le depara la vida o que él mismo libremente se ha trazado. Con la mirada puesta en esa meta luminosa, tiene que reemprender cada día la marcha. No va solo. En el camino xacobeo conoce a muchos peregrinos con los que puede trabar amistad y darse mutuamente ánimos para no abandonar y llegar felizmente a la meta. Pero tenemos otro Peregrino invisible que no falla nunca, a quien tenemos que encontrar y hacernos sus amigos. Él nos dijo que era EL CAMINO, y no nos abandonará en nuestro peregrinar, porque puso su tienda entre nosotros para ser compañero fiel de ruta, aprendió nuestro idioma para entablar con nosotros permanente diálogo de amistad. Ciertamente con él haremos el viaje más feliz de nuestra vida. Me permito coronar estas reflexiones con unos versos entresacados del poema al peregrino en mi libro ¿A dónde vas? (Editorial PS.) No preguntes, amigo, quién soy, a dónde voy o de dónde vengo. Soy sólo el peregrino, siempre en marcha, que no encuentra posada en este mundo… Pero tengo una meta que se enciende en mi pecho y me conforta y me muestra el camino verdadero… Mi destino es andar, vivir a la intemperie, sin poder detenerme ni instalarme… Yo os invito a hacer juntos, mis amigos, el más apasionante camino que es la vida del hombre en esta tierra. Reina de las Flores. A la Virgen del Pilar Padre Miguel Combarros C.Ss.R. Me encanta contemplarte, marinera, sobre este mar de rosas y claveles multiplicado en formas y colores. Porque Tú eres las Reina de las flores. Toneladas de amor hoy ofrendadas en perfume y fragancia por tus hijos, signos de gratitud por tus favores, porque Tú eres la Reina de las flores. Desde el blanco Pilar sigue alumbrando, faro de la verdad, nuestros caminos y abriéndonos tus brazos protectores. Porque Tú eres la Reina de las flores. Cruza otra vez los mares y alimenta ese florón de fe del mundo hispano plantado entre esperanzas y dolores. Porque Tú eres la Reina de las flores. ¡Oh Virgen del Pilar, novia de España, siempre serás la Reina de las flores. Zaragoza, 12-09-07 http://www.analisisdigital.com/Noticias/Noticia.asp?IDNodo=-3&Id=48953 |