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Bajo la dirección espiritual de San Pío de Pietrelcina
La diócesis de Roma abre el proceso para beatificar a un matrimonio con veintiún hijos
Se trata de Settimio Manelli (1886-1978) y su esposa Licia Gualandris (1907-2004), modelo de matrimonio fecundo, confiado en la Providencia, generoso y espiritual
Hoy pocos consejeros de pareja apostarían por esta unión, pero San Pío de Pietrelcina, el franciscano de San Giovanni Rotondo famoso por sus milagros y estigmas, los conoció en 1924: ella era una chica de 17 años; él, un profesor de secundaria de 38 años, que había luchado en la Primera Guerra Mundial y había llegado a ser capitán. ¿Podía funcionar este noviazgo? El Padre Pío les profetizó que tendrían más de 20 hijos. Se casaron en 1926 y tuvieron 21 hijos, aunque cinco murieron en abortos naturales y otros tres en su infancia.
Los años de la Segunda Guerra Mundial y de la postguerra fueron muy duros, pero los comerciantes les daban créditos, y la Divina Providencia les ayudaba día a día. «Si no, no se explica», dice su hijo Stefano. «Papá y mamá nos invitaban siempre a confiar en la Providencia, a esperar su llegada a casa, como si fuese una persona», explica en «La Reppublica». Stefano tiene un recuerdo de cuando él tenía 10 años: «papá llegó a casa y mamá le dijo tímidamente, casi en un susurro: “¿sabes que estoy embarazada de nuevo?” Y él: “¿Ves? Otra llama que Dios ha encendido”».
Recuerda también que hacia finales de la guerra, su padre salió a buscar algo de comer para su numerosa familia, sin poder conseguir nada. Cuando volvía triste a casa, salieron sus hijos muy alegres a recibirle: habían recibido un paquete de ayuda alimentaria de los Aliados.
Dicen los sociólogos que las madres jóvenes y con muchos hijos corren riesgo de no poder darles una buena formación. Pero Licia, de quien se recuerda su «sonrisa constante, oración incesante y caridad sobrenatural», pudo ver a ocho de sus hijos obtener una licenciatura y a los trece establecerse bien en la vida. Su hijo Pío, por ejemplo, le dio nueve nietos: de ellos, siete entraron en vida religiosa en los Franciscanos de la Inmaculada, la orden fundada en 1970 por Stefano y que ha logrado una increíble expansión mundial con casi mil seguidores entre monjes, monjas, novicios y novicias. Es uno de los fenómenos vocacionales más asombrosos de los últimos años.
Espiritualidad franciscana
La fuente de toda esta fecundidad hay que buscarla en la espiritualidad franciscana que aprendieron del Padre Pío, a quien visitaban a menudo y que los consideraba como de su familia. Cuando recibía la noticia de que los Manelli daban a luz otro hijo, comunicaba su alegría a todo el convento. Ambos esposos entraron en la rama laica de los franciscanos, como terciarios.
Stefano afirma en el digital «Tgcom» que «mis padres discutían, como es normal, pero nunca los vi pelearse. Probablemente tenían el sistema nervioso más fuerte de Europa». Hoy, entre hijos, nietos y bisnietos, tienen más de 200 descendientes, y querrían asistir a la beatificación.
En el Cielo, tomados de la mano
Matrimonios, en el santoral, hay unos cuantos, como es el caso de San Isidro, patrón de Madrid, y su esposa, Santa María de la Cabeza. Lo novedoso es que lleguen juntos a los altares, compartiendo proceso canónico y hasta milagro. Sólo hay dos casos. En octubre de 2001, Juan Pablo II beatificaba al matrimonio de Luigi Beltrame y María Corsini, de Roma, con cuatro hijos. Dos de ellos, ancianos sacerdotes, concelebraron la misa de beatificación. Por su intercesión conjunta se curó el joven Gilberto Rossi de alteraciones óseas. En octubre de 2008 fueron beatificados Louis Martin y Zélie Guérin, los padres de Santa Teresita de Lisieux. Se les atribuye la curación en 2002 del bebé Pietro Schiliro.