(Al hilo de su columna “Sólo le pido a Dios” publicada este lunes 18 de julio)
Sólo le pido a Bayly que no se canse de buscar la verdad, porque quien busca de algún modo ya ha encontrado. Porque, por qué narices se ocuparía de un ser inexistente. Ya escribió Anselmo de Canterbury que ese ser llamado Dios (el Ser mayor que pueda pensar) o existe sólo en mi mente o existe también en la realidad, si sólo existe en mi mente tendría que llamarlo de otro modo pues no sería el “Ser mayor”, para ser el mayor debe existir en la realidad. O sea que Pascal llegó a decir “no me buscarías si no me hubieras encontrado antes”. San Agustín, ese genio buscador de verdad, belleza y bien, sentenció: “le buscamos para encontrarle y una vez que lo hemos encontrado le seguimos buscando con más avidez”. Por tanto, a buscar se ha dicho, que quien busca encuentra. Joseph Ratzinger dirá que los monjes benedictinos se pusieron a buscar a Dios y forjaron Europa (con el arado, con el libro, con la cruz). Y puestos a imaginar, como el propio Papa dijo en Brasil, dado que nuestro mundo sin Dios desde la Ilustración ha desembocado en tantos descalabros (guerras mundiales, desigualdades, pobreza y miseria), dado que “si Dios no existe todo es posible” (como escribió Dostowieski), ¿por qué no lo imaginamos con Dios? Y estoy hablando de un Dios de verdad, de amor, de todos.
Si Él está con nosotros, ése es el Enmanuel, como recordamos en Navidad, se acabaron los temores, las frustraciones. Donde está Dios, está el Amor. Justo en estos días están para llegar a Perú las reliquias de Teresita de Lisieux, “la santa más grande de los tiempos modernos”. Ella sentía que era pura miseria que atraía a la total Misericordia. Su lema: Amar, sufrir, siempre sonreír. Quería hacer grandes las cosas pequeñas. Un levantar un papel pero con amor, sonreír a quien no le caía, no enfadarse cuando se dormía en la oración… Eternizaba el momento presente, fugaz, y lo convertía en Cielo ya desde este suelo.
Claro que como escribió Gothe “un corazón egoísta nunca podrá salir del infierno de su aburrimiento”. Por tanto, amigo Jaime, gracias por tu escrito, sigue haciendo tanto bien con tu pluma, pero -¿permites el consejo de un desconocido que valora tu arte?- ponlo al servicio del Amor, del Dios con mayúscula, y tu vida será un magníficat, como María que al servir a su prima Isabel iba brincando de alegría.
Cordialmente
José Antonio Benito
Universidad Catolica Sedes Sapientiae