La Universidad Católica y el Arzobispo Lissón en el momento de su fundación
Acabo de leer el blog de Juan Luis Orrego ¿Cómo nació la Pontificia Universidad Católica del Perú?http://blog.pucp.edu.pe/item/141191/como-nacio-la-pontificia-universidad-catolica-del-peu?&utm_source=facebook&utm_medium=social-media&utm_campaign=addtoany. Agradezco y felicito su oportunidad para ayudarnos a conocer mejor la génesis de la PUCP. Esta benemérita y longeva institución, que tantos beneficios ha dado a la Iglesia y al Perú, no lo tuvo fácil ni en su nacimiento ni en su trayectoria. Bueno es conocer sus primeros pasos, la altura de miras de su Fundador y del Pastor, para que en momentos de “atolladero” como el presente, reine la paz y, sobre todo, la esperanza.
Les comparto una nota reelaborada de dos artículos acerca del fundador de la PUPC –P. Jorge Dintilhac- y del arzobispo de Lima –Monseñor E. Lissón- que publiqué en:
2008.h “Jorge Dintilhac, SS.CC, Padre y forjador de la Pontificia Universidad Católica del Perú”
Revista Peruana de Historia Eclesiástica , Cuzco, 2008, nº 11, 141-174
2008.g “Monseñor Emilio Lissón, C.M (1872-1961), XXVII arzobispo de Lima, desterrado y santo” 19-60
El prelado reinante en 1917 era Mons. Pedro Manuel García Naranjo, que muere ese mismo año. En ese momento, su sucesor -Monseñor Emilio Lissón- fungía como obispo en Chachapoyas. A pesar de estar lejos de Lima, vive muy de cerca los avatares de la capital. Traigo a colación el azaroso asunto de la fundación de la Universidad Católica porque puede servir para ahondar en la transparencia de su conducta y su voluntad de rectificar. Al enterarse de su fundación el 15 de abril por un oficio recibido del P. Jorge Dintilhac el 16 de abril, le contestará un mes después -15 de mayo-
“como le dije al Ilustrísimo Reverendísimo Señor Arzobispo, en mi oficio de 11 de abril, me ha causado gran extrañeza al saber, por los periódicos y ahora por la comunicación que contesto, que V.R. haya creído dar un paso de tanta trascendencia, sin esperar siquiera la reunión de la próxima Asamblea Episcopal. Es absolutamente cierto que una Universidad puede ser un elemente de bien entendió progreso y servir poderosamente por la conservación y propagación de la Fe y Doctrina que debemos enseñar y conservar; pero ¿era el momento de dar este paso en nuestra provincia eclesiástica, vistas sus muy particulares circunstancias? ¿Convenía fortalecer más, siquiera indirectamente, la traba del respeto humano tan fuerte ya entre nuestros fieles? ¿Convenía provocar el cisma que naturalmente ha de producirse entre la nueva Universidad y la de San Marcos? ¿Era necesario, para contrarrestar las enseñanzas de dos o tres profesores escépticos, poner a los demás profesores y alumnos que necesariamente tienen que concurrir a la Universidad del Estado en calidad de no católicos? ¿Era el tiempo de provocar o acentuar la lucha religiosa a la que ya asistimos en un país en que la debilidad del carácter y la insuficiencia, por lo general, en la instrucción religiosa exigen medidas especiales? Estas y otras muchas cuestiones que suscita entre nosotros el establecimiento de una Universidad con el nombre que V.R. ha creído conveniente darle, debían a mi humilde modo de ver, haber sido resueltas de antemano por la Asamblea Episcopal, única responsable de la orientación y rumbos que debe seguir la Acción Católica en esta provincia eclesiástica.
Espero a que V.R. no creerá que hago coro con los que han pretendido negar a los católicos, en nombre de la ley, del progreso moderno o de la ciencia el derecho o la capacidad para fundar en el Perú una o más universidades, pretensiones mil veces refutadas. Tampoco resuelvo las mencionadas cuestiones en uno o en otro sentido, pues por hoy no me considero llamado a resolverlas. Mi observación parte desde el punto de vista de la disciplina, nervio de toda acción eficaz, especialmente de la católica. Aprovecho de esta para presentar a V.R. y a los señores profesores de esa Universidad la expresión de mi respeto. Dios guarde a V.R. Señor Rector, + Emilio[1]
Si la carta fue motivo de sorpresa y dolor para el P. Jorge, se convirtió en alarma cuando se supo –un año después- el nombramiento como arzobispo de Lima.
El 19 de julio de 1918 el P. Jorge daba cuenta a su Provincial el P. Vicente Monge que la felicitación al nuevo Arzobispo disiparía los prejuicios que podría alimentar contra la Universidad Católica. Al final de la carta le comunica que ha visitado a Monseñor Lissón y “ahora reconoce la voluntad de Dios en la fundación pacífica de la Universidad Católica y ha dicho también que está pronto a cooperar en ella”
Lo que es cierto es que Monseñor Lissón no vibraba ni con el nombre[2] ni con la forma de llevar a cabo las cosas por parte de la PUCP, especialmente porque pensaba que el proyecto provocaba una “persecución” por parte de San Marcos.
Tal actitud creó estupor en el P. Jorge quien llegará a manifestar en su correspondencia privada en 1921 que gran parte de los obispos no le seguían en esto, “pero como al fin y al cabo la Cato está en su jurisdicción nos sentimos algo fastidiados por cuanto si nos desbautizamos parece que huimos de los liberales y si no disgustamos a la autoridad eclesiástica. No queríamos ser ni apóstatas ni rebeldes, que Dios nos dé la solución”.
Tal es el sentir de los profesores seglares cuando en su Memorial de 1924 acumulan argumentos para evidenciar al Pastor la factibilidad y la oportunidad de la Universidad Católica, pidiéndole que “a la mayor brevedad” se defina claramente “o con la Universidad o contra ella”, deseando recibir “la promesa consoladora de que en adelante aportará a la Universidad Católica toda la actividad apostólica que sabe desplegar en las demás obras de su elevado ministerio”[3]
[1] Congregación de los Sagrados Corazones. Archivos de la Provincia Peruana. Cuadernos de Historia nª 2. Fundación de la Universidad Católica (Crónicas del P. Florentino Prat, ss.cc.) II Parte: Los tres primeros años de la Universidad, 1917-1919) Lima-mayo del 2004, pp. 1-2r
[2] De hecho, Monseñor tuvo el propósito de crear una Universidad Católica más amplia que la existente con el nombre de “Bartolomé Herrera"
[3] Memorial suscrito por profesores seglares de la Universidad Católica para ser presentado al Ilmo. Arzobispo de Lima, Monseñor Lissón y que por circunstancias especiales no llegó a presentarse” el 20 de diciembre de 1924, Archivo Universitario de la PUCP.