“Con paso firme de buen cristiano” iniciamos la peregrinación al Señor de los Milagros desde el Hogar Alzamora, nuestro Hogar de Santa María, en Pueblo Libre. A las 6 en punto, tras una arenga de José Antonio en la que se nos invitaba a seguir la huella trazada por Sebastián de Antuñano, el vasco español convertido en los Ejercicios Espirituales, cuarto mayordomo general y que compró la chacra para construir la iglesia al Cristo de las Maravillas; el ejemplo de Antonia Lucía del Espíritu Santo, la ecuatoriana, que convirtió el beaterio en monasterio para continuar el culto y la devoción; para dibujar en nuestro corazón el rostro del Señor como hizo el negro Angola en el muro; en definitiva para seguir la ruta de millones y millones de peruanos que a lo largo de más de tres siglos han peregrinado y caminado para “hacer grande nuestro Perú” como cantamos en el himno. Enseguida Vicente nos dio una cuerda a cada uno para que hiciésemos nudos que representaban los escalones (oraciones, sacrificios) para llegar al Cielo. Y a caminar por las calles de la Lima que poco a poco iba despertando. Con ilusión, con cariño, ofreciendo todo por los jóvenes, por la Iglesia, por el Perú. Uno se metió una piedrecita en el zapato y se dio cuenta que hasta nos podemos acostumbrar a andar mal y creer que eso es lo bueno como los que viven en el fango del vicio y del pecado. En el camino se fueron sumando más y al llegar andaríamos por los cincuenta. Pudimos confesarnos, pasar a un lugar preferencial cerquita de la imagen y participar en la Santa Misa. La homilía –estupenda por lo vibrante de la forma y consoladora por el contenido de misericordia- del P. Carlos Rosell –rector del Seminario de Santo Toribio- nos recordó que como bautizado soy portador de Cristo, soy portavoz, soy mariano. “Si tenemos a Cristo, nada ni nadie nos derrumbará; si me abro a la gracia estaré unido a Cristo. Si el Señor de los Milagros es el Médico que sana y cura, María es la enfermera. Debemos ser apóstoles y hacer que el Evangelio resuene en todos los hogares, en todas las profesiones, en todos los rincones del Perú. Como quiso siempre el P. Morales al movilizar a los laicos”.
Tras la Misa pasamos al salón y compartimos el turrón de doña Pepa con un refresco. Todos coincidimos en agradecer esta oportunidad tan maravillosa de estar junto a la imagen del Señor, las fervorosas y estimulantes palabras del P. Carlos y la alegría de volvernos a encontrar. Hay que destacar que alguno vino desde Ica, Huacho, otros desde Villa El Salvador, San Diego en Carabayllo, San Borja, Rímac, Surquillo… Alguna como Sandra en silla de ruedas, otros a pie, otros en carro… Una bebe de 1 año y alguna cercana a los 90, todos con espíritu joven. Nos presentamos y contamos nuestra vivencia cristiana, unos más grande y profunda otros más pequeña y epidérmica, pero todos con la convicción clara de que el Señor ha obrado milagros y maravillas en su vida, y todos con las ganas de ser apóstoles como se nos recordó en la homilía. Y, al final, los valientes siguieron moviéndose y se fueron al deporte, otros con su familia, todos a llevar la buena nueva. Celestina nos recordó que el miércoles –como todos los primeros miércoles de cada mes- se reúnen las mamás para orar en el Hogar a las 4 de la tarde; alguien apuntó -y Dios quiera que todos disparen- que había que hacerle barra aunque no se pudiese estar presente; así que allí donde esté un militante, un familiar, un amigo… debe abrir un frente apostólico donde convoque para orar, para difundir, para evangelizar. Y el 7 de diciembre ¡todos a la Vigilia de la Inmaculada!