El Instituto Riva Agüero de la PUCP celebró el pasado lunes 12 de diciembre, fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, la Navidad con sus miembros y amigos mediante la Santa Misa y un fraternal y sustancioso ágape.
La Eucaristía, solemnizada por el coro de Juana La Rosa, fue presidida por el P. Armando Nieto Vélez, S.J, quien fue director del Instituto y que en la actualidad es Presidente de la Academia Nacional de Historia del Perú y de la Academia de Historia Eclesiástica Peruana, quien pronunció una breve y espléndida homilía que grabé y les transcribo:
Coincide esta celebración navideña con la fiesta de la Virgen de Guadalupe. Nos unimos a los miles y miles de hermanos que en México se congregan para rendir homenaje a Nuestra Madre. San Pío X en 1910 declara a la Virgen de Guadalupe como Patrona de América.
Es interesante como esta devoción se ha ido propagando más y más a pesar de las dificultades iniciales. Hoy leía en el Breviario como Juan Diego encuentra la incredulidad del arzobispo Zumárraga que pide una prueba y que el Señor le concede en esas flores en pleno invierno.
Pienso también que algo parecido sucedió con la devoción al Señor de los Milagros. Al comienzo la autoridad no permite la devoción en el barrio de Pachacamilla; pero debido al fervor que va adquiriendo, fue el mismo virrey Conde de Lemos quien hizo que se asentara la capilla, ermita, que fue el inicio de esa devoción que hoy está por todos los continentes
Al mismo tiempo comprobamos con esta devoción que la devoción a María nace con los primeros intentos de evangelización de nuestra Patria y América y que es una característica de la religiosidad popular
Por otra parte, estamos a pocos días del Santo Nacimiento del Señor. Es una ocasión momento para reunirnos expresar nuestra confianza en la fe que nos ha regalado el Cielo, esa fe que nos hace hermanos a todos y que nos asegura una comunidad que cumple la voluntad de Dios como hemos visto en el Evangelio de hoy.
No se trata de una filiación legal o carnal. El Señor dice claramente que el que cumple la voluntad de mi Padre ese es mi hermano, mi madre y mi padre, mi Madre y mi hermano. Es decir, e sobrepasan todas las fronteras de parentesco y nacionalidad y se coloca al fiel en primera fila en esa familia del Señor a la que hemos accedido por el bautismo y a la cual queremos seguir afirmando voluntariamente esa pertenencia.