MAGNÍFICO TESTIMONIO DE LA EXPOSICIÓN DEDICADA A NUESTRO SANTO CON MOTIVO DE LA JMJ. Salvo que se inclina por su nacimiento en Villaquejida, frente a lo que siempre sostuvo su mejor biógrafo Don Vicente Rodríguez Valencia así como el Vaticano, todo me parece digno de aplauso. Ayudará mucho a difundir su vida y obra, que falta nos hace.
En el día de la inauguración no pudimos ver la exposición, en la sala donde estaba expuesta, pues excedíamos el número máximo de personas permitido, y tuvimos que proyectarla en el salón de actos donde nos reunimos. Con ello, se perdía la importante aportación del ambiente que se había creado en la sala: los espacios, los colores, las luces y la intervención viva de los guías. Algo así sucede ahora con la presentación que habéis podido ver.
Con el fin de suplir esa limitación, por un lado, y con el deseo de ayudar a entenderla, por otro, me animé entonces, lo mismo que ahora, a compartir con vosotros lo que me animó a hacerla, lo que he descubierto haciéndola, los interrogantes que plantea y las certezas que propone.
Cuando empecé a estudiar a Toribio de Mogrovejo lo primero que me llamó la atención fue que la llamada de Dios la podemos recibir en cualquier momento de nuestra vida. Él la recibió a los 38 años, ¡38 años del siglo XVI!, cuando su vida se desarrollaba plenamente y era un jurista de reconocido prestigio, según el lenguaje actual. No le fue fácil responder y menos todavía decidirse, incluso se resistió, pero al final dio su sí. Creo que éste es un primer mensaje, de gran actualidad, que nos presenta la exposición.
En nuestra vida, si intentamos vivirla con responsabilidad, si no jugamos con ella, vamos tomando muchas opciones, pero hay una de la que dependen todas las demás, pues con ella nos jugamos la felicidad que buscamos: creer en el amor de Dios, dejar entrar el amor de Dios en nuestra vida. Como nos dice el Papa: "se comienza a ser cristiano por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona" Pero eso, hoy, suena hasta extraño.
Sin embargo, necesitamos descubrir que tenemos "oído" para escuchar la voz de Alguien que nos habla y nos llama a través de la realidad, de las circunstancias y que nos va desvelando quién es Dios y quiénes somos nosotros. ¿No es ésta, en el fondo, nuestra gran preocupación? Desde luego sí es la mía.
Esta exposición se presenta en el marco del Departamento de Cultura de la JMJ, y la experiencia de Toribio de Mogrovejo nos ayuda a entender la cultura como el esfuerzo que hacemos los hombres para descubrir el significado de la realidad, de esa realidad de la que hablaba antes.
Y la cultura, así entendida, nos lleva de la mano a la verdad, pues la verdad es la revelación de lo que está escondido en la realidad.
Eso me hace seguir preguntándome: ¿No es apasionante estar capacitados para poder mirar la realidad de esa manera, sin quedarnos en su apariencia, en la superficie, es decir, perdiéndonos lo mejor? ¿No cobra así la cultura una dimensión muy atractiva?
Pero incluso podemos dar otro paso pues la realidad y la verdad nos descubren la belleza, o sea, la propiedad que tienen las cosas y las personas que nos hace amarlas, produciendo en nosotros un gozo interior, un gozo del espíritu pues, ¿hay algo más bello que la verdad que se descubre en el ser de las cosas y en la profundidad del ser de las personas? Toribio, movido por su deseo de felicidad, va reconociendo y descubriendo signos que le animan a su búsqueda y, como es fiel a su corazón, no para hasta encontrar a Quien es su principio. Toribio se embarca, nunca mejor dicho, en la nueva aventura que se le propone y lo hace con una entrega sin límites. Resulta sumamente atractivo imaginarle en los cuatro largos meses que duró la travesía por el Atlántico, estudiando todo lo que tenía a su alcance sobre la realidad del Nuevo Mundo y aprendiendo sus lenguas nativas.
Otro aspecto importante que también quiero destacar es su sentido eclesial, que se manifiesta en la aceptación de la renovación de la Iglesia que surge del Concilio de Trento y en la decidida puesta en práctica de sus directrices, adaptándolas sabiamente a la realidad del Nuevo Mundo. En lenguaje coloquial podíamos decir que no hacía la guerra por su cuenta, algo bastante actual.
Y no menos importante es el nuevo método de misión: el acercamiento a las comunidades y a cada persona indígena, que practica hasta la extenuación. Es realmente conmovedora su total entrega, que le hace correr auténticos riesgos mortales ante las necesidades que continuamente le salían al paso en sus visitas pastorales de pequeños grupos o incluso de personas aisladas que requerían su presencia y ayuda.
Es la pasión por el hombre concreto, que surgía de su pasión por Cristo, y que se fundían en un único amor para la construcción de un nuevo pueblo, fruto de injertar en la tradición cristiana la originalidad americana y andina.
Toribio entendió, hace 400 años, que se trataba precisamente de responder a las necesidades del hombre. Y, por eso, su proyecto fue educar al indio en una auténtica experiencia de lo humano como respuesta a sus deseos más reales y más profundos y, para ello, invitarle y proponerle el encuentro con Jesucristo.
No hay nada más fascinante que descubrir personalmente, y ayudar a descubrir a otros, las dimensiones reales del rostro humano. Pero para eso se necesita alguien que nos enseñe a mirarnos a nosotros mismos y a mirar a los demás. Toribio vivió sus 25 últimos años acercándose a los indios y descubriéndoles la grandeza de su vida. ¿No sigue siendo esto un reto, una experiencia posible para nosotros, hombres y mujeres, del siglo XXI?
Podemos afirmar que sí lo es y lo hacemos porque tenemos la experiencia de testigos que recogieron la antorcha de Toribio y la mantienen encendida hoy. Les hemos oído y les hemos visto.
Nuestra exposición PASIÓN POR EL HOMBRE presenta una vida que respondió a una llamada desconcertante. Una respuesta que nos muestra cómo el gesto de la libertad de un hombre tiene una repercusión social y nos anima a creer en la grandeza de la vida.
Nuestra exposición quiere ser un reto, quiere retar al hombre de hoy haciéndole una propuesta: presentarle la realidad como una inmensa certeza. Dentro de nosotros todo grita nuestra relación con Dios. Nuestra tarea es reconocerle. Como dice un amigo, en esto consiste la lucha de la vida, en no darlo por descontado ni un instante.
Quiero agradecer, desde aquí, una vez más, a todos los que han hecho posible la exposición y esta página web, y a todos vosotros por vuestra presencia.
Enrique Llano
Comisario de la Exposición