El Ministerio de Cultura lamenta la sensible pérdida de quien en vida fue uno de los más importantes arqueólogos y científicos sociales del país: Duccio Bonavia. Un intelectual que supo decirnos que "sin historia no seríamos lo que somos, no tendríamos identidad, no podríamos justificar nuestro presente". Y nos sugirió "comprender las raíces milenarias sobre las que se han injertado posteriormente los nuevos elementos, venidos de fuera, que nos han dado la imagen pluricultural que tenemos hoy".
Bonavia (Spalato, Italia, 1935 – Magdalena de Cao, La Libertad, 2012) adoptó la nacionalidad peruana y realizó estudios universitarios en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Obtuvo el doctorado en Letras e inmediatamente realizó estudios de Post-Graduados en Roma, en donde siguió un curso sobre "Nuevas Técnicas en la exploración arqueológica". Su trayectoria incluye diversos estudios de post grado, y sus posteriores investigaciones obtuvieron el respaldo de prestigiosas fundaciones.
Entre libros, monografías, artículos y reseñas bibliográficas, sus publicaciones bordean el número de 360. Destacan Richata Quellcani; Pinturas Murales Prehispánicas; Perú: hombre e historia. De los orígenes al siglo XV; Los camélidos sudamericanos: una introducción a su estudio; El maíz: su origen, su domesticación y el rol que ha cumplido en el desarrollo de la cultura.
Una de sus más valiosas obras, quizá, en asociación con otros distinguidos científicos de diversas disciplinas, titula El Precerámico Peruano. Los Gavilanes: mar, desierto y oasis en la historia del hombre. Se trata de una serie de investigaciones efectuadas en el valle de Huarmey durante los años 1974-1979 y 1988, y en donde ofrece sus mejores aportes a la historia antigua del Perú: información sobre la forma de vida, uso de los recursos marinos, y pruebas fehacientes sobre la domesticación local del maíz.
Hace pocos años, Duccio Bonavia recibió el encargo de expresar algunas palabras ante la pérdida de otro intelectual de singular valía, Fernando Silva Santisteban. En aquella oportunidad sostuvo que el encargo lo llenaba de orgullo pero al mismo tiempo le creaba una sensación de vacío y de profunda consternación. El mismo vacío y consternación que ahora siente en el Perú el mundo intelectual ante su partida.
A los 77 años, Duccio Bonavia se mantenía activo en el Proyecto Huaca Prieta, en codirección con Tom D. Dillehay, de la Universidad de Vanderbilt. Si bien las investigaciones finalizaron en el 2010, hace pocos meses presentó ante el Ministerio de Cultura su informe final, y estaba completamente dedicado a organizar sus notas y estructurar un libro para dar a conocer los resultados de este trabajo.
De acuerdo con su última voluntad, sus restos serán incinerados en la ciudad de Trujillo y sus cenizas esparcidas en el mar de Huanchaco. El martes siete, a la seis de la tarde, la Universidad Nacional de Trujillo le rendirá un homenaje en su auditorio (ex Iglesia de la Compañía de Jesús, esquina de Almagro con Independencia). Estarán presentes sus hijos: Aurelio y Bruna Bonavia.
5 agosto 2012
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JUAN CASTAÑEDA MURGA: In memoriam Duccio Bonavía (1935-2012)
Conocí a Duccio en 1988, siendo estudiante de arqueología, cuando llegó a visitar el proyecto de Claude Chauchat. Pero lo traté de cerca al año siguiente, pues vino a Trujillo con Ramiro Matos cuando preparaban el libro Enseñanza de la arqueología en el Perú. Con un grupo de estudiantes fuimos a Virú a comer cañanes. Desde entonces disfruté de su aprecio y a
Para los estudiantes de arqueología de entonces, Duccio era nuestro numen, sus libros Pintura Mural en el Antiguo Perú y Los Gavilanes fueron siempre un referente.
Fue asesor de tesis de algunos estudiantes como Santiago Uceda, César Gálvez Mora, así como asesoró a Jesús Briceño Rosario en sus investigaciones sobre el paleolítico de Quebrada Santa María. En 1994 nuestra Alma Máter le hizo Profesor Honorario y el 2006 le otorgó el grado de Doctor Honoris Causa. El 2007 por feliz idea de Enrique Vergara Montero el Museo de Arqueología de la UNT dio inicio a una serie denominada Arqueología y Vida, una revista que busca rendir homenaje aquellos arqueólogos que han realizado aportes fundamentales a la ciencia, y su primer número fue dedicado a Duccio. Una vez retirado de la Universidad Cayetano Heredia, Duccio legó los materiales de Los Gavilanes al Laboratorio de Bioarqueología y el 2011 donó su biblioteca personal a nuestra Facultad. Fue una muestra de gratitud con nuestra Universidad que siempre le abrió las puertas. Una vez le escuché decir que sentía un especial cariño por dos instituciones: la Academia Nacional de la Historia y la Universidad Nacional de Trujillo, y que guardaba como joyas preciadas sus medallas de Miembro de Número (ANH) y de Profesor Honorario (UNT).
Ha querido el destino que su deceso ocurra aquí en el norte, y sobre todo en la villa de Magdalena de Cao, en cuya jurisdicción se halla el sitio precerámico de Huaca Prieta. Este sitio significó para Duccio un renacer en su vida profesional. Invitado por Tom Dillehay venía trabajando allí desde el 2009. En esa villa, en el Hotel Jobalu, ubicado en la calle Independencia, el segundo piso se había convertido en el laboratorio del Proyecto Huaca Prieta.
Esa mañana fatídica, se sentía cansado, pero igual se sentó en su mesa de trabajo, pues estaba redactando un libro. Junto a la computadora tenía un libro de Alberto Rex González. Así murió como un soldado que lucha hasta el final. En el transcurso de la mañana llegaron sus amigos, así como quienes de alguna manera fueron sus discípulos, acompañaron su cuerpo hasta la llegada del médico legista. Ahí estaban Tom Dillehay, Patricia Netherly, César Gálvez Mora, Santiago Uceda, Jesús Briceño Rosario y Enrique Vergara Montero.
Le recuerdo en el campo en una visita a Huaca Prieta empolvado, con sombrero y botas; afable con sus trabajadores, exigente con los estudiantes. Académico inquisitivo, con una franqueza, a veces dura, pero también con la hidalguía de reconocer los errores propios. Por ejemplo tuvo un desacuerdo con Ricardo Morales Gamarra, acerca de la no existencia de frisos polícromos Moche. Sin embargo fue el primero en apoyar a través de la Fundación Ford el inicio de las excavaciones en Huaca de la Luna, que justamente revelaron lo contrario la presencia de murales polícromos. Reconoció su error y desde entonces mantuvo una entrañable amistad con Ricardo.
Hombre de ciencia, su obra señala un derrotero a las futuras generaciones de arqueólogos.
Descansa en la Paz del Señor.