Son las 3 de la tarde del último domingo de agosto. Una procesión llena de vida sale del Seminario de Santo Toribio, en Lima, camino del cementerio, para dar el último adiós a Fernando Valle, seminarista, que a los 23 años de edad, por un imperdonable cáncer, descansa en Dios para siempre. El P. Carlos Rosell, rector del Seminario, que ha presidido el funeral, nos ha dicho en su homilía que en fe no hay despedidas. Ha recordado sus tres años de formador de Fernando y otros tantos como Rector, y nos comparte su ilusión por ser sacerdote y santo sacerdote; tal convicción se avivó, aun con el cáncer, con motivo del rito de admisión. En emotivas palabras ha glosado la capilla como testigo de las acciones de Fernando para con Dios, sus oraciones, comuniones, confesiones. Y, como gran regalo, nos ha invitado a quedarnos con el rostro de paz, serenidad y alegría pascual (muerte y resurrección) de Fernando.
Yo fui profesor en el curso de Historia de la Iglesia y recuerdo su aplicación, su afán de aprender para luego llevarlo a los demás. Le visité en su enfermedad y me compartió la revista ESTAR en la que venía la semblanza del P. Eduardo Laforet, joven sacerdote de los Cruzados de Santa María, que ofreció su vida por el Papa Juan Pablo II con motivo de su atentado y que falleció de cáncer. Me compartió que la lectura le dio fortaleza. Estuve un buen rato con él y yo también salí fortalecido. Con pena por ver una primavera que apenas despuntaba y ya amenazaba con desaparecer. Recé por su curación, por su santidad. Ya comenzó a vivir para siempre, en compañía de su hermano mellizo, al amanecer del día en que nuestra Santa Rosa lo hiciese 395 atrás, en 1617.
Amigo Fernando, ya estás en compañía de Rosa de Santa María y Martín de Porres y de los santos, beatos y siervos de Dios. Tres autocares con tus formadores y seminaristas, familiares, amigos, van a dejar tu cuerpo acompañándote con oraciones y cánticos. ¡Descansa en paz! Gracias, Señor, por haberle conocido, por haberle tratado, por habérnoslo regalado a nuestra Iglesia de Lima. ¡Fernando, ahora que estás tan cerca de Jesús, pide por la iglesia de Lima- tu iglesia- por la juventud –que alguien cubra tu hueco!