Mi buen amigo Jesús Amado ha preparado un bello folleto titulado "Ven, amigo" fruto de su vivencia montañera y sus meditaciones mañaneras. En la presentación culmina con el recuerdo de Miguel de Unamuno, el poeta de Gredos, el que escribió desde su destierro en París este recuerdo: "Nunca olvidaré una noche en que, durmiendo en el santo suelo de mi patria, sobre la tierra misma, en una de las cumbres españolas, me sorprendió antes del alba una tormenta. Viendo ceñir los relámpagos a los picachos de Gredos, se me reveló el Dios de mi patria, el Dios de España, como Yahvé se les reveló a los israelitas tronando y relampagueando en las cimas del Sinaí".
He aquí, pues, lo que bellamente escribió Unamuno de nuestro santuario de Gredos:
No, no es Gredos aquella cordillera;
son nubes del confín, nubes de paso
que de oro viste el sol desde el ocaso;
sobre la mar, no roca: bruma huera.
Gredos, que en la robusta primavera
de mi vida llenó de mi alma el vaso
con visiones de gloria, que hoy repaso
junto a este mar que canta la gotera.
¡Aquel silencio de la inmoble roca
llena de gesto de cordial denuedo!
¡Aquel silencio de la inmensa boca
del cielo, en que ponía sello el dedo
del Almanzor! ¡En su uña al paso choca
y se rompe la sierra de remedo!