martes, 3 de diciembre de 2013

SANTO TORIBIO MOGROVEJO. LECCIONES DE UN PASTOR, MISIONERO Y SANTO DE AYER A LOS EVANGELIZADORES DE HOY

SANTO TORIBIO MOGROVEJO.

LECCIONES DE UN PASTOR, MISIONERO Y SANTO DE AYER 

A LOS EVANGELIZADORES DE HOY

 

 Cuzco, 2 diciembre 2013. Simposio FE-CULTURA


La figura del segundo arzobispo de Lima, auténtico Santo Padre de América, va cobrando el puesto histórico que le corresponde. Tenemos la mejor prueba con motivo del IV Centenario de su muerte, celebrado el pasado 27 de abril del 2006. Entre los diversos aspectos de la rica personalidad de Mogrovejo descuella su gran preocupación por los nativos, los indios, los pobres más pobres de todos los pobres de su tiempo. A ellos se entregará con denodada pasión de pastor (“con olor a oveja”, yendo a la “periferia” como dice el Papa Francisco), celo misionero, ardor de santo, convirtiéndose en su auténtico padre y defensor, pero sin olvidar a los blancos, los mestizos, los negros. Lo que él sembró como simiente, semilla, hace 400 años en la evangelización fundante podemos recogerlo ahora en sazonados frutos si respondemos al desafío de Aparecida como discípulos y misioneros de la nueva evangelización.

 

SUMARIO:

 

I.             INTRODUCCIÓN: TORIBIO ALFONSO MOGROVEJO ANTE LA HISTORIA

II.           FORMACIÓN JURÍDICA HUMANÍSTICA:

1.   Valladolid, capital del mundo hispano, a favor de los derechos humanos

2.   Salamanca, cátedra de humanismo y derecho de gentes con la Escuela de Vitoria.

3.   El aprendizaje musulmán de Granada

III. LEGISLACIÓN CANÓNICA A FAVOR DEL INDIO

1. Quitar los obstáculos

2. Reducciones de pueblos

3. Escolarización

4. Formación humana

5. Fundación y atención de hospitales

6. Dignificación de la vida matrimonial

7. Promoción social

·         Respeto a su integridad física

·         Protección sociolaboral

·         Respeto de sus derechos.

8. Trato privilegiado y favorable

IV. REGIO PATRONATO PARA DEFENDER Y PROTEGER A LOS INDIOS

1.   En defensa de las Cajas de Comunidad

2.   El conflicto del traslado injusto de los indios del Cercado y la Virgen de Copacabana

3.   La dura realidad de los obrajes.

4.    Cofradías y hermandades entre los indios

5.   Cartas y memoriales presentados por los indios.

V. REALIDADES

1. Una catequesis inculturada. Tres catecismos, una doctrina

2. Visitas para un encuentro del pastor con sus fieles

3. La Eucaristía dignifica al indio

VI. PADRE Y PASTOR DE LOS INDIOS

VII. UNA CUESTIÓN PENDIENTE: ¿QUÉ PASÓ CON EL CLERO INDÍGENA?

VIII. LECCIONES: “EN RAZÓN DE QUERERLOS TANTO”

I.             INTRODUCCIÓN: TORIBIO ALFONSO MOGROVEJO ANTE LA HISTORIA

La figura del segundo auténtico Santo Padre de América, va cobrando el puesto histórico que le corresponde. Tenemos la mejor prueba con motivo del IV Centenario de su muerte, celebrado el pasado 27 de abril del 2006. Nuestra olvidadiza Lima, celebró por todo lo alto el IV Centenario de su muerte La Universidad Nacional de San Marcos en la persona de su rector Dr. Manuel Burga conmemoró la incorporación del Santo como doctor honoris causa, el Presidente del Congreso, Marcial Ayaipoma, a nombre del Congreso de la República, condecoró a Santo Toribio de Mogrovejo con la con el grado de Gran Cruz en Grado Póstumo. Mientras que el alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio, entregó la medalla de la ciudad de Lima al Santo Arzobispo. El Enviado Especial del Papa Benedicto XVI, Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, en la clausura del Congreso Académico Internacional Santo Toribio de Mogrovejo manifestó que una de las enseñanzas que debemos rescatar de Santo Toribio de Mogrovejo es su valentía de aceptar la voluntad del Señor con total disponibilidad y de entregarse al ejercicio de su ministerio sin reservas hasta el momento de su santa muerte:

He quedado muy impresionado con la polifacética personalidad de nuestro Santo y puedo asegurarles que, si bien conocía algo de su santa e intensa vida, es ahora cuando he podido conocerlo y quiero junto con ustedes dar gracias al Señor por haber regalado al Perú y a toda América tan Santo y egregio Pastor…Hoy, a cuatro siglos de su paso por este mundo, los esfuerzos del Santo Arzobispo se notan en cada templo y poblado del territorio peruano, donde la devoción a la Eucaristía y a la Virgen son los medios que acrecientan y alimentan su fe y esperanza y, sobre todo, lo que enciende sus corazones de caridad…Debe decirse en la celebración del IV Centenario de la muerte de Santo Toribio que su testimonio de vida, su santidad, sabiduría, celo apostólico, caridad y gobierno pastoral han dejado huellas imborrables en la historia eclesial del Perú y del Continente y que los llamados a ejercer el ministerio episcopal hoy en nuestra América Latina debemos estudiar y conocer mejor su ejemplar vida porque es mucho lo que nos puede enseñar.

Nadie como él encarnó el perfil trazado por Juan Pablo II en su exhortación postosinodal Pastores gregis encaminada a valorar la triple misión (el “munus”) de los obispos (enseñar, santificar y regir) proponiéndoles “el ejemplo de Pastores santos, tanto para su vida y su ministerio como para la propia espiritualidad y su esfuerzo por adaptar la acción apostólica” (n.25).

 

Nacido en Mayorga (Valladolid-España) en 1538 y fallecido en Zaña, Perú, 1606), contaba 39 años cuando fue elegido como segundo arzobispo de Lima; debió interrumpir sus estudios de doctorado en derecho civil y canónico por la Universidad de Salamanca al ser nombrado juez inquisidor de Granada. Sin pasar por ningún seminario, fue ordenado diácono, sacerdote y obispo en pocos meses, llega al Perú, donde desde el 1581 acomete la aventura de ser pastor de una de las diócesis más grandes del mundo, cuyo territorio se extendía del Océano Pacifico a la selva de la Amazonía y a los valles inaccesibles de los Andes, en un mundo en transformación y lleno de contradicciones. Efectivamente, la sociedad incaica del Tahuantinsuyo había sido conquistado hacía cincuenta años, sufriendo una metamorfosis con la presencia española que puso las bases de la nueva sociedad mestiza de la peruanidad.

 

Toribio “no perdió su tiempo”: se puso manos a la obra construyendo la Iglesia, que él denominaba “la nueva cristiandad de las Indias”. Trece sínodos diocesanos, tres concilios provinciales –especialmente el tercero de 1582- con sus instrumentos catequéticos como el Catecismo trilingüe (en castellano, quechua y aymara) –primer libro publicado en América del Sur-, las Visitas pastorales, en las que llegó a cada pueblo de su dilatada diócesis recorriendo más de cuarenta mil kilómetros, son los pilares de una civilización cristiana donde las distancias entre las culturas y las tradiciones fueron encontrando en la profundización de la fe el camino de la unidad y de la identidad. Como Pablo en la primitiva Iglesia; Benito, Cirilo y Metodio en la Europa medieval; Francisco de Sales, Carlos Borromeo y Francisco Javier en la Reforma Católica, o Juan de Zumárraga y Tata Vasco en América este gran misionero indica que en un mundo multicultural y multiétnico la fe cristiana induce al encuentro y al diálogo, a la pasión para que la verdad de Cristo sea conocida como respuesta a la exigencia de infinito que constituye el corazón de cada hombre. Como otro Cristo, se hizo servidor de todos apostando por un mundo de verdad, libertad y hermandad. Su vida de contemplativo en la acción fructificó en santos como Rosa de Lima, Martín de Porres, instituciones como el Seminario o el Convento de Santa Clara, organizaciones como nuevas cofradías, parroquias, poblados, leyes y costumbres del nuevo Perú.

          Tal fue la importancia de su testimonio episcopal que el mismo Papa Juan Pablo II lo declaró, a pedido de los mismos Pastores latinoamericanos, Patrono de los Obispos de América Latina. Cuando el Papa vino a Perú, y tuvo que hablar a sus pastores, no encontró mejores palabras que trazar una semblanza sobre su “figura profética, central en vuestras Iglesias”, a la luz de los desafíos de nuestro tiempo. En aquel encuentro celebrado en Lima, en la casa de la Conferencia Episcopal, 2 de febrero de 1985, destacó: “En Santo Toribio descubrimos el valeroso defensor o promotor de la dignidad de la persona [...] El fue un auténtico precursor de la liberación cristiana en vuestro país (Perú) [...] El supo ser a la vez un respetuoso promotor de los valores culturales aborígenes”.

En 1942 escribió Víctor Andrés Belaúnde:"Providencialmente apareció en la historia del Perú la egregia figura de Toribio de Mogrovejo. Elegido entre los seglares piadosos de elevada cultura, su elevación al episcopado tuvo los caracteres de un llamamiento excepcional, al cual él supo corresponder con la entrega y la oblación absoluta de un apóstol. Para su importante misión tuvo sobre todo Santo Toribio un sentido heroico de la vida, común a la élite española de su tiempo y además del sello de verdadera autoridad, y de la inspiración de una auténtica cultura teológica y jurídica, ese quid divinum que diferencia a los santos de los mortales. Y como feliz culminación de todas estas raras prendas, poseyó la visión amplia y profunda de la enorme misión que el Papado y la Monarquía le confiaban. Pocas veces un hombre estuvo más preparado moralmente y mejor apercibido para llevar a cabo un glorioso destino....Santo Toribio fue el paradigma del pastor ambulante"[1]

Justo nuestro nuevo Papa Francisco dijo de Santo Toribio, patrono del episcopado americano (Juan Pablo II, 10 mayo 1986) que “apostó, mientras fue arzobispo de Lima, a comprender al pueblo yendo a cada rincón del territorio que llegaba hasta la capitanía de Chile. Apostó a comprender el alma de su pueblo desde la autoridad moral de hacerse cargo”. El nombramiento de un papa hispanoamericano lo considero como un fruto de la evangelización de Santo Toribio.

En el marco de la primera asamblea de la historia -el Concilio Plenario Latinoamericano, Roma 1899- , con el deseo de preparar el nuevo siglo cristiano cristiano de América, a la hora de redactar las Actas, no dudan en colocar en primer lugar la fórmula de consagración al Corazón de Jesús, proclamando enfáticamente a santo Toribio Alfonso Mogrovejo como el “Astro más luciente del episcopado del Nuevo Mundo...reiterando en la conclusión de la consagración: “Tú más que ninguno, acuérdate de nosotros, oh Toribio bendito, ejemplo y esplendor sin igual de Prelados y Padres de Concilios”. Más adelante, el obispo de san Luis Potosí, Mons. Ignacio Montes de Oca, recuerda ante los Padres sinodales las egregias figuras del episcopado americano para concluir en la proclamación de nuestro protagonista como “ejemplar y prototipo entre estos varones apostólicos...de cuya luz y fulgor han recibido cuantos fueron llegando después de él...espejo de Pastores”. Y, dentro del cuerpo del Concilio, ya en la sesión última, las “Aclamaciones” le declaran “ejemplar y ornamento esplendente de todos los Prelados y sinodales de la América  Latina”.

 

Al igual que los pilares de la iglesia occidental los consideramos “Santos Padres” por sus notas de antigüedad de vida, ortodoxia, santidad y aprobación eclesiástica, podíamos aplicar esta denominación a cuantos en América vivieron una misión paralela. Fue el caso de Fray Juan de Zumárraga, Vasco de Quiroga, Jerónimo de Loayza, Bartolomé de las Casas, Mogrovejo. De todos ellos, sólo Toribio Mogrovejo ha sido canonizado y, por ello, merecido el patronazgo Pero ningún comentario de todos los obispos de América Latina. Les comparto el texto íntegro de su declaración:

 

Los obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) profesan una peculiar veneración hacia Santo Toribio Mogrovejo, Arzobispo de Lima, quien durante la segunda mitad del siglo XVI y los comienzos del siglo XVII, ejerció el cuidado pastoral con ardentísimo celo sobre los fieles a él encomendados, promoviendo la vida religiosa de toda aquella región y atendiendo con especialísima solicitud a los nativos.

Por este motivo, el Venerable Hermano Antonio Quarracino, Presidente de dicho Consejo, acogiendo el unánime deseo de todos los obispos, ratificó la elección de santo Toribio de Mogrovejo como Patrono de todo el Episcopado de América Latina y pidió instantemente que tal elección y aprobación fuese confirmada, según las normas de la Instrucción sobre la revisión de los calendarios particulares y de los oficios y misas propias, n.30

Constando, pues, que se han cumplido ambas condiciones, conforme a derecho y oído el parecer de la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino, nos acogemos benignamente a la petición y con vuestra potestad y autoridad apostólica declaramos y confirmamos a santo Toribio de Mogrovejo como PATRONO ANTE DIOS DE TODOS LOS OBISPOS DE AMÉRICA LATINA y confiamos que como este Santo para ellos será Intercesor de celestiales gracias, así también dichos prelados lo adoptarán como modelo del ministerio pastoral.

Sin que obste nada en contrario.

Fechado en Roma, junto a san Pedro, bajo el anillo del Pescador, día diez de mayo del Señor, 1983, quinto de nuestro Pontificado". Joannes Paulus

 

El 27 de abril del 2006 nuestra olvidadiza Lima, celebró por todo lo alto el IV Centenario de un gigante de la santidad: Santo Toribio Mogrovejo. La Universidad Nacional de San Marcos en la persona de su rector Dr. Manuel Burga conmemoró la incorporación del Santo como doctor honoris causa, el Presidente del Congreso, Marcial Ayaipoma, a nombre del Congreso de la República, condecoró a Santo Toribio de Mogrovejo con la con el grado de Gran Cruz en Grado Póstumo. Mientras que el alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio, entregó la medalla de la ciudad de Lima al Santo Arzobispo. El Enviado Especial del Papa Benedicto XVI, Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, en la clausura del Congreso Académico Internacional Santo Toribio de Mogrovejo manifestó que una de las enseñanzas que debemos rescatar de Santo Toribio de Mogrovejo es su valentía de aceptar la voluntad del Señor con total disponibilidad y de entregarse al ejercicio de su ministerio sin reservas hasta el momento de su santa muerte:“He quedado muy impresionado con la polifacética personalidad de nuestro Santo y puedo asegurarles que, si bien conocía algo de su santa e intensa vida, es ahora cuando he podido conocerlo y quiero junto con ustedes dar gracias al Señor por haber regalado al Perú y a toda América tan Santo y egregio Pastor…Hoy, a cuatro siglos de su paso por este mundo, los esfuerzos del Santo Arzobispo se notan en cada templo y poblado del territorio peruano, donde la devoción a la Eucaristía y a la Virgen son los medios que acrecientan y alimentan su fe y esperanza y, sobre todo, lo que enciende sus corazones de caridad…Debe decirse en la celebración del IV Centenario de la muerte de Santo Toribio que su testimonio de vida, su santidad, sabiduría, celo apostólico, caridad y gobierno pastoral han dejado huellas imborrables en la historia eclesial del Perú y del Continente y que los llamados a ejercer el ministerio episcopal hoy en nuestra América Latina debemos estudiar y conocer mejor su ejemplar vida porque es mucho lo que nos puede enseñar”.

Recoge su primer biógrafo, León Pinelo que a la semana de su muerte, es enterrado en la iglesia parroquial de Zaña. Un enorme gentío acude de todas partes para rezar ante sus restos mortales y proveerse de alguna reliquia. La noticia llegó a Lima el martes 4 de abril a la 1 de la tarde tal como consta por los testimonios de los "curas de la catedral": Dr. Juan Sánchez de Prado. El Dr. Juan de la Roca, el Licenciado Alonso Menacho y el Br. Diego Chamorro. .Grimanesa, su hermana, solicita al Cabildo de Lima el traslado de sus restos a la Iglesia Catedralicia. Un año después, el 26 de abril - como los mayorganos recuerdan cada año en la Misa solemne y procesión- se trasladaba su cuerpo a Lima por tierra en un trayecto que duró 80 días. Los casi 590 kilómetros se cubren en cuatro etapas: Saña-Trujillo, Trujillo-Chimbote, Chimbote-Pativilca, Pativilca-Lima. Su cuerpo fue trasladado bajo la dirección de doctor don Mateo González de Paz, maestrescuela de la Catedral, y llegó a Lima el jueves 26 días del mes de abril de 1607 años.

 

Allá por el año 1578, muerto el primer arzobispo de Lima, Jerónimo de Loayza, el Consejo de Indias presentaba al rey Felipe II el perfil del sustituto: “Un Prelado de fácil cabalgar, no esquivo a la aventura misional, no menos misionero que gobernante, más jurista que teólogo, y de pulso firme para el timón de nave difícil, a quien no faltase el espíritu combativo en aquella tierra de águilas”.Nacido en Mayorga (Valladolid-España) en 1538 y fallecido en Zaña, Perú, 1606) segundo fue el segundo arzobispo de Lima y nombrado Patrono de los Obispos de América Latina. El elegido - Toribio Alfonso de Mogrovejo- frisaba en ese momento los 39 años de edad y debió interrumpir sus estudios de doctorado en derecho civil y canónico por la Universidad de Salamanca al ser nombrado juez inquisidor de Granada. Sin pasar por ningún seminario, fue ordenado diácono, sacerdote y obispo en pocos meses, llega al Perú, donde desde el 1581 acomete la aventura de ser pastor de una de las diócesis más grandes del mundo, cuyo territorio se extendía del Océano Pacifico a la selva de la Amazonía y a los valles inaccesibles de los Andes, en un mundo en transformación y lleno de contradicciones.

 

Toribio “no perdió su tiempo”: se puso manos a la obra construyendo la Iglesia, que él denominaba “la nueva cristiandad de las Indias”. Trece sínodos diocesanos, tres concilios provinciales –especialmente el tercero de 1582- con sus instrumentos catequéticos como el Catecismo trilingüe ( en castellano, quechua y aymara) –primer libro publicado en América del Sur-, las Visitas pastorales, en las que llegó a cada pueblo de su dilatada diócesis recorriendo más de cuarenta mil kilómetros, son los pilares de una civilización cristiana donde las distancias entre las culturas y las tradiciones fueron encontrando en la profundización de la fe el camino de la unidad y de la identidad. Como Pablo en la primitiva Iglesia; Benito, Cirilo y Metodio en la Europa medieval; Francisco de Sales, Carlos Borromeo y Francisco Javier en la Reforma Católica, o Juan de Zumárraga y Tata Vasco en América este gran misionero indica que en un mundo multicultural y multiétnico la fe cristiana induce al encuentro y al diálogo, a la pasión para que la verdad de Cristo sea conocida como respuesta a la exigencia de infinito que constituye el corazón de cada hombre. Como otro Cristo, se hizo servidor de todos apostando por un mundo de verdad, libertad y hermandad. Su vida de contemplativo en la acción fructificó en santos como Rosa de Lima, Martín de Porres, instituciones como el Seminario o el Convento de Santa Clara, organizaciones como nuevas cofradías, parroquias, poblados, leyes y costumbres del nuevo Perú.

Todo esto se recoge en la exposición itinerante “Toribio Alfonso Mogrovejo: Identidad y multiculturalidad en América Latina” presentada en Rímini (Italia), en el Meeting por la amistad de los pueblos por el Movimiento “Comunión y Liberación”[2]. La muestra fue elaborada por un grupo de docentes de la Universidad Católica “Sedes Sapientiae” de Los Olivos y se compone de 21 paneles; trata de dar a  conocer la vida del santo antes de su llegada a América, la relación de España con el mundo y con América en aquellos tiempos, así aspectos históricos, artísticos, culturales y geográficos del Perú. Además, se busca enfatizar la tarea de valorización que hizo de las culturas locales, principalmente a través del estudio de las lenguas, su escritura, difusión, y la publicación del catecismo, primer libro impreso en América del Sur y que se hizo simultáneamente en tres idiomas: castellano, quechua y aymara.

 

Como el Papa Benedicto XVI reconoció en su carta para el Congreso Internacional celebrado en Lima: “El profundo espíritu misionero de santo Toribio se pone de manifiesto en algunos detalles significativos, como su esfuerzo por aprender diversas lenguas, con el fin de predicar personalmente a todos los que estaban encomendados a sus cuidados pastorales. Pero era también una muestra del respeto por la dignidad de toda persona humana, cualquiera que fuere su condición, en la que trataba de suscitar siempre la dicha de sentirse verdadero hijo de Dios” (27 de abril 2006) .

 

Entre los diversos aspectos de la rica personalidad de Mogrovejo descuella su gran preocupación por los nativos, los indios, los pobres más pobres de todos los pobres de su tiempo  Su formación jurídica, su profesión de abogado y juez en el tribunal de la Inquisición, su aprendizaje como docente universitario al lado de su tío Juan de Mogrovejo, se proyectará en una misión solidaria al servicio de los demás desde su puesto de pastor. Como tal le tocará legislar, visitar, convivir con todos los fieles, pero de un modo particular con los indios, los naturales de Indias. A ellos se entregará con denodada pasión, convirtiéndose en su auténtico padre y defensor. Constatar y verificar tales menesteres son el objetivo del presente artículo. Lo sintetizó uno de los sacerdotes limeños que mejor le conoció, el Dr. Fernando de Guzmán, 40 años rector del Seminario Santo Toribio y tres veces rector de la Universidad de San Marcos, quien declaró en el proceso de beatificación del Prelado, 5.VII.1630, que fue de “muy honesto y amigo de pobres, y en especial de indios y gente humilde”.

 

II.           FORMACIÓN JURÍDICA HUMANÍSTICA:

 

1.   VALLADOLID, CAPITAL DEL MUNDO HISPANO, A FAVOR DE LOS DERECHOS HUMANOS

Toribio vino entrenado a América en su consideración acerca de los indios. Lo aprendió especialmente en Valladolid y en Salamanca. Corre el año 1550, Toribio cuenta con 13, y acude a Valladolid para estudiar la Gramática y  Derecho hasta 1560. Diez años en Valladolid, "corazón del mundo hispánico" (B. Bennasar), cuna de Felipe II, punto de partida para el viaje eterno de Colón, la ciudad que acogió a Cortés para dar a conocer su nuevo mundo -el azteca-, foro de la polémica Las Casas-Sepúlveda y promulgación de las Leyes Nuevas, asiento del Consejo de Indias, el Abrojo, de donde salió el P. Antonio Ortiz como Comisario de la orden franciscana según el espíritu reformador de san Pedro Regalado, y donde fue prior el obispo de México, Zumárraga; la Chancillería, tribunal superior de Justicia para todo el norte de la Península, y desde donde saldrán numerosos documentos para el virreinato; don Pedro de Lagasca - pacificador del Perú, luego obispo de Palencia - quien funda la iglesia de la Magdalena. Del Colegio Mayor de San Gregorio saldrán los más selectos misioneros dominicos como aquellos que Fray Domingo de la Parra pedía a Felipe II "y que sean de Castilla porque están criados en más sujeción y religión". Aquí estaba el colegio san Ambrosio - hoy Santuario Nacional de la Gran Promesa- de donde salieron varios jesuitas que luego le ayudarían, como el medinense José de Acosta.

Parece ser que santo Toribio pudo estudiar el Arte y vocabulario quechua en España o en la propia travesía marítima, ya que fue publicada por Fray Domingo de Santo Tomás en Valladolid en 1564. Podemos colegir que, durante el largo viaje por barco hasta el puerto de Paita, el nuevo arzobispo de la Ciudad de los Reyes aprovechó del abundante tiempo que tuvo a su disposición para seguir estudiando, pues, aun antes de embarcarse en Sanlúcar, se le había visto repetidas veces con un ejemplar de esa obra

 

2.   VITORIA Y LA ESCUELA DE SALAMANCA

La célebre frase en negativo “quod natura non dat, Salmantica non praestat” no puede aplicarse al Licenciado Mogrovejo, más bien la contraria. Lo que Toribio recibió de la naturaleza, su perspicaz inteligencia y su férrea voluntad, lo completó en la famosa universidad salmantina, la que siempre consideró el arzobispo su alma máter.

Llegó allí en 1562, atraído por su tío Juan Mogrovejo, canónigo y célebre catedrático de la Universidad de Salamanca y Coimbra, a quien ayudará en ocasiones a transcribir sus lecciones. En 1562-3 lo hallamos matriculado como estudiante sin grado; en 1563, como bachiller canonista. Vive su Universidad su momento de oro en la renovada Escolástica y en la formación de la denominada por L. Pereña "la Escuela de Salamanca". Su máximo esfuerzo será el proyectar la teología en el hombre, como persona individual y en su cuerpo social. Tal como señala el historiador y teólogo Melquiades Andrés, "Salamanca humaniza la teología aplicándola al derecho, a la economía, a la vida, desde la consideración del hombre como imagen de Dios. Aquí basamenta la dignidad e igualdad de todos los hombres y la universalidad de la ley natural".

Tan sólo habían transcurrido 16 años de la muerte del gigante P. Vitoria. En 1539, a raíz de los hechos poco cristianos en la conquista del Perú, se cuestiona la presencia hispana en Indias y el mismo Carlos V pareció dispuesto a abandonar si tal era el dictamen de juristas y teólogos. Escribe las Relectio de Indiis. Partiendo de la libertad natural e igualdad jurídica de todos los hombres señala 7 títulos ilegítimos entre los que destacan la autoridad universal del Emperador y la del Papa. A continuación indica 7 títulos legítimos para justificar la guerra y ocupación del territorio: el derecho de natural sociedad y comunicación libre; derecho de evangelización o propaganda de la fe; derecho de intervención paran que los convertidos no vuelvan a la idolatría; dar un príncipe cristiano a los convertidos; derecho de intervención para evitar la tiranía, sacrificios y leyes vejatorias; la elección verdadera y voluntaria.

 En tiempos del Licenciado Mogrovejo, enseñaban sus discípulos egregios Soto y Cano. Maestro suyo sería Martín Azpilcueta, el doctor Navarro, primo de san Francisco Javier. Probablemente fue alumno del célebre Fray Luis de León, pues justo los años en que se matricula para el doctorado en el Colegio San Salvador de Oviedo (1571-1575) explicaba el tratado De Legibus.

Anoto dos anécdotas del santo licenciado al hilo de sus recuerdos salmantinos ya en Perú. Cuentan los testigos que por estas fechas repetía mucho las palabras escuchadas al popular predicador P. Lobo, en Salamanca: "Juicio, infierno, eternidad. Antes reventar que cometer un pecado venial”.

El Licenciado Gregorio de Arce de Sevilla, natural de Suances de Nava (Palencia), con 54 años de edad en 1631, relator de la Real Audiencia de los Reyes, Gobernador, corregidor y justicia mayor de Huancavelica. Le trató en Salamanca, en el Colegio Mayor de Oviedo, "donde tuvo gran noticia de su virtud, letras y santidad...y habiendo venido este testigo a esta tierra salió a recibir al dicho Sr. Arzobispo cuatro leguas de esta ciudad que venía de visitar y después de haberle saludado le dio el dicho recaudo y embajada y salió el dicho Sr. Arzobispo con este testigo al campo". Declara que, al ver lo poco que comía, se atrevió a decirle que "mirase lo que hacía porque era disminuir su salud y sustento", a lo que el Arzobispo respondió: "que ya tenía la naturaleza habituada a ello". En Salamanca, en 1727, se organizó un octavario solemne acompañado de cohetes artificiales y hasta dos corridas de toros en la Plaza Mayor. El 21 de julio de 1727 –unos ocho meses después de la canonización, en diciembre de 1726- Salamanca organizó el más espléndido espectáculo académico de carácter religioso. Todos los colegios mayores, la Universidad, el clero secular, las órdenes religiosas se unieron para aclamar al santo en la iglesia de la Purísima. Durante dos horas y media, cuatro pirotecnios ayudados de espontáneos estuvieron disparando cohetes. Se trasladó la imagen del santo colegial desde su capilla del Colegio Mayor de Oviedo hasta las Madres Agustinas frente al Palacio Monterrey. Fue una profesión solemne en la que todas las fuerzas vivas de la ciudad tomaron parte. La estatua de santo Toribio, en hábito de colegial con la beca morada de terciopelo fue precedida por las de san Juan de Sahagún y santo Tomás de Villanueva. El cronista Guerrero dirá: "Con ser Salamanca la que dispone las más magníficas fiestas de España, preparó el Colegio de Oviedo una nunca vista...Parecía la plaza una encendida Roma".

 

3.   EL APRENDIZAJE MUSULMÁN DE GRANADA

No había pasado un siglo desde que la moruna Granada fuese reconquistada por los Reyes Católicos, en 1492. Frente a la Alhambra, el emperador Carlos V se había hecho edificar el suntuoso palacio poco antes de que Toribio fuese allá como inquisidor. En septiembre de 1536 se había instalado el célebre Juan de Dios que, por la predicación de Juan de Ávila, había comenzado la obra a favor de los enfermos mentales. Corre el año de 1574; estaba reciente la insurrección morisca que Juan de Austria apaciguase en Las Alpujarras. Palpita el espíritu misional, netamente apostólico, de Fray Hernando de Talavera. Los vencidos encuentran en Toribio, el más joven de los tres inquisidores del Tribunal, un padre, consejero y protector. Sus compañeros "in solidum" eran Diego Messía de Lasarte y Diego Romano; éste último fue obispo de Tlaxcala y tío del capitán Juan Reinoso, quien declaró en el proceso de beatificación relatando la decisiva intercesión del prelado Mogrovejo para salvar a su hermano, condenado a muerte por agraviar al caballero Luis de Navares.

En frase de sus enemigos sería un "encubridor" como le calumniarán después, misionando en Perú. Sin embargo, el ejercicio de inquisidor le permite conocer la realidad en directo, especialmente cuando tiene que visitar las siete villas de la ciudad y sus anejos, así como las ciudades de Loja, Alhama, Archidona y la villa del Río Alejo. Fue el caso de las falsas beatas iluminadas, una de las cuales pretendía tener visiones místicas y otra, que defendía la bigamia; la que creía que la prostitución no era pecado. Sacaría lecciones de este primer contacto sistemático con la práctica religiosa y las convicciones teológicas del pueblo en una población plural. Fueron numerosos los casos tratados en los cinco años, dirigiendo más de un centenar de cartas al Consejo Supremo de la Inquisición. Resuelve una compleja querella entre la Chancillería granadina y el Tribunal del Santo Oficio. En toda su gestión granadina da muestras de rectitud como lo evidencia el hecho de que tras una visita oficial al tribunal, todos sus miembros son removidos menos Toribio.

Fue nombrado arzobispo el  lunes 16 de marzo de 1579 por el Papa Gregorio. En ese momento, se supone que era ya clérigo de primera tonsura, requisito necesario según las Constituciones del Colegio Mayor de Oviedo para ingresar en el mismo, y le permitía recibir las provisiones de algún beneficio eclesiástico. Mogrovejo siguió como inquisidor de Granada Hubo que arreglarlo todo para conferir las cuatro órdenes menores y el subdiaconado en Granada, en el espacio de un mes, por mano del arzobispo de Granada don Juan Méndez de Salvatierra en agosto de 1580 [3]

Nos dirá su biógrafo León Pinelo: "Sentía en su alma notable desconsuelo, cuando se ofrecía el castigar delitos de blasfemias, herejías, judaísmo y otros semejantes. Amaba mucho a Dios y así era celoso de su honra. Quería con extremo a los prójimos y sentía con extremo el ver usar de rigor con ellos...Pero como en Dios los atributos de la justicia y de la misericordia, aunque son diferentes, no son contrarios, sino conformes y compatibles...era justiciero con misericordia y misericordioso con justicia...Aborrecía los delitos no los agresores".

Le acompañan seis granadinos como criados. Granada guardará siempre el recuerdo de su inquisidor y sacerdote. Apoyó con entusiasmo la beatificación y canonización, celebrando por bastante tiempo su fiesta en el convento de las Carmelitas Descalzas, e impulsada por Arias Campomanes, presidente de la Chancillería.

       

III.         LEGISLACIÓN CANÓNICA A FAVOR DEL INDIO[4]

 

Nuestro arzobispo empeñará su vida en esta misión. La visita permanente, los escritos sinodales, las cartas, los informes son buena muestra de ello. Y, lo más importante, es la sensibilidad especial que se vive en la arquidiócesis, tal como nos muestra el presente Memorial elaborado por el P.Francisco de Angulo en 1592, encaminado a informar de primera mano acerca de la cruda realidad de los indios:

"Los españoles y encomenderos están tan apoderados y señores de los indios, que no hay esclavitud ni cautiverio en Berbería ni en galeras de turcos de más sujeción, porque, desde que nacen hasta que mueren, padres e hijos, hombres y mujeres, chicos y grandes sirven personalmente en granjerías exquisitísimas de los amos, sin alcanzar los pobres indios una camiseta que se vestir ni a veces un puñado de maíz que comer. Y así se van muriendo a grande prisa. Vª Sª, como metropolitano, podrá tratar con S.M. y con el Sr. Virrey saquen esta mísera gente de este cautiverio tan estrecho, quitándoles el servicio personal".

Estas denuncias y lo que él propiamente vio le llevará a elaborar todo un programa de lucha por los derechos humanos, de educación en valores, de desarrollo integral, que registra en los cánones de los concilios y sínodos. En el intento del jurista Mogrovejo, cabe destacar el presente catálogo de "derechos y deberes" registrado en las asambleas conciliares y sinodales por él convocadas. El deseo del Sínodo Limense de 1592[5] formula las intencio­nes de todas estas reuniones. "que se haga todo en mayor comodidad y beneficio de los indios"(c.28). Muchos de los títulos de las constituciones sino­dales o conciliares parecen estar sacadas de las recientes declaraciones de derechos humanos.

 

SÍNODOS. Fueron trece los sínodos convocados por Mogrovejo, aunque parece que dos no llegaron a celebrarse.

El primero, anterior al Tercer Concilio Limense, se celebró en Lima, en la cuaresma de 1582. Comenzó el 10 de marzo y se considera como el preliminar y preparatorio del gran concilio –el Tercer Concilio LImense- de 1582. Se puede sintetizar el fruto de sus 29 capítulos en lo referente a párrocos y doctrineros; en concreto, el 12 prohibía las danzas y representaciones en ermitas e iglesias sin aprobación episcopal.

El segundo sínodo se celebró también en Lima, febrero de 1584, tras el Tercer Concilio, y de las 11 constituciones resultantes se puede citar la que advierte a los párrocos llevasen matrícula de los que se confesasen y se coloquen tablas de las fiestas de guardar.

El tercero, en Santo Domingo de Yungay (Ancash), concluyó el 17 julio de 1585, redactándose en 93 puntos, como el deber de hacer padrones, la petición de limosna para repartir entre los indios pobres, el predicar la doctrina cristiana en su lengua -especialmente a los niños menores de 12 años-, la prohibición de exigir dinero a los indios por los sacramentos así como el "servinacuy" o matrimonio a prueba y el nombramiento de fiscales. Los sacerdotes debían administrar a los indios el sacramento de la Eucaristía después de haberlos instruido; no debían asistir a las corridas de toros por considerarlo "indecoroso"; no debían tener mujeres a su servicio ni jóvenes ni viejas; debían administrar gratuitamente los sacramentos a los indios, ya que estaba proveído a favor de los doctrineros la pensión que debían pagar las encomiendas a razón de 300-400 pesos al año. Iimpondrá a los párrocos la fundación de hospitales a costa del tomín (c.22).

El cuarto tuvo lugar en Santiago de Yambrasbamba, provincia de Chachapoyas (Amazonas) en septiembre de 1586; la constitución 19 prohibía a los corregidores intervenir en causas de idolatría y la 20 que no lleven impuestos a los indios. El Cabildo protestó contra sus constituciones, entablando un pleito que continuó más allá de la muerte del santo en 1606, llegando incluso a Roma.

El quinto fue en san Cristóbal de Huañec, Yauyos, septiembre de 1588, y entre sus 30 constituciones estableció en 6 años el mínimo de permanencia de un doctrinero con su pueblo y que los clérigos avisasen a las autoridades civiles acerca de la necesidad de hacer puentes, caminos y reducciones para conseguir la doctrina como corresponde.

El sexto se celebró en Lima, octubre de 1590, con 14 constituciones y la asistencia de los dos cabildos, advirtiendo a los corregidores que no se entrometan en la jurisdicción de los doctrineros y advirtiendo a los diezmeros fuesen justos en la cobranza de los diezmos.

El séptimo, en octubre de 1592, Lima. Dentro de sus 30 constituciones estableció como día festivo, sólo en Lima, la celebración de san José; que los sacerdotes enviasen relación de los pueblos e indios que tienen a su cargo; que los visitadores examinen el estado de iglesias y hospitales y pongan remedio; "y que se haga todo en mayor comodidad y beneficio de los indios" (Constitución 28).

El octavo se celebró en san Pedro y san Pablo de Piscobamba (Ancash) en septiembre de 1595. De las 48 constituciones, algunas prohibían a los indios abandonar las reducciones y obligaban a los ordenandos a asistir a las clases de quechua.

Del noveno, en 1596, se han perdido las actas.

El décimo, 1598, en Huaraz (Ancash). Se sale al paso de quienes hiciesen chicha de jora o comerciasen con ella.

El undécimo, 1600, sin actas.

El duodécimo, 1602, Lima, produjo 49 constituciones dedicadas a la prohibición de la azúa y el tabaco para los sacerdotes, que se quitasen de los templos las pinturas profanas y la imposición de penas para los clérigos negociantes.

El décimo tercero y último, julio de 1604, en Lima, con 43 constituciones; entre ellas se reservaba al obispo la facultad de absolver del pecado de injusticias cometidas con los indios como con la venta de huarapo.

 

CONCILIOS:

El más importante fue el Tercer Concilio Limense de 1583-4, que tiene como estructura temática: Primera Acción: inauguración, intermedio borrascoso, oposición cerrada, receso y apertura; Segunda Acción: concilios pasados, catequesis, sacramentos (matrimonio, confesión, eucaristía, varia del culto, extremaunción, orden sagrado, matrimonio de nuevo, gratuidad, doctrinas); Tercera Acción: obispos. Selección, clérigos. Reforma, pueblo fiel; Cuarta Acción: visitas y visitadores, trato con los indios, culto y liturgia, doctrinas, régimen diocesano; Quinta Acción: miscelánea, un solo Perú. En tercer lugar se centra en los "complementos pastorales", impresos en 1584 y 1585 por Antonio Ricardo, quien inaugura la imprenta en Perú con los tres catecismos trilingües -castellano, quechua y aimara- (Doctrina cristiana, Catecismo breve, Catecismo Mayor para los que son más capaces), el Confesonario para los curas de indios y el Sermonario -Tercer Catecismo- "para que los curas y otros ministros prediquen y enseñen a los Indios y demás personas".

 

El IV Concilio Limense, que inició sus labores el 27 de enero de 1591, concluyó el 15 de marzo de ese mismo año con la aprobación de 20 capítulos, centrados, por un lado, en procurar que los curas y doctrineros pertenecientes a alguna Orden religiosa se sujetaran al derecho común, es decir a la jurisdicción del obispo de su respectiva diócesis, en todo lo referido a pastoral; y, por el otro, en evitar la intromisión indebida de las autoridades civiles en los asuntos propios del fuero eclesiástico. Esta actitud del Concilio encontró una fuerte oposición en el Consejo de Indias, y antes aún en el propio virrey, ya malquistado con el santo arzobispo de Lima

 

El V Concilio Limense, por su parte, se realizó del 11 al 18 de abril de 1601, limitándose a aprobar el texto del "interrogatorio a que se debían conformar las informaciones para provisión de las iglesias vacantes" y a exhortar a "que se guarde y cumpla todo lo ordenado por el Concilio de 1583, aprobado ya por el Sumo Pontífice, recomendando a todos los curas que  dentro de dos meses adquiriesen el texto de dicho Concilio"[6]

 

Su fin primordial será la construcción de lo que Mogrovejo denominó " la nueva cristiandad de las Indias. De su importancia da fe la vigencia mantenida hasta el Concilio Plenario de América Latina, celebrado en Roma el año 1899.

En apretada síntesis podemos concluir que los concilios y sínodos buscan:

1. Quitar los obstáculos para una formación integrar. 2. Fomentar las reducciones de pueblos. 3. Escolarización 4. Formación humana 5. Fundación y atención de hospitales.         6. Dignificación de la vida matrimonial 7. Promoción social Trato privilegiado y favorable.

 

IV.         REGIO PATRONATO PARA DEFENDER Y PROTEGER A DE LOS INDIOS

 Con la bula Inter Coetera de 1493 de Alejandro VI se conceden las Indias (América) a los Reyes Católicos, siempre con la condición de que evangelizasen. La Santa Sede queda de algún modo marginada delegando en ellos la empresa. La Corona Española es la suprema rectora debido a las facultades otorgadas por el Real Patronato o Vicariato Regio, que degenera en Regalismo con la dinastía de los Borbones. A través del organismo del Consejo de Indias o de funcionarios indianos interviene en todos los aspectos y protagonismos de la vida eclesiástica, excepto los sacerdotales: selección y envío de misioneros, distribución, alimentación, construcción de iglesias. Es un arma de doble filo pues puede llevar a uno de los extremos: el regalismo o la teocracia. Gracias al equilibrio y buen entendimiento de virreyes y obispos, dará buenos frutos. Así lo vemos:

1.   En defensa de las Cajas de Comunidad La cuestión de los indios del Cercado de Lima 3. La dura realidad de los obrajes.  4. Cofradías y hermandades entre los indios  5. Cartas y memoriales presentados por los indios.

 

V.           REALIDADES

 

1.   UNA CATEQUESIS INCULTURADA. TRES CATECISMOS, UNA DOCTRINA

La Doctrina Cristiana y Catecismo para Instrucción de los Indios fue un fruto maduro del C3L convocado por santo Toribio celebrado el año 1583. Constituye una obra maestra de la evangelización del indígena, que merece toda nuestra atención e interés. En la misma se busca unificar la doctrina, la cartilla y el idioma. Al efecto se comisiona a un grupo de teólogos y lingüistas que acometan tan magna labor. Era necesario un catecismo único en las dos lenguas vernáculas más difundidas, la quechua o lengua general del Inca y la aymara. Esta obra sustituiría a la cartilla que tenía como cometido enseñar los rudimentos de la fe y el castellano. Se encomienda toda la labor al P. José de Acosta y su traducción al P. Barzana ayudado por los Padres Blas Valera, el canónigo Alonso Martínez, prebendado de la Santa Iglesia del Cuzco, en su traducción al quechua y el canónigo Francisco Carrasco y el jesuita P. Bartolomé de Santiago, expertos en aymara. Como colaboradores del Padre Acosta figuran el jesuita Juan de Atienza y el canónigo Juan de Balboa.

Se titula Doctrina cristiana y catecismo para instrucción de indios, resultando ser el primer libro impreso en Perú y por el que se instruirán españoles, mestizos, indios y negros de América. La obra contiene tres catecismos trilingües. El primero, Doctrina cristiana tan sólo contiene 22 páginas y comprende la señal de la cruz, oraciones (Padre Nuestro, Ave María, Credo, Salve), artículos de la fe, el Decálogo, los mandamientos de la Iglesia, sacramentos, obras de misericordia, virtudes teologales y cardinales, pecados capitales, enemigos del alma, novísimos y la confesión general. Sigue una Suma de la fe católica en dos páginas y sólo en castellano. El Catecismo breve, con preguntas y respuestas, presenta de forma escalonada el tema de Dios en sí mismo y en su obra, poniendo el acento en el monoteísmo y en la culminación de la obra creadora que es el alma humana inmortal. Continúa con el tema de Jesucristo Redentor y los novísimos, para terminar con el tema de la Iglesia, quien se confía la palabra de Dios y los medios de salvación que Cristo le confió. Se incluye también una Plática breve que contiene la suma de conocimientos cristianos junto a un abecedario trilingüe.

El tercero o Catecismo mayor es "para los que son más capaces". Sigue de cerca el modelo del Catecismo del Concilio  de Trento, aunque es original en la forma de adaptarse a la realidad indiana. Las 98 páginas se articulan en 5 partes con 117 preguntas: introducción a la doctrina cristiana, el símbolo, los sacramentos, los mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, obras de misericordia, Padre Nuestro. Le siguen anotaciones sobre las traducciones al quechua y al aymara.

En 1585 se imprime Confesionario para los curas de indios trilingüe, en 32 páginas. Contiene elementos que el preparar a la confesión: exhortación, examen por los mandamientos, preguntas para curacas o caciques; fiscales, alguaciles y alcaldes de indios, hechiceros; exhortación una vez oída la confesión, reprensión por pecados de idolatría, superstición, embriaguez, amancebamientos y latrocinios. Va dirigido, no solamente a los confesores, sino también a los predicadores y doctrineros. Sigue el orden de los mandamientos, precedido de algunas observaciones como introducción y de una parte final referente a los diferentes estados de las personas. El texto se ve acompañado de otras piezas que ayudan a instruir a los indios sobre la cosmosivión andina, detallando sus creencias y sus prácticas religiosas o pararreligiosas. Le siguen dos exhortaciones trilingües para indios adultos y otra tercera "para los que no están tan al cabo", además de las letanías de los santos. A continuación se ofrecía un elenco, en castellano, de privilegios y facultades pontificias para las Indias. Terminaba, en los tres idiomas, con los impedimentos matrimoniales, junto con una declaración de los motivos de invalidez.

El tercer y último volumen se titulaba Tercer Catecismo y Exposición de la Doctrina Cristiana por sermones, para que los curas y otros ministros prediquen y enseñen a los indios... y a las demás personas. Es el texto más extenso con 446 páginas que contienen 31 sermones en los tres idiomas. Se desarrollan como materias catequéticos los presupuestos de la fe y los misterios de la misma, y los sacramentos, los mandamientos de la Ley de Dios...Todo ello enriquecido con textos bíblicos, de los Santos Padres y del magisterio eclesiástico. De gran interés son las 11 páginas del proemio en las que se trata del modo de enseñar y predicar a los indios; el primer principio enfatiza: "Se ha de acomodar en todo a la capacidad de los oyentes el que quisiere hacer fruto con sus sermones o razonamientos"; el tercero habla del modo "llano, sencillo, claro y breve" y del estilo "fácil y humilde, no levantado, las cláusulas no muy largas, ni de rodeo, el lenguaje no exquisito, ni términos afectados, y más a modo de quien platica entre compañeros, que no de quien declara en teatros".

Conviene subrayar como mérito excepcional de estos catecismos la traducción al quechua y aymara de conceptos sutiles y difíciles, gran parte de los cuales se tradujeron también a otras lenguas vernáculas de dentro de Perú, como la collana, cañeri, purgay, quillasinga, puquina, ¿tallán?; y fuera: en la lengua general del Reino de Chile, la araucana, en el guaraní, la mosca de Bogotá.

Luciano Pereña destaca las claves para interpretar su trascendencia: Fueron el medio para educar y afianzar en la fe al pueblo. Asumió la misión de los primeros evangelizadores, llevando hasta lo último su compromiso evangélico con el indio. Sus textos son auténticas fuentes y raíces del mestizaje étnico cultural, propio de la fisonomía continental iberoamericana. Facilita datos etnográficos (creencias religiosas, ritos y ceremonias en sus relaciones con las costumbres civiles y sistemas de gobierno inca) registrados por los misioneros con el fin de transformar su identidad originaria.. Diferenció claramente la parte dogmática y esencial en la formación y maduración de la fe, de la parte disciplinar y circunstancial en la implantación progresiva de la Iglesia en evolución. En el decreto tercero de la segunda acción del concilio se dice: “para que los indios que están aún muy faltos de doctrina cristiana, sean de ella mejor instruidos y haya una misma forma de doctrinarlos, pareció necesario siguiendo los pasos del concilio general tridentino, hacer un catecismo para toda esta provincia por el cual sean enseñados todos los indios conforme a su capacidad”. Se pide que todos utilicen el mismo catecismo bajo pena de excomunión “” (Tercer Concilio Limense, 60). y porque para el bien y utilidad de los indios importa mucho que no sólo en la substancia, y sentencia haya conformidad, sino también en el mismo lenguaje y palabras

El III Concilio Limense, bajo el impulso pastoral de su principal gestor, el santo arzobispo Toribio de Mogrovejo, se había preocupado de asegurar que las Doctrinas de indios tuvieran como guías a sacerdotes conocedores de su lengua y empeñados en la instrucción de su niñez y juventud:

"En cuanto pudiere ser, débense procurar para las Doctrinas personas que sepan su lengua, y para que todos la aprendan es justo animarlos con premios de honras y ventajas. Pero, cuando no se hallaren personas diestras en la lengua, no por eso se ha de dejar de enviar algún sacerdote para Doctrina de indios, con tal que sea persona de buena vida, porque en caso que se haya de escoger uno de dos, mas importa (sin duda alguna) enviar persona que viva bien, que no persona que hable bien, pues edifica mucho m s el buen ejemplo que las buenas palabras" (Segunda Acción, Cap. 40).

Más allá de leyes y principios, nos interesa el talante del Prelado. Según el jesuita  P. Juan Vázquez, cura y rector del Cercado y del Colegio San Pablo, ordenado por el propio Mogrovejo, reconoce en el proceso de beatificación que "fue humildísimo en tal manera que con los pobres indiecitos tenía gran familiaridad y los trataba con mucho amor y deseaba que fuesen instruidos y enseñados en los rudimentos de la fe y en las buenas costumbres y estando este testigo en el pueblo del Cercado, siendo doctrinero en él,  vino algunas veces el dicho Sr. Arzobispo a visitarlo y  en persona iba a la escuela adonde aprendían a leer los muchachos y él mismo les enseñaba la cartilla y los mostraba a leer y recibía tanto gusto que le parecía estaba en los mayores entretenimientos del mundo porque era muy amigo de los pequeñuelos y en la demás gente era muy tratable y muy conversado [503v] y tenía tanto amor que los metía en sus entrañas como si fuera padre de cada uno mostrando siempre la limpieza de su corazón y buena alma".

 

2.   VISITAS PARA UN ENCUENTRO DEL PASTOR CON SUS FIELES

Una vez llegado a Perú, desde su condición de arzobispo, tendrá que legislar y visitar. Además de prescribírselo las leyes civiles y eclesiásticas, Mogrovejo -prelado viajero, itinerante- desea un contacto directo con sus fieles, especialmente los indios. Le urge la pasión de evangelizar. Aunque era consciente de que sus salidas de la Ciudad de los Reyes podían ocasionar cierto abandono en el corazón de la archidiócesis, nada le hizo desistir de su propósito de visitar hasta el último de sus poblados. Como le visitase un colegial de san Salvador de Oviedo, de Salamanca, Gregorio de Arce, y le manifestase las quejas que circulaban en España sobre su ausencia de la sede limeña le respondió "que el andar en las visitas era lo que Dios mandaba y lo que estaba a su cargo para enseñar y atraer a la fe cristiana a los bárbaros e idólatras, bautizándolos y confirmándolos y reduciéndolos a que se confesasen...por Dios y por cumplir con su obligación y para dar ejemplo que se debe dar a los prelados que tienen a su cargo almas". Al monarca le dirá que saldría a visitar en 1593 "en conformidad de lo proveído por el Santo Concilio de Trento y Provincial y cédula de Vuestra Real Persona".

Nada más llegar a Lima, traía como primera misión el encargo real de convocar y celebrar el Concilio Provincial. De este modo lo convocó para el 15 de agosto de 1582. Este intervalo de tiempo, de mayo de 1581 a 15 de agosto del 1582 lo empleará en visitar los Llanos de La Nazca. Como la extensa costa norte de su Arquidiócesis que comprendía desde Lima hasta Jayanca, la había visitado en su largo viaje de llegada que realizó por tierra, viniendo desde Paita con dirección a su Sede, llegado a Lima en 1581, ahora emprende la visita del sur, hasta Nazca. Allí permanece hasta enero del 1582 debido a su apoyo a la publicación, predicación y distribución de la Bula de Cruzada. Él mismo lo cuenta al Rey. Por estas fechas, Santo Toribio Mogrovejo nos ofrece un valioso testimonio de la importancia concedida a la Bula. Se encontraba en la visita preliminar de 1581 como preparación al Tercer Concilio Limense, en los Llanos de La Nasca. Se encontraba el arzobispo en su primer año de ejercicio y ocupado en la visita desde hacía varios meses con la intención de dirigirse después a Huánuco.

Pasa la Cuaresma y la Pascua en Lima, y celebra el primer Sínodo Diocesano. Movido por el deseo de conocer a su pueblo, Santo Toribio, aprovechando el tiempo que aún faltaba para la apertura del III Concilio, se dirigió en visita pastoral hacia Huánuco, el extremo oriental de su Arquidiócesis, llegando prácticamente hasta los confines de su jurisdicción, muy cercana a las montañas vírgenes, donde terminaba la civilización. Simultáneamente iban llegando a Lima los obispos de Cuzco, La Imperial y Santiago de Chile; en Lima le esperaba el electo obispo de Paraguay para ser consagrado obispo. El Santo no pierde el tiempo y anota para sí y lo transmite al Rey la problemática y las soluciones:

 

“He visto gran parte de este Distrito por mi persona, y lo que he entendido tener necesidad de remedio es: proveer y dar doctrina a los indios por carecer de Sacerdotes, por tener cada Sacerdote en muchas partes muchos lugares de indios a su cargo y mucha distancia de camino, que es causa de que muera muy de ordinario los indios sin confesión y bautismo y demás sacramentos” (AGI, Patronato 248, Rº 5; Lissón, La Iglesia IIII, 36, n.11).

 

Realista y prudente, escribe:

 

“Por acá no veo cómo cómodamente se pueda proveer esto, porque cargar a los indios que ellos paguen el salario al Sacerdote no lo podrán sufrir por ser tan miserables y pobres y estar tan cargados de otros tributos...Los encomenderos, asimismo, no podrán con tanta carga...Reducir unos pueblos a otros no se puede hacer en todas partes...así por el peligro de muerte que hay en mudarlos de unos pueblos a otros de diferentes temples y haberse de deshacer de sus haciendas y chácaras y quedar perdidos y por ello muy pobres”.

Hasta 1606 serán tres las grandes visitas generales, a continuación de los concilios de 1583, 1591 y 1601. Si se añaden otras visitas particulares se pueden calcular unos 40.000 kilómetros los que recorre.

Las visitas, más allá del carácter prescriptivo, legal, representan entrañables encuentros del padre y pastor con sus hijos y fieles. Sin obviar momentos tensos, de enfrentamientos con los representantes del poder –normalmente los corregidores- abundan los momentos gozosos en los que sienten la presencia del prelado que les escucha, les habla, les consuela, les enseña, gobierna y santifica. Selecciono algunos de los innumerables episodios registrados por los testigos en el proceso de beatificación.

 

3.   LA EUCARISTÍA DIGNIFICA AL INDIO

Anida en el Prelado  una conciencia clara de que la Iglesia del Perú es una realidad nueva y peculiar. Así lo reconocen los padres conciliares:“Es cosa muy clara y cierta que ninguna Iglesia ni provincia tiene tanta necesidad de este saludable remedio como esta nueva Iglesia de las Indias en la que es menester criar con gran miramiento nuevas plantas del Evangelio para que se pueda extender y propagar la fe de Cristo”.(C3L, Proemio) . Es la idea expresada también por el dominico arequipeño Fr.Juan de Figueroa, visitador general de las provincias de Parinacocha y Condesuyos del Cuzco, así como de los conventos y doctrinas de la ciudad de Arequipa, quien el 5 de mayo de 1659, declara: “Sabe que la fama, estimación y reputación del dicho siervo de Dios don Toribio fue de santo y de amigo suyo y que era tenido comúnmente por un prelado de la primitiva iglesia y comprada a san Hilario y a san Martín ... Y que procuró que la iglesia nueva de los indios se fundase con toda firmeza conforme a la verdadera y santa iglesia romana [II, 17v]”.

 

VI.         PADRE Y PASTOR DE LOS INDIOS

 

Es el ritornelo o estribillo constante que repiten los declarantes en el proceso de beatificación. Quizás el más rotundo es el de Sancho Dávila, su escudero por más de 40 años, en el proceso de beatificación de 1631: “Y era tanta la afición y voluntad y gran amor que tenía a los pobres indios que gustaba .viniesen al mediodía y les daba de comer en su mismo plato y los sentaba junto a su mesa”[7]  En el resumen de su vida preparado con motivo del proceso de beatificación, el artículo nº 3 inquiere a los testigos cuántas veces lo han visto "predicando a una a los indios por su propia persona y socorriéndolos en sus necesidades y enfermedades a todos los pobres, dándoles largas limosnas, gastando en esto toda su renta con tanto desinterés que no sabía qué cosa era dinero ni codicia hasta quitar de su propia persona y casa lo necesario".

Lorenzo de Ulloa, de Monsefú. “Tiene devoción a la memoria del Beato Toribio y que si se hallara con dinero con que poder asistir a los gastos de esta causa lo hiciera con mucha liberalidad porque santo Toribio Mogrovejo quiso mucho a los indios y fue su pastor legítimo y entre las obras grandes que hizo fue una la iglesia de Nuestra Señora de Copacabana a la entrada de la Alameda de esta ciudad en donde como patrón y fundador de aquella iglesia ha estado el retrato verdadero del dicho Santo TM y es de grande consuelo y alegría  los indios naturales y este testigo tiene actualmente una hija suya de este testigo enferma y otra en [sic] en medio de los medicamentos que le están haciendo el principal y en que tiene puestas todas las esperanzas de la salud de estas enfermas en las estampas del santo que les tiene puestas porque sabe que STM vale mucho delante de Dios nuestro Señor y lo ha experimentado en dos casos que referirá. (De Saña, Trujillo, 66 años, medico cirujano, ff.283v-284v)

 

VII.       UNA CUESTIÓN PENDIENTE: ¿QUÉ PASÓ CON EL CLERO INDÍGENA?

Sobre el sacerdocio a mestizos e indígenas hay que constatar el deseo de los prelados de que así fuese. Los dos primeros concilios de Loaysa prohibían la ordenación de indios debido a su falta de preparación. No era incomprensión ni racismo, sino una medida de prudencia tal como se adoptó con la ordenación de mestizos hasta 1570.

Nos lo aclara J.M Iraburu, al distinguir las medidas dadas con respecto a los criollos, los mestizos y los indios[8]. Los primeros, los criollos, o descendientes de españoles nacidos en América, a fines del XVI representaban un elevado número, el mayor. Acerca de su admisión al sacerdocio no había discusión, aplicándose la normativa regia hispana de que «fuesen preferidos los patrimoniales e hijos de los que han pacificado y poblado la tierra», como establece Felipe II en cédula real, «para que con esperanza de estos premios se animase la juventud de aquella tierra» (14-5-1597). Como muchos de los mestizos eran de nacimiento ilegítimo, los Obispos obtuvieron licencia del Papa en 1576 para poder dispensar de este impedimento, con lo que tanto el sacerdocio secular como las Ordenes religiosas se nutrieron de mestizos. Así, la Compañía de Jesús se enorgullecía de acoger en sus filas dos célebres mestizos: Blas Valera y Bartolomé de Santiago. M. Marzal ha recordado la existencia de un interesante alegato de 1578 al Papa Gregorio XIII por parte de un grupo de mestizos exalumnos de los Jesuitas. Sin duda que se escribió a raíz de un Breve de este mismo Papa, con fecha 25 de enero de 1576, por el que se facultaba a los mestizos para la ordenación. Cabe señalar aquí, en relación con el delicado tema de la ordenación sacerdotal de los indígenas, en vista de proveer a la extensa arquidiócesis la posibilidad de empezar a contar, de ser el caso, con los primeros integrantes de un clero autóctono, el avance logrado por el III Concilio Limense (1582-1583) respecto de los dos Concilios anteriores. Este Concilio, en efecto, dejó abierta la cuestión, evitando establecer prohibición alguna, aunque el Santo Arzobispo, quien discretamente impartió la ordenación sacerdotal a los mestizos, nunca ordenó a un indio[9].

Un caso representativo puede serlo el de Diego Garay, vecino de Huánuco, mestizo, hijo natural de Antonio Garay,  quien es autorizado a la ordenación mediante una Real Cédula de Felipe II, a través del Consejo de Indias, de 9 de febrero de 1586, y enviada al Arzobispo de la Ciudad de los Reyes por la que se hace constar que “es suficiente honesto y de buen ejemplo y teniendo dispensación sobre su legitimidad le ocupe en el ministerio de sacerdote conforme a su capacidad, sin embargo de lo proveído en concilio”.

 

CONCLUSIÓN: “EN RAZÓN DE QUERERLOS TANTO”

Mogrovejo era jurista y descendiente de eminentes juristas. Llevaba en la sangre y en su mente la defensa del más débil, del más necesitado. Sabía que los pobres más pobres de todos los pobres en América eran los indios. Conoce de cerca su dramática realidad y la falta de humanidad hacia el indio por parte de corregidores y administradores. Lucha denodadamente por remedir sus agravios. Aparecida nos habla de los nuevos cristos sufrientes. Constata que “están muy desconsolados y a mí no me ha cabido poca pena y congoja en razón de estimarlos y quererlos tanto”. Si amamos a Dios y al prójimo, todo vendrá por añadidura.

 

10 LECCIONES para terminar:

 

  1. Su IV Centenario en el 2006 ha marcado un antes y un después. Necesitamos conocer a nuestros santos, son el rayo de luz que ilumina la Palabra de Dios. Les recomiendo “Santos y santidad en el Perú virreinal” de R. Sánchez Concha, el mío de “Peruanos ejemplares”. Valorar los testigos como el Venerable Diego de Ortiz.

 

  1. Modelo de los obispos de América. Cercanía a nuestros pastores. Conocer la historia de los prelados como el P. Valverde, reivindicar su grandeza, la mayorái fue misionero ejemplar..
  2. Su amor al Perú. De los 25 años de su ministerio pastoral los pasó en su diócesis que abarcaba desde Nazca hasta Moyobamba. La recorrió en varias ocasiones aproximadamente 40.000 kms.
  3. Fue el gran animador de la vida cristiana. Confirmó a un millón de jóvenes, entre los que se encontraron Rosa y Martín. Santo sencillo, de andar por casa. Hizo lo ordinario de modo extraordinario.
  4. Puso su profesión al servicio de la misión. Era licenciado en Derecho, laico comprometido y le pidieron que fuese inquisidor en Granada, luego Arzobispo y él –sin ser seminarista- en un mes fue ordenado y se volcó a su misión, dando sabias leyes a través de los concilios y sínodos.
  5. Un evangelizador a tiempo completo. El Papa Francisco habla de pastor con olor a ovjeja, de ir a la periferia, sin doble vida. No se quedó en su despacho; fue hasta el último lugar, sin tener en cuenta las dificultades climáticas o la oposición de las gentes.
  6. Fue pan partido para todos. No se dedicó a un grupo determinado, sino a todos. Sin considerar el color de la piel, la distinción social…Se preocupó especialmente de los más necesitados. Bastaba que le dijesen que había un pobre en una choza escondida para ponerlo en primer lugar para consolarle, bautizarle, darle el viático…Sabía que un alma era suficiente diócesis para un obispo.
  7. Catequesis inculturada. Promovió la publicación de catecismos en las lenguas nativas. El Catecismo del Tercer Concilio Limense, primer libro de América, fue traducido al quechua, aimara…
  8. Su lucha por la dignidad de la persona.
  9. Su amor a Cristo y a la Virgen. Era un contemplativo, un hombre de oración y por eso disfrutaba con el evangelio, particularmente el texto de Lucas 1, 39-56: “María se fue deprisa a la montaña a servir con alegría a Isabel”.

 



[1] .A. Belaunde Peruanidad "La evangelización y la formación de la conciencia . La obra de Santo Toribio pp.175-262 En Fondo del libro del Banco Industrial del Perú, Lima 1983.

[2] Fruto de la misma son las 21 gigantografías, el catálogo y el video “Pasos de Toribio” que se ofrecen tanto en CEPAC (Centro del Patrimonio Cultural) de la UCSS http://cepacucss.blogspot.com/, como en el Instituto de Estudios Toribianos. http://ietoribianos.blogspot.com/

[3] Le había antecedido como arzobispo Pedro de Guerrero 1501-1576), íntimo amigo de San Juan de Ávila desde sus estudios en Alcalá (1520-26) donde se graduó. Estudiante de la Universidad de Sigüenza y catedrático en la misma y en la de Salamanca, fue nombrado arzobispo de Granada en 1546. Él fue quien llevó a Trento la visión jurídica del P. Vitoria y el teológico espiritual del Maestro Ávila. Convocó en Granada un concilio provincial y un sínodo diocesano para aplicar Trento.

[4] Distintos aspectos o diversas versiones he publicado en: BENITO RODRÍGUEZ J.A.:"La promoción humana y social del indio en los concilios y sínodos americanos" Revista De Estudios Histórico-jurídicos Ediciones Universitarias de Valparaíso (Chile), pp.299-328, 1990."La promoción humana y social del indio en los concilios y sínodos de Santo Toribio" Actas del IV Congreso Nacional de Americanistas "Castilla en América" (Caja España, Valladolid 1991, t.III, pp.279‑294             "Los derechos humanos de los indios en los concilios y sínodos americanos. 1551-1622". Derechos Humanos en América: Una perspectiva de 5 siglos. Cortes de Castilla y León, Valladolid, pp.220-231. 1994

[5] Sínodos diocesanos de Santo Toribio (1582-16O4) (Cuernavaca, CIDOC Fuentes 1, 197O)

[6] Vargas Ugarte, R., Historia general del Perú: Virreinato. Tomo 3, p. 64.

[7] Archivo Arzobispal de Lima. Actas del Proceso de beatificación de Santo Toribio. Sancho Dávila

[8] Hechos de los apóstoles de América. Perú (Pamplona, Gratis Date, 1992)

[9]En la declaración de Juan Delgado León en el procesos de beatificación de 1659 especifica: "para los sagrados Ordenes solamente admitía a los dignos, y que tuviesen aprobación de vida (...). En estas cosas siempre guardaba el dicho Siervo de Dios los decretos del Santo Concilio de Trento" (Actas/Procesos, 1659, f. 240r).

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