Amigos: Me complace compartirles la preciosa homilía de Don Amado Mateos, vecino de mi pueblo y párroco de Vecinos, con motivo del HOMENAJE A LUISA, EN SUS 100 AÑOS
Ella es la viuda del famoso Sr. Chicuelo, a quien tuve la suerte de escuchar en compañía del Sr. Jesús "El Gorro" y el Sr. Vicente "Pocha" cuando iba a segar los garbanzos hace 50 años, sí yo tenía cinco y era un niño trabajador y feliz de serlo para ayudar en casa. FELICITACIONES POR ESTA CELEBRACIÓN TAN CONMOVEDORA
Un abrazo a 13.000 kms. de distancia pero muy cercano en el corazón
José Antonio
(Proverbios 31, 10-31) (Salmo 138) (Mateo 25,14-30)
¡Luisa! ¡Mª Luisa Iglesias Tapia!
Confieso que es la primera vez que te reconozco por tu propio nombre completo. Nunca me había preocupado por saberlo. Me bastaba con Luisa.
Lo encontré en la Página de la Red social de Facebook que este Ayto. tiene abierta:
"Hoguera de los Santos Mártires, el pasado año recuperamos esta tradición, que llevaba en olvido varias décadas, este año tendrá lugar el día 17 de enero en el patio de la escuelas sobre las 22:00 h, donde nuestra vecina la centenaria y mayordoma Mª Luisa Iglesias Tapia, nos convidará a perronillas y aguardiente. Os esperamos.
También he tenido ocasión de verlo en el periódico digital Salamanca24horas.com
"Por segundo año consecutivo, el pueblo de Rollán celebrará la hoguera de los Santos Mártires. Una tradición que se recuperó el año pasado y que ya llevaba décadas sin celebrarse.
…………
El viernes, 17 de enero a las 22:00 horas, en el patio de la escuela se celebrará la hoguera. Este año, María Luisa Iglesias Tapia, mayordoma y vecina centenaria, convidará a perrunillas y aguardiente. Aprovechando esta festividad, el Ayuntamiento de Rollán homenajeará a esta vecina el sábado 18 de enero. Por ello se ha organizado la celebración de una Eucaristía a las 12:30 y, posteriormente, el alcalde y concejales le harán entrega de una placa conmemorativa.
Pues aquí estamos, gracias a Dios. FELICIDADES, Luisa. Siempre Luisa. Para mí siempre Luisa. Sin más. La vecina de toda la vida. La de cuando yo era un muchacho de pocos años. La de la Calle El Tejar. La de "Chicuelo" (q.e.p.d.)
Querida familia: ¡Cuántos y cuántos buenos recuerdos!
Vuestra casa y la nuestra, la de mi abuelo Miguel y mi abuela Librada, siempre estuvieron unidas. Con todos y cada uno de vosotros siempre hubo una muy buena relación; casi como de familia. Me estoy refiriendo a mis 7-8-9-10 años … Los mejores de la vida. Son años que tienen un aroma especial: Todo es diferente. Todo nos parece más grande, con otro sabor, de otro color, con otra dimensión.
Cuántas y cuántas noches de buena y grata tertulia, con vosotros, en vuestra casa.
Gracias.
Luisa: Eres una mujer esencial, auténtica, fuerte. La mujer que canta y ensalza la Biblia en ese hermoso fragmento del Libro de Los Proverbios que se nos acaba de proclamar. La mujer cuyos hijos "se levantan para felicitarla y decirle; hay muchas mujeres fuertes y hacendosas pero tú las ganas a todas"
Luisa: eres esa misma "mujer hacendosa que planta y cultiva un huerto". La que va y viene; la que iba y venía, la que venía y volvía -en vaivén eterno- desde la casa del Tejar hasta la del Humilladero, desde la casa a la huerta y desde la huerta a la casa; encarnándote siempre, en apacible conversación familiar, con toda aquella fauna de gallinas, pollos, conejos y cerdos… "Nena, nena" se te oía decir todas las mañanas en aquella sempiterna y casi "sacramental comunión" que mantenías con aquella casa-granja de la que estabas totalmente enamorada, "sacándole gusto a tus trabajos". Así lo leemos en Los Proverbios de La Biblia.
¡Cuánto y qué orgullosos deberéis estar vosotros, los hijos, de vuestra madre! Y lo estáis. Como también los nietos y el resto de la familia.
Cuántos recuerdos y qué años más hermosos y fecundos. Gracias.
Pero han pasado los años y ya no somos aquellos niños de ayer. Tú, Luisa, estás celebrando los cien y nosotros vamos camino de ellos. Esa es la vida. Y tenemos que dar gracias a Dios. Para eso estamos aquí. Dios nos ha bendecido y nos sigue bendiciendo. No debemos preocuparnos en exceso. No debemos agobiarnos. Al contrario: debemos poner siempre nuestra confianza en Él.
Luisa, me gustaría decirte algo. Quiero dejarte un recuerdo. Es muy poca cosa, de poco valor material, pero tiene un hermoso simbolismo:
Hay un libro de Hermann Hesse, novelista y poeta de origen alemán y nacionalizado en Suiza, premio Nobel de literatura en 1946, que se titula "Elogio de la vejez". Ya el mismo título lo dice y explica todo.
En ese libro el poeta canta y proclama los años de la vejez de un modo sorprendentemente hermoso. Vivencias y experiencias de su vida desfilan y se cuajan, sin fin, en una serie de relatos breves y llenos de vida, de ternura y de poesía.
Permíteme que te deje y te regale, en un cuadro, junto a aquella foto que me dejaste que te hiciera en el pasado mes de noviembre, en tu misma casa, uno de los poemas de este autor. El que se titula: Una hoja marchita: dice así:
Cada brote quiere su fruto
y cada mañana su tarde,
nada hay eterno sobre la tierra
más que el cambio y la huida.
Hasta el estío más hermoso
ventea el otoño y la decadencia.
Detente, hoja, paciente y tranquila,
cuando el viento quiere arrebatarte.
Juega tu juego y no te defiendas,
deja que tranquilamente ocurra.
Deja que el viento que te arranca
te lleve hasta casa.
Se está refiriendo el poeta a una serie de vivencias que él experimentó, en su vejez, contemplando un pequeño árbol -un haya concretamente- que, al azar, había nacido y crecido en su propia parcela de jardín, junto a un seto de espino blanco, frente a su casa de Montagnola, en Lugano (Suiza).
Él mismo nos cuenta cómo fue testigo, en múltiples ocasiones, de la tenaz resistencia con la que las hojas de ese haya trataban de defenderse del vendaval, durante los días y las noches de tormenta y ventarrón. Se sorprendía él mismo de ese aguante de las hojas, cuando su zarandeo era constante y fuertemente doloroso; pero siempre aguantaban.
"Pero esta vez -nos dice, con mucha delicadeza, el autor, Hermann Hesse- fui testigo de aquella transformación. Era inmediatamente después de la lluvia, que había dejado el paisaje verde y fresco, una hora después del mediodía, hacia mediados de abril, cuando aquel año yo todavía no había escuchado a ningún cuclillo ni había descubierto narciso alguno en el prado.
Pocos días antes había tenido que aguantar un cierzo violento que congelaba y golpeaba el cuello, y había advertido con asombro cómo el haya se enfrentaba impasible al viento huracanado sin apenas cederle una hojita: tenaz y valiente, dura y obstinada, mantenía su viejo y pálido follaje.
Y, ahora, hoy, mientras quemaba leña y estaba junto a su fuego, con una brisa ligera y cálida, he visto cómo ocurría: se ha levantado un soplo de viento suave, solo un instante, y las hojas tan largamente conservadas volaban a cientos y miles, silenciosas, ligeras, gustosas, cansadas de su duración, cansadas de su tenacidad y valentía.
Lo que durante cinco o seis meses se había mantenido ofreciendo resistencia, en pocos minutos había sucumbido a una nada, a un soplo, porque había llegado el tiempo".
"Porque había llegado el tiempo", nos dice el poeta.
De eso se trata. De dejar que llegue el tiempo; de comprender que cada creatura del universo, cada elemento de la naturaleza, cada uno de nosotros, tiene su propio y su exclusivo tiempo, su propio y exclusivo espacio. Cada uno, por su naturaleza, reclama su sitio y tiende a su meta.
Y hay que saber dejarle sitio, su propio sitio. A su tiempo.
"Cada brote quiere su fruto y cada mañana su tarde" dice bien el poeta.
"Nada hay eterno sobre la tierra".
"Hasta el estío más hermoso
ventea el otoño y la decadencia".
Así también nuestra vida. No está tanto en que nosotros nos empeñemos en resistirnos o dejemos de hacerlo en cada cierzo o tormenta de la vida.
No está tanto en que tengamos que afrontar muchas o pocas noches oscuras.
La clave estará, sin duda alguna, en saber dejar que la Providencia de Dios haga en nosotros su propio trabajo. A su debido tiempo. También nosotros somos esa hoja del haya a la que el poeta le canta:
Detente, hoja: paciente y tranquila,
cuando el viento quiere arrebatarte.
Juega tu juego y no te defiendas,
deja que tranquilamente ocurra.
Deja que el viento que te arranca
te lleve hasta casa.
Un hermoso testimonio y una hermosa lección para cada momento y cada etapa de nuestra existencia. Especialmente en la vejez.
Hay que terminar.
Luisa: me uno de corazón a una de tus nietas, Mª Jesús, que en esa misma página de Facebook a la que antes me refería dice con un legítimo orgullo:
"que rulen las fotos de mi abuela".
Pues eso: "que rulen, que rulen; que corran, que corran; que vuelen…"
Gracias, Raul, por el esmero que has puesto en organizarle esta fiesta de homenaje a tu abuela. Se lo merece. Gracias también a todos y a cada uno de vosotros, hijos, familiares y amigos de Luisa, por haberme dado la ocasión de estar hoy con vosotros y muy unido a vosotros. Os saludo a cada uno en particular.
Gracias a todos y a cada unos de vosotros los que, con tanto gusto, os habéis querido unir y participar en este homenaje. Estoy siempre con vosotros y os llevo en el corazón. Sois mis paisanos. Dios os bendiga.
Que Dios te bendiga, especialmente a ti, hoy, Luisa, en este hermoso homenaje que tu familia y todo el pueblo de Rollán te brinda. Te lo mereces, como mujer esencial, verdadera y fuerte que has sido y que eres. Déjate ser como esa hoja a la que canta el poeta:
… deja que tranquilamente ocurra.
Deja que el viento que te arranca
te lleve hasta casa.
Un abrazo y mi recuerdo para todos. Hasta siempre.
Que los Santos Mártires: San Fabián y San Sebastián intercedan por nosotros.
Felices días de Fiesta para todos.
Rollán, 18 de Enero de 2014