Los invito a leer JUAN JACOBO ROUSSEAU O EL SANTO DE LA NATURALEZA, de Jacques Maritain (1925), en
http://www.jacquesmaritain.com/pdf/08_HUM/click.php?link=03_H_Rouss.pdf
publicado por el sitio web JACQUES MARITAIN www.jacquesmaritain.com
En este trabajo, que forma parte del libro 'Tres Reformadores, Lutero, Descartes y Rousseau', Maritain analiza el papel de Rousseau en el orden de la sicología, la moral y la religión y sus repercusiones en la vida social y política contemporánea.
La primera parte está dedicada al estudio de su personalidad y de la hipocresía implicada en su excusa de aceptarse a sí mismo con las peores contradicciones de que hace gala en su vida privada, simplemente porque necesita ser él mismo.
En la segunda parte se detiene en el análisis de las tesis principales de su obra 'El Contrato Social': la naturaleza, la libertad, la igualdad, el problema político, la voluntad general, la soberanía del pueblo, cuyo carácter arbitrario dio origen a las mayores taras de las democracias modernas.
Por último, analiza la contribución de Rousseau a la corrupción naturalista del cristianismo tan común en nuestro tiempo.
SELECCIONO UN TEXTO GENIAL:
"Para Rousseau el conflicto entre la vida social y la vida del espíritu se convierte en conflicto entre la vida social y la naturaleza humana. Al mismo tiempo se convierte en oposición esencial en antinomia cruel, absolutamente insoluble.
¿Qué dice sin embargo la sabiduría cristiana? Según ella la vida intelectual conduce a la soledad y cuanto más elevado es su espiritualismo, más absoluta es su soledad. Pero también afirma que tal vida es una vida sobrehumana, en cuanto a los hábitos de la especulación racional bajo cierto aspecto, pura y simplemente en cuanto a los hábitos de la contemplación en caridad. Es el término supremo por alcanzar, la última perfección, el último punto del crecimiento del alma. Y para que el hombre llegue a él su movimiento debe desplazarse en un medio humano: ¿Cómo llegar a lo sobrehumano sin pasar por lo humano?
"Es menester considerar que el estado de soledad es propio del ser que puede bastarse a sí mismo, o en otras palabras, de aquel a quien nada falta, lo cual entra en la definición de lo perfecto: la soledad no conviene pues, sino al contemplativo que ya ha alcanzado la perfección, ya sea gracias a la generosidad divina, como Juan Bautista, ya sea mediante el ejercicio de las virtudes. El hombre no podría ejercitarse en las virtudes, sin ser ayudado por la sociedad de sus semejantes: en cuanto a la inteligencia para ser enseñado, en cuanto al afecto para que las aficiones dañosas sean reprimidas por el ejemplo y por la corrección de los demás. De donde se sigue que la vida social es necesaria al ejercicio de la perfección y que la soledad conviene tan sólo a las almas perfectas". [Sto. Tomás, Sume Theol., II-II, 188, 8.]
He aquí por qué en tiempos antiguos, los pueblos acudían al desierto y arrebataban de él a los ermitaños para convertirlos en obispos. Finalmente, concluye Santo Tomás, "la vida de los solitarios si se entiende en el orden debido es superior a la vida social; pero entendida sin el ejercicio antecedente de esta vida, es sumamente peligrosa, a no ser que la gracia divina supla, como en los bienaventurados Antonio y Benito, lo que en los demás fue fruto del ejercicio".
Luego la soledad es la flor de la ciudad".