Discurso sobre la historia de España / Juan Pablo Forner; ed., pról. y not. de François López
Discurso sobre la historia de España
Discurso sobre la historia de España
Juan Pablo Forner
Advertencia del autor
Mi objeto en las reflexiones que contiene este escrito no ha sido formar un plan de la historia de España conforme a la opinión que sigo del modo de escribirla. Semejante plan no puede formarse sino en vista de todos los documentos que deben servir de materiales a la fábrica o composición de la historia. El diseño, que es propiamente el método, economía y forma que ha de tener la obra en toda su amplitud, ha de ajustarse por precisión a los hechos y a los motivos que los ocasionaron; y como la mayor parte de los instrumentos que contienen los intereses políticos y económicos de la nación, ya en la soberanía, ya en las clases y cuerpos de la república, yacen hundidos y desconocidos en los archivos, me sería tan imposible formar un plan de historia proporcionado a la idea y constitución que propongo en este discurso, como lo sería al geógrafo delinear una carta de un terreno que no conociese individualmente.
Lo que hay impreso bastaría sin duda para la época de los romanos, pero esta época debe ocupar pocas páginas en una historia que no haya de atenerse principalmente a describir batallas y asolamientos de pueblos y provincias. De los tiempos siguientes, esto es del de los godos, árabes y erección de los varios reinos que se fueron formando en la guerra sarracénica, es también mucho lo que hay impreso dentro y fuera de España; pero como en la historia política de una nación cristiana no se puede prescindir de los progresos e influjo de la jerarquía eclesiástica y monacal, y como estos progresos e influjo comenzaron a tomar fuerza en la dinastía de los godos, y crecieron sucesivamente en los peligros y turbulencias de las guerras con los africanos, aunque en lo impreso se logran noticias muy importantes para seguir los pasos al clero en la adquisición de sus bienes y autoridad, es todavía mucho más, sin comparación, lo que hay oculto en los archivos de varias catedrales y monasterios: pues sólo del de Toledo sacó el docto jesuita Andrés Burriel gran número de documentos no conocidos que copiados por su dirección paran hoy, según he oído, en la Biblioteca Real. En la historia, más que en otro género de escritura, es de absoluta necesidad acudir a las fuentes de las cosas. Ella es la que hace existir en algún modo los siglos y hombres que ya no existen; y si esta representación de existencia no corresponde a la que verdaderamente tuvieron los siglos y hombres pasados, entonces deja de ser historia y entra en la clase de las novelas. Fuera de esto, como los intereses de muchas clases que existen actualmente vienen derivados de los sucesos que hubo en los siglos que nos antecedieron, si la historia, destinada a conservar la memoria de estos sucesos, los representa mal, agraviará igualmente a vivos y a difuntos; a éstos, por no expresarlos como fueron, a aquéllos, porque verán adulterados los orígenes de lo que son. La ambición humana ha hecho que en los estados civiles haya siempre discordia y competencia continua entre las clases que los componen, lo que se dice en favor de los derechos de la una ofende a la otra, porque todas apetecen exclusivamente el derecho de dominar. El historiador que no funde sus narraciones en los documentos auténticos pertenecientes a cada clase, se expondrá a ser desmentido con ferocidad por los que tengan interés en desacreditarle y hacerle callar. Grande atención y grande trabajo son menester para formar una historia que pueda triunfar de las persecuciones de la ambición, pero nunca se labran a menos costa las obras que sirven a la utilidad e inmortalidad de las naciones. Por esto decía Zurita a su antagonista Santa Cruz que había escrito sus Anales no de otro modo que extiende el escribano sus escrituras, de suerte que no recelaría poner en ellas el signo con su en testimonio de verdad como aquéllos practican.
Mis reflexiones, pues, no se fundan más que en aquellas nociones generales que bastan para dar a entender la forma que puede recibir nuestra historia para que sea útil no sólo a los ciudadanos pero principalmente a los monarcas y a los hombres públicos. Las proezas y hazañas de los héroes guerreros están ya sobradamente ensalzadas en millares de tomos; falta representar la vida política y ver en los tiempos pasados los orígenes de lo que hoy somos, y en la sucesión de las cosas los progresos, no de los hombres en individuos, sino de las clases que forman el cuerpo del Estado.
Una historia de esta naturaleza no es imposible en la ejecución, facilitando auxilios y removiendo obstáculos. Los auxilios consisten en el escrutinio y uso de todos los documentos necesarios y convenientes. Los obstáculos se vencen restaurando las plazas de cronistas bien dotadas y confiriéndolas a personas cuyo único empleo sea escribir las cosas de la nación. El reinado de Felipe II fue la época más gloriosa de nuestra historia porque este monarca tuvo tino singularísimo para elegir historiadores aptos y supo hacer que esta aptitud no quedase estéril.
No he puesto gran cuidado en el estilo de este discurso. He vertido simplemente mis pensamientos conforme se me venían a la imaginación; mi buen deseo de ser útil en lo poco que alcanzo hará disculpables mis incorrecciones. En esta ocasión me propuse escribir cosas, no frases. Por lo demás, la prudencia y suma penetración de aquél a quien se ofrece hará de él, como lo hace en todo, el uso mas conveniente para la utilidad común.ón Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
Origen y progresos de la historia de España
Un cuerpo o sociedad literaria no es a propósito para escribir bien la historia
Las plazas de cronistas eran útiles en España
Convendría que la historia de España se escribiese de distinto modo que hasta aquí.
A España le importa mucho que se escriba una historia política de la dinastía de la Casa de Austria