viernes, 22 de septiembre de 2017

SERMONES Y HOMILÍAS ¡COMO DIOS MANDA!

SERMONES Y HOMILÍAS ¡COMO DIOS MANDA!
Si queréis desternillaros de risa con sermones inacabables, sin ton ni
son, podéis comenzar con aquel librazo que al Evangelio lo denominaba
"Alfalfa espiritual para los borregos de Cristo"; luego, continúan con
la Historia del famoso predicador fray Gerundio de Campazas, alias
Zotes . Pero, tranquilos, tan sólo quiero compartiros dos suculentos
textos sobre las claves de un buen sermón, de una homilía sabrosa. El
primero lo pronunció el Presidente de la Conferencia Episcopal
Filipina, Monseñor Sócrates Villegas, el pasado Jueves Santo de 2015 y
no duró cinco minutos, en tan solo 3 folios y menos de 1000 palabras.
El segundo, es de nuestro Papa Francisco, que nos aporta 40 consejos
bien prácticos en la Evangelii gaudium.
Dedicado a los virtuosos sacerdotes que día a día rezan, preparan y
pronuncian con renovada ilusión su homilía; y a los no menos celosos
fieles que con paciencia rezan, escuchan e intentan comprender y vivir
los cientos, miles de prédicas de su vida.

IMPRESIONANTE HOMILÍA SOBRE CÓMO DEBEN SER LAS HOMILÍAS
Por su enorme interés, reproducimos a continuación la impresionante
homilía del Presidente de la Conferencia Episcopal Filipina, Monsenor
Sócrates Villegas, el pasado Jueves Santo de 2015, en la que llega a
decir que "si un seminarista no puede hablar en público con claridad y
eficacia, no deberíamos ordenarlo. Será un peligroso abusador
homilético".
"En este día hacemos nuevamente un viaje espiritual al Cenáculo para
recordar nuestro sacerdocio. Venimos de nuevo para agradecer al Señor
por habernos llamado al sacerdocio. El Señor se arriesgó. Nos ha
confiado su Iglesia. Mientras más permanecemos en esta vocación, más
claramente vemos que se necesita más que fuerza de voluntad para
seguir siendo un buen sacerdote.
Se necesita gracia. Necesitamos de Dios. Necesitamos de Dios para
permanecer enfocados. Necesitamos de Dios para permanecer en el
camino. Necesitamos de Dios para que nos proteja y nos guarde.
Hemos visto muchos abusos entre el clero – abuso de alcohol, abuso
sexual, abuso de menores, abuso de apuestas, abuso de dinero, abuso de
viajes, abuso de vacaciones. Este día, los invito a volver sus
corazones a otro abuso rampante que se ha extendido entre los
sacerdotes: el abuso homilético.
Sí, un abuso a la amabilidad de las personas que se ven forzadas a
escuchar homilías largas, enredadas, repetitivas, aburridas,
desorganizadas, impreparadas y mal pronunciadas. Medio en broma, pero
también medio en serio, las personas dicen que nuestras homilías son
una de las penitencias obligatorias de cada domingo.
Si escuchan más detenidamente a lo que dice la gente de nuestras
homilías, nadie se queja de la profundidad del mensaje ni de la
erudición exegética. Se les hace aguantar domingo tras domingo
nuestras homilías que no pueden ser comprendidas porque nos toma tanto
tiempo la introducción, porque no sabemos ir directamente al punto y
porque no sabemos cómo concluir. Prepárense. Sean claros. Sean
pausados.
Todos sufrimos por las homilías de nuestros sacerdotes mayores cuando
éramos seminaristas. Cuando llega nuestro turno de dar homilías, el
abusado se vuelve el abusador.
Si a un seminarista le falta castidad, no podemos recomendarlo para la
ordenación. Si un seminarista es necio y de cabeza dura, no podemos
autorizar su ordenación. Si un seminarista no puede hablar en público
con claridad y eficacia, no deberíamos ordenarlo. Será un peligroso
abusador homilético. El abuso homilético puede dañar las almas.
Las homilías largas, enredadas, repetitivas, irrelevantes e
impreparadas son signos de la falta de vida espiritual del sacerdote.
San José de Cupertino decía: "Un predicador es como una trompeta que
no produce melodía a menos que alguien sople en ella. Antes de
predicar, ora de esta forma: Señor, tú eres el espíritu, yo soy tu
trompeta. Sin tu aliento no puedo emitir sonido."
No basta con preparar nuestras homilías; el buen sacerdote se prepara
a sí mismo. Predicar es un ministerio del alma y del corazón y no solo
de las cuerdas vocales y las neuronas. Nuestra vida espiritual es el
verdadero fundamento de nuestras homilías. La pregunta no es qué
predicaremos sino cómo predicaremos. Predicamos solamente a
Jesucristo; siempre a Jesucristo.
¿Cómo podemos salir de la prevalente cultura del abuso homilético?
¿Cuál es el remedio?
El primer llamado de los tiempos es la sinceridad sacerdotal. Puedes
predicar a estómagos vacíos si el estómago del párroco está tan vacío
como el de sus feligreses. Nuestras homilías mejorarán si disminuimos
nuestro amor para hablar y aumentamos nuestro amor para escuchar.
Cuando nuestra homilía es una simple charla, solo repetimos lo que ya
sabemos, nos cansamos y sentimos vacíos. Cuando escuchas antes de
hablar, aprendes algo nuevo y tu homilía será brillante y resca.
Seremos mejores homilistas si nos atrevemos de nuevo a oler a oveja.
El segundo desafío de nuestros tiempos es la sencillez. Sencillez en
el mensaje y aun más, sencillez de vida. La vida sencilla nos ayudará
además a dejar de hablar de dinero y de campañas para recaudar fondos
en la homilía; hablar de dinero nunca ha sido edificante.
La sencillez significa resisitirse al uso del púlpito como medio para
desquitarnos de quienes se oponen a nosotros, patama sa sermon. La
sencillez también exige que dejemos la política electoral fuera del
ambón. La sencillez en las homilías no signfiica desear hacer reír o
llorar a la gente, eso es para telenovelas y programas de medio día.
La sencillez en las homilías hace a la gente inclinar la cabeza y
golpear su pecho deseando cambiar, buscando la misericordia de Dios.
Ser sencillo es ser grande ante los ojos de Dios. El estilo de vida
simple de los sacerdotes es la homilía más fácil de comprender.
El tercero y último desafío es la llamada al estudio. Leer y estudiar
no deben detenerse después del seminario. Si dejamos de leer y
estudiar, ponemos en peligro las almas de nuestros feligreses. Si
dejamos de estudiar, entonces comenzamos a forzar a la gente a leer lo
que llamamos "el libro abierto de nuestras vidas", la historieta de
nuestras vidas, ridícula y terriblemente escandalosa, que de poco
inspira. Nuestra homilía se convierte en nuestra historia y en no la
historia de Jesús. Leer demasiado la cuenta bancaria no es una buena
forma de preparar nuestras homilías.
Sé cuidadoso con tu vida. La gente nos mira más de lo que nos escucha.
Sé sincero y honesto. Una vida doble, una vida secrata y oscura, es
estresante.
Sé cuidadoso con cada homilía. Dios te juzgará por cada palabra que
salga de tu boca. Cree lo que lees. Proclama aquello en lo que crees.
Vive según lo que proclamas.
Sé cuidadoso con cada homilía. Ellos quieren escuchar a Jesús, no a
ti; solo a Jesús, siempre a Jesús.
Sé cuidadoso con cada homilía. Ten compasión del pueblo de Dios. Detén
el abuso homilético. Deja que tu homilía inspire y encienda los
corazones con fuego."
¡Apasiónate por nuestra fe!


Los 40 consejos para una buena homilía
Francisco predica mucho pero de a poquito. Por esto no empachan, saben
a pan caliente, salido del horno, a pan de cada día. Nos lo brinda
desde Santa Marta en la misa diaria, y de modo magistral en la
Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium («La alegría del Evangelio»)
, dirigida de un modo especial a los sacerdotes; son 24 números
distribuidos en dos grandes apartados del capítulo tercero de la
exhortación, El contexto litúrgico y la preparación de la predicación.

1. No es un momento de meditación y de catequesis
2. Sirve para retomar ese diálogo que ya está entablado entre el Señor
y su pueblo, en el cual son proclamadas las maravillas de la salvación
y propuestas siempre de nuevo las exigencias de la alianza».
3. No es un espectáculo prolongado entretenido, no responde a la
lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el
sentido a la celebración
4. Ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase.
5. Que el Señor brille más que el ministro
6. Predicar como una mamá sabiendo que el hijo confía que todo lo
que se le enseñe será para bien porque se sabe amado».
7. Cordialidad, calidez, mansedumbre y alegría en palabras y gestos
8. No a una predicación exclusivamente moralista o adoctrinadora.
9. No convertirla en una clase de exégesis.
10. ,Debe ser comunicación entre corazones con un carácter casi sacramental.
11. Verdad, belleza y bien van de la mano
12. Prédica sintética no de ideas sueltas. «Donde está tu síntesis,
allí está tu corazón. La diferencia entre iluminar el lugar de
síntesis e iluminar ideas sueltas es la misma que hay entre el
aburrimiento y el ardor del corazón».
13. Tiempo para que hable Dios «Durante el tiempo que dura la
homilía, los corazones de los creyentes hacen silencio y lo dejan
hablar a Él. El Señor y su pueblo se hablan de mil maneras
directamente, sin intermediarios».
14. Es mediación "y requiere no sólo de los dos que dialogan sino de
un predicador que la represente como tal, convencido de que «no nos
predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a
nosotros como siervos vuestros por Jesús» (2 Co 4,5)»
15. Preparar la predicación con "un tiempo prolongado de estudio,
oración, reflexión y creatividad »
16. Confianza activa y creativa en el Espíritu Santo «Un predicador
que no se prepara no es «espiritual»; es deshonesto e irresponsable
con los dones que ha recibido».
17. Atención al texto bíblico «El primer paso, después de invocar al
Espíritu Santo, es prestar toda la atención al texto bíblico, que debe
ser el fundamento de la predicación».
18. Paciencia, interés y dedicación gratuita «Para poder interpretar
un texto bíblico hace falta paciencia, abandonar toda ansiedad y darle
tiempo, interés y dedicación gratuita. Hay que dejar de lado cualquier
preocupación que nos domine para entrar en otro ámbito de serena
atención».
19. Amor para preparar la predicación «Uno sólo le dedica un tiempo
gratuito y sin prisa a las cosas o a las personas que ama; y aquí se
trata de amar a Dios que ha querido hablar».
20. Entender al escritor sagrado, pues «el texto bíblico que
estudiamos tiene dos mil o tres mil años, su lenguaje es muy distinto
del que utilizamos ahora"
21. Proponer el mensaje principal, "el que estructura el texto y le
da unidad. Si el predicador no realiza este esfuerzo, es posible que
su predicación tampoco tenga unidad ni orden»
22. El mensaje central del texto sagrado "es aquello que el autor en
primer lugar ha querido transmitir, lo cual implica no sólo reconocer
una idea, sino también el efecto que ese autor ha querido producir. Si
un texto fue escrito para consolar, no debería ser utilizado para
corregir errores; si fue escrito para exhortar, no debería ser
utilizado para adoctrinar…si fue escrito para motivar la alabanza o la
tarea misionera, no lo utilicemos para informar acerca de las últimas
noticias».
23. Transmitir la fuerza propia del texto proclamado evitando «Uno
de los defectos de una predicación tediosa e ineficaz es precisamente
no poder transmitir la fuerza propia del texto que se ha proclamado»
24. Renovar el fervor al preparar la homilía «No es bueno olvidar que
"en particular, la mayor o menor santidad del ministro influye
realmente en el anuncio de la Palabra"».
25. Escuchar vivamente la Palabra y así "se transmitirá de una manera
u otra al Pueblo fiel de Dios».
26. Disponibilidad para dejarse conmover «por la Palabra y a hacerla
carne en su existencia concreta. De esta manera, la predicación
consistirá en esa actividad tan intensa y fecunda que es "comunicar a
otros lo que uno ha contemplado"».
27. Dejarse herir por la Palabra "que herirá a los demás, porque es
una Palabra viva y eficaz».
28. Testigos de un Dios que conocemos y "tratan familiarmente como
si lo estuvieran viendo"».
29. Seguridad de que Dios ama al predicador, " de que Jesucristo lo
ha salvado, de que su amor tiene siempre la última palabra».
30. Instrumentos del Señor «El Señor quiere usarnos como seres
vivos, libres y creativos, que se dejan penetrar por su Palabra antes
de transmitirla; su mensaje debe pasar realmente a través del
predicador, pero no sólo por su razón, sino tomando posesión de todo
su ser»
31. La lectio divina «Hay una forma concreta de escuchar lo que el
Señor nos quiere decir en su Palabra y de dejarnos transformar por el
Espíritu. Es lo que llamamos «lectio divina
32. Preguntar a Dio: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué
quieres cambiar de mi vida con este mensaje? ¿Qué me molesta en este
texto? ¿Por qué esto no me interesa?», o bien: «¿Qué me agrada? ¿Qué
me estimula de esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae?».».
33. Poner un oído en el pueblo "para descubrir lo que los fieles
necesitan escuchar. Un predicador es un contemplativo de la Palabra y
también un contemplativo del pueblo».
34. La predicación es un ejercicio de discernimiento evangélico
«donde se intenta reconocer –a la luz del Espíritu– "una llamada que
Dios hace oír en una situación histórica determinada; en ella y por
medio de ella Dios llama al creyente"».
35. No a las crónicas de actualidad «nunca hay que responder
preguntas que nadie se hace; tampoco conviene ofrecer crónicas de la
actualidad para despertar interés: para eso ya están los programas
televisivos»
36. Decir mucho en poco "Resume tu discurso. Di mucho en pocas
palabras" (Si 32,8)».
37. Usar imágenes en la predicación Una buena homilía, como me decía
un viejo maestro, debe contener "una idea, un sentimiento, una
imagen"».
38. Sencillez en el lenguaje « Debe ser el lenguaje que comprenden
los destinatarios para no correr el riesgo de hablar al vacío.
Frecuentemente sucede que los predicadores usan palabras que
aprendieron en sus estudios y en determinados ambientes, pero que no
son parte del lenguaje común de las personas que los escuchan. El
mayor riesgo para un predicador es acostumbrarse a su propio lenguaje
y pensar que todos los demás lo usan y lo comprenden espontáneamente».

39. Claridad en el lenguaje «Procurar que la predicación tenga unidad
temática, un orden claro y una conexión entre las frases, de manera
que las personas puedan seguir fácilmente al predicador y captar la
lógica de lo que les dice».
40. Lenguaje positivo «Otra característica es el lenguaje positivo.
No dice tanto lo que no hay que hacer sino que propone lo que podemos
hacer mejor. En todo caso, si indica algo negativo, siempre intenta
mostrar también un valor positivo que atraiga, para no quedarse en la
queja, el lamento, la crítica o el remordimiento».
41.

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