El P. Tomás Morales vibraba con estas fiestas y nos lo comparte en estos bellos escritos, brotados de su fichero y, sobre todo, de su corazón tierno y apasionado por Santa María. Siempre nos decía que entrábamos en la semana grande mariana, con el cumpleaños de María (día 8), su santo (día 12) y la fiesta de sus "Dolores" (día 15). La podemos adelantar al 4, Nuestra Señora de la Consolación, y prolongar hasta el 24, Nuestra Señora de la Merced, este año tan singular porque se celebra el octavo centenario de la orden de la Merced.
¡Que disfruten con los textos y les ayuden a vivir este mes con María, en paz y alegría!
CELEBRANDO EL CUMPLEAÑOS Y EL SANTO DE MARÍA
EN COMPAÑÍA DEL VENERABLE P. TOMÁS MORALES
NATIVIDAD: 8 SEPTIEMBRE
Hoy es la Natividad de la gloriosa Virgen María, cuya vida incomparable ilumina toda la Iglesia. Natividad de Sta. María Virgen, de la descendencia de Abrahán, de la tribu de Judá, del real linaje de David... Llamada apremiante a sumarnos al gozo de la fiesta. Con alma y corazón cantamos la gloria de Cristo en esta sagrada solemnidad de la excelsa Madre de Dios, María. Asociémonos a nuestros hermanos de todo el mundo y siguiendo la liturgia, contemplemos a María brillando en la Iglesia e invitándonos a confiar en su poderosa intercesión". Celebremos con alegría el natalicio de María, la Virgen. De Ella salió el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios", salmodiamos en la antífona al iniciar la Misa.
Aurora que...anuncia el sol
Alegría, confianza, ofrecimiento. Tres sentimientos nos empapan. Tres sentimientos que llenan de amor el alma de un creyente al contemplar el Nacimiento de María. Fiesta de familia... Hay que acercarse a felicitarle, y... a felicitarnos todos con Ella. Es día de regocijo íntimo. Los viejos cristianos de Roma, siguiendo la costumbre de sus hermanos primeros cristianos del Oriente, encendían antorchas, marchaba en procesión presididos por el Papa a la iglesia de Sta. María la Mayor, mientras cantan letanías suplicantes rebosando cariño y amor filial.
"Virgen Madre de Dios, tu Natividad es anuncio de gozo para el universo mundo", canta la Iglesia. Alegría ecuménica, universal. Gozo para la tierra. Nuestra redención alborea. Pronto nacerá el Salvador. Clarea el día. Ha pasado la noche del pecado. Amanece... Una Virgen nace con promesa infalible de redención y vida para el mundo. "Dichosa eres Sta. Virgen María y muy digna de alabanza. De ti ha salido el sol de justicia, Cristo nuestro Dios", corearemos con emoción en el aleluya de la Misa. Sí, tú eres la aurora que anuncia el sol, Cristo Jesús derrotará nuestra muerte y nos regalará la Vida Eterna.
"No marchita...sino santifica"
Alegría también en el cielo... Con María, la tierra empezó a parecer hermosa a sus moradores. Dios no tenía dónde fijar Su mirada. Tinieblas de pecado envolvían al mundo. Pero ahora brilla una estrella luminosa. Es María recién nacida. Un alma enteramente intacta, limpia, inmaculada... Y la mirada de las Tres Divinas Personas se complace por primera vez al mirar la tierra.
Momento inefable. Algo insólito. La fragancia de una ofrenda, el sacrificio de un corazón enamorado de Dios, subía por primera vez desde el mundo. Padre, Hijo, Espíritu Santo, con amor indecible, contemplan y miran a esa Niña, bendita ya entre todas las mujeres... Y se deleitan y extasían... Me enseñan a mirarla, a quererla, a gozarme de su Nacimiento, que me anuncia una Vida nueva que nunca pasará. Jesucristo Vida Divina, que se encerrará en sus entrañas purísimas para nacer un día en este valle de lágrimas. Al salir de su seno virginal "no marchita la integridad de Su Madre, sino que la santificó" (orac. of.).
Esperanza de salvación para el mundo
Decía un militante obrero francés el día que le imponen el escapulario. "No sé cómo explicar la alegría que siento al verme por completo bajo la protección de María". ¡Qué seguridad para un bautizado sentirse por entero bajo la protección de María! Nace en ese Sacramento para ser hermano de Cristo, "Primogénito de una multitud de hermanos" (Rom 8,29), y ser hijo de la Virgen. Es el gozo que sintió Dante al llegar al paraíso y detenerse a contemplar a María. "Vi en Ella tanta alegría —escribe— que la derramaba a todos los santos espíritus creados para vivir en esas alturas". La liturgia nos invita a saltar de júbilo. "Se alegre Tu Iglesia, Señor, y se goce en el natalicio de la Virgen María, que fue para el mundo esperanza y aurora de salvación" (orac. com.).
"Hasta que alboree el día..."
Con la alegría se entrelaza la confianza. Con ingente regocijo celebremos el Nacimiento de María, para que interceda por nosotros ante Jesucristo. Ella, pura, íntegra, inmaculada, arrebata de Dios todo para nosotros. Es la "omnipotencia suplicante", no creadora. Ella rogará y nos convertirá al Amor. Viviremos cara a Dios y Él iluminará singladuras del rudo peregrinar de cada día bajo el sol abrasador hasta que "alboree el día y el lucero de la mañana despunte en nuestros corazones" (2 Pe 1,19).
En la Iglesia romana de S. Andrés delle Fratre se lee una inscripción. "20 de enero de 1842. Alfonso de Ratisbona vino desde Estrasburgo. La Virgen se le apareció. Se arrodilló judío, se levantó cristiano. Peregrino: lleva contigo ese piadoso recuerdo de la misericordia divina y del poder de la Santísima Virgen". Alfonso pide el Bautismo, deja a su novia, y funda con su hermano Teodoro, también convertido, la Congregación de la Virgen de Sión para la conversión de los judíos. Se arrodilló judío y se levantó cristiano con sólo mirar a María...
Donde la Virgen posa su mirada de amor, allí nace una rosa, allí muere un dolor... Al nacer, Ella quiere posarla en ti. Nacerá una rosa de entrega generosa en propio olvido, y morirá el dolor de un egoísmo ambicionando más que no te deja reposar. Ella suplicará por la Iglesia en el día de su Nacimiento. La unidad y la paz se restaurarán en su interior. Se lanzará con coraje y paciencia a evangelizar de nuevo un mundo de espaldas a Dios.
El apostolado es la Encarnación prolongada
Los bautizados serán misioneros y las personas volverán al Amor en alas de la confianza en María. Vicente de Paúl asistía a un moribundo. Espantado de sus pecados, no quería confesar. Le dice: "Sabiendo que Jesucristo murió en la Cruz por usted, ¿duda de Su misericordia?". —"Quiero morir réprobo por desagradar a Jesucristo", responde. —"Y yo, añade el santo, quiero librarle a usted de la condenación para alegrarle". Invita a los asistentes a rezar el Avemaría. Antes de acabarla, el enfermo pedía confesión.
El apostolado no es más que la Encarnación prolongada realizándose en el alma conquistada. Luego se tiene que cumplir como la Encarnación, "por el Espíritu Santo de María Virgen". Alegría, confianza en el natalicio de la Virgen. Pero también imitación, ofrecimiento. María nace para Dios, vivirá sólo para Él. Toda, sola, siempre de Dios... "La plena entrega de sí en su más alta y total generosidad". Así la definía Pío XII al introducir la fiesta de la Virgen Reina. Si María nace hoy para Dios, la vida de un hijo suyo debe ser toda, sola y siempre para el Amor. Con la ayuda de María, quiero sostener en su Iglesia los brazos cansados de Jesús en la Cruz para impedir que las almas se condenen. Lo mismo hizo Jesús conmigo librándome del infierno eterno. "Él dio Su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos" (1 Jn 3,16).
La Virgen acaba de nacer en la tierra. Nos congrega a todos y dice "hijos, escuchadme". Ella, María, la Madre, la Reina, nos va a hablar... Emoción en nuestro corazón... ¿Qué irá a decirnos? "Felices los que siguen mis caminos... No rechacéis la sabiduría... Dichoso el hombre que me escucha... Quien me alcanza, alcanza la Vida..." (cf. Prov 8,32–35). Una línea recta de olvido propio, en silencio y soledad. Una vida oculta en el amor. "Aquí, la esclava del Señor. Hágase en mí según Tu palabra". Ya está pronunciando su Fiat antes de la Anunciación...
"La Iglesia contempla gozosa a la Virgen..."
Felicidad y gozo en "olvido deleitoso de sí y de todas cosas" (Juan de la Cruz). ¡Madre querida! Quiero imitarte en el aniversario de tu Nacimiento. Nacer para Dios. Vivir sólo para el Amor. Me faltan fuerzas para desaparecer, ocultarme en olvido perfecto de gustos, criterios, afectos. Tú me lo alcanzarás. Quiero encontrarme contigo, quiero abrazarte en este día.
La mirada de Dios Padre descansa amorosa en esa Niña que acaba de nacer. Enamoraba Su corazón de Padre. ¡Le deleita tanto mirarla...! No dejará de hacerlo ni un instante, hasta que se la lleve con Él... ¡Le gustaba tanto todo lo que hacía! Escudriñaba, sobre todo, el amor que ardía en Su Corazón Inmaculado. El deseo de agradarle siempre y de complacerle en los más insignificantes detalles...Ella va a ser Esposa y Madre del Verbo. Virgen de vírgenes, será para todos modelo de intimidad con Cristo, de fidelidad al Esposo querido. "La Iglesia contempla gozosa a la Virgen como purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser" (Vat. II., Sacr. Conc. 103).
"El amor... no me dejó pensar..."
¡Madre venerable! En el día de tu Natividad, alcánzanos de Cristo la fuerza que necesito para serle fiel. Celebremos con gozo la Natividad de María para que Ella interceda por nosotros ante el Señor Jesucristo. Así, tu nacimiento, incrementará la calma en nuestros corazones.
Es lo que pide la Iglesia en la oración de la Misa. "Concede, Señor, a Tus hijos el don de Tu gracia. Así cuantos recibimos las primicias de la salvación por la Maternidad de la Virgen María, conseguiremos aumento de paz en la fiesta de su Natividad" (orac. col.).Aumento de serenidad que nos haga gozar de intimidad en dulce coloquio con Ella y nos haga olvidar lo caduco. El amor hacia Ella nos llevará a prescindir de todo. "Tu carta me llegó, escribía S. Bernardo a su amigo Guillermo de Saint–Thierry, en la mañana de la Natividad de la Virgen. Pero el amor que siento por Ella me absorbió de tal forma, que no me dejó lugar a pensar en otra cosa".
DULCE NOMBRE:
12 SEPTIEMBRE
Una nueva fiesta de familia. Hace pocos días, cumpleaños de la Madre. Ahora su onomástico. Una nueva fiesta íntima de hogar para nuestros hermanos de la Iglesia. Saludándola como hijos muy queridos, nos atrevemos a repetir las palabras del salmo 45. "Los pueblos más ricos buscan tu favor. Te llevan ante el rey, con séquito de vírgenes. La siguen sus compañeras entre alegría y algazara".
El más dulce y suave... después del de...
"Y el nombre de la virgen era María", nos dirá el Evangelio. En la Sagrada Escritura y en la liturgia el nombre tiene un sentido más profundo que el usual en el lenguaje de nuestros días. Es la expresión de la personalidad del que lo lleva, de la misión que Dios le encomienda al nacer, la razón de ser de su vida.
El Nombre de la Madre de Dios no fue escogido al azar. Fue traído del cielo. Todos los siglos han invocado el nombre de María con el mayor respeto, confianza y amor... Si los nombres de personajes bíblicos juegan papel tan importante en el drama de nuestra redención y están llenos de sentido, ¡cuánto más el de María!... Madre del Salvador, tenía que ser el más simbólico y representativo de su tarea en mundo y eternidad. El más dulce y suave, y al mismo tiempo, el más hermoso y bello de cuantos nombres se han pronunciado en la tierra después del de Jesús. Sólo para los Nombres de María y Jesús ha establecido la liturgia una fiesta especial en su calendario.
Resonancia ecuménica de una fiesta
España se anticipó en solicitar y obtener de la Santa Sede la celebración de la fiesta del Dulce Nombre de María. Nuestros cruzados después de ocho siglos de reconquista, apenas descubierta América, pidieron su celebración en 1513. Cuenca fue la primera diócesis que la solemnizó.
La Virgen en sus distintas advocaciones, coronada de estrellas o atravesada de espadas dolorosas, resume en su culto los amores de la Península Ibérica. Creció bajo su manto desde las montañas de Covadonga al iniciar la gran cruzada de Occidente, hasta terminarla invocando su nombre en aguas de Lepanto. La carabela de Colón descubriendo América, la prodigiosa de Magallanes dando la primera vuelta al mundo, bordarán también entre los pliegues de sus velas henchidas al viento, el dulce Nombre de María Reina y Auxilio de los cristianos.
La fiesta, intuida y anhelada por el genio mariano del país de eterna cruzada, estaba llamada a adquirir resonancia ecuménica. La Iglesia universal se apoderaría de ella. Después de la derrota de Lepanto, los turcos se retiran hacia el interior de Persia. Cien años más tarde con inesperado coraje, reaccionan y ponen sitio a Viena. La situación es trágica. Doscientos mil musulmanes cercan el 14 de julio de 1663 la imperial ciudad, baluarte de la cristiandad. Los esfuerzos de Inocencio XI para unir reyes y príncipes han fracasado por egoísmo de unos y otros.
"¡Marchemos...con Santa María!"
Momento crítico en la Historia del mundo. La civilización cristiana peligraba. Como siempre, María vendrá a salvarla, conmovida por la súplica de los sitiados. El 8 de septiembre, día de su Natividad, rodeando múltiples altares, piden confiadamente su ayuda. No se hizo esperar. Dos días después al amanecer, las alturas de Kalemberg aparecen cubiertas de soldados. Juan Sobieski, rey de Polonia, venía en auxilio de la ciudad con sus aguerridas legiones. Alborea límpido y radiante el sol del 12 de septiembre. El ejército cruzado —sólo unos miles de hombres— se consagra a María. El rey ayuda la Misa con brazos en cruz. Sus guerreros le imitan. Después de comulgar, tras breve oración, se levanta y exclama lleno de fe: "¡Marchemos bajo la poderosa protección de la Virgen Santa María!".
Se lanzan al ataque de los sitiadores. Tormenta de granizo cae inesperada y violenta sobre el campamento turco. Antes de anochecer, el prodigio se ha realizado. La victoria sonríe a las fuerzas cristianas que se habían lanzado al combate invocando el nombre de María, vencedora en cien batallas. Inocencio XI extiende a toda la Iglesia la festividad del Dulce y Santísimo Nombre de María para conmemorar este triunfo de la Virgen. Pretende un objetivo más. Animar a los cristianos de todos los tiempos a la confianza inquebrantable en tan buenísima Madre.
"Y el nombre de la virgen era María"... Preguntas ¿quién eres? Con suavidad te responde. "Yo, como una viña, di aroma fragante. Mis flores y frutos son bellos y abundantes. Soy la Madre del amor noble, del temor, de la santa esperanza. Tengo la gracia del camino y de la verdad. En mí está la esperanza de la vida" (Eci 24,23–27). Saborea la dulzura de ese Nombre inefable y darás la razón a S. Efrén. "Es llave del cielo...".
"Fuente...que refresca..."
María, Estrella del mar. En las tormentas de la vida, cuando la galerna ruge y encrespa olas, cuando la navecilla del alma está a punto de naufragar: Dios te salve, María, Estrella del mar.
María, Esperanza. Eso significa también su Nombre. Arco iris de ilusión y anhelo que une el cielo con la tierra. "Feliz el que ama tu santo Nombre, grita S. Buenaventura, pues es fuente de gracia que refresca el alma sedienta y la hace fecunda en frutos de justicia".
María, iluminada, indica además su apelativo. Está llena de luz y transparencia. Sostiene en sus brazos a la Luz del mundo (cf. Jn 8,12). Irradia pureza. El nombre de María indica castidad, apunta Pedro Crisólogo. Azucenas y jazmines, nardos y lirios, embalsaman el ambiente con la fragancia de sus perfumes. Pero María, iluminada y pura, nos embriaga con el aroma de su virginidad incontaminada. Nos invita a todos. "Venid a mí los que me amáis, saciaos de mis frutos. Mi recuerdo es más dulce que la miel, mi heredad mejor que los panales" (Eclo 24,19–20).
María, mar amargo, simboliza asimismo su nombre. Asociada a la redención dolorosa de Cristo, su Corazón es mar de amargura inundado de sufrimientos. Pide reparación y amor aún hoy, en Fátima y Lourdes. Dios te salve María, mar amargo de dolores. Angustia de Madre, que ve con tristeza que sus hijos se condenan...
Monte de luz
"María, nombre cargado de divinas dulzuras" (S. Alfonso de Ligorio). "Puede el Altísimo fabricar un mundo mayor, extender un cielo más espacioso —exclama Conrado de Sajonia—, pero una Madre mejor y más excelente no puede hacerla". Años antes, S. Anselmo, prorrumpía lleno de admiración: "Nada hay igual a ti, de cuanto existe, o está sobre ti o debajo de ti. Sobre ti, sólo Dios. Debajo de ti, cuanto no es Dios".
Hace años se descubrió en India un diamante desconocido. Monte de luz lo llamaron los coleccionistas admirados de su volumen y belleza. "No tiene semejante en el mundo entero", dijeron. María es el monte de luz que toca la misma Divinidad acercándonos a todos al Padre del cielo.
"¡Oh dulcísima Virgen María!"
"Dios te salve, María...". S. Bernardo entusiasmado al mirarla, siente su corazón arrebatarse en amor. Cantaba un día la Salve con sus monjes en un anochecer misterioso. Llenos de melancolía y esperanza los cistercienses despiden el día rodeando a la Virgen. Al llegar a la petición final "después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre", Bernardo sigue solo balbuceando lleno de júbilo, loco de amor. "Oh clementísima, oh piadosísima, oh dulcísima Virgen María...!".
Desde aquella histórica noche, la Salve, quejido de angustia y cántico de esperanza y amor, queda completada para siempre... S. Pedro de Mezonzo su artífice no podía sospechar que el abad de Claraval la redondearía un día. Todos aprendimos a balbucir esas palabras en labios de una madre que nos enseñó a invocar el dulcísimo nombre de María...
"Su Nombre no se aleje de tu corazón..."
"Dios te salve, María...". Estrella de los mares. "Ave, Maris stella", te canta la Iglesia. La estrella irradia luz sin corromperse. De María nace Jesús sin mancillar su pureza virginal. Ni el rayo de luz disminuye la claridad de la estrella, ni el Hijo de la Virgen marchita su integridad. María es la noble y brillante estrella que baña en su luz todo el orbe. Su resplandor ilumina la tierra. Enardece corazones, florecen virtudes, se amortiguan pasiones y se ahogan los vicios.
Es la Estrella bella y hermosa reluciendo en las tinieblas del mundo y marcándonos ruta de cielo. "Mi recuerdo durará por los siglos. El que me come, tendrá más hambre; el que me bebe, tendrá más sed. El que me escucha, no se avergonzará. El que trabaja conmigo, no pecará. Los que me den a conocer, tendrán la Vida Eterna" (Eci 24,29).
S. Bernardo nos dice en este día del Santísimo y Dulce Nombre de María. "No apartes tu mirada del resplandor de esta Estrella, si no quieres sucumbir entre las olas del mundo. Cuando soplen vientos de tentaciones o te abatan tribulaciones, mira a la Estrella, invoca a María. Cuando olas furiosas de soberbia, ambición o envidia amenacen tragarte, mira a la Estrella, invoca a María. Si la ira, avaricia o impureza quieren hundir la nave de tu alma, mira a la Estrella, llama a María. Si, desesperado por la multitud de tus pecados, anegado por tus miserias, empiezas a desconfiar de tu salvación, piensa en María. En los peligros, en los sufrimientos, en tus trabajos y luchas, piensa en María, invoca a María. Que su Nombre no se aleje de tu corazón ni se separe de tus labios".
"Siendo Ella capitana no te fatigarás..."
"Dios te salve, María..." Mañana es tu santo, el de todos tus hijos. Recibe nuestra felicitación emocionada, llena de confianza en el poder de tu Nombre Santísimo. Unámonos a la Iglesia y con ella nos alegremos venerando el Nombre de María para merecer llegar a las eternas alegrías del cielo. La liturgia nos invita a asociarnos a su súplica. "¡Oh Dios! Tu Hijo al expirar en la Cruz quiso que Su Madre, la Virgen María, fuese en adelante nuestra Madre. Concédenos ser confortados por la invocación de su Santo Nombre" (orac. col.).
El Santísimo y Dulce Nombre de María será para nosotros emblema de victoria. Así Ella va delante señalando luminosa el camino... Nos apropiamos las palabras de S. Bernardo que continúan su segunda homilía de la Anunciación. "Siguiéndola a Ella, no te desviarás. Rogándola, serás fuerte. Mirándola, no te equivocarás. Agarrándote, no caerás. Siendo Ella protectora, no temerás. Capitana, no te fatigarás. Siendo propicia, llegarás".