miércoles, 18 de septiembre de 2019

LA FE DE MI PADRE VICTOR ANDRES BELAUNDE

LA FE DE MI PADRE VICTOR ANDRES BELAUNDE

Les comparto la Entrevista en PAX http://paxtvmovil.org/vod/capitulo_video/14/651 que tuve el honor de hacer a su hijo José, autor de este magnífico artículo:

Belaunde Moreyra, J. (2019). Recuerdos de mi padre. Mercurio Peruano. Revista De Humanidades, (531), 3-11. https://doi.org/10.26441/MP531-2018-SM1

 

"…Dos fueron los pilares de la vida de fe de mi padre. El primero, la misa y la comunión diarias, a las que se habituó muy pronto y que no abandonó hasta el final de sus días. Desde los 8 años, en que hice la primera comunión, hasta los 12, en que entré al colegio de los jesuitas, fue mi costumbre acompañar diariamente a mi padre a la misa de las seis y media de la mañana en la parroquia de los padres pasionistas, que, por un designio de la Providencia sin duda, quedaba al lado de la casa.

Mi padre ayudaba con frecuencia a la misa, cuando no lo hacía yo, y, una vez terminada, permanecía largo rato arrodillado dando gracias. La fotografía que un día publicó la revista

Caretas, en la que se ve a mi padre en el reclinatorio, con la cara hundida en las manos, transmite perfectamente lo que era su actitud de recogimiento después de comulgar en misa.

Durante  esa  época,  mi  padre  estaba  muy  preocupado  por  su  vesícula  biliar.  Le  habían  dicho  que  ya  no  funcionaba  apropiadamente  y  que  habría  necesidad de extirparla. La idea de una operación lo horrorizaba, santo temor por el bisturí que yo comparto. Le  habían  recomendado  tomar  diariamente,  y  en  ayunas,  una  infusión  de  hojas  de  boldo,  un  buen  rato  antes  del  desayuno.  Para  poder  cumplir  con  esa prescripción sin dejar de comulgar ni retrasar la primera colación del día, llevaba a la iglesia una botellita algo chata, como de un palmo de tamaño, llena

de la infusión rojiza. Minutos después de comulgar se acercaba discretamente a  un  confesionario  cercano  que  no  estuviera  ocupado  y  allí,  semioculto  en  el  reclinatorio  del  penitente,  empinaba  el  codo  hasta  apurar  el  contenido  de  la  botella,  posiblemente  ante  la  mirada  asombrada  de  algunas  de  las  personas  piadosas que se encontraban cerca. Debo confesar que yo como niño me sentía incómodo de lo que pudieran pensar. ¿Cómo decirles que era boldo y no alcohol? Pero mi padre se cuidaba poco de lo que pensara la gente.

El  segundo  pilar  eran  las  dos  horas  que  dedicaba  a  la  oración,  lectura  y  meditación cada noche. Durante los primeros años de su exilio había adquirido el  hábito  de  despertar  en  la  madrugada  y  no  volverse  a  dormir  sin  leer  largo  rato. Mal hábito ocasionado por el insomnio que se convirtió para él, después de volver a la fe de su infancia, en una fuente de luz y consuelo, cuando a la lectura añadió la oración y la meditación…".

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