NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED Y LA OBRA LIBERADORA EN  EL PERÚ EN EL BICENTENARIO
     
    Mons. Juan José Salaverry, OP, obispo auxiliar de  Lima, 29 julio 2021
     
    Muy queridos hermanos de la Orden  Mercedaria
    Nos  sentimos honrados de celebrar esta fiesta del Bicentenario de la Independencia  Nacional a los pies de Nuestra Señora de la Merced, advocación que ha marcado  el encarnado corazón del creyente peruano con el amparo de la Madre de la  Misericordia y una devoción que se ha convertido un símbolo patrio de nuestra  identidad.
    A  lo largo de toda nuestra historia, desde la llegada del Evangelio a nuestras  tierras, llegó la Orden de la Merced con el "Cristo de la Conquista"  que más que conquistar al pueblo con un afán político lo sedujo con la  solidaridad divina de quien asumió el sufrimiento humano para luego redimirlo.  Y junto al Cristo de la Redención, la Orden trajo al Perú a la Madre de Dios, que  vestida de hábito blanco y con los brazos abiertos acogió a sus nuevos hijos  para ser sus hijos. 
    Desde  el arribo de La Merced, el pueblo creyente sintió la maternal protección de la  Santísima Virgen, cuánta razón tuvo el Papa Francisco cuando al llegar a  nuestras tierras dijo: "Lo primero que me gustaría transmitirles es  que esta no es una tierra huérfana, es la tierra de la Madre".  Ciertamente, la Madre de Dios ha estado presente a lo largo de la historia de  la salvación y a lo largo de la historia de nuestro país.
     
    1.    La heroicidad de Judit  y la Madre liberadora
    La  liturgia de la palabra ha empezado con el veterotestamentario relato de Judit,  la heroína redentora del pueblo de Israel que, confiando en la misericordia,  con fe ardiente y valentía épica encara al generalísimo Holofernes para liberar  a su pueblo. 
    El  Papa Francisco en la audiencia del 25 de enero del 2017 decía que las palabras  de aliento que Judit dio a su pueblo: "Es un lenguaje de la esperanza.  Llamemos a las puertas del corazón de Dios, Él es Padre, Él puede salvarnos.  ¡Esta mujer, viuda, corre el riesgo también de quedar mal delante de los otros!  ¡Pero es valiente! ¡Va adelante! 
     
    Con  la fuerza de un profeta, Judit llama a los hombres de su pueblo para llevarlos  de nuevo a la confianza en Dios; con la mirada de un profeta, ella ve más allá  del estrecho horizonte propuesto por los jefes y que el miedo hace todavía más  limitado".
    La  teología nos ha enseñado que en Judit podemos ver un antecedente de la misión  de María: como intercesora por la liberación del pueblo y porque a través de  ella se consiguió la ansiada liberación de Israel. De esta manera lo entendió  el pueblo peruano que confió desde el primer momento en María, especial  protectora que abogó por su pueblo, por eso fue reconocida en 1730: "Patrona  de los Campos del Perú" y en los albores de la República, en 1823: "Patrona  de las Armas de la República". Es que Nuestra Madre compadecida por la  opresión de nuestro pueblo, como dice el Santo Padre, elevó su voz de esperanza  para llenarnos de confianza en Dios y para decirnos que tras puerta estrecha está  el verdadero reino de justicia y de paz.
    Que  actual se hace este mensaje. Hoy como hace doscientos años nuestro país  necesita escuchar la voz valiente de la Madre, que nos una y nos devuelva la  confianza para poder construir justos un horizonte de promisión.
     
     
     
    2.    Nacido de mujer, la maternidad  de María
    San  Pablo en la segunda lectura nos regala el texto clásico y fundamental para  entender la maternidad divina de María: "nacido de mujer, nacido bajo la  ley". Verdad dogmática definida por los padres conciliares de Éfeso (431),  y que la Iglesia ha creído vivamente porque siendo hermanos de Cristo por el  bautismo, hemos sentido que no solo hemos sido adoptados como hijos por el  Padre, sino que la Theotocos nos ha recibido con ternura sinigual  como madre. Por eso, desde siglos hemos invocado el auxilio de Nuestra Señora  diciendo: 
    Sub tuum praesidium
    confugimus,
    Sancta Dei Genitrix.
    Nostras deprecationes ne despicias
    in necessitatibus nostris,
    sed a periculis cunctis
    libera nos semper,
    Virgo gloriosa et benedicta.
     
    La  Orden de la Merced, al igual que otras religiones, nos ha enseñado a ponernos  bajo el amparo de "Nuestra Madre", con cuanta ternura podemos escuchar  tanto a frailes ancianos como a imberbes jóvenes dirigirse a Nuestra Señora  como verdadera Madre piadosa y amantísima. Nuestro pueblo ha grabado en su  corazón este título y, desde pequeños, los que hemos bebido la sabia mercedaria  en sus colegios, misiones y parroquias, la hemos invocado diciéndole: "Virgen  Madre de Mercedes, reina de cielos y tierras, en la vida y en la muerte,  ampáranos madre Nuestra".
     
    Hoy  nuestro país necesita de la calidez de la madre que cuide nuestros sueños, nos  consuele en medio de las aflicciones y nos sostenga en las debilidades, por que  con la ayuda de María como Madre podrá hacerse realidad no solo "el sueño de  la republica peruana" de la que hablaba Basadre sino el sueño de la nueva  humanidad que estamos llamados a edificar, como nos lo pide el Papa Francisco  en Fratelli tutti.
     
     
    3.    La herencia de una  Madre y la solidaridad de los hijos
    Finalmente,  la profunda lección del Evangelio de San Juan, que hemos leído, nos sitúa como  herederos del precioso regalo que Jesús redentor nos concede desde lo alto de  la cruz confiándonos a la custodia de María. Muchas cosas podemos decir de este  pasaje: el dolor de nuestra Madre, su perseverancia hasta la cruz, la valentía  de mantenerse de pie ante la muerte, su maternidad espiritual sobre la Iglesia…
    Pero  en este día, quisiera que nos fijemos en la solicitud del discípulo amado, que  es hecho hijo de María y que la recibe en su casa. Los Padres de la Iglesia nos  han enseñado que en San Juan se hace presente todo el colegio apostólico que  acoge a la Madre del Señor. Compartiendo la esperanza de María, haciendo suyo  su proyecto, pero al mismo tiempo Nuestra Señora acoge el proyecto de esa  Iglesia naciente y lo acompaña.
    A  lo largo de la historia de la Iglesia peruana, esta simbiosis se ha repetido.  La esperanza que María ha infundido en su pueblo, el proyecto de un futuro  superior para el país, la promesa de tiempos nuevos y mejores, no solo ha  movido los corazones de los devotos de Nuestra Madre, sino que ha implicado a  los hijos de esta venerable Orden de la Merced.
    Cuando  se forjaba la independencia del Perú, los hijos de la "Patrona de las  Armas" entendieron que "las ideas son tan potentes como las  armas" y por eso la Orden de la Merced dio a nuestra patria frailes ilustrados,  de gran cultura humanista, comprometidos con el evangelio y con el ideal de  patria, como. 
    •  El célebre "ciego de la Merced", Fray Francisco del Castillo  Andraca y Tamayo (1716 – 1770). 
    •  Fr. Melchor de Talamantes (1765 – 1809). Ideólogo y prócer de la independencia  americana.
    •  Fr. Cipriano Jerónimo Calatayud (1735 – 1814). Miembro de la "Sociedad  Académica de Amantes del país", y colaborador del "Mercurio  Peruano".
    Sin  embargo, también entendieron que no solo la fe y las ideas podían forjar la  nueva república, sino sobre todo a través del compromiso de toda la Orden con  la causa. Por eso, un día como hoy hace doscientos años, la Provincia  Mercedaria del Perú, se hizo una con la independencia, cuando el Padre  Provincial congrega a los frailes residentes en los conventos de Lima y en el  Salón Capitular de este Convento Máximo de San Miguel de Lima, celebran la "Junta  de Comunidad para jurar la Independencia del Perú" adhiriéndose a la  causa libertaria y haciéndose ciudadanos de la nueva nación.  
    Al  iniciar los días de las celebraciones del Bicentenario, nos volvemos a poner a  los pies de Nuestra Madre, para pedir su intervención liberadora sobre su  pueblo, para invocar su protección de Madre pero también y sobre todo para  pedirle que sus hijos de la familia mercedaria sigan fortaleciendo la fe, como  lo hicieron los primeros frailes misioneros,   que Ustedes queridos hermanos iluminen la discusión teológica, humanista  y patriota como lo han hecho aquellos frailes que gestaron la independencia, y  sobre todo que Ustedes hermanos y hermanas de la Orden de la Merced sigan  cuidando un auténtico y serio compromiso con el Evangelio y con este pueblo en  el cual se sigue encarnando el Verbo.
    Laus  Deo