El incidente del galeón San Felipe y la persecución a los cristianos en Japón (1597): una transcripción del relato de uno de los sobrevivientes
https://doi.org/10.4000/nuevomundo.86778
El documento proveniente del Archivo General de Indias (Sevilla), que ponemos a disposición de los lectores es un interesante relato, bastante detallado de toda la aventura que vivieron los tripulantes del galeón español San Felipe, que cubría la ruta de regreso desde Manila (Filipinas) hasta Acapulco (Nueva España). Fue escrito en el año 1597, dentro del periodo en que el imperio japonés acababa de unificarse tras las guerras entre los señores feudales (daimyos), que coincide con el llamado "siglo cristiano de Japón" (1549-1650)
"Llegaron, pues, todos estos benditos mártires este día 4 de febrero al dicho lugar donde vinieron a ganar el cielo y ponerse en cruz, que ya las tenían plantadas por su orden con el mayor alarido que toda aquella gente farisea hacía, todos armados de lanza y catana y arcabuz, demás del ruido que había del hincar las argollas en las cruces para brazos, pies, y gargantas, poniendo algunos en ellas y otros subiéndolos al fin a todos. Después de puestos cada uno en una "†"39, les atravesaron con una lanza los benditos cuerpos por el un costado que pasaba al hombro contrario ambos los lados.
- 40 Se trata del Salmo 113: "Laudate, pueri, Dominum, laudate nomen Domini" (Alegraos, niños del Señor (...)
- 41 Debe ser el "sayón". Según el Diccionario de la Real Academia Española es: "el verdugo que ejecuta (...)
52El padre fray Pedro Bautista había concer-[13]-tado con un japón llamado Antonio que estando en la cruz entonase Laudate pueri domine40 en alta voz y quedó el santo en oración y clavados los ojos en el cielo. El muchacho, habiéndole caído al lado, viendo se tardaba el padre en lo concertado, volvió a él como pudo y díjole: "Padre, no decimos el salmo". Y visto que no le respondía, lo entonó él solo, como si estuviera en el coro. Estaban al martirio presentes el padre y madre y parientes del dicho Antonio, los cuales con la ternura y dolor de verles padecer, lloraban grandísimamente, a los cuales se volvió diciéndoles: "¿Qué me lloráis?, llorad a estos pobres gentiles y a esta pobre infidelidad, que yo me voy al Paraíso donde rogaré a Dios por vosotros. Y por ellos". Y quitándose su vestidura, dijo a sus padres: "Padres, allí está. No tengo otra cosa ni herencia que dejaros", rogándoles que los gentiles no echasen de ver semejante sentimiento. Y esto fue poco antes que le pusiesen en la cruz. Era niño de 12 años que le habían criado los padres y era su sacristán el padre Martín. Ansí mismo se llegó a él antes de ponerlo en la cruz, se llegó a él [sic] el sajón41 que los ponía en la cruz, el cual le dijo: "Hijo, si quieres ser salvo y que no te crucifiquen, déjate de hacer lo que hasta aquí y yo te daré casas en que vivas", el cual respondió: "Y eso había de ser con el padre comisario y los demás". Y respondiéndole que no, dijo: "Pues en qué seso cabe que deje yo de ir al Paraíso por ninguna promesa que tú me hagas. Presto verás en qué poco tengo tus amenazas ni la terribilidad del martirio".
53Los demás padres todos predicaban a los japones y entre ellos fray Martín, habiendo de hacer esta plática a los mártires:
- 42 Estas dos palabras están tachadas.
- 43 Hediondas.
"¡Oh cuánto, hermanos míos y padres, anduvo nuestro padre San Francisco lo que nosotros con tan pocos méritos y cargados de tantos males hemos alcanzado! ¡Qué diera porque no solamente le martirizaran, pero que el martirio fuese de cruz, como el que se nos ofrece! Muchas gracias debemos dar a Dios por la merced que nos hace y nuestro padre San Francisco por la intercesión que es de entender que ante Dios ha interpuesto. Más quisiera os advertir que no sean estas parte ni excelencia del martirio para que os ensoberbezcáis y recibáis vanagloria. No quiera Dios que en un punto se pierda una ganancia tan grande, pues tenemos bien que considerar la miseria de nuestras personas y flaqueza, la poquedad de nuestros méritos y el haber sólo venido a esto por la misericordia y gracia del Señor, [que] murió por nosotros, pues por nosotros mismos no tuviéramos fuerzas ni valor para un trance
y valor42 tan terrible como el que se nos apareja. Y echaréis bien de ver en vosotros mismos cuanto sea obra de Dios, en el gusto y contento en que estáis dispuestos para ella, demás que para que ayude a la consideración y miseria de que somos compuestos. Consideraos después de muertos conforme a la costumbre de esta gente ansiosa, cayendo las entrañas y carne a pedazos, llena de gusanos y tan hedondias [sic]43 y por ventura no habrá quién los mire. Considerad también comidos de cuervos y tan desfigurados que será un horrible espectáculo a las gentes y considerad estas cosas y otras muchas que hay que considerar y a lo que cada uno se ha de reducir. Entienda ser esta obra del mismo Dios y que viene de su mano y no quede nada de vanagloria".
- 44 El último renglón de este folio está mal escaneado por lo cual no se ve el final de la frase.
54Y ansí diciendo a altas voces el Gloria Patri, le atravesaron aquellos sayones una lanzada por el lado izquierdo, que salió la lanza al hombro derecho. Y al sacarla se quebró el yerro de ella y se quedó dentro de las entrañas. Y visto por el verdugo que se había quedado en el cuerpo, subió por la cruz arriba y metiendo la mano por el costado, sacó el hierro. Y en todo este tiempo no cesó de [decir el]44 [14] Gloria Patri, clavados los ojos en el cielo sin menear pestaña, pie ni mano ni decir "ay", más que si fuera una cosa insensible. Y ansí dándole la otra lanzada por el otro lado, pasó el verdugo adelante a donde estaba fray Francisco Blanco, el cual no menos esfuerzo y valor mostraba, aunque cuando a él llegó con la lanza, habiéndosela metido, con el demasiado y excesivo dolor que sintió, sacó la mano derecha de la argolla donde se la habían puesto, y él mismo volvió otra vez a meter la mano en el argolla. Y visto cuán abrazado estaba con su cruz, el padre fray Felipe de las Casas, el cual se había entretenido hablando y estando en coloquios con la dichosa pérdida de San Felipe, que a tal tiempo y estado le había traído, habiéndose el propio en ella, al tiempo que le subieron un palo que les ponen en la horcajadura, quedó tan bajo que se ahogaba en el argolla penosamente y se le escurrieron las rodillas y espinillas por las de abajo hasta mostrar los huesos. Mas no por eso cesó varonilmente de encomendarse a Dios en trance de muerte tan apretada que para otra cosa no se le daba lugar. Y ansí fue el primer mártir que martirizaron, lo cual fue por intercesión de los que allí asistían. De esta manera lo fueron todos, sin cesar de predicar a los japones y gentes portuguesas que allí hubo, con muchas lágrimas y grandísimo fervor. No sin mucho riesgo de sus personas, los desnudaban tomando los más de ellos la sangre de tierra y reliquias que era posible, a cuya causa acudía el allinin no solo a cercar el puesto de tablones, mas aún ponerles guardas, de temor que no le hurtasen los cuerpos.
55Y ansí murieron estos benditos y gloriosos santos con tan gloriosos fines cuando prometían sus dichosas vidas y nos asegura la certeza de sus milagros, porque es el primero y principal y que no se puede negar, estando como están cebados los cuervos a cuerpos muertos, que de otra cosa no se sustentan esa multitud de japones que se matan y están tan desvergonzados que apenas se ha cortado la cabeza ni el cuerpo crucificado cuando le han sacado los ojos. Y a estos santos mártires no solamente no les tocaron, mas aún no pasaron por encima de las cruces ni entraron dentro de la cerca, que esta es una de las cosas que más [ha] admirado a los japones. El padre fray Pedro Bautista dicen que lo ven, ansí en la ciudad del Meaco como en la casa que él solía tener en Langasac, decir misa como antes que lo crucificaran, oficiada con mucha música y ofrenda de cera, a cuya causa tienen por cierto los japones que no es muerto. Ansí mismo dicen que todos los viernes después que los crucificaron, se aparecen sobre las cruces ciertas lumbres y luminarias. Y esto no está muy clarificado porque no lo ha visto sino es japones. Y dicen le echaron menos las guardas un día y que otro le volvieron a verle en la cruz, que ha sido grande milagro. Y después de crucificado, al cabo de 80 días, el padre fray Pedro Bautista lo vieron estremecer en su cruz, de tal manera que los japones entendieron que resucitaba para quitarse de la cruz, de lo cual resultó que le comenzó nuevamente a correr sangre de las heridas y llagas que tenía, la cual corrieron como el día que lo crucificaron. Este día que se estremeció, se aparecieron sobre las cruces unas columnas de fuego que salieron de allí y fueron a dar a las casas de los padres de la Compañía de Jesús y al posar fueron haciendo tanta luz como si fuera mediodía, de que causó notable admiración. Que todo consta por información que se hizo para enviar al Sumo Pontífice.
56Hallose al tiempo que le crucificaron en poder del niño Antonico una carta que escribía a sus padres en la cual les persuadía a la perseverancia de su ley. Estando en la fuga de su martirio, el padre fray Juan Pobre metió a los españoles en grandísimo ruido y alboroto porque se descabulló de donde estaba y se iba a ofrecer, y aunque le volvieron [15] se volvió otras dos veces a ir a ofrecer hasta que se le mandó por obediencia no lo hiciese, con lo cual se quietó, con que no se crucificaron más que los sentenciados, porque había el padre fray Gonzalo, fray Martín y fray Bartolomé, que los enviaron a la India para que de allí fuesen a Manila, porque era tanto su fervor que no se tenía entera satisfacción de que irían con la demás gente, antes se quedarían con sus hermanos. De manera que no queda en el Japón más que un solo fraile francisco y ese en hábito de Japón y escondido.
- 45 Hakata, barrio de Fukuoka.
57A siete deste mes llegó el obispo del Japón a ver al general y a ocho llegó el capitán mayor y los demás portugueses que allí residían, los cuales nos hicieron mucho regalo y limosna porque sólo en ellos hallamos alguna caridad y limosna. En este tiempo vimos una carta del padre García Garcés de la Compañía que está en Cuchivocu, a primero de marzo, en que da aviso como unos japones le habían dicho como el emperador Taycoçama había despachado a un correo para Langasac para que el juez no ejecutase la sentencia de muerte de los mártires. Aqueste correo y que este correo y el que el juez envió se habían encontrado en Facata45 y que estaba muy arrepentido de haber tomado la hacienda. Y esta voz es que no se puede dar crédito a ella porque como se vido, fueron diferentes las obras y estábamos en parte donde pudiera reparar algo del mucho daño que había hecho. A cuatro de este llegaron a nosotros siete españoles de los nuestros los cuales se habían huido de Urando donde los habían dejado el general, los cuales fueron por mar y tierra y tan maltratados que nos causaron el verlos lástima, y dijeron que a ellos les habían dado nueva de que a nuestro general y a todos los que con él habían quedado los habían crucificado y que también a ellos les querían sacar los ojos y crucificarlos, como fue verdad que todo se trató en Urando y en el Meaco y corte donde residía el emperador, y que por esta causa habían ellos querido más aventurar sus vidas que no morir en manos de aquellos infieles.
58A 14 de mayo, viernes en la noche, se aparecieron las columnas de fuego y luego a 16 del dicho salimos de Langasac para Manila dejando en aquel dicho lugar los 26 mártires cada uno puesto en su cruz en la playa, cerca de la mar, a cien pasos de la mar, todos puestos por su orden como se sigue, uno en pos de otro:
- Gayón, carpintero, criado de los padres franciscos, que él llegó con socorro a los padres al camino y le crucificaron porque era cristiano, de edad de veintisiete años.
- Cometaquia, predicador de los padres franciscos, de edad de treinta y ocho años.
- Pedro Juguijiro, que a éste envió el padre con los padres con el dinero del gasto para el camino, de edad de treinta años
- Miguel Casaque, padre de Tomé que está al veinte lugar, de edad de cuarenta y cinco años.
- Diego Quilay, de edad de cincuenta años.
- [16] Paublo [sic]46 Mique, de edad de treinta y cinco años.
- Paulo Ibarique, de edad de dieciocho años, predicador de la orden de San Francisco.
- Juan de la Compañía, de edad de veinte años47.
- Luis de Jico, de edad de doce años.
- Antonico de Jico, niño de edad de doce años, criado del padre fray Pedro Bautista y natural de Langasac.
- Fray Pedro Bautista, comisario de los descalzos y embajador, de edad de cuarenta y ocho años.
- Fray Martín de la Ascensión, sacerdote de edad de treinta años.
- Fray Felipe de Jesús, de edad de veinticinco años.
- Fray Gonzalo García, de edad de cuarenta años.
- Fray Francisco Blanco, de edad de dieciocho años.
- Fray Francisco de San Miguel, de edad de cincuenta y tres años.
- Martín, japón cocinero, de edad de treinta y ocho años.
- Simalion Xara, predicador del Meaco, de edad de cincuenta años.
- Ventura de Ojico, de edad de veintiocho años.
- Tomé de Ojico, de edad de doce años.
- Joaquín Saquier, de edad de cuarenta y seis años.
- Francisco, predicador de edad de cincuenta y cuatro años.
- Tomé Hijoo, de edad de cuarenta y dos años.
- Juan Quiquia, de edad de treinta y seis años.
- Graviel48 de Xico, de edad de dieciocho años.
- Pablo Susuy, predicador de edad de cuarenta años49.