En este día de Santa Teresa, quiero dedicar estas notas a las Carmelitas Nazarenas que día y noche velan al Señor de los Milagros y son protagonistas de este milagro permanente que se vive en Lima, particularmente en el Mes Morado.
El centro de la devoción al Señor de los Milagros es el templo de las Carmelitas Descalzas Nazarenas en la Avenida Tacna, en Lima. El año 1698 llegó una orden del Consejo de Indias para que se demoliera el beaterio por haberse procedido sin licencia real. Fue cuando Sebastián de Antuñano, habiendo fracasado con los Carmelitas, entró en conversaciones con la dicha Madre Antonia Maldonado. El mayordomo le ofreció el solar y la huerta que poseía en Pachacamilla para que el Instituto Nazareno se afincara al lado de la Capilla del Santo Cristo y cuidara de su culto.
El 12 de octubre de 1700 Antuñano hizo ante notario total donación a la Madre Antonia de todas sus adquisiciones de terrenos y de todas las construcciones efectuadas. Se hicieron las obras ampliatorias necesarias para la vida comunitaria, y en 1702 pasaron las Nazarenas a ocupar el complejo de edificaciones del santuario del Señor de los Milagros. En un gesto de identificación con ellas, Sebastián de Antuñano adoptó la vestimenta morada, y desde entonces su ejemplo fue seguido por los devotos del Santo Cristo.
El 17 de agosto de 1709 se produjo la muerte de la Madre Antonia Maldonado del Espíritu Santo. Dos días antes había otorgado amplio poder general a favor de Sebastián Antuñano para que hiciera valer su última voluntad, y le había declarado «Patrón de esta casa y Colegio», porque «a su gran celo, solicitud y cuidado se le debía el haberse efectuado dicha fundación y fábricas de ella desde su primera piedra». A la Madre Antonia le sucedió en el cargo de Superiora la Madre Josefa de la Providencia.
Siete años más tarde, también Antuñano sintió cercano su fin, y habiendo hecho testamento el 17 de diciembre de 1716, confesado y comulgado, falleció en la noche del 20 al 21 de diciembre del mismo año. Tenía 64 años de edad y 33 de mayordomo del Señor de los Milagros[1]. Sus restos reposan en la pared de crucero de la derecha del que entra en el templo, mientras los de la Madre Antonia reposan en el muro paralelo de la izquierda. Su recuerdo será imborrable por haber sido el iniciador de una de las manifestaciones religiosas más grandes de toda la cristiandad y por ser fundador del convento de las Nazarenas.
De estos dos pilares fundacionales se conserva un vivo recuerdo como se manifiesta en las lápidas de los sepulcros en el interior del templo. El de Antuñano: “Aquí yacen los restos del Hermano Sebastián de Antuñano, nuestro cofundador de nación vizcaíno-español, quien desde el año 1684 se consagró a promover el culto y devoción a Nuestro Señor de los Milagros y cooperó eficazmente a la fundación del Beaterio de Nazarenas, actual Monasterio de Carmelitas Descalzas Nazarenas”. De Madre Antonia Lucía: “Aquí yacen los restos de la Sierva de Dios, Madre Antonia Lucía del Espíritu Santo, fundadora del Instituto Nazareno, elegida por el Señor de las Maravillas para cuidar su culto y propagar su devoción. Falleció en olor de santidad en esta ciudad de Lima el 17 de agosto de 1709”.
La M. Josefa de la Providencia fue la que transformó el beaterio de las Nazarenas en monasterio de Carmelitas Descalzas.
Entre las beneméritas carmelitas hay que destacar a la célebre priora de las Nazarenas en tiempos del Virrey Amat, que se llamaba Grimanesa de Santo Toribio, y que fue la segunda superiora del Monasterio por más de 40 años, desde 1738 a 1778.
Las Madres Carmelitas han sido y son el alma de este culto multisecular. Se guardan en su archivo los registros de las profesiones, las dotes, los testimonios de su fervorosa dedicación, los documentos del proceso de
beatificación de Madre Antonia Lucía. Su carisma no es otro que el de la Orden carmelitana descalza, muy sintonizada desde Santa Teresa con la devoción al Cristo llagado y crucificado. Por eso el carisma nazareno “le aporta poco al carisma carmelitano, porque Jesús Nazareno siempre es su esposo –de la carmelita y de toda religiosa- La Santa Madre, Santa Teresa, habla de Jesús Nazareno y le tenía una devoción profunda a Jesús de la Pasión. Decía que no dormía una noche sin traer a su memoria la imagen de Cristo en el Huerto de los Olivos, en Getsemaní, porque le veía tan solo. La misma Santa Teresa se convirtió al ver el Cristo llagado y sintió la mediocridad de la vida religiosa que estaba llevando. Las Nazarenas recibieron y aportaron; la Madre Antonia tenía el Cristo de la Pasión, el Cristo Morado que significa el sacrificio, la Pasión, pero la Santa Madre tenía lo mismo. Cuando el beaterio desapareció, se adhirió a la orden de Carmelitas de Santa Teresa como deseó Madre Antonia. Tenemos el santuario por una tradición y es un Cristo muy venerado. Nosotros queremos vivir plenamente nuestra misión de vivir junto al Cristo Morado”. Éste –según cuenta Madre Soledad- le ha aportado como una segunda vocación.
El Señor Cardenal Landázuri –al ver que las Madres Nazarenas eran mayores de edad y escasas en número- pidió refuerzo al convento de Vitoria (España) De este modo, el 13 de septiembre de 1966, llegan cuatro carmelitas: María Rosa del Pilar, Juana María de la Cruz, Carmen de la Eucaristía y María Soledad de Nuestra Señora. De ellas, quedan actualmente Madre María Rosa y Madre Soledad, actual priora, ya que las dos primeros tuvieron que regresar. Madre Soledad se siente como en su tierra. “Una quiere esto; una ya le coge cariño a todo. El Señor de los Milagros, el Nazareno, es nuestro esposo. La Santa Madre le tiene coplillas al Señor Nazareno”[3]. Los limeños sienten que las Madres son el “alma, corazón y vida” del santuario; como velas encendidas, junto al altar, se inmolan, se ofrecen por el mundo, particularmente el complejo mundo limeño.
Además de su permanente vida inmolada desde la clausura, las Madres Carmelitas Nazarenas acometen una decidida obra social a través del comedor de niños, ancianos y familias pobres. Se sirve a diario unas 250 raciones de desayuno (de 7.00 a 9.30) y almuerzo para los niños, y cerca de 80 raciones para ancianos y otras 80 familias en el Comedor de Jirón –Emancipación 594, 2º (puerta de fierro) y en el Dispensario médico se atiende gratuitamente a diario (de 3 a 6 de la tarde) mediante 4 médicos. “El niño que viene, entra y desayuna y, si quiere, vuelve a entrar. Nosotros no llevamos el control. El niño que viene ¡bendito sea Dios! ¡que desayune todo lo que quiera!. Queremos hacer como el Señor: dar todo gratis; no queremos entrar en dinero, porque si no tenemos que entrar con un administrador, una caja fuerte. ¡La Providencia es extraordinaria y no falla nunca!. Tenemos cinco señoritas que nos ayudan. Nos vienen bien los voluntarios para el almuerzo. Que vengan de 12.00 a 2.00 y coordinen con la señorita Paula Silva” –concluye cariñosamente la Madre Soledad
La priora actual, Madre Soledad, confiesa que “siempre hay milagros; muchas conversiones y milagros también; son tantos los milagros que hace el Señor pero los fieles, viene uno, viene otro y no alcanzamos a anotarlos; cuenta
una señora que vino a la Iglesia con el niño medio muerto, y el padre capellán, al oír que le decía una y otra vez: “Mi hijo se muere”, le increpó: “¿Qué me dice a mí? Dígale al Señor, vaya donde el Señor, Él lo puede resucitar; ¡Vaya!, no me lo diga a mí, ¡vaya!”. Y el niño se curó...Ése es uno, pero todos, todos tienen algún favor. Unos vendrán a pedir pero muchos vienen a dar gracias, de manera que el Señor está haciendo muchos milagros”[4
[1] Miguel Maticorena dedicó una semblanza a Sebastián Antuñano en el marco
de su trabajo dedicado a los vascos en Perú y que fue publicado el 30 de
diciembre de 1979 en El Comercio.
[2] Archivo Arzobispal de Lima. Monasterio de las Nazarenas: I: 58. Año
1778.
[3] Declaración oral, 14 de septiembre del 2003
[4] Declaración oral, 14 de septiembre del 2003