“La Iglesia de Lima está viviendo un tiempo intenso de evangelización, a través de la Gran Misión “Remar Mar Adentro”. Pero, ´es imposible pensar en la misión de la Iglesia sin contar con María, su Madre, Modelo y Figura. De allí que en el esfuerzo pastoral que significará la Gran Misión Remar Mar Adentro, profundicemos también en nuestra devoción a la Santísima Virgen, a fin de que sea Ella la Madre que nos ayude a contemplar el rostro de su Hijo´ Tal afirmación del Cardenal Juan Luis Cipriani, en la fiesta Nuestra Señora del Rosario (7 de octubre del 2004) en la presentación del programa conmemorativo con motivo de los 150 años de la proclamación del dogma de la Inmaculada, es la continuidad de una entrañable trayectoria de encendido amor mariano en el Perú, que ahora con la gran misión continental se trata de vivir.
La toponimia es sólo una firme expresión del sentir mariano del continente americano y en particular en Perú. Así, en el Valle del Colca hay un pueblo que lleva el nombre de la Inmaculada Concepción, el de Yanque, con un templo dedicado a María y que data del S.XVI. Otro, Lari, lleva el nombre de La Purísima Concepción. De igual modo, múltiples santuarios marianos del Perú están dedicados a esta advocación: el de Huanchaco y el de la Virgen de la Puerta de Otuxco, los dos en Trujillo; Nuestra Señora de Huambalpa y Nuestra Señora de los Socos, en Ayaucho; la Purísima de Quiquijana, en Cuzco.
De igual modo, en nuestro suelo, han arraigado costumbres tan populares como la generalización del saludo «Ave María Purísima», la celebración del mes de mayo, la devoción del Rosario de la Aurora que llegó a contar con quince rosarios salidos de sus respectivas iglesias en la Lima de 1692, cantando coplas tan «lindas» como ésta:
«María, todo es María. María,
todo es por vos.
Toda la noche y el día
se me va en pensar en Vos».
Florecen las cofradías y congregaciones de Nuestra Señora (en particular la de “la Pura y Limpia Concepción” del Hospital de San Bartolomé), los romeros y danzantes de la Virgen. Los serenos cantaban también a María al dar la hora en las calladas noches; fachadas adornadas con el anagrama de María o con los versos (en zaguanes o esquinas con imágenes de María):
«Nadie traspase este umbral
que no diga por su vida
que es María concebida
sin pecado original».
Don Diego de León Pinelo, hermano del célebre primer biógrafo de Santo Toribio, bachiller por Salamanca, y luego estudiante, catedrático y rector (1656-8) de San Marcos, escribió un alegato apologético en defensa de la Universidad de San Marcos en 1648, que culmina refiriéndolo todo a la Virgen Inmaculada como quien “perfecciona las obras de los doctores [...] preside la Teología, los sagrados libros, la Jurisprudencia, la Filosofía: ella que presidió aquel divino Colegio de los Apóstoles”; y concluye: “¡Oh María, que doquiera eres María, doquiera piadosa, doquiera misericordiosa, guárdanos, dirígenos, para que cada día florezca nuestra Academia, que más bien es tuya, a la cual proteges como Señora del mundo y de los cielos”.
Años antes, en 1618, había publicado en la imprenta de Francisco del Canto, la obra “Relación de las fiestas que a la Inmaculada Concepción de la Virgen Nuestra Señora se hicieron en esta ciudad de los reyes del Perú”. Entre las numerosas comparsas que por aquellos días recorrieron Lima, destacó una formada por quince niñas menores de diez años. Vestidas de ángeles, con túnica de raso azul y sobre ella otra de velo de plata, con coronas de oro, perlas, rubíes, diamantes, esmeraldas y topacios. Cuando la máxima autoridad, el príncipe virrey de Esquilache, se asomó al balcón de palacio para ver tan tierna comparsa, una de las chiquillas, futura marquesa de Villarubia de Langres, representado a San Miguel, capitán de aquel coro de ángeles, se dirigió a Su Excelencia y le dijo:
Soy correo celestial,
Y por noticia os traía
que s concebida María
sin pecado original.
Don José de Mugaburu nos relata profusamente en El Diario de Lima (1640-1694) cómo se vivía la fiesta en honor a la “la Limpia Concepción”: “Martes siete de diciembre de 1655, víspera de la Pura y Limpia Concepción, votaron la Audiencia y Cabildo eclesiástico y secular, guardar su fiesta, y que fuera con vigilia; y defender su limpieza, y la nombraron por patrona de todo el reino. Y aquél día hubo muchas fiestas”. El año siguiente, 1656, se festejó con los “mayores fuegos que ha habido en esta ciudad...el sexto, otro carro con una imagen de la Limpia Concepción...Y fue aquella noche de los fuegos que no ha habido más que ver. El domingo siguiente hubo un gran sermón y procesión alrededor de la iglesia y sacaron a la Virgen Santísima de la limpia Concepción, la chapetona, que está en San Francisco...”.
Una gran contribución de la iglesia peruana a la formulación del dogma, defensa y celebración, fue la que prestó el teólogo franciscano Pedro Gual, quien en los Descalzos de Lima, publicó una de las obras más sólidas y fundamentadas sobre la Inmaculada.
Una delicada y apasionada muestra del fervor por la Inmaculada la tenemos, desde el siglo XVII, en los dos monasterios de religiosas concepcionistas, y que hoy se encuentran en Santiago de Surco y en Ñaña.
Uno de los más apasionados biógrafos de Santo Toribio, José Carmen Sevilla, Suavo Pontificio, afirmará que “su ardiente y filial amor a la Inmaculada Madre de Dios nació en su cuna, acompañándolo hasta su postrer aliento: desde muy temprana edad le rezaba su oficio parvo y santo rosario sin faltar un solo día y en horno de tan excelentísima Señora ayunaba los sábados a pan y agua”.
Por su parte, el célebre Arzobispo de Lima, Francisco Javier Luna Pizarro, en contestación al Beato Pío IX pidiéndole el testimonio sobre la tradición de la iglesia limeña para la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción, escribirá: “A las letanías peruanas, compuestas en alabanza de la Santísima Virgen y aprobadas por SS Paulo V incorporó entre las glorias que se cantan a esta Señora la de su inmunidad de la culpa original, enseñándonos a decirla: ´Por tu concepción inmaculada, líbranos, Señora, de todo mal y pecado”. Según recuerda el padre Armando Nieto, S.J., cuando la noticia del Dogma de 1854 llegó a América Latina, “nuestros países, organizaron muy solemnes celebraciones, desde el norte de México hasta el sur de la Argentina y Chile”. En Lima, sin embargo la celebración no pudo hacerse en 1855, ya que el 9 de febrero había fallecido el Arzobispo de Lima, monseñor Francisco Javier de Luna Pizarro. Fue el sucesor, Monseñor José Pasquel el que dispuso que la fiesta se celebrase el 8 de diciembre de 1856. El programa fue especial e incluyó Misa Solemne y Te Deum, y una lúcida procesión de los patriarcas de las órdenes de La Merced, San Francisco, San Agustín y Santo Domingo en sus veneradas imágenes, a las que se sumaron las andas de Santa Rosa, San Francisco Solano y Santo Toribio.Cerrando el cortejo venía la imagen de la Purísima, precedida de un coro de niñas vestidas de blanco y quemando perfumes en braserillos de plata. La procesión dio una vuelta a la Plaza Mayor. Al término de la misma, el Arzobispo Pasquel dio a la multitud la Bendición Papal.
En el marco de la gran misión “Remar Mar Adentro”, la Arquidiócesis de Lima celebró los 150 años del Dogma de la Inmaculada Concepción con diversas iniciativas pastorales y un Congreso teológico presidido por el Arzobispo Primado, Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne. El 7 de diciembre, víspera de la Solemnidad, delegaciones de más de cien parroquias de la capital peruana llegaron a la Catedral acompañando la procesión mariana nocturna con la imagen de Nuestra Señora de la Evangelización. Durante la Vigilia, la Arquidiócesis se consagró a la Virgen, mientras que cien jóvenes de distintos puntos de la capital se comprometieron a vivir en abstinencia, como parte de la campaña “Yo elegí amar bien”, promovida por la Comisión de la Juventud. La Plaza Mayor por única vez bajó la intensidad de sus luces antes de la vigilia, para verse iluminada con el paso de la imagen de la Virgen María y la luz de las velas portadas por los fieles desde el Convento de Santo Domingo. En el día central de la festividad, el 8 de diciembre, mil 300 niños provenientes de las parroquias y colegios de la Arquidiócesis de Lima recibieron el sacramento de la Primera Comunión, en una ceremonia solemne presidida por el Cardenal Cipriani.
Finalmente, del 10 al 12 de diciembre, en el auditorio del Colegio San Agustín de Lima, se llevó a cabo el Congreso Teológico “La Inmaculada Concepción, una verdad de fe para el Tercer Milenio”.
Les adjunto una espectacular imagen de la Inmaculada en Huancayo, desde donde se divisa el bellísimo Valle del Mantaro. Que todo nos ayude a vivir TODO POR LA INMACULADA.