miércoles, 15 de abril de 2009

LA IGLESIA EN EL DÍA DEL MONUMENTO

Como contribución a la feliz iniciativa de los organizadores en Lima del “Día del Monumento”, les comparto el programa y algunos textos de interés que muestran la solicitud de la Iglesia Católica por los monumentos.

“El empeño de quien construye y decora la casa del Señor recibe su estatuto de la Sagrada Escritura” Mons. Mauro Piacenza, actual presidente de la Comisión de Bienes Culturales del Vaticano, en su Mensaje a los participantes en la XVIII Cátedra de Arte Sacro de la Universidad de Monterrey (9 de febrero de 2007) nos recuerda un texto bíblico realmente hermoso, tomado de Ex 35, 30-33: Dando inicio a los trabajos para la Tienda del Encuentro, Moisés les dijo a los israelitas: «Mirad, Yahveh ha designado a Besalel, hijo de Urí, [...] y le ha llenado del espíritu de Dios, confiriéndole habilidad, pericia y experiencia en toda clase de trabajos, para concebir y realizar proyectos en oro, plata y bronce, para labrar piedras de engaste, tallar la madera y ejecutar cualquier otra labor de artesanía; a él y a Oholiab [...] les ha llenado de habilidad para toda clase de labores en talla y bordado, en recamado de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino, y en labores de tejidos. Son capaces de ejecutar toda clase de trabajos y de idear proyectos»

Existe una PONTIFICIA COMISIÓN PARA LOS BIENES CULTURALES DE LA IGLESIA y en todas las diócesis una comisión diocesana. Con el Motu Proprio "Inde a Pontificatus Nostri initio" de Juan Pablo II, nació en 1993 la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia en sustitución de la Pontificia Comisión para la Conservación del Patrimonio Artístico de la Iglesia, creada cinco años antes en el ámbito de la Congregación para el Clero. La Comisión para los Bienes Culturales pasó entonces a ser un organismo independiente con su propio Presidente, manteniendo las mismas competencias: presidir la tutela del patrimonio histórico y artístico de toda la Iglesia (obras de arte, documentos históricos, patrimonios libreros y aquellos que se conservan en los museos, bibliotecas y archivos); colaborar en la conservación de este patrimonio con las Iglesias particulares y los respectivos organismos episcopales; promover una sensibilización cada vez mayor en la Iglesia sobre estos bienes, de acuerdo con las Congregaciones para la Educación Católica y para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Los principales documentos producidos en este orden son los siguientes:

1. Carta circular a los Ordinarios diocesanos sobre la formación de los candidatos a sacerdocio sobre los Bienes Culturales, 15 de octubre de 1992. 2. Carta circular a los Rectores de las Universidades Católicas para el envío de la "Relación sobre las respuestas de las Universidades Católicas respecto a las actividades promovidas con relación a los bienes culturales de la Iglesia", 31 de enero de 1992. 3.- Carta circular Los Bienes Culturales de los Institutos Religiosos, 10 de abril de 1994. 4.- Carta circular La función pastoral de los archivos eclesiásticos, 2 de febrero de 1997. 5.- Carta circular Necesidad y urgencia del inventario y catalogación de los bienes culturales de la Iglesia, 8 de diciembre de 1999. 6.- Carta circular La función pastoral de los Museos Eclesiásticos, 15 de agosto de 2001. 7 Inventario de los bienes culturales de los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de Vida Apostólica: algunas orientaciones prácticas (15 de septiembre de 2006)

La Basílica de San Pedro representa el principal modelo de la incesante superposición arquitectónica y el máximo templo de la cristiandad. Siempre ha estado al centro del interés y del estudio de los historiadores, críticos, eruditos, artistas y viajeros de todos los tiempos. Son casi veinte siglos de historia: San Pedro fue crucificado entre el 64-67 y su cuerpo fue sepultado en una fosa, en la que el papa Anacleto hizo erigir, entre el 76 y el 88, un “trofeo”. En el 315 Constantino ordenó la construcción de la primera basílica, que será consagrada por el papa Silvestre II en el 326. Mil años más tarde, el templo amenaza ruina y se empieza a pensar en derruirlo para así proceder a la nueva construcción. Los trabajos, confiados a Bramante, comenzaron en 1506, siendo dirigidos posteriormente por Rafael, Sangallo, Michelangelo, Maderno y otros, hasta su consagración, que tiene lugar después de más de un siglo, el 18 de noviembre de 1626

Una de las definiciones más completas sobre los “bienes culturales” se expresa en la Carta de 2001-:"Los bienes culturales en cuanto expresión de la memoria histórica, permiten redescubrir el camino de la fe a través de las obras de las diversas generaciones; por su valor artístico manifiestan la capacidad creativa de los artistas, los artesanos y los oficios locales que han sabido imprimir en las cosas sensibles el propio sentido religioso y la devoción de la comunidad cristiana[...]Por su contenido cultural transmiten a la sociedad actual la historia individual y comunitaria de la sabiduría humana y cristiana [...]; por su significado litúrgico, están destinados especialmente al culto divino".

Uno de los peruanos que más está trabajando el tema del Patrimonio religioso en Perú es nuestro colega Fernando Armas[1]. Nos recuerda que en su acepción más tradicional, el patrimonio es el “legado de nuestros padres”, referido a las nociones de herencia y paternidad. Es la herencia que hemos recibido de nuestros ancestros, que viene de una época pasada, y que se constituye en un legado que asegura el recuerdo de nuestra familia No sería sino hasta el advenimiento de la Ilustración, en el siglo XVIII, que la mentalidad racional, en plena crítica a la tradición y la religión, le daría al patrimonio una dimensión semántica extensiva, incursionando en la esfera de lo público. El patrimonio era ahora una herencia pública. Y no de individuos exclusivamente, sino que sobre todo de la Nación (Grange y Poulot 1997: 331 y ss.). El Estado pasó a apropiarse del discurso patrimonial, y como bien se ha señalado el patrimonio nunca más abandonó el discurso estatal, como esencial para producir la conciencia de la Nación. Así el Estado produjo y reprodujo un discurso en torno al patrimonio de la Nación, donde se reivindicaba la existencia de un legado, material y espiritual, que podía remontarse a miles y miles de años. El patrimonio, como herencia de la nación, era parte de la memoria colectiva social. La Iglesia, que se consideraba hasta antes del siglo XVIII, en el centro de la representación social y voz de la comunidad, tuvo que declinar su puesto preponderante ante el proceso de desacralización donde la vida colectiva no sólo pasó a estar representada por el Estado, sino también por la familia, grupo o clases. Orillado el concepto de la sociedad basada en la Revelación Divina la conciencia crítica abría las válvulas del entendimiento de la sociedad como construcción histórica, que se concretaba mediante prácticas sociales en el espacio público tal como afirma el filósofo Habermas. Grupos y clases se definían en el espacio público, mientras el Estado participaba activamente a través de ella en la construcción de un discurso patrimonial de identidad. Pero, por ser la sociedad un producto de prácticas, a la larga no sólo la modernidad permitió que la Iglesia (Católica en nuestro caso) ensayara formas de penetración y presencia en tal espacio.

Pero después de una etapa de optimismo, es público y notorio en torno al Concilio Vaticano II (1962-65) el problema de las adaptaciones inadecuadas de las iglesias tradicionales, de las ventas clandestinas y de los robos de objetos de arte sacro, comienza un periodo de mayor toma de conciencia sobre el patrimonio cultural por parte del Estado y de la Iglesia. La sociedad va alcanzando niveles de bienestar que le permite dedicar más tiempo al disfrute cultural y mayores esfuerzos económicos para promover y conservar la cultura. Se impone la necesidad de establecer líneas de cooperación entre el Estado y la Iglesia. También toma cuerpo la tarea de conservar, restaurar y custodiar el gran legado histórico del arte religioso, precaver y evitar lamentables robos y expoliaciones del tesoro artístico, y la necesidad de una más estrecha colaboración entre la Iglesia y el Estado. En 1974, se proponían tres soluciones: catalogación, restauración y uso adecuado. Al inicio de la década de los 80, en varios países especialmente de Europa quedaron delineados los grandes temas del patrimonio cultural de la Iglesia, hasta el punto de quedar patente la necesidad de una Comisión Episcopal que tratara específicamente del patrimonio cultural de la Iglesia, que, en relación con la sociedad civil, ya había rebasado con mucho el campo interno de lo estrictamente litúrgico o de lo administrativo eclesiástico, para convertirse en un bien de interés social. Se había pasado del concepto de «res sacra et pretiosa» al de «bien cultural»[2].

Dentro de esta rica trayectoria eclesial de preocuparse por los bienes, compartimos la rica legislación eclesial en el vigente Código de Derecho Canónico

C1214 Por iglesia se entiende un edificio sagrado destinado al culto divino, al que los fieles tienen derecho a entrar para la celebración, sobre todo pública, del culto divino.

C1215 P1 No puede edificarse una iglesia sin el consentimiento expreso del Obispo diocesano, dado por escrito. P2 El Obispo diocesano no debe dar el consentimiento a no ser que, oído el consejo presbiteral y los rectores de las iglesias vecinas, juzgue que la nueva iglesia puede servir para el bien de las almas y que no faltarán los medios necesarios para edificarla y para sostener en ella el culto divino. P3 También los institutos religiosos deben obtener licencia del Obispo diocesano antes de edificar una iglesia en un lugar fijo y determinado, aun cuando ya tuvieran su consentimiento para establecer una nueva casa en la diócesis o ciudad.

C1216 En la edificación y reparación de iglesias, teniendo en cuenta el consejo de los peritos, deben observarse los principios y normas de la liturgia y del arte sagrado.

C1217 P1 Concluida la construcción en la forma debida, la nueva iglesia debe dedicarse o al menos bendecirse cuanto antes, según las leyes litúrgicas. P2 Dedíquense con rito solemne las iglesias, sobre todo las catedrales y parroquiales. C1218 Cada iglesia ha de tener su propio título, que no puede cambiarse una vez hecha la dedicación.

C1219 En la iglesia legítimamente dedicada o bendecida pueden realizarse todos los actos del culto divino, sin perjuicio de los derechos parroquiales.

C1220 P1 Procuren todos aquellos a quienes corresponde, que en las iglesias haya la limpieza y pulcritud que convienen a la casa de Dios, y evítese en ellas cualquier cosa que no esté en consonancia con la santidad del lugar.
P2 Para proteger los bienes sagrados y preciosos deben emplearse los cuidados ordinarios de conservación y las oportunas medidas de seguridad.

C1221 La entrada a la iglesia debe ser libre y gratuita durante el tiempo de las celebraciones sagradas.

C1222 P1 Si una iglesia no puede emplearse en modo alguno para el culto divino y no hay posibilidad de repararla, puede ser reducida por el Obispo diocesano a un uso profano no sórdido. P2 Cuando otras causas graves aconsejen que una iglesia deje de emplearse para el culto divino, el Obispo diocesano, oído el consejo presbiteral, puede reducirla a un uso profano no sórdido, con el consentimiento de quienes legítimamente mantengan derechos sobre ella, y con tal de que por eso no sufra ningún detrimento el bien de las almas.

El Concilio Plenario Latinoamericano de 1899, celebrado en Roma, y en el que participaron todos los

Obispos de América Latina, acuñó cánones bien concretos en el TÍTULO XIV: DE LAS COSAS SAGRADAS, CAPÍTULO I: De las Iglesias

872. Así como las perfección es invisibles de Dios, según dice el Apóstol 853 , se han hecho visibles por el conocimiento que de ellas nos dan sus creaturas, así la virtud y la divinidad de Nuestro Santísimo Redentor, resplandece en toda la Iglesia católica, y llena de admiración las almas de los fieles, por medio del culto, ordenado con singular sabiduría y hermosura. Las Iglesias son la mansión principal de ese culto admirable, pues en ellas el Cordero inmaculado, Jesucristo, se inmola en el sacrificio eucarístico, recrea a los fieles con su presencia real, y nutre a los mortales con su preciosísimo Cuerpo y su Sangre. En verdad que son nuestras Iglesias "casa de Dios y puerta del cielo".

873. Por tanto, para que los divinos misterios se celebren en Iglesias dignas de un sacrificio y sacramento tan augustos, y la piedad y devoción de los fieles aumenten, se observarán con filial y entera obediencia, todos y cada uno de los preceptos dictados acerca de las Iglesias, por los Cánones, las Constituciones Apostólicas, y los decretos de la S. Congegación de Ritos.

874. Una Iglesia nueva, sea del clero secular, sea del regular, no se construya sin la licencia por escrito del Obispo diocesano 854 . No se negará la licencia sin justa causa 855 , como sería la de no constar de la dotación necesaria en forma debida 856 , o de ocasionarse perjuicio cierto al derecho ajeno 857 . Ni aun la construcción debe empezarse antes que el Obispo en persona, o por medio de un delegado, hubiere inspeccionado y aprobado el lugar, plantado en él la cruz, y bendecido la primera piedra de los cimientos 858 . Para que lo que una vez se ha consagrado a Dios no vuelva a destinarse a usos profanos, y pierda la Iglesia por causa de la humana codicia o inconstancia, lo que se le ha dado por Dios y para Dios, mandamos que, en todas las erecciones de nuevas Iglesias, capillas u oratorios públicos, se asegure con documento público, tanto su perpetua consagración al culto católico, como su dependencia perpetua del Ordinario respectivo, y el libre acceso a ellos de parte de los sacerdotes aprobados por el Ordinario, y de los fieles en general, según las reglas que el Obispo prescriba.

875. Ante todo, para la construcción de una Iglesia, escójase un lugar adaptado y conveniente para el sagrado edificio. Por lo cual, para conservar la tradición eclesiástica, en memoria de Jesucristo, que al ir a ofrecer el sangriento sacrificio, subió al Monte Calvario, y para significar que la ciudad santa, es decir la Iglesia, está situada sobre un monte, en cuanto sea posible constrúyanse las nuevas Iglesias en un lugar alto y eminente 859 . Cuando no se pueda, elévense a lo menos sobre el suelo, de suerte que se suba al pavimento por un número, generalmente impar, de escalones 860 . Para mayor decoro del sagrado edificio, procure el Obispo, al aprobar el plan de una obra nueva, que la Iglesia esté separada por completo de casas profanas o poco limpias. Si, por alguna causa racional, tiene que construirse una casa junto a la Iglesia, cuidese de que ni la vista, ni el decoro, ni la tranquilidad de la casa de Dios se menoscaben.

876. Según las formalidades recibidas en la Iglesia, los planos de la fábrica tienen que trazarse oportunamente, y, antes que se pongan en ejecución, los ha de examinar y aprobar el Obispo. Hay que recomendar que las nuevas Iglesias, en cuanto lo permitan el local y la naturaleza del edificio 861 , representen la cruz en que estuvo enclavado El que fue la salvación del mundo. Conviene igualmente, si no hubiere grandes obstáculos, que el altar mayor, con el presbiterio, esté vuelto hacia el Oriente, y la puerta principal se construya en el lado occidental de la Iglesia, o sea en la fachada; exceptuando aquellos templos en que el sacerdote celebra la misa en el altar mayor, con la cara vuelta hacia el pueblo 862 . Cuya fachada, como es costumbre antiquísima, debe estar muy ornamentada; y San Carlos Borromeo 863 quiere que en la misma fachada de todas las Iglesias, pero en especial de las parroquiales, se coloquen sobre la puerta principal las estatuas, o imágenes pintadas, de Nuestra Señora, y del Santo o Santa cuyo nombre lleva la Iglesia. Por último el arreglo interior debe corresponder a la construcción exterior.

877. En la construcción de los templos, si bien hay que atender a las leyes y tradiciones de la Iglesia y a los preceptos del arte cristiano, hay que evitar con no menor empeño, los abusos reprobados por la Santa Sede. Por tanto, en las bóvedas o techos de las Iglesias u oratorios, en que se celebran los divinos misterios, no se fabricarán galerías o salas destinadas a usos profanos, ni dormitorios, ni palomares o gallineros 864 . Sin privilegio Apostólico, nadie podrá abrir en la casa contigua, salvo que sea regular o parroquial, puerta o ventana que comunique con la Iglesia, ni tribuna o balcón 865 ; y si existiere el privilegio, se pondrán rejas o persianas a la tribuna o ventana 866 .

878. Cuando se trate de ampliar o restaurar una Iglesia ya construida, nada se emprenderá antes que el diseño de la nueva obra y los planes de reparación se hayan sujetado al examen del Obispo, y se hubiere recabado su aprobación y licencia.

879. Los rectores de las Iglesias no removerán de sus lugares las estatuas, imágenes y otros objetos semejantes, sin licencia del Obispo; y cuando ésta se hubiere obtenido, cuidarán de que todas las reparaciones e innovaciones se ejecuten al pie de la letra, conforme a los diseños aprobados por el Obispo. Cuanto hemos creído deber decretr o recordar acerca de la construcción o restauración de los templos, sea dicho salvos los derechos legítimos, sobre todo de los Regulares.

881. Para que los curas, y sacerdotes en general, no sean absolutamente ignorantes del arte nada fácil de edificar y restaurar las Iglesias, conviene que se familiaricen con los principios de arqueología sagrada, de arte cristiano y de jurisprudencia canónica, no sea que, por ignorancia, caigan en no leves errores y defectos. Pero, sea cual fuere la competencia en esta materia, de los sacerdotes y curas, nada hagan sin expresa licencia del Obispo, como se ha dicho en los artículos 878 y 879.http://multimedios.org/docs/d000021/

EL EJEMPLO DE SAN FRANCISCO Y DE SANTO TORIBIO

Francisco de Asís en los 800 años de la aprobación de su Regla. Cuando allá por el mes de diciembre del 1205 el más alegre de los santos o el más santo de los hombres felices de la historia, Francisco de Asís salió a dar un paseo y entró a rezar en la vieja iglesia de San Damián, fuera de Asís. Y, mientras rezaba delante del Crucifijo puesto sobre el altar, tuvo una visión de Cristo crucificado que le traspasó el corazón, hasta el punto de que ya no podía traer a la memoria la pasión del Señor sin que se le saltaran las lágrimas. Y sintió que el Señor le decía: "Francisco, repara mi iglesia; ¿no ves que se hunde?". El Señor se refería a la Iglesia de los creyentes, amenazada, como siempre, por mil peligros, mas él entendió que se refería a San Damián y, como era rico, pensó que era cuestión de dinero. Se fue a la tienda de su padre, cargó el caballo con las mejores telas y se fue a venderlas al mercado de Foliño. Al regreso entregó el dinero a messer Pedro, el cura de San Damián, más éste no quiso aceptar, temiendo que fuese una burla, y por miedo a sus padres. Entonces Francisco decidió quedarse allí, y reparar él personalmente la iglesia y ayudar a los pobres, según sus planes.

Toribio de Mogrovejo, segundo arzobispo de Lima, según el Capitán Basilio de Vargas, de Sevilla, 77 años, 14 de mayo de 1659, quien “le conoce y le habla una vez en el convento de monjas de Santa Clara antes de entrar las religiosas en él con ocasión de ir con la mercader mujer de Luis de Pernia. Iban a ver el edificio del dicho convento que se estaba acabando "y hallaron en el claustro más principal al dicho siervo de Dios Don Toribio que les dio licencia para que entrasen a ver la obra del dicho convento y que esto sería por el año de 1604 poco más o menos y que el dicho siervo de Dios estaba solo con los obreros y oficiales que hacían la dicha obra". Un singular testimonio nos lo ofrece el más que centenario labrador Gaspar Lorenzo de Rojas, natural de La Paz, 115 años, casado, quien le conoció en la visita a Yauyos, Jauja, Tarma, Chincacocha, Ica, Nasca. En Lunaguaná, asiento de Cataquasi, "donde el dicho siervo de Dios halló muchos indios desparramados y en sus rancherías, sin población ni iglesia y considerando que la parroquia donde estaban asignados distaba de aquel paraje cinco leguas de asperísima sierra, por lo cual mandó reducir los indios y fabricó con toda presteza un iglesia parroquial a su propia costa y este declarante vio abrir los cimientos y en una procesión llevar al dicho siervo de Dios en sus propias manos consagrada la piedra que se había de asentar primero, la cual vio poner en el cimiento al dicho siervo de Dios, a un lado del altar mayor, echándole su bendición arzobispal". Como compendio de su obra constructora es elocuente el artículo 34 del Sumario y memorial ordenado por D. Pedro e Villagómez, en1662. puso en perfección otras muchas cosas dificultosas pues edificó de nuevo desde sus fundamentos y reedificó y reparó y enriqueció muchas iglesias y lugares píos, en los cuales puso mucho trabajo y gastó y le costó muchas adversidades y halló contradicciones y contiendas” (Art.34).




[1] Entre libros y estudios, citamos: Fernando Armas Asín La invención del patrimonio católico (Modernidad e identidad en el espacio religioso peruano (1820-1950) Asamblea Nacional de Rectores, Lima 2006, 183 pp

[2] El paso se comprende mejor al considerar el caso de los archivos eclesiásticos, que, de ser meros depósitos de títulos de derechos o de trámites administrativos, han pasado a ser lugar de consulta para dar a conocer la memoria de la Iglesia y la memoria de los pueblos. De res sacra a bonum culturale hay tanto como de Archivo Secreto a Archivo Histórico abierto al público. http://www.carrasco-terriza.com/publicaciones.htm

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