El pasado miércoles 12 de agosto por la tarde falleció Evaristo Quílez, padre de 8 hijos y abuelo de 8 nietos, después de una larga enfermedad. Fue Presidente de los Hogares de Santa María, movimiento apostólico familiar nacido en 1966, promovido por el Padre Tomás Morales. Uno de los pioneros con Emilio Martínez, Paco Sabe… Todo un luchador pro-vida y pro-familia en su trabajo, en las asociaciones de padres, en los movimientos familiares. Siempre mostró un afecto especial por la "Misión" de Perú, apoyando económicamente a nuestro Hogares y facilitando que los matrimonios de los Hogares viniesen el pasado agosto del 2007. Rogamos una oración por el eterno descanso de su alma y reine la paz en el corazón de sus familiares. Les adjunto el artículo publicado por uno de sus hijos, buen amigo y militante, Quique.
http://www.alfayomega.es/Revista/2009/654/08_testimonio.html
Feliz ante la muerte
Este verano, el Señor ha llamado a su encuentro a Evaristo Quílez, Presidente durante años de los Hogares de Santa María, padre de ocho hijos y trabajador ejemplar. Sus últimos días en el hospital fueron un testimonio de humanidad y de fe, y una muestra de cómo la amistad con el Señor ilumina toda la vida. Escribe un hijo suyo:
Junto a la idea de tiempo, y muy ligada a ella, aparece en el ser humano -con más fuerza en la vejez- la idea de la muerte, que desencadena un estado de ánimo muy peculiar. Si bien a lo largo de la vida nos preguntamos acerca de la muerte, en la enfermedad este interrogante adquiere otra dimensión: la muerte se hace presente, se muestra como una realidad. Esta presencia suele provocar en el ser humano un sentimiento de angustia y temor. El concepto muerte es contrario al de vida. Al pensar en la muerte, el arraigo del instinto de supervivencia provoca esos sentimientos de aflicción y miedo desde una doble perspectiva. En primer lugar, la angustia por el propio acto de morir; y, en segundo, el temor por el más allá, por lo que nos encontraremos tras la muerte. Los cristianos afirmamos que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz; la muerte es consecuencia del pecado, que será vencido. La muerte no es el final. Nos aguarda la salvación.
El pasado miércoles 12 de agosto de 2009 falleció mi padre, Evaristo Quílez Córdoba, padre de ocho hijos y abuelo de ocho nietos, después de una larga enfermedad. Fue Presidente de los Hogares de Santa María, movimiento apostólico familiar nacido en 1966, promovido por el padre jesuita Tomás Morales. Trabajó durante toda su vida, y desde distintos foros, por defender la vida humana y la familia, siendo promotor y miembro activo de las asociaciones PROFAM y Foro Madrileño de la Familia. Católico a machamartillo, como le gustaba decir a Menéndez Pelayo; siempre puso a Cristo como el centro de su vida.
Los últimos días de mi padre fueron un regalo para su familia y sus allegados. Se dice que la muerte no se improvisa, que se muere como se ha vivido. Sus últimas palabras fueron unas recomendaciones a su esposa e hijos, donde nos rogaba atender a las dos dimensiones de la persona: la estrictamente humana: que luchemos por ser los mejores profesionales y los más honrados, que seamos los mejores padres y esposos, y que seamos generosos en nuestras vidas; que amemos a España y luchemos por su progreso y bienestar; y la espiritual, cuando nos indicó: «No se puede vivir sin Dios... Sed los mejores cristianos, no os ocultéis nunca; y, si algún día os ocurre, pasad por el confesionario»; y siguió diciendo: «Toda mi vida he estado con Cristo, pero ahora, en este momento, le redescubro. Se puede uno estar muriendo y ser feliz...» Ése es el motivo de la esperanza de los cristianos, la misma que permitía exclamar a san Agustín: «Vivamos bien (cristianamente) y los tiempos serán buenos. Nosotros somos los tiempos. Tal como nosotros somos, así son los tiempos» (Sermón, 80, 8).
Que el ejemplo de Evaristo Quílez, y su ayuda desde el cielo, nos sirvan para entender el verdadero sentido de la vida: prepararnos para la Otra.
Quique Quílez