Cuando contemplaba este fin de semana la deprimente fachada del Señor de Luren en Ica, producto del terremoto de hace tres años, meditaba la frase de Chesterton: Dios trastorna el mundo para que surjan santos.
Me encontraba en Ica para dirigir una tanda de Ejercicios Espirituales de San Ignacio para jóvenes. He vuelto a experimentar que son tan decisivos para la vida de las personas que desencadenan un terremoto cuando se organizan.
Es toda una casa la que se dispone para que los van vivan Cielo en la Tierra, se encuentren consigo mismo, con los demás y, sobre todo, con Dios. Hay que lanzar la convocatoria a cientos, miles; y no hay límite para el sacerdote, siempre disponible para la confesión, la santa misa… El que lo organiza es un sembrador a manos llenas; lanza el anuncio a voleo, pide oraciones, argumenta, pero sabe que sólo el Señor da el fruto.
Pero, ¿quién está dispuesto a dedicar un fin de semana a quien le dio la Vida, su Creador y Señor? Organicen, convoquen y verán… ¡Cuántas excusas! Tiempo, ganas, …Pero todas se encierran en una: Minusvalorar este genial método ignaciano con más de 500 años de experiencia.
Del 13 al 15 de agosto, he comprobado nuevamente que los Ejercicios son más actuales y eficaces que nunca. Esta vez hemos sido 8 los reunidos. Basta una persona para hacerlos, pues lo fundamental es el silencio y la actividad de cada ejercitante.
Les comparto alguno de los testimonios de los jóvenes participantes. “La vida es un camino y yo he vuelto a ver al camino eterno a través de la confesión, la comunión; tengo una alegría muy grande”. “Yo salgo muy contento con esta experiencia que me parece que va a ser inolvidable por mi encuentro con Dios y mis propósitos de cambio total”. “Yo me llevo dos cosas: fe en Dios y el amor que Él me tiene. Tengo que llevarlo a los demás”. “La mejor experiencia de mi vida la acabo de tener aquí. Dios me quiere. Mi conversión es cuestión de minutos”. “Estaba abrumado con tantas cosas. Los Ejercicios me han ayudado a jerarquizar, a ordenar, a poner cada cosa en su sitio; veo que tengo tiempo para todo si estoy unido a Dios. Tengo que mar a todos como Cristo nos amó”. “Me gustó el Retiro y me gustaría hacerlo siempre. Me he encontrado con Cristo”.
Sin duda que el más contento fue el que más trabajó. Han quedado varios sin poder asistir. Pedimos por ellos para que la próxima no se la pierdan.
Del coloquio final salimos con la conclusión clara que los Ejercicios comenzaban ahorita. La única foto tomada se hizo tras la misa final en la que felizmente todos pudimos comulgar. La perseverancia es un reto, un reto para valientes, para los que quieren ser más, los que con Juan Pablo II y Santa Catalina están decididos -si son lo que tienen que ser- “a prender fuego al mundo”. O si lo ponemos en términos arquitectónicos a lo san Francisco: “a restaurar la Iglesia”, restaurándose a sí mismos, tras sus sismos.