"La Virgen de la Nube y el Señor de los Milagros de Lima" Advocaciones Marianas de Gloria (Simposium XXª Edición San Lorenzo del Escorial, 6-9 de septiembre 2012)
El fiel devoto que contempla el severo rostro del Cristo de Pachacamilla, clava su mirada ante la figura graciosa y maternal de la Virgen formada por una nube, con el Niño Jesús en un brazo y un cetro de azucenas en el otro. Nuestra Señora de la Nube es el nombre de esta imagen pintada sobre lienzo por autor desconocido, que en la formidable anda de plata del Señor de los Milagros, vemos a su reverso.
Por más que indagamos e investigamos, salvo la clara conexión de la Madre Antonia Maldonado, ecuatoriana, con la advocación también ecuatoriana, no acabamos de conocer con precisión el origen de su llegada a Lima. Las propias MM. Carmelitas se sorprenden de la falta de documentos y la falta de arraigo del culto.
Parece que al devoto le basta con la presencia del Señor que tanto en la imagen del muro como en la del lienzo procesional va siempre acompañada de su Madre y no necesita más, de tal manera que Nuestra Señora de la Nube, al dorso, sigue como en una "nube". Mi objetivo, por tanto, será dar un poco de luz para que el sol de su documentación y devoción aparezca; o, al menos, despierte el deseo de la misma en historiadores y fieles.
Como bibliografía fundamental cuento con el libro custodiado en el propio archivo de las MM. Nazarenas titulado "Nuestra Señora de la Nube aparecida en Quito el 30 de diciembre de 1696" y que fue editado en Quito, año de 1900 por el P. José J. Matovelle. Este sacerdote publicó en "La República del Sagrado Corazón de Jesús" (Quito 1899) el Proceso Informativo que en 1797 se encontró en una Notaría de la ciudad y que se había redactado en 1696.
El autor del libro se dedicó como un nuevo San Luis María Griñón de Monfort a trabajar vivamente por extender la devoción en cuerpo y alma a través de opúsculos y novenas marianas, así como fundar congregaciones y levantar santuarios y altares en su honor.
Semejanza con Nuestra Señora de la Antigua y la Virgen del Aviso del Callao
La Virgen de la Antigua es un fresco de grandes proporciones dibujado sobre uno de los muros de la primitiva catedral andaluza. De innegable influencia bizantina, la pintura representa a la Santísima Virgen con su Divino Hijo. De pie y cubierta por un velo y manto dorados, acoge con el brazo izquierdo al Niño Jesús y ostenta en la mano derecha, muy aristocráticamente, una rosa en flor. Sobre la cabeza de la Virgen, dos ángeles sostienen una corona y por encima de ésta otro ángel lleva una leyenda con la inscripción latina "Ecce Maria venit". En 1929 la imagen fue coronada canónicamente.
A mediados del siglo XVI, D. Juan Federegui, arcediano de la catedral de Sevilla, hizo sacar una copia de la imagen para remitirla al venerable cabildo limense. La pintura, que tiene similares dimensiones que la sevillana, fue enmarcada en plata y colocada durante el arzobispado de Santo Toribio de Mogrovejo en la capilla del trascoro, en un primoroso retablo espléndidamente tallado y dorado, frente a la puerta principal de la Catedral. El afecto que la Antigua concitó desde entonces entre los limeños, se puede aún calcular por esta tierna copla popular:
Este trono que ves tan majestuoso
a la Madre del Verbo consagrado,
en que el arte parece se ha apurado,
uniendo lo magnífico a lo hermoso,
bosquejo es de aquel otro más glorioso
al que Dios Trino y Uno la ha elevado...
Mientras tanto, por aquellas fechas, la capital limeña recibía un "aviso" de Dios. El 2 de julio de 1687 se produjo un misterioso sudor y llanto en una pequeña imagen de la Virgen de la Candelaria que tenía en su casa el oidor don José Calvo de la Banda. El prodigio se repitió por 32 veces —perpetuándose la imagen como Nuestra Señora del Aviso— hasta que, en la madrugada del 20 de octubre, un terremoto seguido de un maremoto asoló el puerto del Callao y sacudió gran parte de Lima. En la obra más reciente acerca del Señor de los Milagros se afirma que "la advocación de la Virgen de la Nube también es conocida como la Candelaria, del Aviso o de las Lágrimas". [1]
El suceso de 1696 en Guálupo (Ecuador)
El 30 de diciembre de 1696, se hallaba muy enfermo el ilustre obispo de Quito y muy querido por la población, D. Sancho de Andrade y Figueroa, de un achaque de dolor de costado y tabardillo o tifus. Tan mal se encontraba de salud que los médicos le desahuciaron y aconsejaron al Prelado que recibiese la Unción de Enfermos, como lo hizo efectivamente el viernes 28 de diciembre.
Muy contristados los habitantes de Quito por la enfermedad de su querido Pastor, se resolvió traer la venerada imagen de Nuestra Señora de Guálupo, dedicada a Nuestra Señora de Guadalupe, a un par de leguas de la ciudad, hasta la iglesia catedral. Al día siguiente, en que el Obispo recibió la Unión de Enfermos, fue trasladada la imagen desde su santuario de Guálupo a la iglesia catedral. El canónigo doctoral y vicario general de la diócesis, Dr. D. Pedro de Zumárraga, dispuso se celebrase una rogativa para impetrar la curación del Obispo. Se acostumbraba rezar solemnemente el Rosario y cada una de las iglesias principales de la ciudad salía en procesión en el día de la semana que se le asignaba; los domingos le tocaba a la Catedral. El domingo 30 de diciembre de 1696 salió por la tarde de la Catedral la procesión del santo Rosario; entre las 500 personas concurrían el Presidente de la Real Audiencia, Mateo de la Mata Ponce de León, el Corregido y Justicia Mayor de Quito, General Pedro García de la Torre, el Fiscal de la Real Audiencia Ignacio de Aibar y Eslava, el canónigo maestreescuela D. Luis Matheu y Sanz. Y fue entonces cuando tuvo lugar el acontecimiento. A eso de las 4:45 de la tarde, habiendo llegado al final del pretil de San Francisco, gran parte de la comitiva había desembocado ya por la calle que va hacia el templo de Santa Clara y la restante se hallaba en la extremidad del atrio contigua a la iglesia de Cantuña; iba a descender la ancha escalinata de piedra, al concluir la segunda decena del rosario, cuando se hizo la señal con la campanilla para que todos se arrodillasen para entonar el Gloria Patri. De repente, se vio claramente en el cielo, en dirección al caserío de Guálupo, una figura formada por nubes, de gran tamaño.
Fue entonces que el presbítero José de Ulloa y la Cadena, capellán del Monasterio de la Limpia Concepción de Quito, exclamó a voz en cuello: "¡La Virgen, la Virgen!", y todos volvieron la mirada hacia el lugar señalado, viendo nítidamente sobre los aires, la figura de María Santísima dibujada por las nubes:
"Estaba la imagen de pie sobre otra nube más oscura y densa que le servía como pedestal o trono. Llevaba corona en las sienes y en la mano derecha un ramo de azucenas a manera de cetro. Con la izquierda estrechaba al Divino Niño Jesús, hacia quien tenía dulcemente inclinada la cabeza. Sobre los cabellos y espalda flotaba un airoso velo formado igualmente de una nube. Vestía una cándida túnica de sencillos y ondulantes pliegues, media oculta por un manto de amplitud majestuosa y regia".
A sus voces se pusieron en pie el Presidente de la Real Audiencia y el Corregidor, al igual que todos los demás que estaban arrodillados. Parece que la imagen estaba como a dos leguas de los espectadores en dirección del palacio episcopal y los pueblos de Guálupo y el Quinche. La aparición duró lo suficiente (canto del Gloria, anuncio del tercer misterio gozoso del Rosario, padrenuestro y principios del Avemaría) para que todos pudieran darse cuenta perfectamente de ella. Durante ese tiempo, permaneció el cielo sin alteración ninguna, hasta que una nube densa y oscura que le servía de peana se levantó de la base y a manera de un velo cubrió súbitamente la imagen que se ocultó al punto y despareció de la vista. En la ciudad se sintió un viento impetuoso y fuerte que pasó como un huracán.
Terminada la procesión, los personajes principales en número de once determinaron acudir de inmediato a declarar notarialmente lo vivido y se levantó un acta. En ella, declaran la máxima autoridad local —el Presidente de la Audiencia— y otros testigos calificados, como consta en el proceso que hasta hoy se conserva en el Archivo Arzobispal de Quito. En el libro se ofrecen los testimonios en las páginas 146-171. Mateo de Mata Ponce de León, Presidente de la Real Audiencia, Luis Matheu y Sanz, maestrescuela, D. José de Ulloa y la Cadena, capellán de la Concepción, General don Pedro García de la Torre, caballero de Calatrava,, Ignacio de Aibar y Eslaba, caballero de Santiago, Francisco de Sola y Ros, maestre de campo, teniente general de Corregidor, capitán Antonio de Ascencio, Francisco de Mendoza Villaseñor, hermano lego de San Bruno, Salvador Pérez Guerrero, regidor perpetuo, Baltasar Maldonado de Mendoza, sargento mayor y escribano, Miguel Jiménez, maestro mayor de oro.
A raíz del suceso, el obispo de Quito recobró inopinadamente la salud; y no sólo autorizó el culto a Nuestra Señora de la Nube, sino que mandó erigir un altar para conmemorar el hecho. Su Ilustrísima vivió algunos años más, siendo muy devoto de la Santísima Virgen y del Rosario: falleció el 2 de mayo de 1702. Existe el expediente seguido por el señor Zumárraga en el Archivo de la Notaría eclesiástica de la Curia Metropolitana, y fue publicado por la imprenta hace tres años en los números 54 y 55 de la revista religiosa titulada La República del Sagrado Corazón. (Quito. Imprenta del clero. 1890).
Repercusión en Ecuador y Perú.
La noticia del hecho se extendió rápidamente por toda aquella provincia y no tardó en llegar a Lima. Años más tarde, la Priora del Monasterio de Madres Nazarenas, madre Bárbara Josefa de la Santísima Trinidad, a instancias de algunas religiosas dispuso incorporar un lienzo con la imagen de la Virgen de la Nube a las andas del Señor de los Milagros, para la mayor gloria de María Santísima y como un sentido homenaje a la Fundadora del Instituto Nazareno, la sierva de Dios madre Antonia Lucía del Espíritu Santo, natural de Guayaquil.
La primera mención que en el Perú, y de manera concreta, en la Ciudad de los Reyes, se hace referencia de la advocación quiteña, se debe al cronista D. Eusebio de Llano Zapata, quien en su "Observación Diaria" cita como fuente de información al Lic. Eclesiástico D. Alonso de la Cueva, manifestando la relación de sucesos del 20 de octubre de 1747, al mencionar sobre la Procesión del Señor de los Milagros de Nazarenas: ...salió por la mañana la imagen de su templo, visitando las calles, ramadas, Iglesias y Monasterios y duro la procesión cinco días... ese año alargo mucho su recorrido y al reverso de la imagen se veía otra de Nuestra Señora de la Nube, advocación quiteña que se había aparecido en el cielo de dicha ciudad en 1696".
La Imagen del Señor de los Milagros de Nazarenas, cada año en el décimo mes, es acompañada por la Dama de Quito, la Virgen de la Nube. Sin lugar a dudas destaca en belleza y elegancia, María se presenta como una Reina, su cabeza va coronada, su rostro refleja serenidad y belleza, su precioso hijo en el brazo izquierdo dando la bendición le da una actitud mayestática; en la diestra porta el cetro y la Azucena que representa su coraza, el olivo que simboliza su fruto, símbolo de su vinculación con Israel. Su brazo izquierdo sostiene al Niño que lleva al Mundo en sus manos. Le sirve de pedestal la luna, el triunfo de María sobre el Islam. El marianista y culto prelado Monseñor Óscar Alzamora no pierde ocasión en el documental patrocinado por la Comisión Episcopal para los Bienes culturales de la Iglesia para comentar la imagen de Nuestra Señora de la Nube[2] destacando de la imagen de la Virgen como reina en su mano tiene el centro y a la vez la azucena que representa su pureza y el olivo que representa su fruto y su vinculación con Israel"
Como nota saltante hay que destacar que la imagen de la iglesia de las Nazarenas y que sale en la procesión fue restaurada en 1992 bajo el auspició del Banco de Crédito del Perú, durante ocho meses, en los talleres del Museo Pedro de Osma y bajo la acertada conducción profesional de Liliana Canessa y Alvaro Sandoval. Al igual que la imagen del Señor de los Milagros, fue sometida a estudios previos, como análisis químicos, estratigráficos, radiografías, luz ultravioleta, estudios históricos y fotográficos, ventanas de limpieza y otros. Se realizó un tratamiento completo de conservación y restauración, ya que la obra presentaba muchas capas de repintes y un reentelado en tela de algodón. Se retiró primero la capa de barniz y luego del primer repinte donde aparecía como Virgen de la Merced y en otro aparece la representación de la Virgen del Carmen. En esta etapa se procedió al retiro del reentelado y se preparó para uno nuevo a la gacha y con tela de lino. Luego se procedió a una aplicación de barniz grueso, para proteger la pintura durante la procesión. Hoy podemos apreciar esta obra de arte en toda su originalidad[3].
Cabe destacar como excepción de la poca devoción en el Perú la creación de una parroquia con esta advocación en la diócesis de Carabayllo, Lima. Su actual párroco es el P. Peña Villegas, y su domicilio es Manuel Calle Vizcardo y Guzmán 301 Urb. San Agustín Comas - Lima 7.
Merece también una especial mención la moderna novena elaborada al Señor de los Milagros[4] por el obispo redentorista, director de Radio María en el Perú, Monseñor José Ignacio Alemany en la que incluye la síntesis de la historia de la advocación[5] y un triduo en honor a Nuestra Señora de la Nube.
[1] 360 años. Fidelidad, caridad y sacrificio por Cristo y su Iglesia. 1651-2011 de la Hermandad del Señor de los Milagros de Nazarenas Lima 2011 p.20
[2] El Señor de los Milagros. Edición de colección XV aniversario, Región FREE, Lima 2010.
[4] Historia y Novena al Señor de los Milagros, Lima 2004, 32 pp.
[5] NAVAS, Juan de Dios. Guálupo y su santuario Quito, 1926