(1590-2006) (Su trayectoria vital)
Lima 2016, 358 pp.
Al culminar la presente investigación acerca de la institución educativa peruana más longeva, se adueña un sentimiento de respeto y admiración.
1. En primer lugar, conviene destacar esta permanencia en el tiempo, la estabilidad de la institución lograda a lo largo de casi medio milenio. Como escribiese el filósofo oriental Kwuan-Tzu, hace 2.300 años: «Si planificas por un año, siembra trigo; si planificas por una década, planta árboles; si planificas por una vida, educa personas». Han sido miles de personas las educadas en este plantel. Muchos de ellos han sido obispos y responsables del mundo social y religioso.
2. En segundo lugar, se debe enfatizar que, más allá de un simple internado de futuros clérigos, durante muchos intervalos de tiempo ha fungido como centro superior de estudios teológicos donde se repetían las lecciones dadas en la Facultad de Teología; en algunos momentos como en el gobierno de Piérola, antiguo seminarista y profesor, el Seminario y la Facultad se convirtieron en almas gemelas de un mismo proceso formativo muy cercano al de los colegios mayores y siempre en el ámbito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
3. En tercer lugar, es de resaltar la riqueza documental de la institución toribiana que tanto puede enriquecer la historia educativa peruana, la historia de la Iglesia del Perú y la amplísima vida cotidiana de la sociedad peruana. Basta con asomarse a las constituciones, planes de estudio, fichas de profesores y alumnos, su selecta biblioteca, la resonancia de los avatares de la vida nacional en la vida del seminario…
4. En cuarto lugar, queda patente la estrecha relación del mundo del seminario con la sociedad peruana. Basten algunos datos como su primer rector, Hernando de Guzmán, quien rigió en tres periodos la Universidad de San Marcos sin dejar de dirigir el seminario por más de 40 años; además se proyectó en la Catedral, en las visitas por la dilatada arquidiócesis de Lima. En la aurora de la independencia, entre los próceres que van preparando el clero renovado del Nuevo Régimen tenemos a varios alumnos y profesores toribianos: Baltasar Martínez de Compañón y Bujanda, Toribio Rodríguez de Mendoza, José Baquíjano y Carrillo y Vicente Morales Duárez. Si nos fijamos en la actualidad, la mayoría de los obispos peruanos recibieron su formación en Santo Toribio.
5. En quinto lugar, cabe destacar la recia espiritualidad marcada por la santidad del fundador, Santo Toribio, y conservada como rico patrimonio a lo largo de los siglos.
6. En sexto lugar, resulta sorprendente la dinámica actividad de encuentros, tertulias, conversatorios de los seminaristas con grandes personajes del mundo eclesial y civil, a propósito de visitas culturales, institucionales o con motivo de las celebraciones festivas del seminario, de la Iglesia, del Perú, así como nombramientos de obispos de miembros de la comunidad.
7. En séptimo, se da fórmula al deseo de que alguien se anime a elaborar estudios sistemáticos monográficos acerca de los numerosos personajes, asuntos y circunstancias, que aquí apenas se ha logrado pergeñar.
8. Octavo, celebro que la publicación coincida con aniversarios trascendentales para el mundo, la iglesia y el Perú. Este año 2015 tendrá lugar el Sínodo de los obispos sobre la familia; el Papa quiere dedicarlo también a la Vida Consagrada; estamos en vísperas del bicentenario del Perú. Como quiso San Juan Pablo II, miremos el pasado con gratitud, el presente con pasión y el futuro con esperanza.
9. Noveno. Más allá de cifras, actividades, programas, edificios, métodos, el Seminario nos habla de personas que se forjan integralmente para donarse a los demás como otros cristos. El historiador Jorge Basadre lo sintetizó con gran precisión en su discurso en la Asamblea de Clausura de la Cruzada Vocacional en 1951: "el sacerdocio en el Perú contribuyó a fundar la Patria; alentó a los libertadores; estuvo íntimamente ligado a la vida pública como a la vida social y privada; trabajó por la cultura; orientó desde el aula y la tribuna; ganó tierras y almas en la selva; defendió los más altos valors espirituales y morales; enseñó un vivir más alto y a bien morir; compartió las grandes festividades y los más luctuosos momentos de la nacionalidad" ("La obra civilizadora del Clero en el Perú Independiente" Revista Renovabis, Año XI, Septiembre—octubre 1951, nn. 129-130, pp. 280-290
10. Décimo y último. Culmino con el recuerdo personal de uno de ellos, Fernando Valle, que nos dejó el 25 de agosto del 2011. Eran las 3 de la tarde del último domingo de agosto. Una procesión llena de vida salió del Seminario de Santo Toribio, en Lima, camino del cementerio, para darle el último adiós a este, seminarista, que a los 23 años de edad, por un imperdonable cáncer, descansaba en Dios para siempre. El P. Carlos Rosell, rector del Seminario, que presidió el funeral, nos alentó en su homilía a vivir mirando al cielo, que en fe no hay despedidas. Recordó sus tres años de formador de Fernando y otros tantos como Rector, y nos compartió la ilusión que tenía por ser sacerdote y santo sacerdote; tal convicción se avivó, aun con el cáncer, con motivo del rito de admisión. Yo fui profesor en el curso de Historia de la Iglesia y recuerdo su aplicación, su afán de aprender para luego llevarlo a los demás. Tres autocares con sus formadores y seminaristas, familiares, amigos, fueron a dejar su cuerpo acompañándole con oraciones y cánticos. ¡Descansa en paz, Fernando! Tú eres el último de tantos miles que como el granos de trigo se pudre para dar fruto, hornea en el amor para alimentar al pueblo fiel!