sábado, 7 de mayo de 2016

LAS OBRAS DE MISERICORDIA EN EL PERÚ 12. ENTERRAR A LOS MUERTOS

LAS OBRAS DE MISERICORDIA EN EL PERÚ 12. ENTERRAR A LOS MUERTOS

Muchas de nuestras huacas y centros arqueológicos de  Lima y todo el Perú son en realidad cementerios, necrópolis. ¡Qué pena da constatar que uno de los nuestros se lo "tragó" el mar o un caudaloso río! El recordado Dr. Raúl Cantela escribió un precioso libro "EL RIO SE LO LLEVÓ" sobre su hermano Carlos, P. Cali, franciscano, desaparecido en las aguas del río Tambo Dantescas fueron las imágenes de los muertos en el accidente de Faucet en el 1995 poco antes de aterrizar en Arequipa; de muchos de ellos sólo quedaron cenizas. ¡Cuántos desaparecidos, no enterrados o escondidos! ¡Qué paz nos deja el culminar la tarea de la persona humana en la tierra, enterrando cristianamente su cuerpo!

Hasta la Edad Moderna, lo habitual en la civilización cristiana era enterrar dentro o en torno a la iglesia. Durante los siglos XVI y XVII, en Occidente se mantuvo la costumbre de enterrar a los muertos dentro de las Iglesias, conventos, capillas de hospitales. Esta situación cambia en la segunda mitad del siglo XVIII, con la difusión de las ideas ilustradas, en que son cuestionadas tales costumbres.  La idea central, era que los muertos se encontraban envenenando a los vivos y por ello la necesidad de erigir un campo santo que recogiera los cuerpos o focos infecciosos. La calidad del aire era fundamental Por este se expandían los miasmas de los muertos que venían como, a medio proceso de corrupción las tumbas eran abiertas para alojar nuevos huéspedes. Los muertos no podías descansar por eso de vengaban de los muertos, enfermándolos. Un tanto obsesionados por la salud y la higiene hicieron todo lo posible para trasladar los enterramientos a las afueras de los núcleos poblados, como graciosamente escribió el Cura Zamácola en Cayma (Arequipa) "para que los muertos no maten a los vivos".

Paradigma de estos cementerios será el Presbítero Matías Maestro inaugurado, el dia 31 de Mayo de 1808, con una ceremonia simbólica, que llamará a la reflexión a la población, esta fue la traslación de  los restos de Arzobispo,  Juan Domingo Gonzáles de la Reguera, enterrado en el Panteón de la Catedral, quien había impulsado el proyecto del Cementerio.  El propio Arzobispo Bartolomé María de las Heras elogiará este Cementerio general o Campo Santo, cuya fabrica por su extensión bello orden, solidez y decencia, no tiene nada que envidiar a los mejores de Europa  exhortando que en adelante las inhumaciones tuvieran como destino el Panteón

¿Qué sentido tiene esta obra de misericordia en nuestro tiempo, cuando de esto ya se encargan las funerarias? Como señala la  escritora María Vallejo-Nágera, autora del libro Entre el cielo y la tierra (ed. Planeta), «la Iglesia nos regala poder enterrar a nuestros difuntos en Campo Santo, que es tierra bendecida, orada y entregada a Dios. Durante los 5 años que investigué documentación eclesial sobre el Purgatorio, descubrí mucha información sobre la importancia de enterrar a nuestros amados difuntos en estos lugares. Decía la Beata Anna Catherina Emmerich, en sus visiones y éxtasis, que muchas almas difuntas se sentían aliviadas al ver gente orante en los cementerios. Aunque sus oraciones no estaban dirigidas a ellos (los visitantes oraban por sus difuntos, no por el resto de enterrados), a veces Dios permitía que se beneficiaran de ellas los enterrados en tumbas colindantes. Enterrar a nuestros difuntos debe ser siempre un acto de caridad, amor y empatía, y qué mejor manera de hacerlo que llevando sus restos a un lugar donde Dios ha derramado grandes gracias a través de bendiciones sacerdotales y oraciones de todo tipo».

El más famoso muerto enterrado y en una tumba que no era propia fue el mismo Jesucristo. José de Arimatea facilitó una tumba de su propiedad para el Señor. Pero no sólo eso, sino que tuvo que tener valor para presentarse a Pilato y pedir el cuerpo de Jesús. Y también participó Nicodemo, quien ayudó a sepultarlo. (Jn. 19, 38-42)

¿Por qué es importante dar digna sepultura al cuerpo humano? Por que el cuerpo humano ha sido alojamiento del Espíritu Santo. Somos "templos del Espíritu Santo". (1 Cor 6, 19).

Prácticamente todas las cofradías y hermandades –además de incentivar la práctica de la caridad, la oración, el culto, tuvo muy en cuenta el enterrar cristianamente a sus miembros muertos. Así sucedió con las primeras del Perú: Santísimo de la Catedral desde 1539, la de los Carpinteros de San José, la de sastres en 1573, en San Francisco y que tuvo como titular la Purísima, la de los zapateros o de San Crispín de la Catedral, la de la Soledad, en 1603, en San Francisco, la de las Cárceles, la de la Piedad de la Merced, de 1606, la de los Plateros o de San Eloy en San Agustín, la del Niño Jesús en la iglesia de san Pablo de los Jesuitas, Nuestra Señora de Copacabana en la iglesia del hospital de San Lázaro, la de la Soledad del Cuzco en La Merced.  

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