FE Y CULTURA EN EL PROCESO EVANGELIZADOR DE AMÉRICA Y PERÚ
Historia del Perú. Del Perú Antiguo al Contemporáneo UCSS, Lima, 2012, pp. 121-142
José Antonio Benito Rodríguez
1. Introducción
La Iglesia del Perú, como la Iglesia entera, es una roca, pero una roca que navega. Firme, resistente, pero no está quieta, camina, navega... Como antaño los cruzados medievales al grito de ¡Dios lo quiere!, o los navegantes misioneros ¡avanti y Dios nos valga!, los fieles cristianos del tercer milenio, todos nosotros, pueblo de Dios en camino, cuerpo de Cristo prolongado, nos sentimos lanzados a la gran misión continental tras la campanada de Aparecida. Dos mil años de rica historia nos sostienen, una realidad presente dramática nos cuestiona, una esperanzadora meta nos estimula con nuevo ardor. Juan Pablo II, al comenzar el Nuevo Milenio, formuló un deseo que les propongo como objetivo prioritario en el presente curso:
«¡Duc in altum! Esta palabra resuena también hoy para nosotros y nos invita a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro: «Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre» (Hb 13,8)" (1-1-2001)
2. Quinientos años de la Iglesia en América y el Perú
Tratamos de realidades, acontecimientos, no de ideas y menos de ideologías Y está claro que –como muy bien dice el sínodo "Ecclessia in America" "el mayor don que América ha recibido del Señor es la fe, que ha ido forjando su identidad cristiana. Hace ya más de quinientos años que el nombre de Cristo comenzó a ser anunciado en el Continente. Fruto de la evangelización, que ha acompañado los movimientos migratorios desde Europa, es la fisonomía religiosa americana, impregnada de los valores morales que, si bien no siempre se han vivido coherentemente y en ocasiones se han puesto en discusión, pueden considerarse en cierto modo patrimonio de todos los habitantes de América, incluso de quienes no se identifican con ellos". ¿Qué sucedería si quitásemos todos los referentes culturales cristianos en América? ¿Su arte (arquitectura, escultura, pintura, joyería), música, literatura? Sencillamente, América desaparecería, no sería.
No he encontrado nada más completo y bello para caracterizar esta nueva realidad de la América cristiana, evangelizada que las palabras del Papa Benedicto XVI en la sesión inaugural de la V Conferencia el pasado mayo del 2007: ¿Qué ha significado la aceptación de la fe cristiana para los pueblos de América Latina y del Caribe? Para ellos ha significado conocer y acoger a Cristo, el Dios desconocido que sus antepasados, sin saberlo, buscaban en sus ricas tradiciones religiosas. Cristo era el Salvador que anhelaban silenciosamente. Ha significado también haber recibido, con las aguas del bautismo, la vida divina que los hizo hijos de Dios por adopción; haber recibido, además, el Espíritu Santo que ha venido a fecundar sus culturas, purificándolas y desarrollando los numerosos gérmenes y semillas que el Verbo encarnado había puesto en ellas, orientándolas así por los caminos del Evangelio. En efecto, el anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña. Las auténticas culturas no están cerradas en sí mismas ni petrificadas en un determinado punto de la historia, sino que están abiertas, más aún, buscan el encuentro con otras culturas, esperan alcanzar la universalidad en el encuentro y el diálogo con otras formas de vida y con los elementos que puedan llevar a una nueva síntesis en la que se respete siempre la diversidad de las expresiones y de su realización cultural concreta…La utopía de volver a dar vida a las religiones precolombinas, separándolas de Cristo y de la Iglesia universal, no sería un progreso, sino un retroceso. En realidad sería una involución hacia un momento histórico anclado en el pasado. La sabiduría de los pueblos originarios les llevó afortunadamente a formar una síntesis entre sus culturas y la fe cristiana que los misioneros les ofrecían. De allí ha nacido la rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos… Todo ello forma el gran mosaico de la religiosidad popular que es el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina, y que ella debe proteger, promover y, en lo que fuera necesario, también purificar.
3. Características de la Evangelización Americana
a) Doble objetivo: difundir el Evangelio y la incardinación política de los nativos en el sistema hispánico como consecuencia. Tal duplicidad fue practicada tanto por la Iglesia como por la Corona. De hecho, podemos constatar que el proceso de civilización, promoción o transculturización del nativo fue simultáneo como medio de preparación para el cristianismo.
b) Amplitud geográfica: Desde la ciudad de San Francisco en USA hasta el archipiélago chileno de Chiloé; desde las islas Malvinas hasta Carolina del Sur en USA. El límite norte, por tanto, iría desde San Francisco, Colorado, Nuevo México, Texas, Florida y Georgia hasta Carolina del Sur.
c) Brevedad cronológica: 1492-1824. Como el convento de Ocopa o para los Andes como la Recoleta franciscana de Arequipa.
d) Escaso número de evangelizadores. Éste llegó en algunos momentos a la cifra de 20.000.
e) Continuidad. Unidad sustancial del proceso a lo largo de todas las etapas pese a la inmensidad territorial y la heterogeneidad de evangelizadores y métodos.
f) Protagonismo de Órdenes Religiosas. La Corona permitió, básicamente, a seis congregaciones participar en el anuncio del Evangelio: Agustinos, Dominicos, Mercedarios, Franciscanos, Jesuitas y Capuchinos.
g) Libertad frente a la autoridad civil. Profetismo de los evangelizadores que les llevó a oponerse a la normativa oficial cuando les parecía mal o a las conductas reprobables en los españoles, criollos y mestizos. Al mismo tiempo, es notoria la defensa sistemática de los naturales de América (desgraciadamente no acompañada en el mismo vigor hacia la población negra).
4. Organización
4.1. Eclesiástica
a) Santa Sede. Con la bula Inter Coetera de 1493 de Alejandro VI se concede América a los Reyes con la condición de que evangelizaran. La Santa Sede queda de algún modo marginada delegando en los Reyes la empresa.
b) Episcopado. Es el verdadero artífice de la organización y creación de la Iglesia en el Nuevo Mundo. Su labor se refleja en los numerosos concilios provinciales y sínodos diocesanos convocados, así como en las visitas pastorales y fundaciones (pueblos, seminarios, hospitales). En la selección de los candidatos se tenía en cuenta: su formación teológica, su experiencia de gobierno y su ejemplaridad de vida.
c) Diálogo entre los dos cleros. Superiores de Órdenes misioneras en contacto con los Obispos.
4.2. Civil
La Corona Española era la suprema rectora debido a las facultades otorgadas por el Real Patronato o Vicariato Regio, que degenera en Regalismo sobre todo con los Borbones. A través del Consejo de Indias o funcionarios indianos intervenía en todos los aspectos excepto los sacerdotales: selección y envío de misioneros, distribución, alimentación, construcción de iglesias. Era un arma de doble filo pues podía llevar a uno de los extremos: el regalismo o la teocracia. Gracias al equilibrio y buen entendimiento de virreyes y obispos, dará buenos frutos.
4.3. Territorial
a) Territorios compartidos. De 1493 a 1573 –lapso durante el cual diversas órdenes religiosas cumplían sus funciones en un mismo ámbito- predominaron éstos conjugando la evangelización de españoles y criollos con la de los indios.
b) Territorios de evangelización exclusiva. De 1573 a 1824 predominaron éstos, responsabilizándose cada Orden de una región misional en exclusiva. Los espacios de evangelización de indígenas se denominaron Misiones o Reducciones (en los primeros momentos) que posteriormente se convertirían en Doctrinas o Parroquias de Indios.
Hasta 1 546 el metropolitano fue el arzobispo de Sevilla. En 1546 se crearon los arzobispados de Santo Domingo, México y Lima. En 1824 se añaden 5 arzobispados más y 36 obispados. Las diócesis estaban integradas por parroquias (españoles o criollos) y doctrinas (indios, mestizos o negros).
4.4. Personal
Las Órdenes misioneras estuvieron constituidas por los franciscanos (desde 1493), mercedarios (1493), dominicos (1510), agustinos (1532), jesuitas (1566) y capuchinos (1647). La mayor parte de los evangelizadores fueron enviados directamente por España y a costa de la Real Hacienda: 16 000 religiosos hispanos y 1 000 extranjeros aproximadamente. Con los religiosos colaboraron los indígenas (sobre todo los niños), miembros del clero diocesano y algunos seglares españoles.
4.5. Asambleas Jerárquicas: Juntas, Concilios, Sínodos
a) Juntas eclesiásticas. Se trató de reuniones de las fuerzas vivas empeñadas en la evangelización, sin mucha formalidad jurídica, y con el fin de evaluar el proceso evangelizador en aras de una mayor fidelidad y eficacia evangélicas. Tiene como base el concilio de Jerusalén en el año 52. Las más importantes se celebraron en México: 1524, 1532, 1535, 1536, 1537, 1539-40, 1541, 1544, 1546. Hubo otra en Honduras, Gracias a Dios, y en Lima, 1545.
b) Concilios. Se dio la norma de celebrarse cada tres años. La edad dorada se sitúa entre 1550 y 1630: Lima, 5; México, 3; Santo Domingo, 1; Santa Fe de Bogotá 1; La Plata o Charcas, 1. De ellos sólo recibieron la doble aprobación regia y pontificia el I y el III de México y el III de Lima.
En el siglo XVIII se celebraron algunos concilios que recogen la presión regalista del momento.
c) Sínodos. Según la Recopilación de leyes de los Reinos de las Indias de 1681 se ordena que en los arzobispados y obispados de América se celebraran cada año sínodos diocesanos y que las autoridades civiles (virreyes, presidentes de Audiencia, gobernadores) debían recordárselo a los prelados. Antes de la celebración, el obispo solía visitar la diócesis para informarse del estado de la misma; en segundo lugar, se convocaba a todo el clero con cura de almas y a los superiores de las órdenes religiosas apostólicas. Como dice el experto A. García el "mérito y la limitación de los sínodos consiste precisamente en que no intentan nunca tejer un elogio de nadie ni de nada, sino poner de relieve lo que es digno de corrección, mientras que no pocas de las restantes fuentes encierran el propósito de dar buena imagen de la propia persona o institución". Entre los temas tratados están los estrictamente pastorales como los relacionados con los sacramentos pero también de carácter etnohistóricos como las creencias y supersticiones, la evaluación de la evangelización y catequesis. Tratan de aplicar a cada diócesis lo que disponían los concilios provinciales.
5. Dificultades y Ventajas en la Evangelización
1.1. Factores Adversos
a) Naturaleza. orografía, vegetación, ríos, clima, fauna peligrosa
b) Dispersión demográfica
c) Indigencia de la población indígena. vivienda pobre, alimentación escasa y extraña para el misionero europeo, falta de higiene
d) Oposición de los hechiceros
e) Violencia anticatólica. Rebeliones o ataques de los indios que llevan a la destrucción de las misiones, muertes de los misioneros, temor en los neófitos
f) Mal ejemplo de los civiles españoles y criollos. Guerras civiles en Perú, abusos de encomenderos, conquistadores, corregidores, etc.
g) Mal ejemplo de los religiosos. Conflicto con la jerarquía civil o eclesiástica o con otras Órdenes; actividades desedificantes en lo moral o económico por parte de alguno.
h) Oposición de los líderes tradicionales. Los caciques arrastran, en ocasiones, a sus "súbditos" y los disuaden de incorporar rasgos de la cultura europea.
1.2. Factores Favorables
a) Protección oficial de la evangelización
· Colaboración de las autoridades civiles con el misionero
· Protección militar
· Sostenimiento económico
· Prohibición oficial de prácticas anticristianas
· Leyes pro evangelizadoras
b) Idiosincrasia de los naturales. Religiosidad, docilidad, admiración por el misionero
c) Carisma del evangelizador. Selecto, voluntariedad, austeridad, amor al indio, alto nivel intelectual y moral, diferente (aun en lo exterior) del colono
1.3. Factores Mixtos
a) Condición del indio. Nivel intelectual, desarrollo moral, convicción en sus creencias ancestrales.
b) Naturaleza del cristianismo. Estructura dogmática, anuncio amor, belleza del culto, seguridad en el matrimonio, perspectivas de inmortalidad y felicidad eternas, satisfacción de necesidades innatas del hombre, elevación filosófico-teológica incomprensible a veces para los naturales, moral exigente, presentación de los misterios de la revelación.
c) Conquistas armadas. Sometimiento de territorios y personas, resentimiento de los indios por los daños causados.
d) Sistema virreinal. El nuevo orden político, social y económico va a facilitar, en algunos casos, la satisfacción de necesidades materiales al indio pero lo priva de identidad.
e) La lengua. difusión de las lenguas generales y fáciles de aprender para un europeo culto; la variedad de idiomas, carencia de escrituras, fonética extraña.
f) La idolatría. La destrucción de la idolatría practicada por los misioneros que demostraba la impotencia y falsedad de los dioses, pero la posible irritación de los paganos.
6. Métodos Misionales en la Cristianización
6.1. Elaboración de la Metodología Misional
6.2. Presupuestos de los que parten los misioneros
a) La racionalidad del indio y su capacidad intelectual presentan deficiencias para comprender el cristianismo.
b) Es necesario elevar a los indígenas humanamente como condición "sine qua non" para cristianizarle.
c) La conversión del indígena es voluntaria aunque se le obligase a asistir a la catequesis.
d) El carácter infantil del indígena exige amor y protección.
e) Mientras los indígenas no aprendiesen el castellano había que predicarles en su lengua para ser fieles al mensaje y lo comprendiesen mejor.
f) Si no se convertían los caciques no lo harían los subordinados.
g) El futuro del cristianismo estaba en los niños y de su educación debía hacerse cargo el misionero.
h) El colono español o criollo a veces perjudicaba por su mal ejemplo.
6.3. Sistemas de Difusión
6.3.1. La Espada (El Sector Civil)
Debemos comenzar citando la labor de los Reyes: Isabel la Católica, Carlos I, Felipe II.y su papel protector y vicarial respecto a la Iglesia de América y que se concreta en leyes, instituciones, vida de la que forman parte muy directa los virreyes y otros "funcionarios" reales. Baste con citar la ley de la Recopilación de Indias: "...el fin principal que nos mueve a hacer nuevos descubrimientos es la predicación de la Santa Fe Católica". Más allá de la confesionalidad estatal al uso entre las naciones protestantes, España propugnó un estado misional haciendo de "la difusión de la fe el primero y principal fin del gobierno temporal de las tierras y pueblos de ultramar sometidos a su poder". Gómara: "Quien no poblare, no hará conquista; y no conquistando la tierra, no se convertirá la gente; así que, la máxima del conquistador ha de ser poblar."
a) Ortodoxia. El conquistador nunca pone en duda sus creencias en el más allá; la herejía le repugna.
b) Providencialismo. Dios mueve las acciones de todos los hombres, especialmente en los trances difíciles. A Dios atribuyen los favores y victorias. Les libra de los peligros. Creen en el milagro.
c) Confianza y esperanza en Dios. Éstas son experimentas no por los méritos personales de los conquistadores sino por el fin que persiguen de servir a Dios y al rey.
d) Apostolado. Sienten la responsabilidad de preparar el camino al misionero o de ser él mismo el evangelizador: Una forma concreta fue destruir los ídolos, aun a costa de su propia vida, como acto de servicio a los indios al quitar un culto en el que el sacrificio humano era habitual. Y esto de forma natural como atinadamente destaca R. Escobedo: ¿Es esto un panegírico del conquistador y la conquista? No. Ni mucho menos. Los primeros pobladores indianos [...] hombres de fe recia y vida rota, no se trasladan a las nuevas tierras movidos por ideales proselitistas; les mueven razones más prosaicas, el deseo de riquezas y de honores o simplemente de aventuras. Pero una vez en América, en ese contacto estrecho con las masas indígenas, vital, espontáneo, y por [...] su honda y sincera convicción religiosa, el sentido providencialista e incluso un sentimiento de superioridad cultural, les llevan de forma natural a tratar de ganar a los indígenas a su propia fe.
e) Se ve esta interdependencia en las funciones de los virreyes, representantes personales y directos del rey:
· Espiritual: evangelización
· Política: Gobierno, administración y justicia
· Promocional: Buen trato de los indios
· Financiera: Buen recaudo, administración, cuenta y cobranza de la Real Hacienda.
· Militar: Capitán general.
6.3.2. La Reducción
El escaso número de agentes y la dispersión de los indios motivó la necesidad de congregar a los nativos en pueblos para potenciarles humanamente y evangelizarlos. Las reducciones serán tanto el nombre dado al proceso de congregación como al poblado resultante. Destacaron las de los Jesuitas como modelo de inculturación, respeto de sus costumbres y difusión del evangelio.
6.3.3. La Lengua. Inculturación
Tres fueron los métodos fundamentales que pusieron en práctica en el aprendizaje de las lengua nativas. El primero consistió en que, antes de dedicarse a la evangelización, los nuevos misioneros invirtiesen un tiempo con los veteranos que ya dominaban el idioma, como lo hacían, por ejemplo los franciscanos de Venezuela hacia 1690. El segundo, en aprenderlo en centros misionales situados en la retaguardia de la evangelización, teniendo por profesores a los misioneros que habían trabajado ya entre los indios. A esta modalidad pertenecen, los centros de lenguas Jesuíticos de Pátzcuaro y Tepotzotlan; los 17 colegios de misiones fundados por los franciscanos en toda América entre 1683 y 1816 en las que se impartía una clase diaria de idiomas indígenas; la casa seminario de los capuchinos en Trinidad en 1707, e incluso las cátedras universitarias que existieron para este fin. El tercer sistema de aprendizaje consistió en que los propios indígenas ejercieran de profesores de los futuros misioneros.
6.4. Promoción Humana y Beneficencia
El indio, para ser cristiano, necesitaba ser hombre. Ello suponía el abandono de sus costumbres "ferinas" o salvajes y la práctica de las propias de una sociedad civilizada. Esa "policía" o vida civilizada venía a coincidir con la adquisición de los hábitos de la sociedad occidental. Esta transculturación supuso:
a) Lucha contra el paganismo. La supresión de prácticas contra natura (sacrificios humanos, borracheras, desnudez, nomadismo, poligamia...) o anticristianas (idolatría, guerras tribales...)
b) Conservación de elementos compatibles con la cultura europea. Persistencia de jerarquías sociales indígenas (cacicazgo, nobleza y la plebe).
· El gobierno municipal de acuerdo a las tradiciones nativas.
· Vestimenta o calzado (no la desnudez).
· La supervivencia de la lengua, especialmente las "pulidas".
· Respeto a tradiciones matrimoniales indígenas.
· Imitación por parte de los misioneros de aspectos educacionales: danzas, canciones.
c) Perfeccionamiento personal y social. Éste se desarrollaba mediante la promoción cultural de los poblados (limpieza, saludo, ayuda mutua), el cuidado de las familias (con casas, educación de los hijos, sin promiscuidad, comida en mesa, oración), el fomento de buenas costumbres en las personas (vestimenta, aseo, abandono de prácticas prematrimoniales, oración al levantarse y acostarse), el desarrollo de la economía (agricultura, especialización en artes y oficios manuales, administración de sus propios bienes) y la enseñanza de los niños en las escuelas.
d) Beneficencia. En unión con instituciones civiles, los misioneros mantienen organismos prehispánicos y crean otros nuevos. Cajas de comunidad especie de banca privada de cada pueblo que se nutría de los fondos de tierras comunales, de obrajes y de los censos de los encomenderos y cubría necesidades médicas, alimenticias y otras asistenciales en general. Los hospitales contaban con la cotización del indio y su disfrute subsiguiente en caso de enfermedad. Los seguros gremiales y de cofradías nacen de la agrupación de miembros de una misma profesión bajo la advocación de un santo protector y cumplen fines espirituales y caritativos. En el Siglo XVIII serán sustituidos por los Montepíos.
7. Formas de Persuasión
a) Comportamiento del misionero. Trato afectuoso y paciente; ayuda en todas sus necesidades materiales y espirituales; evitan conductas que pudiesen desagradarles: participación en conquistas armadas, percibir derechos por la administración de los sacramentos, colaborar en la percepción de tributos o tener familiares o huéspedes cuya manutención gravase a los indios.
b) Estrategias significativas. Presentación atractiva del cristianismo insistiendo en la bondad del Dios cristiano, la muerte de Jesucristo para salvarnos, la felicidad del paraíso y esto con algunas pruebas de autoridad y ejemplos muy concretos. Esplendor del culto, música en la liturgia. Exención de tributos en los primeros años de su conversión; se le mitigan los días de ayuno y abstinencia; se le conceden privilegios en las fiestas laborales y en los casos de excomunión y herejía.
c) Lucha contra la idolatría. Erradicación del paganismo mediante la refutación doctrinal demostrando la falsedad de los dioses indígenas, la anulación de los hechiceros, la desautorización de los antepasados indígenas en cuya autoridad se basaban los indios, la destrucción de las manifestaciones idolátricas(templos, ídolos y amuletos paganos)
En esta lucha se distinguen claramente dos etapas. En la primera, se procederá a una destrucción pública, sistemática, irrisoria y solemne; es el método que P. Borges denomina "tábula rasa". En una segunda fase, la misión consistirá en combatir el rebrote de la herejía en el culto privado. Señala el experto en la extirpación de las idolatrías, P. Duviols, que "todo el esfuerzo era para obtener de los indígenas una adhesión espiritual libre, basada en una amplia tolerancia de las bases materiales y rituales de la religión autóctona". No en vano recuerda el P. Acosta en varios de sus escritos que todas las manifestaciones culturales autóctonas, no contrarias o indiferentes al cristianismo, había que conservarlas e incluso potenciarlas.
Un hito cumbre en el proceso de extirpación lo supondrá la dinámica actividad visitadora y cultural del P. Arriaga que escribe "La extirpación de la idolatría en el Perú" en 1621. Seguidor en buena medida de las ideas del P. José de Acosta, cree que la solución del problema idolátrica está en la visita, tanto en su vertiente judicial como y -esto es primordial- la misional. Este último escribirá que para "arrancar la idolatría del corazón de los indios y la visita judicial propiamente dicha, que destruirá las manifestaciones materiales de la idolatría". Como escribe J.C. García su "proyecto apunta al corazón mismo del problema, a la razón de ser de la presencia de la Iglesia Católica en América. Por lo tanto superar también la ineficacia de los curas doctrineros, visitadores y aún obispos".
d) Centros educativos. Predominan las escuelas elementales en todos los pueblos y destacan por su novedad los centros de segunda enseñanza y los femeninos cuando en España todavía no existían. Se concibe como complemento de la evangelización. Se crean escuelas para que los indígenas aprendiesen a leer y a escribir; no se crearon escuelas para hijos de españoles pues se suponía que irían a las de los indios. La primera escuela se creó en 1505 en Santo Domingo. Pronto se fundan escuelas por toda Hispanoamérica. El contenido de la enseñanza era una instrucción de idioma, moral y costumbres de hombres civilizados. Con el fin de lograr mayor eficacia en esta modelación humana y social se crearon colegios para hijos de caciques, mestizos, algunos de ellos internos como el de Santa Cruz de Tlatelolco, con más de mil alumnos. La enseñanza media se daba en colegios mayores y en régimen de internado como en el colegio de San Martín de Lima. Colegios de formación profesional existían en Tiripitio (México) y Michoacán.
La primera universidad data de 1538, en Santo Domingo. Se crearon para los criollos aunque estuviese abierta a los indios y mestizos. Contaron con el placet del papa y del rey. Siguieron el modelo de Salamanca, Alcalá o Valladolid. En el Siglo XVI se fundaron 6 universidades que en siglos posteriores sumaron hasta 25, destacando las de Lima y la de México.
e) Métodos de autoridad. Se presenta el cristianismo como religión digna del máximo respeto y haciéndose respetar a sí mismos. Les hablaban de "lo que nunca habían visto ni oído", rodeando el culto de gran solemnidad. Para hacerse respetar, eludían la participación en las conquistas armas, presentándose como los enviados de "un Gran Señor" o como los poseedores de la verdad, insistiendo en sus conocimientos y evitando conductas desedificantes.
f) Métodos verticales. Para lograr el efecto multiplicador, se buscó la conversión de los miembros de la nobleza y los caciques para que ellos, a su vez, contribuyeran en el proceso evangelizador. Se crearon colegios especiales para ellos.
g) Capilaridad o trato "alma a alma". Uso de la influencia de los fieles cristianos en el habitual contacto con los indígenas. Aunque la Corona lo vio como posibilidad hasta 1535, los misioneros religiosos siempre tuvieron cierto recelo por temor al mal ejemplo. En cuanto a los indios neófitos se convirtieron en apóstoles en varias situaciones: los niños colaboradores del misionero, los grupos de indígenas levadura y en las Reducciones y poblados.
8. Catequesis
a) Catequistas. El propio misionero ayudado en su ausencia por jóvenes indios que velaban por el aprendizaje doctrinal.
b) Lugar. En la iglesia -capillas de indios o atrio-, o en los claustros de los conventos, como en las posas.
c) Tiempo. Inicialmente a diario, antes de comenzar el trabajo; en un segundo momento, los domingos y festivos antes de la misa.
d) Asistentes. Obligatoriedad para todos los indios del poblado con separación de sexos durante la enseñanza.
e) Modo. Solemne, ante una cruz, con el catequista revestido y con rezos y cánticos.
La catequesis infantil solía impartirse en las escuelas por la mañana y por la tarde, casi como a los adultos pero con mayor intensidad.
f) Idioma. Como se ha dicho solía hacerse en la lengua general o particular de los indios.
g) Contenido. Padrenuestro, Avemaría, Salve, Credo, Mandamientos, Sacramentos, Bienaventuranzas, Pecados Capitales, etc. y enseñanzas del catecismo (breve compendio del cristianismo por preguntas y respuestas). El aprendizaje y repetición se hacía cantando, de forma afectuosa, reiterativa e ilustrada con gráficos, pinturas y estampas.
h) Material. Manuales manuscritos o impresos de cartillas, catecismos, sermonarios, confesonarios; generalmente son bilingües y algunos ilustrados con pictogramas como el catecismo del P. Gante. Entre todos, destaca el Catecismo del Tercer Concilio. Esta obra sustituiría a la cartilla que tenía como cometido enseñar los rudimentos de la fe y el castellano. Se encomienda toda la labor al P. José de Acosta y su traducción al P. Barzana ayudado por el P. Blas Valera, experto en quechua y el P. Bartolomé de Santiago, experto en aymara. Se titula Doctrina cristiana y catecismo para instrucción de indios, resultando ser el primer libro impreso en Perú y por el que se instruirán españoles, mestizos, indios y negros de América. La obra contiene tres catecismos trilingües.
Conviene subrayar como mérito excepcional de estos catecismos la traducción al quechua y aymara de conceptos sutiles y difíciles, gran parte de los cuales se tradujeron también a otras lenguas vernáculas de dentro de Perú, como la collana, cañeri, purgay, quillasinga y puquina, y fuera: en la lengua general del Reino de Chile, la araucana, en el guaraní, la mosca de Bogotá.
9. Huellas de la Primera Evangelización
a) Religión Precristiana. Santuarios ceremoniales como el de Toro Muerto (Arequipa), Chavín, Pachacámac, Ampato (vid. Proyecto Santuarios de alturas de la UCSM). Nos hablan de la profunda religiosidad de nuestro pueblo que sorprendió positivamente a los primeros evangelizadores
b) Acta de la Fundación de las Ciudades. Lima, por ejemplo, es La Ciudad de los Reyes por ser fundada en esa fiesta del 6 de enero.
c) Doctrinas. Lugares específicos de evangelización de los naturales de América. Hay en el S.XVII más de 300 doctrinas que se convierten en pueblos con parroquias. Se comprueba en la toponimia que ha incorporado nombres evangélicos, marianos, santos.
d) Monasterios y Conventos. Pensemos sólo en el Cercado de Lima; son centros selectos de formación y evangelización en los que tan importante como la iglesia es la escuela, la biblioteca y hasta la chacra, como estudió Pablo Macera para las haciendas jesuíticas del Siglo XVIII.
e) Concilios, Juntas, Sínodos. Pensemos en el Tercer Concilio Limense de 1583 cuya luz llega hasta 1899 y del que brotó la legislación canónica para toda América del Sur. Pensemos que los catecismos emanados del concilio son los primeros libros impresos en Perú.
f) Catedral y Cabildo Catedralicio. Microcosmos celeste, corazón de la Iglesia; arte, liturgia, ilustres canónigos. Basta con acercarse a nuestra Catedral para valorar la riqueza cultural, humana, espiritual que alberga.
g) Misioneros. Desde el protomártir Fray Diego de Ortiz en Vilcabamba hasta los mártires recientes de Chimbote; miles de misioneros acá en las tres regiones.
Pensemos en los centros de vanguardia que formaban misioneros para la Amazonía como el convento de Ocopa o para los Andes como la Recoleta franciscana de Arequipa.
h) Jerarquía. Estaba integrada por los Obispos, Superiores de Órdenes y los Nuncios. Recorrer la galería de los obispos de Lima, todos ellos con la idea de imitar al Santo Arzobispo Mogrovejo.
i) Santos. Son el fruto más sazonado de la identidad cristiana del Perú; los seis canonizados, otros tantos en proceso, tantos religiosos ejemplares y laicos comprometidos anónimos.
j) Comunidades. Estaban constituidas por las cofradías, hermandades, asociaciones y movimientos.
Conviene insistir en la repercusión social de la fe en el ordinario ambiente laboral ya que es la fuente principal de la actividad del seglar. Como en octubre de 1998 señalaba el experto uruguayo G. Guzmán Carriquiry, subsecretario del Pontificio Consejo para los Laicos, en el Encuentro Mundial de Cofradías celebrado en Sevilla (España) las cofradías tienen cuatro características fundamentales:
· La liturgia y la vida de oración.
· La caridad atenta a los más pobres y necesitados.
· La "cultura de vivir juntos la fraternidad cristiana".
· El aporte de obras de valor artístico e histórico que mantienen viva la religiosidad popular.
k) Veneración a la Madre del Señor. Esto se hizo palpable en la construcción de santuarios, creación de advocaciones y elaboración de imágenes dedicadas a María de Nazareth.
Ella ha recordado la cercanía del Padre y de Cristo a los hombres de la América colonial; por ese motivo ella los ha invitado constantemente a la comunión con el Señor (n.11). En la reciente carta apostólica "Ecclesia in America" (1999), Juan Pablo II, acogiendo las aportaciones de los padres sinodales, recordará de nuevo el rol protagónico de María en la evangelización del Nuevo Mundo: "En todas partes del continente, gracias a la labor de los misioneros, la presencia de la Madre de Dios ha sido muy intensa desde los días de la primera evangelización. En su predicación, el Evangelio ha sido anunciado presentando a la Virgen como su realización más alta. Desde los orígenes -en su advocación de Guadalupe- María constituyó el gran signo de rostro maternal y misericordioso
l) Cruces y Crucificado: Comprensión del sentido de la Cruz y amor al Señor. Con la llegada del cristianismo a América, la cruz presidirá la fundación de las ciudades y se colocará en todos los lugares visibles, tanto religiosos (templos) como civiles (casas, puentes, caminos, cerros), especialmente si habían sido centros espirituales pre cristianos, bien apachetas, huacas o centros ceremoniales. El Primer Concilio Limense (1552) dispone que en los pueblos de indígenas se haga una iglesia o al menos una ermita con una imagen o una cruz (Const. 2); de igual modo, se advierte que los ídolos y adoratorios sean destruidos, y si fuese lugar apropiado, se edifique una iglesia o al menos una cruz. Mons. Severo Aparicio destaca que con "este criterio y para cristianizar lo pagano, allí donde había huacas y apachetas, se colocaron cruces".
m) Constitución del Gobierno Republicano. La clave de la poderosa personalidad de Perú no puede encontrarse sin prescindir de la fe, sin su identidad católica. En este marco constitucional, el Estado Peruano estableció un Acuerdo con la Santa Sede el 19 de julio de 1980 (Decreto Ley Nº 23211 de 24.VII.1980) por el cual: "La Iglesia Católica en el Perú goza de plena independencia y autonomía. Además, en reconocimiento a la importante función ejercida en la formación histórica, cultural y moral del país, la misma Iglesia recibe del Estado la colaboración conveniente para la mejor realización de su servicio a la comunidad nacional" (Art. 1). La Constitución Política de 1993, vigente en el presente, en su art. 50, reproduce el texto anterior, con una ligerísima modificación al final: "Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú, le presta su colaboración. El Estado respeta otras confesiones y puede establecer formas de colaboración con ellas".
n) Factor de identidad. Casi todos los especialistas coinciden en afirmar que la cristianización del Perú es un acontecimiento decisivo en la formación de la identidad nacional V. A. Belaunde en su obra Peruanidad llegará a decir que la peruanidad es una síntesis viviente creada por el espíritu católico. M. Marzal escribirá en Religión Católica e identidad nacional (Lima 1979. pp148-9) que tal identidad católica se traduce en el peso de la Iglesia institucional en el Perú y en la religiosidad popular. Por su parte J.A. Arguedas sabe comprender el alma andina y descubrir en ella las raíces profundas de una evangelización que se expresa en las palabras del sacristán en la diminuta iglesia de San Pedro: "Dios es esperanza, Dios alegría, Dios ánimo. Llegó UNPU, enjuermo, agachadito. Salió tieso, juirme, águila. Era mozo no más, Dios hay aquí, en Lahuaymarca. De San Pedro se ha ido, creo, para siempre" (J.M. Arguedas Todas las sangres).
ñ) Convicción de la paternidad divina. Vale la pena recordar el testimonio de la viuda de
César Vallejo, quien en su lecho de muerte, a finales de marzo de 1938, dijo: «Cualquiera que sea la causa que tenga que defender ante Dios más allá de la muerte, tengo un defensor: Dios».
Un botón que también muestra de este hecho fue la consagración del Perú al Corazón de Jesús como expresión de entrega total y comprometida por los lazos más sagrados que son los del amor. Y de ello supieron mucho Diego de Hojeda, Diego Alvarez de Paz, Rosa de Lima, Martín de Porras, Juan de Alloza, Francisco del Castillo, Paula de Jesús Nazareno, Mateo Crawley (alma del monumento en el Cerro de los Ángeles, Madrid), así como los institutos y cofradías, los escritos y las novenas, los santuarios y monumentos, que llenan nuestra geografía.
o) Producción escrita. Toda ella enriquece archivos y bibliotecas a lo largo de toda América. A lo largo del medio milenio de catolicismo en Perú, sus propios hijos se han encargado de recoger por escrito una suerte de anamnesis como a diario la Iglesia lo vive en la celebración litúrgica. Todo estudio sobre la Iglesia viene a ser un recuerdo de "las intervenciones salvíficas de Dios en la historia", y "hace memoria" de las maravillas de Dios" (CIC 1103). Tan sólo un botón de muestra: El Padre José de Acosta escribe De Procuranda Indorum Salute. Este libro no sólo pretende describir la realidad indígena sino que como verdadero manual pastoral busca mostrar los caminos y medios para la implantación de la fe en las Nuevas Tierras. Pondrá mucho énfasis en la comprensión y simpatía frente a la persona y para ello considerará de absoluta importancia el aprendizaje y conocimiento de las lenguas vernáculas (La compañía de Jesús exigió a los misioneros el conocimiento del idioma nativo).
ANEXOS
Los desafíos de Perú, según Benedicto XVI (Discurso al nuevo embajador de Lima ante la Santa Sede, Alfonso Rivero Monsalve)
Este encuentro nos trae a la memoria los profundos lazos que su Nación ha tenido y tiene con la Iglesia. Desde el primer momento, la fe católica -llevada allí por evangelizadores como santo Toribio de Mogrovejo, cuyo IV centenario de su muerte se ha conmemorado el año pasado- fue acogida y llegó a penetrar poco a poco en los entresijos culturales y sociales de ese pueblo bendito, en el que florecieron muy pronto los primeros santos y santas en suelo latinoamericano. Y como usted ha mencionado, además del santo Obispo, deseo recordar a los santos Rosa de Lima, Martín de Porres, Francisco Solano, Juan Macías y a la beata Ana de los Ángeles Monteagudo, beatificada por el Papa Juan Pablo II en su primera visita al Perú en 1985. También yo tuve ocasión de visitar su Patria en 1986 cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Conservo un gratísimo recuerdo de aquellos días, sobre todo de mis encuentros con personas sencillas de barrios populares, tanto en Lima como en el Cuzco.
En este mundo de rápidas transformaciones sociales, políticas y económicas, su país no es una excepción al experimentar también profundos cambios. Son procesos que inciden directamente en las personas y en sus valores. A este respecto, son notables los esfuerzos realizados por la Iglesia y el Estado en materia de educación y en el uso de las nuevas tecnologías, con el fin de generar una mayor inclusión de los sectores menos favorecidos en los nuevos espacios culturales de nuestro tiempo. Por otra parte, subsisten problemas morales y religiosos que tanto la Iglesia como el Estado deben afrontar, cada uno en el marco de su propia competencia y precisamente para el bien de los peruanos.
Se sabe que el Perú quiere hacer frente adecuadamente al fenómeno de la globalización aprovechando las oportunidades ofrecidas por el crecimiento económico, de modo que la riqueza producida y otros bienes sociales lleguen a todos de modo equitativo. Los peruanos, como todos los seres humanos, esperan también que los servicios de salud atiendan debidamente a todas las capas sociales; que la educación sea patrimonio de todos, mejorando su calidad a todos los niveles; que frente a la corrupción impere la integridad que permita la acción eficaz de las diversas instituciones públicas, ayudando así a superar tantas situaciones de hambre y miseria. Urge, pues, la unión de intentos para hacer posible una continúa acción de los gobernantes ante los desafíos de un mundo globalizado, los cuales deben ser afrontados con auténtica solidaridad. Esta virtud, como decía mi predecesor Juan Pablo II, ha de inspirar la acción de los individuos, de los gobiernos, de los organismos e instituciones internacionales y de todos los miembros de la sociedad civil, comprometiéndolos a trabajar para un justo crecimiento de los pueblos y de las naciones, teniendo como objetivo el bien de todos y de cada uno (Sollicitudo rei socialis, 40). La Iglesia, que reconoce al Estado su competencia en las cuestiones sociales, políticas y económicas, asume como un propio deber, derivado de su misión evangelizadora, la salvaguardia y difusión de la verdad sobre el ser humano, el sentido de su vida y su destino último que es Dios. Ella es fuente de inspiración a fin de que la dignidad de la persona y de la vida, desde su concepción hasta su término natural, sea reconocida y protegida, como garantiza la Constitución Peruana. Por esto, seguirá colaborando de manera leal y generosa en la educación, en la atención sanitaria y en la ayuda a los más pobres y necesitados.
Desde esta Sede Apostólica se continuará apoyando todo el esfuerzo social que ya se lleva a cabo, para que haya siempre igualdad de oportunidades y cada peruano se sienta respetado en sus derechos inalienables. Por eso, el Episcopado del Perú seguirá fomentando, a la luz del Evangelio y de la doctrina social de la Iglesia, la búsqueda de la verdad en el campo familiar, laboral y sociopolítico. Por su parte, los católicos peruanos están también llamados a ser fermento del mensaje cristiano en las instituciones sociales y en la vida pública, para contribuir así a la construcción de una sociedad más fraterna. La Iglesia, consciente de su propia "misión religiosa y, por esto mismo, sumamente humana" (Gaudium et spes, 11), así como de su deber de proponer la verdad de todo hombre, que por ser hijo de Dios está dotado de una dignidad superior y anterior a toda ley positiva, seguirá trabajando para alcanzar estos objetivos. Ella, "experta en humanidad" (Populorum progressio, 13), enseña además que sólo en el respeto de la ley moral, que defiende y protege la dignidad de la persona humana, se puede construir la paz favoreciendo un progreso social estable. Por eso es de desear que continúe la mutua colaboración entre el Estado y la Iglesia en el Perú, que hasta ahora ha dado buenos frutos. Señor Embajador, al concluir este grato encuentro renuevo a usted mi más cordial bienvenida, formulando los mejores votos por el éxito de la misión que ahora inicia. Al implorar al Señor de los Milagros que derrame abundantes bendiciones sobre Vuestra Excelencia, su distinguida familia, sus colaboradores y sobre las Autoridades de su País, pido también a Nuestra Señora de las Mercedes que proteja al querido pueblo peruano para que siga progresando por los caminos de la justicia, de la solidaridad y de la paz.
Discurso del nuevo embajador de Lima ante la Santa Sede, Alfonso Rivero Monsalve
Hace más de 150 años que el Perú y la Santa Sede establecieron relaciones diplomáticas. En aquella oportunidad Mons. Bartolomé Herrera hizo entrega a vuestro venerable antecesor Pío IX de la comunicación que lo acreditaba como enviado extraordinario ministro plenipotenciario de mi país ante la Corte pontificia y en la que el presidente de la República de entonces decía que su mayor anhelo era "conservar de un modo indisoluble los vínculos religiosos que unen al pueblo peruano con el Vicario de Jesucristo...Beatísimo Padre, la relación del Perú con la Iglesia Católica se ha caracterizado por un permanente espíritu de entendimiento y cooperación. Esto es así porque se inspira en la fe católica que profesa la inmensa mayoría de los peruanos y porque se nutre de la emoria de las religiosas y religiosos que impulsaron en los siglos XVI y XVII la evangelización: en la santidad de santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, santo Toribio de Mogrovejo, san Francisco Solano y san Juan Macías, entre otros bienaventurados; y en el ejemplo y esfuerzo de numerosos religiosos y religiosas anónimos que llevaron a las más apartadas regiones del país no sólo la fe católica sino también la educación básica. Ellos han contribuido a que los peruanos más humildes se sientan identificados con su país y conozcan sus deberes y sus derechos. La tarea de los religiosos y las religiosas en la consolidación de la nacionalidad y la identidad peruana es algo que el Perú tiene muy presente y agradece. Por ello, el Estado peruano reconoce la colaboración activa de la Iglesia católica en la promoción del desarrollo humano en el país".
Magníficas prédicas del P. Raniero Cantalamesa en este tiempo de Adviento, 500 años después del gran sermón del P. Montesinos en Santo Domingo y que provocó la conversión de Bartolomé de las Casas y las Leyes de Burgos de 1512
http://www.cantalamessa.org/?lang=es
"Hasta los confines de la Tierra"
La primera evangelización del continente americano
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 18 de diciembre de 2011 (ZENIT.org).- A continuación ofrecemos la tercera homilía de adviento de 2011, que realizó el padre Raniero Cantalamessa, OFM, predicador de la Casa Pontificia, este viernes 16 de diciembre.
1.-La fe cristiana va más allá del océano
Hace cuatro días, el 12 de diciembre, el continente americano celebró la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, que en México es fiesta de precepto. Es una hermosa coincidencia hablar en esta tercera meditación de la tercera gran etapa de evangelización en la historia de la Iglesia, que se realizó tras el descubrimiento del nuevo mundo. Traigo a la memoria, sucintamente la realización de esta empresa misionera.
Inicio con una observación importante. Europa cristiana, junto con la fe, exportó al nuevo continente también las propias divisiones. Al final de la gran onda misionera, el continente americano reproducirá exactamente la situación que existía en Europa: un sur mayoritariamente católico y un norte mayoritariamente protestante. Nosotros nos ocuparemos aquí solamente de la evangelización de América Latina, por el hecho que fue la primera que se realizó a continuación del descubrimiento del nuevo mundo.
Después que Cristóbal Colón en 1492 volvió de su viaje con la noticia de la existencia de nuevas tierras (que se creía fueran parte de las Indias), se encendieron en España católica, dos decisiones que se mezclaban: la de llevar a los nuevos pueblos la fe cristiana y la de extender a ellos la propia soberanía política. Para esta finalidad se obtuvo del papa Alejandro VI una bula con la que se reconocía a España el derecho de todas las tierras descubiertas más allá de las islas Azores y a Portugal aquellas hacia Europa a partir de dicha línea. Poco después la línea fue desplazada en favor de Portugal lo que le permitió legitimar la posesión de Brasil. Se delineaba así, incluso desde el punto de vista lingüístico el rostro del futuro continente latinoamericano.
Cada vez que las tropas entraban en un lugar, hacían una proclama (requerimiento) con el cual a los habitantes se le ordenaba abrazar el cristianismo y reconocer la soberanía del rey de Españai.
Solamente algunos grandes espíritus, ante todo los dominicanos Antonio Montesino y Bartolomé de Las Casas, tuvieron el coraje de levantar la voz contra los abusos de los conquistadores en defensa de los derechos de los nativos. En un poco más de cincuenta años, también por las debilidades y divisiones de los reinos autóctonos, el continente estaba bajo el dominio español y portugués y al menos, nominalmente, era cristiano.
Los historiadores tienden a atenuar los colores obscuros proyectados en el pasado sobre esta empresa misionera. Sobre todo hacen notar que a diferencia de cuanto sucedió con las tribus indígenas de América del norte, en Latinoamérica aunque diezmados, la mayoría de los pueblos nativos sobrevivió con su idioma y en su territorio y pudieron retomarse y reafirmar a continuación su identidad e independencia. Hay que tomar en cuenta el condicionamiento que tenían los misioneros por su formación teológica.
Tomando a la letra y de manera rígida el Extra Ecclesian nulla salus, ellos estaban convencidos de la necesidad de bautizar el mayor número de personas y en el menor tiempo posible para asegurarles la salvación eterna.
Vale la pena detenerse un momento sobre este axioma que tuvo tanto peso en la evangelización. Fue formulado en el III siglo por Orígenes y sobre todo por san Cipriano. Al inicio no se refería a la salvación de los no cristianos, sino al contrario a la de los cristianos. Se dirigía exclusivamente a los herejes y a los cismáticos del tiempo, para recordarles que rompiendo la comunión con la Iglesia ellos se volvían reos de una culpa grave, por la cual se autoexcluían de la salvación. Se dirigía por lo tanto a los que se iban de la Iglesia y no a los que no entraban.
Solamente en un segundo momento, cuando el cristianismo se volvió la religión de Estado, el axioma comenzó a ser aplicado a paganos y judíos, en base a la convicción entonces común (aunque objetivamente equivocada) que el mensaje a esa altura era conocido por todos los hombres y por lo tanto rechazarlo significaba volverse culpable y merecedor de una condena.
Fue justamente después del descubrimiento del nuevo mundo cuando aquellos límites geográficos se rompieron drásticamente. El descubrimiento de nuevos pueblos enteros que vivían fuera de cualquier contacto con la Iglesia obligó a rever una interpretación tan rígida del axioma. Los teólogos dominicanos de Salamanca y a continuación algunos jesuitas tomaron una posición crítica, reconociendo que era posible estar fuera de la Iglesia sin ser necesariamente culpables y por lo tanto excluidos de la salvación. No solamente, sino que frente al modo y métodos inaceptables con el que el Evangelio era anunciado a los indígenas, alguien por primera vez se puso el problema de si realmente era posible considerar culpables a todos aquellos que incluso habiendo conocido el anuncio cristiano no se hubieran adheridoii.
2. Protagonistas, los frailes
No es ciertamente este el lugar para dar un juicio histórico sobre la primera evangelización de América Latina. En ocasión del quinto centenario, en mayo de 1992 se realizó en Roma un simposio internacional de historiadores sobre tal tema. En su discurso a los participantes, Juan Pablo II afirmó: "Sin lugar a dudas en esta evangelización, como en toda obra del hombre, existieron equivocaciones, luces y sombras; si bien más luces que sombras, a juzgar por los frutos que encontramos después de quinientos años: una Iglesia viva y dinámica que representa hoy una parte relevante de la Iglesia universal"iii.
Desde la orilla opuesta, en aquella ocasión, algunos hablaron de la necesidad de una "descolonización" y "desevangelización", dando la impresión de que preferían que la evangelización del continente nunca se hubiera realizado, en vez de que se haya realizado como conocemos. Con todo el respeto debido al amor por los pueblos indígenas que movía a estos autores, yo creo que una tal opinión merece ser rechazada enérgicamente.
A un mundo sin pecado y sin Jesucristo, la teología ha demostrado que es preferible un mundo con el pecado pero con Jesucristo. "Oh feliz culpa –exclama la liturgia pascual en el Exultet– que nos permitió tener un tal y tan grande redentor".
¿No deberíamos decir lo mismo de la evangelización de ambas las partes de América, sea la del norte que la del sur? A un continente sin las "equivocaciones y sombras" que acompañaron su evangelización, pero también sin Cristo, ¿quién no preferiría un continente con tales sombras pero con Cristo? Qué cristiano, de derecha o de izquierda (particularmente si es religioso) podría decir lo contrario sin menguar, por ello mismo, en su propia fe?
He leído en algún lado la siguiente afirmación que comparto plenamente: "Lo más grande que sucedió en 1492 no fue que Cristóbal Colón descubrió América, sino que América descubrió a Jesucristo". No era --es verdad- el Cristo integral del Evangelio por el cual la libertad es presupuesto mismo de la fe, pero ¿quién puede pretende ser un portador de Cristo libre de cualquier tipo de condicionamiento histórico?
Quienes proponen un Cristo revolucionario, contestador de las estructuras, directamente empeñado en la lucha incluso política, ¿no se olvidan quizás también ellos de alguna cosa de Cristo, por ejemplo de la afirmación: "Mi reino no es de este mundo"?
Si en la primera oleada de la evangelización los protagonistas fueron los obispos, en la segunda eran los monjes y en esta tercera lo fueron indiscutiblemente los frailes, o sea los religiosos de las órdenes mendicantes, en primer lugar los franciscanos, dominicos, agustinos y en un segundo momento los jesuitas. Los historiadores de la Iglesia reconocen que en América Latina "fueron los miembros de las órdenes religiosas a determinar la historia de las misiones y de las Iglesias"iv.
Sobre esto vale el juicio de Juan Pablo II que he recordado: que "las luces son mayores que las sombras". No sería honesto desconocer el sacrificio personal y el heroísmo de tantos de estos misioneros. Los conquistadores estaban movidos por el espíritu de aventura y sed de ganancias, pero los frailes ¿qué podían esperarse después de haber dejado su patria y conventos? No iban a tomar sino a dar. Querían conquistar almas para Cristo, no súbditos para el rey de España, mismo si compartían el entusiasmo nacional de sus compatriotas. Cuando se leen historias relacionadas con la evangelización de un territorio particular, se ve cómo los prejuicios genéricos son injustos y lejanos de la realidad. A mi me sucedió estando en el lugar, leer la crónica del inicio de la misión en Guatemala y en las regiones vecinas. Son historias de sacrificios y peripecias increíbles. De un grupo de veinte dominicanos que partieron para el nuevo mundo hacia las Filipinas, 18 murieron durante el viaje.
En 1974, se realizó el sínodo sobre "La evangelización en el mundo contemporáneo". En un apunte manuscrito, puesto al final de un documento (que la Prefectura de la Casa Pontifica tuvo la idea de publicar junto al programa de esta predicación), Pablo VI escribía:
"¿Será suficiente lo que he dicho (en el documento) a los religiosos? ¿No sería necesario añadir alguna palabra sobre el carácter voluntario, emprendedor, generoso de la evangelización de los religiosos y de las religiosas? Su evangelización debe depender de la jerarquía y coordinarse con ella, pero hay que alabar la originalidad, la genialidad, la dedicación, muchas veces de vanguardia y a riesgo propio".
Este reconocimiento se aplica plenamente a los religiosos protagonistas de la evangelización de América Latina, especialmente si pensamos en algunas de sus realizaciones, como las conocidas "reducciones" de los jesuitas en Paraguay, o sea en los pueblos en los cuales los indios cristianos, protegidos de los abusos de cualquier autoridad civil, podían instruirse en la fe y desarrollar su talento humano.
3. Los problemas actuales
Ahora, como es costumbre, tratemos de pasar al hoy, para ver que nos dice la historia de la experiencia misionera de la Iglesia, que hemos sumariamente reconstruido.
Las condiciones sociales y religiosas del continente han cambiado tan profundamente que, más que insistir en lo que podemos aprender o menos de dicha época, es útil reflexionar sobre la tarea de la actual evangelización en el continente latinoamericano.
Sobre este tema existió y se producen una tal cantidad de reflexiones y de documentos por parte del magisterio pontificio, por el CELAM y las Iglesias locales, que sería presuntuoso poder pensar en añadir algo nuevo. Puedo entretanto compartir alguna reflexión sugerida por mi experiencia en el terreno, habiendo tenido ocasión de predicar en retiros a conferencias episcopales, al clero y al pueblo de casi todos los países de América Latina, y varias veces en algunos de ellos. Además, porque los problemas que se plantean sobe este tema en América Latina no son muy diversos que los del resto de la Iglesia.
Una reflexión es sobre la necesidad de superar una excesiva polarización presente por todas partes en la Iglesia, pero particularmente en América Latina, especialmente hace algunos años: la polarización entre el alma activa y el alma contemplativa, entre la Iglesia del empeño social por los pobres y la Iglesia del anuncio de la fe. Ante cada diferencia, nos sentimos instintivamente tentados a elegir una parte, exaltando una y despreciando la otra. La doctrina de los carismas nos ahorra el trabajo. El don de la Iglesia católica es el de ser, justamente católica, es decir abierta para recoger los dones más diversos que provienen del Espíritu.
Lo demuestra la historia de las órdenes religiosas que encarnaron instancias diversas y a veces opuestas: insertarse en el mundo y la fuga del mundo, el apostolado entre los doctos, como los jesuitas, y el apostolado entre el pueblo, como los capuchinos. Hay lugar para unos y otros. Además necesitamos de unos y otros, ya que nadie puede realizar el evangelio integral y representar a Cristo en todos los aspectos de su vida. Cada uno debería por lo tanto alegrarse de que los otros hagan lo que uno no puede hacer: quien cultiva la vida espiritual y el anuncio de la Palabra y el que se dedica a la justicia y a la promoción social y viceversa.
Es siempre válida la advertencia del apóstol: "Dejemos de una vez por todas de juzgarnos los unos a los otros" (cfr. Rom 14, 13).
Una segunda observación se refiere al problema del éxodo de los católicos hacia otras denominaciones cristianas. Sobretodo es necesario recordar que no se pueden calificar indistintamente estas denominaciones como 'sectas'. Con algunas de ellas, incluidos los pentecostales, la Iglesia católica mantiene un diálogo ecuménico oficial, lo que no haría si los considerara una secta.
La promoción también a nivel local, de este diálogo es el mejor medio para desintoxicar el clima, aislar a las sectas más agresivas y desanimar la práctica del proselitismo. Algunos años atrás se realizó en Buenos Aires un encuentro ecuménico, de oración y para compartir la palabra, con la participación del arzobispo católico y los líderes de otras iglesias, y la presencia de siete mil personas hizo ver con claridad la posibilidad de una relación nueva entre los cristianos, tanto más constructivo para la fe y la evangelización.
En el documento, Juan Pablo II afirmaba que la propagación de las sectas obliga a interrogarse sobre el por qué, sobre qué falta en nuestra pastoral. Mi convicción, según mi experiencia --y no sólo en los países de América Latina- es la siguiente. Lo que atrae fuera de la Iglesia no son ciertamente formas de piedad popular alternativas que más bien la mayoría de las otras iglesias y las sectas rechazan y combaten. Es un anuncio quizá parcial pero incisivo, de la gracia de Dios, la posibilidad de experimentar a Jesús como Señor y Salvador personal, el pertenecer a un grupo que se hace cargo personalmente de tus necesidades, que ora ante ti en la enfermedad, cuando la medicina no tiene ya nada que decir.
Si, por una parte hay que alegrarse de que estas personas hayan encontrado a Cristo y se hayan convertido, por otra es triste que para hacerlo hayan sentido la necesidad de dejar su Iglesia. En la mayoría de las iglesias a las que se aproximan estos hermanos, todo gira en torno a la primera conversión y a la aceptación de Jesús como Señor. En la Iglesia católica, gracias a los sacramentos, al magisterio, a la riquísima espiritualidad, existe la ventaja de no detenerse en este estadio inicial, sino de llegar a la plenitud y a la perfección de la vida cristiana. Los santos son la prueba de ello. Pero es necesario aquél inicio consciente y personal y en esto el reto de las comunidades evangélicas y pentecostales nos sirve de estímulo.
En esto, la Renovación Carismática se revela más que nunca, según la palabra de Pablo VI, "una oportunidad para la Iglesia". En América Latina, los pastores de la Iglesia se están dando cuenta de que la Renovación Carismática no es (como alguno creyó al principio) "parte del problema" del éxodo de los católicos de la Iglesia, sino que es más bien parte de la solución del problema. Las estadísticas no revelarán nunca cuántas personas han permanecido fieles a la Iglesia gracias a este, habiendo encontrado en su ámbito lo que otros buscaban en otro lado. Las numerosas comunidades nacidas en el seno de la Renovación Carismática, aún con límites, y a veces con derivas, presentes en toda iniciativa humana, están a la vanguardia en el servicio a la Iglesia y la evangelización.
4. El papel de los religiosos en la nueva evangelización
He dicho que no quería detenerme en la primera evangelización. Una cosa sin embargo debemos conservar de ella: la importancia de las órdenes religiosas tradicionales para la evangelización. A ellas dedicó el beato Juan Pablo II su carta apostólica, con motivo del V centenario de la primera evangelización del continente titulada "Los caminos del Evangelio". La última parte de la carta trata justo de los "religiosos en la nueva evangelización": "Los religiosos –escribe--, que fueron los primeros evangelizadores –y han contribuido de manera tan relevante a mantener viva la fe en el continente--, no pueden faltar a esta convocatoria eclesial de la nueva evangelización. Los diversos carismas de la vida consagrada hacen vivo el mensaje de Jesús, presente y actual en todo tiempo y lugar"v.
La vida de comunidad, el hecho de tener un gobierno centralizado y de los lugares de formación de nivel superior que permitió a las órdenes religiosas de entonces una tan vasta empresa misionera. Pero hoy, ¿que ha sido de su fuerza? Hablando desde na de estas órdenes antiguas, puedo atreverme a expresarme con una cierta libertad. La rápida caída de las vocaciones en los países occidentales está determinando una situación peligrosa: la de gastar casi todas las propias fuerzas en satisfacer las esigencias internas de la propia familia religiosa (formación de jóvenes, mantenimiento de las estructuras y de las obras), sin muchas fuerzas vivas para introducir en el círculo más amplio de la Iglesia. De ahí el repliegue sobre sí mismos. En Europa, las órdenes religiosas tradicionales se ven obligadas a reunir varias provincias en una y a cerrar dolorosamente una casa tras otra.
La secularización es, cierto, una de las causas de la caída de las vocaciones, pero no es la única. Hay comunidades religiosas de reciente fundación que atraen a oleadas de jóvenes. En la carta citada, Juan Pablo II exhortaba a religiosos y religiosas de América Latina a "evangelizar a partir de una profunda experiencia de Dios". Aquí está, creo, el punto: "una profunda experiencia de Dios". Es esto lo que atrae a las vocaciones y lo que crea las premisas para una nueva eficaz oleada de evangelización. El proverbio "nemo dat quod non habet", nadie puede dar lo que no tienen, vale más que nunca en este campo.
El superior provincial de los capuchinos de las Marcas, Italia, que es también mi superior, ha escrito para este adviento una carta a todos los frailes. En ella lanza una provocación que creo haga bien a todas las comunidades religiosas tradicionales escuchar: "Tú que lees estas líneas debes imaginar que 'eres el Espíritu Santo'. Sí, has entendido bien: no sólo estar 'lleno de Espíritu Santo' por los sacramentos que has recibido, pero justo que "eres" el Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Y así revestido, piensa que tienes el poder de llamar y enviar a un joven por un camino, que lo ayudas a caminar hacia la perfección de la caridad, la vida religiosa para entendernos. ¿Tendrías el valor de enviarlo a tu fraternidad, con certeza y garantía de que tu fraternidad pueda ser el lugar que le ayude seriamente a lograr la perfección de la caridad en la concreción de la vida cotidiana? En pocas palabras: si un joven viniera a vivir por unos días o meses a tu fraternidad, compartiendo la oración, la vida fraterna, el apostolado… ¿se enamoraría de nuestra vida?".
Cuando nacieron las órdenes mendicantes, los dominicos y franciscanos, a principios del siglo XIII, también las órdenes monásticas anteriores extrajeron beneficio de ellas e hicieron justamente la llamada a una mayor pobreza y a una vida más evangélica, viviéndolo según el propio carisma. ¿No deberíamos hacer lo mismo nosotros hoy, órdenes tradicionales, respecto a las nuevas formas de vida consagrada suscitadas en la Iglesia?
La gracia de estas nuevas realidades es multiforme, pero tiene un denominador común que se llama Espíritu Santo, el "nuevo Pentecostés". Tras el concilio, casi todas las órdenes religiosas preexistentes releyeron y renovaron sus propias constituciones, pero ya en 1981, el beato Juan Pablo II advertía: "Toda la obra de renovación de la Iglesia, que el concilio Vaticano II ha propuesto providencialmente e iniciado... no puede realizarse si no es en el Espíritu Santo, es decir con la ayuda de su luz y de su fuerza"vi .
"El Espíritu Santo –decía san Buenaventura– va allí "donde es amado, donde es invitado, donde es esperado"vii7. Tenemos que abrir nuestras comunidades al soplo del Espíritu que renueva la oración, la vida fraterna, el amor por Cristo y con el el celo misionero. Mirar atrás, a los propios orígenes y al propio fundador, ciertamente, pero mirar también hacia adelante.
Observando la situación de las órdenes antiguas en el mundo occidental, surge espontánea la pregunta que Ezequiel oyó ante el panorama de huesos secos: "¿Podrán estos huesos revivir?" Los huesos áridos de los que se habla en el texto no son de los muertos sino de los vivos; son el pueblo de Israel en el exilio que va diciendo: "¡Nuestros huesos están secos, nuestra esperanza se ha desvanecido, estamos perdidos!". Son los sentimientos que afloran, a veces también en nosotros quienes pertenecemos a órdenes religiosas antiguas.
Sabemos la respuesta, llena de esperanza, que dios da a aquella pregunta: "'Infundiré en vosotros mi Espíritu, y viviréis, os estableceré en vuestra tierra, y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago', dice el Señor". Debemos creer y esperar que se realizará también en nosotros y en toda la Iglesia, lo que se dice al final de la profecía: "El Espíritu entró en ellos: volvieron a la vida y se alzaron en pie; eran un ejército grande, grandísimo" (cf. Ez 37, 1-14).
Hace cuatro días, recordaba al inicio, América Latina celebró la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Se discute mucho sobre la historicidad de los hechos en el origen de esta devoción. Debemos clarificar lo que se entiende por hecho histórico. Hay muchos hechos que realmente han sucedido, pero que no son históricos porque "histórico", en el sentido más auténtico, no es todo lo acaecido, sino sólo aquello que, además de haber sucedido, ha incidido en la vida de un pueblo, ha creado algo nuevo, ha dejado traza en la historia. ¡Y qué traza ha dejado la devoción a la Virgen de Guadalupe en la historia religiosa del pueblo mexicano y latinoamericano!
Es de gran significado simbólico el hecho de que, en los inicios de la evangelización del continente americano, en 1531, sobre la colina del Tepeyac, al norte de la Ciudad de México, la imagen de la Virgen se haya estampado en la tilma de san Juan Diego como "la Morenita", es decir con los rasgos de una humilde muchacha mestiza. No se podía decir de manera más sugestiva que la Iglesia, en América Latina, está llamada a hacerse –y quiere hacerse- indígena con los indígenas, criolla con los criollos, toda a todos.
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Notas
i Cfr. J. Glazik, en Storia della Chiesa, dirigida por H. Jedin, vol. VI, Milán Jaca Book, 1075, p. 702.
ii F. Sullivan, Salvation outside the Church? Tracing the History of the Catholic Response, Paulist Press, Nueva York 1992.
iii Juan Pablo II, Discurso a los participantes en el Simposio internacional sobre la evangelización en América Latina, 14 mayo 1992.
iv Cfr. Glazik, op. cit., p. 708.
v Juan Pablo II, "Los caminos del Evangelio", nr. 24 (AAS 83, 1991, pp. 22 ss.)
vi Juan Pablo II, carta apostólica A Concilio Constantinopolitano I(25 marzo 1981).
vii San Buenaventura, Sermón para el IV Domingo después de Pascua, 2 (ed. Quaracchi, IX, p.311).