MADRE GRIMANESA JOSEFA DE SANTO TORIBIO, NAZARENA EJEMPLAR
José Antonio Benito
Alma, corazón y vida de la devoción morada al Cristo Moreno son las carmelitas nazarenas. ¡Cuántas plegarias, sacrificios, ofrendas en las hijas de santa Teresa y del Señor de los Milagros! En este año dedicado a san José sería bueno conocer su maternal devoción por santo tan querido por la santa madre Teresa de Jesús y que se evidencia en tan bellos cuadros del Museo; la propia protagonista de nuestro artículo llevaba el nombre de "Josefa". ¡Con cuánta complacencia verá Jesús su vida inmolada, en el anónimo, pero fecundo silencio del claustro! Apenas conocemos algunas de los centenares de madres y hermanas que han poblado el monasterio.
Singular y señera, en primer lugar, su fundadora, Sor Antonia Lucía del Espíritu Santo; procedente de Ecuador, comenzó su vida religiosa en un beaterio del Callao, pasó luego al beaterio Santa Rosa de Viterbo en el barrio Monserrat, hasta que fundó el beaterio de las Nazarenas. Su sucesora y biógrafa Sor Josefa de la Providencia convierte el beaterio en monasterio.
Las primeras fundadoras -en 1730- vendrán del Carmen Bajo del supreso convento limeño que existió por la Avenida Abancay, poniendo los cimientos de este benemérito monasterio limeño que ha conjugado su carisma original nazareno con la espiritualidad carmelitana.
La tercera superiora y verdadera forjadora del monasterio en los 40 años que estuvo al frente del mismo fue Grimanesa de Santo Toribio, en tiempos del Virrey Amat. Su nombre grita por los cuatro costados la afinidad con santo Toribio, pues lleva en su nombre el del santo y el de su hermana, Grimanesa, sin duda por tradición familiar. En espera de hallar más datos sobre una merecida semblanza, les comparto algunos datos sobre su trayectoria biográfica y su misión en el monasterio carmelitano nazareno.
Eco de su madre y de sus primeros pasos en la vida de este nuevo palomar carmelitano, lo encontramos en el Acta de la Fundación del Monasterio que se conserva en el archivo del mismo monasterio:
«En diez y ocho de marzo de mil setecientos treinta, a las tres de la tarde, el Excelentísimo Virrey Marqués de Castelfuerte pasó al Convento de religiosas Carmelitas Descalzas de Santa Ana, donde estaba el Provisor y Vicario general de Monjas en Sede vacante, el Dr. D. Andrés de Paredes y Armendáriz, Canónigo de esta Santa Iglesia, el cual, habiendo hecho las ceremonias que se acostumbran, sacó a las tres religiosas Fundadoras que lo fueron la Madre Bárbara Josefa de la Santísima Trinidad, Priora, Grimanesa Josefa de Santo Toribio, Subpriora, y la Madre Ana de San Joaquín.
Y de la clausura las entregó a las señoras que esperaban en la Portería para acompañarlas, que lo fueron la señora Marquesa de Casaconcha, que acompañó a la Madre Priora; la señora Doña María Ana de Castilla, que acompañó a la Madre Grimanesa su hija; la señora Doña María Fernández de Córdova y Sande, Fundadora de este nuevo Monasterio de Nazarenas, que acompañó a la Madre María Ana de San Joaquín; y las tres religiosas fundadoras entraron en la bávara[1] del señor Virrey, el cual siguió en otro forlón[2] de su persona, y a los lados iban a caballo el caballerizo mayor de su Excelencia y otros tres Gentiles-hombres: seguían en otros coches las señoras referidas, que acompañaban, y seguían otros dos coches del señor Virrey con sus gentiles-hombres y demás familia, y todos los cuatro coches de su Excelencia iban con seis mulas cada uno.
Con este acompañamiento pasaron por el Convento de Capuchinas[3] de esta ciudad, donde se apearon todos y entraron las tres religiosas Fundadoras en su clausura. De allí salieron con el mismo acompañamiento, y pasando por el colegio de San Pablo de la Compañía de Jesús, visitaron su Iglesia y reconocieron las Sacristías, Penitenciaría y capilla mayor e interior.
Volvieron a subir en los coches en la misma forma y se apearon en la Iglesia Catedral, donde esperaba en la capilla de Nuestra Señora de la Antigua la Real Audiencia con los demás Tribunales, y asimismo las Beatas Nazarenas con sus hábitos y velos blancos en la cabeza, acompañadas cada una con una señora de esta ciudad; y desde allí se formó la procesión, en que no fue el Santísimo, por estar colocado antes en el Beaterio de las Nazarenas. Iban en la procesión en ricas andas de plata muy adornadas San Joaquín, Santa Teresa y Jesús Nazareno, las cuales acompañaban todos los caballeros y nobleza de esta ciudad con velas en las manos, a quienes les convidó D. Fernando de Córdova.
Seguíase el Cabildo Eclesiástico que gobernaba en Sede Vacante, con sobrepellices, y al fin de él el Preste revestido con una cruz y palio, que llevaban sacerdotes con sobrepellices. Detrás iban las Beatas Nazarenas, acompañadas cada una de una señora, y en la misma forma al fin las tres religiosas fundadoras, rematando la Madre Priora que iba entre el señor Virrey a mano derecha, y a la izquierda la señora Marquesa de Casaconcha, y a su lado el señor Marqués, su marido, como oidor más antiguo.
En esta forma salió la procesión desde la Iglesia Catedral, y en la esquina de la calle de mercaderes había un altar hermoso, que dispuso la religión sagrada de Santo Domingo; otro en la plazuela de San Agustín, y otro en la misma plazuela de las Nazarenas, que dispuso la Parroquia de San Marcelo; y todas las calles estaban limpias, secas y colgadas, y con innumerable concurso de gente.
Entró la procesión en la Iglesia de Nazarenas, donde había música prevenida; hicieron oración y pasaron las Beatas y religiosas con el señor Virrey y todo el acompañamiento a la Portería, y entraron a la clausura con el Provisor y Notario que la declaró en la forma que se acostumbra»[4]
Años atrás, Madre Soledad (+) tuvo la gentileza de dejarme consultar un ejemplar de las Constituciones de la primera edición y que pertenecieron a la Madre Teresa del Niño Jesús, priora reelegida sucesivamente en siete periodos (ya en el siglo XX), y que deja constancia del cumplimiento o no de las constituciones. Por ejemplo, en la tercera, en que se obliga a "andar con hábito y túnica hasta los pies de color morado, ceñidas con una cuerda de cáñamo por cíngulo, con corona de espinas en la cabeza, sandalias en los pies y cuerda pendiente al cuello" anota que "se cumple, sólo las coronas no tienen espinas". En la sexta que prescribía "reciban dos veces en la semana la sagrada Eucaristía, precediendo la confesión" anota "se comulga todos los días, confesión cada 8 días".
El Papa Pío Vi señaló mediante bula de 14 de mayo de 1781 la concesión de una indulgencia plenaria el día 27 de abril, fiesta de Santo Toribio de Mogrovejo.
No me resisto a publicar las sabrosas palabras con las que la nazarena pariente del santo prelado, Madre Grimaensa de Santo Toribio, presentó su renuncia al cargo ante el Arzobispo de Lima, Monseñor Pedro Antonio Barroeta:
"Mi venerado Prelado, he recibido con notable consuelo de mi alma y quietud de mi espíritu la piadosa resolución de Vuestra Ilustrísima en admitir la renuncia que le hice de la prelacía de este Monasterio de Nazarenas Carmelitas que por tantos años ha cargado sobre mis débiles hombros porque hallándome ya en edad tan avanzada y cercada de accidentes que han postrado mi salud hasta el último extremo me hallaba más necesitada de ajustar mis cuentas con el justo soberano juez que me la ha de tomar de tan dilatada vida y prolijo y delicado cargo que continuar en él añadiendo faltas con que irritar su justicia. Por ello doy a Vuestra Señoría Ilustrísima las debidas gracias, suplicándole rendidamente perdone con la equidad propia de un piadoso pastor los defectos en que haya incurrido lo que ha nacido de inimitable bondad. Dios guarde a Vuestra Señoría Ilustrísima muchos años, de este Monasterio de Nazarenas Carmelitas Descalzas de San Joaquín, Lima 26 de noviembre de 1778. De Vuestra Señoría Ilustrísima, su más rendida súbdita, Grimanesa de Santo Toribio, priora[5]".
Las Madres Carmelitas han sido y son el alma de este culto multisecular. Se guardan en su archivo los registros de las profesiones, las dotes, los testimonios de su fervorosa dedicación, los documentos del proceso de beatificación de Madre Antonia Lucía.
Su carisma no es otro que el de la Orden carmelitana descalza, muy sintonizada desde Santa Teresa con la devoción al Cristo llagado y crucificado. Por eso el carisma nazareno
"le aporta poco al carisma carmelitano, porque Jesús Nazareno siempre es su esposo –de la carmelita y de toda religiosa. La Santa Madre, Santa Teresa, habla de Jesús Nazareno y le tenía una devoción profunda a Jesús de la Pasión. Decía que no dormía una noche sin traer a su memoria la imagen de Cristo en el Huerto de los Olivos, en Getsemaní, porque le veía tan solo. La misma Santa Teresa se convirtió al ver el Cristo llagado y sintió la mediocridad de la vida religiosa que estaba llevando. Las Nazarenas recibieron y también aportaron; la Madre Antonia tenía el Cristo de la Pasión, el Cristo Morado que significa el sacrificio, la Pasión, pero la Santa Madre tenía lo mismo. Cuando el beaterio desapareció, se adhirió a la orden de Carmelitas de Santa Teresa como deseó Madre Antonia. Tenemos el santuario por una tradición y es un Cristo muy venerado. Nosotros queremos vivir plenamente nuestra misión de vivir junto al Cristo Morado"[6].
[1] Bávara: coche antiguo al modo de los llamados estufa, pero más prolongado.
[2] Forlón: Coche antiguo de caballos de cuatro asientos, sin estribos, cerrado con puertecillas, colgada la caja sobre correones y puesta entre dos varas de madera.
[3] Clarisas capuchinas. Monasterio de Jesús, José y María. Fundación de Nicolás Ayllón.
[4] UNZUETA, A., La Orden del Carmen en la evangelización del Perú, Vitoria 1992, t. X, pp. 226-229.
[5] Archivo Arzobispal de Lima. Monasterio de las Nazarenas: I: 58. Año 1778. Papeles importantes: XII:12
[6] Entrevista a Madre Soledad en el 2005 y 2011.