IWASAKI, Fernando, Brevetes de Historia Universal del Perú (Alfaguara, 2021, 224 pp)
Entre los aportes del Bicentenario del Perú hay que agradecer las motivadoras reflexiones acerca del Perú, patria nación, estado. La oportunidad de ayudarnos a pensarnos en común, como un nosotros de ayer y de hoy, recordar nuestra historia en conjunto, sus logros y sus errores, sus luces y sombras, sus gozos y sus dolores, sus sueños y sus frustraciones. En este momento me encuentro saboreando el libro Brevetes de Historia Universal del Perú" (Alfaguara, 2021, 224 pp) de Fernando Iwasaki, quien ha tenido la generosidad de enviármelo desde Sevilla.
Mi vida se ha proyectado siempre a estudiar y potenciar la simbiosis hispano peruana, desde la hispanidad y la peruanidad, investigando todo aquello que sume y multiplique en esta realidad histórica y actual. Un legado, una realidad, una proyección. Crear lazos, construir puentes, unir familias. El autor, peruano de nacimiento y de corazón, español de sentimiento y profesión, hispanoperuano o peruano-hispano universal, nos brinda hondas reflexiones acerca de peruanos que han dejado huella humana en la historia.
Contamos con historias de ayer y del mundo prehispánico como las de "los troyanos de Andahuaylas", Sechín, Illac-Qori, Cusi Huarcay o Cura Occo, de la época virreinal (Montilla, 1591 sobre el Inca Garcilaso; Las Meninas de la Coya; Rosas de Lima para Lope de Vega…), republicana ("Rosa, la Libertadora", "las Levas del Libertador", "La Mariscala", Pedro9 Pablo Atusparia, Luis Pardo el Bandolero…) y de nuestro tiempo (Héctor Cárdenas, "Tersa Tilsa", Jorge Chávez, "Elena Moyano, zarza que arde")
Muchas de ellas las conocíamos, pero aquí se nos presentan desde su lado más humano, casi descarnado pero lleno de vida y poesía. Como él mismo dice en su entrevista al redactor de Luces y TV de El Comercio, Enrique Planas:[1] "Siempre me ha parecido que los héroes son rehenes del mármol, del bronce, de la piedra. Lo que les falta es la piel, la carne, el hueso. Para mí, era muy importante que estas historias apelaran a estos rasgos profundamente humanos, que nos acerquen a sus tribulaciones. Por eso las historias tenían que ser muy breves, como una aguja que te clavan en ese momento y que te toca un punto vulnerable".
A pesar de la brevedad, por su chispa, profundidad, me ha recordado a las "greguerías" de don Ramón Gómez de la Serna; por ejemplo, "Lo más importante de la vida es no haber muerto". Vienen a ser "breverías" de nuestra historia peruana con dimensiones universales.
Una dimensión que impacta es la consideración de la edad de los protagonistas, se trata de personas que perdieron sus vidas muy jóvenes. Él mismo nos brinda un bello testimonio en su prólogo o "Liminar" (pp.11-12).
"Hoy he cumplido 58 años, la misma edad que tenía José María Arguedas cuando decidió no prolongar ni un día más su existencia. Por alguna inexplicable fatalidad, algunos de los más grandes autores peruanos nos dejaron en flor o a punto de entrar en sazón o sin alcanzar la plenitud que sus talentos prometían. Melgar muere con 24 años, Javier Heraud murió con 21. Abraham Valdelomar y Carlos Oquendo de Amat con 31. Alfonso de Silva y Mariátegui con 35, Son personajes que tienen la edad de mis hijos o aún menores. Tenemos a Sebastián Salazar Bondy Alberto Flórez Galindo, que murió a los 40, César Vallejo a los 46. La vida fue muy cruel con ellos. A pesar de lo poco que vivieron, nos dejaron muchísimo. Sus libros son la patria por la que sucumbieron" (pp.11-12)
Más de cien "brevetes", sumillas, consolidados, resúmenes, síntesis, extraídos de miles de fichas que el autor ha ido recopilando y que representan lo que en el momento de la lectura, del descubrimiento le impactó. Don Miguel de Unamuno solía diferenciar entre el tener -armario- y el ser -almario-. Nuestro historiador y literato F. Iwasaki parte de fuentes históricas precisas pero nos deleita con su recreación literaria que revela el alma del personaje. Cuando nos rescata la confesión de Micaela Bastidas en su carta a Túpac Amaru II, su esposo "Ya no tengo paciencia para todo esto", la asociamos a su resistencia contra la tiranía española, cuando en verdad es un reproche al líder andino -su "Chepe"- por su comportamiento familiar en la rebelión, y un desahogo de una mujer herida.
Hay un encanto especial en esta obra no exenta de ironía y reveladora de la espiritualidad del autor como revela el simpático capítulo "El Rímac y el Titanic", en el que se nos presenta la sorprendente historia del inglés Peter Dennis Daly, residente en el Perú, parte de los pasajeros del Titanic que logró sobrevivir. En los libros oficiales, cuando se habla de los sobrevivientes del hundimiento del Titanic, se nos dice que el señor Peter Dennis lo que hizo fue bajar a su camarote, cambiarse, proteger sus documentos, salir a cubierta y tirarse al agua helada porque no entraba en los botes salvavidas, y lo recogieron allá abajo. Pero los hijos, cuando declararon a la prensa muchos años más tarde, lo que dijeron fue que su padre, al subir a la cubierta, recordó que tenía unas estampitas de la Virgen y bajó corriendo para meter a la virgencita en el pasaporte. "El señor Daly regresó a Lima, donde pasó los últimos años de su vida cuidando el jardín de casa, jugando al solitario, sosteniendo partidas de ajedrez por correo postal y comiendo rábanos de su huerto, como cualquier súbdito inglés. La Virgen del Perpetuo Socorro del Rímac lo recogió el 23 de diciembre de 1932" (p.116).
De igual manera cabe destacar algunos testimonios personales como el que nos comparte al hilo del recuerdo del primer sacerdote nisei ordenado en el Perú, P. Manuel Kato. "Su memoria me concierne, porque mi padre fue otro niño acogido en San Antonio de Padua y me abruma que ya ninguno de los dos pueda responder a mis preguntas. Heiwa to Zen, furay Kato-san" (paz y bien, Padre Kato) (p.177)
En el curso de la historia universal infinidad de acontecimientos, personajes y episodios han sido excluidos de los libros de enseñanza oficial. La gesta de mujeres y hombres en pos de la construcción de nuestra nación apenas ha sido un trazo ligero en la pluma de los historiadores, sin embargo, allí donde algunos languidecen otros encuentran la suficiente materia para convertir lo insignificante en gran literatura. Fernando Iwasaki recupera a estos personajes que, como héroes anónimos, labraron el camino de nuestra patria.
En el fascinante mundo cultural de los tejidos wari o paracas del Perú, nos sorprenden los miles de hilos y puntadas que con paciencia y creatividad logran bella imágenes. De igual modo, nuestro autor teje y borda como paciente y creativo historiador periodista miles de pliegues extraviados de cientos de peruanos, los menos conocidos y los más olvidados, pero rescatados y puestos en vitrina universal con personajes de Homero, Joyce y Tolstoi. A pesar del aparente disparatado y desordenado almacén de acontecimientos y personas, en cada uno de los textos del libro se tejen cientos de historias olvidadas de otras tantas personalidades que confeccionan el tejido de la sociedad peruana construida sobre su memoria.
La obra nos invita a recordar y a aprovechar nuestro nuevo día como si fuera el primero o quizás el último. La vida es breve y hay que aprovechar el tiempo para conocer mejor y trabajar más por el Perú.