Los últimos momentos de Santa Rosa de Lima, muerte y entierro
José Antonio Benito
En los últimos años sufre una larga enfermedad, en la cual dice a menudo: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor". El 1 de agosto de 1617 comenzaron los intensos dolores de cabeza. Como dicen sus testigos, sentía "que por allí le prendía por él un puñal de fuego ardiendo que se lo atravesaban, y el brazo y todo". Santa Rosa fue atendida por fray Juan de Lorenzana. Sin embargo, los dolores eran cada vez más intensos. Ella pedía que la dejen sola y no le hablasen. "Eran dolores del infierno". Ella soportó los dolores con paciencia y pedía a su esposo Jesús que le enviase más dolores y paciencia para soportarlos.
El domingo 6 de agosto, sufrió un ataque de hemiplejia, Rosa solo podía mover un lado de su cuerpo, el brazo y la pierna izquierda. Su boca se había torcido levemente. A pesar de la hemiplejia aún tenía lucidez y conocimiento. El 17 de agosto, aumentaron los dolores de costado y se agravó la gota en el pie derecho. Su madre María de Oliva y su padre la visitaron. Santa Rosa quiso como última voluntad ser amortajada con el hábito dominico. El 21 de agosto recibió la extremaunción, ofreció su sortija a Micaela de la Maza. Tenía lucidez y recibió la visita del médico Juan del Castillo.
Rosa vivía en la casa don Gonzalo de la Maza y doña María de Uzátegui quienes proporcionaron una morada ideal para sus deseos contemplativos. Tanto ellos, como sus hijas Micaela y Andrea serán testigos de su despedida terrena. Les asombraba que mientras "la naturaleza iba desfalleciendo, parecía se aumentaba su paz y alegría". Y estando así el martes por la noche del 22 de agosto, "con un crucifijo en la mano, con amorosos requiebros le pedía dolores": ‑ Mi Dios, mi Señor, mi Jesús, mi Esposo, y mis amores, dadme dolores.
Se va despidiendo tiernamente de todos sus familiares. Comenzó pidiendo la bendición al Contador; y, luego, llamando a sus dos hijas "les hizo una plática, exhortándolas a que sirviesen y amasen mucho a Nuestro Señor y sirviesen mucho a sus padres y les diesen buena vejez". Mandó llamar también a los siete esclavos negros de la casa para darles su bendición.
Por estos testimonios últimos sobre el momento de su muerte podemos calibrar el alto nivel espiritual de estos esposos:
‑ Doña María: "Llamando el dulce nombre de Jesús expiró, quedando con los ojos abiertos y claros sin quebrárseles, y su rostro tan lindo y hermoso como cuando estaba viva y con muy buenos colores".
. Don Gonzalo: "Y con esta resignación, paz y entendimiento, y con su habla y sentido estuvo hasta que expiró, un poco antes de las doce y media de aquella noche, diciendo: "Jesús, Jesús sea conmigo".
El 23 de agosto recibió la visita de su confesor fray Juan de Lorenzana y se despidió de él pidiéndole su bendición. Antes de morir le pide perdón por todos los pecados a cada uno de los de su casa. Pidió entonces Rosa le quitasen "las almohadas en que estaba incorporada, y se hizo arrimar a la madera de la cama"; le acompañaba su hermano Hernando y, teniéndole el brazo, se volvió a él y le dijo: "bien se puede sacar [ir de allí], hermano, que ya no es menester". Era como decirle que se moría, que todo se acababa y le pedía "que se vaya, que ya está acabado". Todavía logra persignarse con sus dedos pulgar e índice cruzados, que "se signó en la frente, en la boca y en los pechos". Entonces, sobrevino el paro cardiaco o aneurisma, ya que sufrió una breve pausa, tras la que exclamó: "Jesús sea conmigo" y expiró el jueves 24 de agosto de 1617, una media hora después de las doce de la noche, cuando alboreaba el día del apóstol San Bartolomé. Se encontraba en la madurez de su juventud de sus 31 años de edad y 4 meses.
Su cuerpo, después de vestido con el hábito de Santo Domingo, fue llevado de la habitación en que murió a una cuadra o sala más amplia en la que se juntaron alrededor de 20 personas. Allí, Luisa de Melgarejo se arrobó y estuvo en "éxtasis desde la una y un cuarto poco más o menos, hasta cerca de las cinco de la mañana…, y estando en él prorrumpió en habla". De lo que dijo en esa oportunidad tomaron nota puntual los testigos Juan Costilla Benavides, oficial mayor del contador de la Maza, y el fraile dominico Francisco Nieto. El texto íntegro de esas visiones, sacadas en limpio, las incluyó Gonzalo de la Maza en su respuesta a la pregunta 24 del cuestionario a los testigos que declararían sobre la vida de Rosa de Santa María con motivo de las informaciones ordenadas por el arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero. El 25 de agosto su cadáver es trasladado al Convento de Santo Domingo y era tal la multitud que acudió a venerarla que durante tres días se hizo imposible el entierro, fue durante ese lapso que el pintor Angelino Medoro al ver el rostro de la santa, decide plasmarlo en una pintura al lienzo, convirtiéndose en el único retrato autentico de la santa. Tras su deceso, el vecindario y devotos determinaron pagar el alquiler de la casa en que había vivido y comenzaron a reunirse allí por las tardes a rezar el Santo Rosario y otros ejercicios de piedad. Por el fervor espontaneo la casa se convirtió en capilla y Santuario.
En vida, Rosa no fue una mujer de gran popularidad ni desempeñó un especial papel taumatúrgico, como sí lo hizo por ejemplo Francisco Solano. A pesar de ello, sin embargo, Rosa tuvo un entierro multitudinario y la sociedad limeña se precipitó a sus exequias, en la que participaron incluso las más altas autoridades civiles y eclesiásticas del virreinato. Personas que nunca la conocieron se abalanzaron sobre el féretro para tratar de tocarla u obtener alguna reliquia ¿A qué se debió ese fenómeno? Según el historiador René Millar el fenómeno estuvo vinculado con los confesores de la joven, que se encargaron de difundir sus virtudes y de comprometer a las órdenes religiosas en una participación activa e institucional en las exequias. Esto es especialmente clave en lo que respecta a la orden de Santo Domingo. Un miembro de ella tomó nota puntual de las revelaciones de Luisa de Melgarejo, durante el velatorio, y otro escribió a los pocos días una breve relación de su vida. Los dominicos asumieron a la difunta como un miembro de la orden y el procurador general de ella, a la semana de la muerte, solicitará al arzobispo que se reciba información de testigos acerca de "su santa vida".
El 5 de abril de 1668 es beatificada por el Papa Clemente IX cuya celebración tuvo lugar en el Convento Dominicano de Santa Sabina en Roma. El 12 de abril de 1671 es canonizada por el Papa Clemente X, declarándola Patrona de América, Indias y Filipinas y disponiendo el día 30 de agosto para la celebración de la fiesta en su honor.
BIBLIOGRAFÍA
BUSTO DUTHURBURU, José Antonio del. Santa Rosa de Lima (Isabel Flores de Oliva) Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú. 2006
MILLAR CARVACHO, R. "Rosa de Santa María (1586-1617). Génesis de su santidad y primera hagiografía." Historia, Vol. 36, 2003: 255-273 Instituto de Historia Pontificia Universidad Católica de Chile