LOS CIEN AÑOS DEL CARDENAL AUGUSTO VARGAS ALZAMORA
El 9 de noviembre habría cumplido 100 años. Siempre al lado de quien fue su predecesor y referente, Cardenal Juan Landázuri. Me complace compartirles su augural discurso como representante de la promoción del Colegio de la Inmaculada en 1939, la entrevista de "El Comercio" al recordado P. Armando Nieto en 1994 cuando fue nombrado Cardenal y las entrañables fotos del face del P. Benjamín Crespo. Me cautivó la sencillez y humildad en las pocas veces que tuve ocasión de conversar con él; la primera en Mayorga, en 1992, donde se le recibió calurosamente como sucesor de Santo Toribio, luego en Lima para proponerle la preparación del IV Centenario de la partida para el Cielo de Santo Toribio, otra al recordarle a su compañero de estudios en Granada P. Carlos S. Pozzo y ya más personal para agradecer su acogida a mi Movimiento de Santa María en Lima. ¡Gracias, estamos a tiempo de aprender de su legado como hombre de Dios, pastor celoso, peruano comprometido, misionero universal!
https://www.facebook.com/media/set?vanity=benjamin.crespo.503&set=a.10159969792054333
Cardenal AUGUSTO VARGAS ALZAMORA.
Hace el número 31 y rige la diócesis de 1989 a 1998
El Cardenal Vargas nació en Lima el 9 de noviembre de 1922. Hijo de Eduardo Vargas O´Dowling y Luisa Alzamora Bustamante. Fueron sus hermanos Eduardo, Luis, Inés y Maruja. Realizó sus estudios iniciales en el Colegio de Belén y los primarios y secundarios en el colegio La Inmaculada de la Compañía de Jesús. A los 17 años, el 9 de marzo de 1940, ingresó en el noviciado de San Estanislao de Kostka en Miraflores, donde estudió humanidades clásicas, emitiendo sus primeros votos en 1942. Entre los años 1946 y 1949 obtuvo la licenciatura en filosofía en la facultad de San Miguel (Argentina). Ejerce como profesor en el Colegio San José de Arequipa de 1949 a 1951. Fue además diplomado en pedagogía por la Universidad Católica y comenzó la teología en la Facultad de Granada (España).
Recibió la ordenación sacerdotal en Madrid, el 15 de julio de 1955. El 3 de febrero de 1958 hace su profesión solemne en la Compañía de Jesús. Al regresar a su patria, en 1970 fue nombrado director espiritual y luego rector del colegio de la Inmaculada; en 1975 fue nombrado delegado provincial para las obras de educación de la Compañía de Jesús en Perú; fue también consejero provincial y maestro de novicios. En sus actividades apostólicas sobresalió como director espiritual de los jóvenes estudiantes; en particular desempeñando el papel de director de las antiguas Congregaciones Marianas impulsadas por los jesuitas. A menudo llevaba a los estudiantes a visitar los barrios más pobres y degradados de Lima a fin de que pudiesen darse cuenta por sí mismos de los efectos de la injusticia social. Estas visitas a las personas abandonadas, él las consideraba parte de la formación espiritual de los jóvenes.
El Cardenal fue el primer director en el Perú de la obra "Fe y Alegría". Pablo VI lo nombró obispo titular de Cissi y vicario apostólico de Jaén en Perú el 8 de junio de 1978; recibió la consagración episcopal el 15 de agosto del mismo año. En el año 1982 fue nombrado secretario general del Episcopado peruano. El Papa Juan Pablo II aceptó su renuncia al gobierno pastoral del vicariato apostólico el 23 de agosto de 1985. El mismo Papa lo nombró Arzobispo Metropolitano de Lima y primado del Perú el 30 de diciembre de 1989; tomó posesión de la sede el 26 de enero de 1990, reemplazando en el cargo al Cardenal Juan Landázuri Ricketts, O.F.M. En la Asamblea de febrero de 1993 fue nombrado presidente "ad interim" de la Conferencia Episcopal Peruana para sustituir por un año a Mons. José Antonio Dammert Bellido, obispo emérito de Cajamarca
Fue creado Cardenal por el Papa Juan Pablo II en el consistorio del 26 de noviembre de 1994, con la sede titular de San Roberto Belarmino, poco después fue nombrado consejero de la Pontificia Comisión para América Latina. En la sesión del 24 de enero de 1994 fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal Peruana durante la 71 Asamblea Plenaria. En diciembre de 1998 el Papa Juan Pablo II aceptó su renuncia por límite de edad y el 9 de enero de 1999 entregó el gobierno de la Arquidiócesis de Lima al actual Arzobispo, Mons. Juan Luis Cipriani Thorne. Falleció el 4 de septiembre del 2000.
En un comunicado oficial de la Arquidiócesis, el Arzobispo de Lima, el Obispo Auxiliar, Mons. Alberto Brazzini Díaz-Ufano, junto al cabildo de la Catedral "ruegan y agradecen sus oraciones por el Eminentísimo Señor Cardenal Augusto Vargas Alzamora, SJ, XXXI Arzobispo de Lima".
Condolencias del Santo Padre Al enterarse del fallecimiento del Cardenal Augusto Vargas Alzamora, el Santo Padre Juan Pablo II envió sus condolencias al Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Juan Luis Cipriani Thorne, y ofreció sus plegarias para que Dios lo acoja en su eterno descanso. Al conocer la triste noticia del fallecimiento del Señor Cardenal Augusto Vargas Alzamora, Arzobispo emérito de Lima -dice el mensaje-, ofrezco fervientes plegarias unido a los fieles de esa comunidad diocesana, donde ejerció con solicitud su ministerio episcopal, pidiendo a Dios que conceda el eterno descanso a quien por varios años fue su diligente Pastor". Recordando su abnegada acción pastoral, y también su fidelidad a Cristo y al Sucesor de Pedro, expreso mi sentido pésame a Usted, al Obispo Auxiliar, clero, comunidades religiosas y fieles de esa amada Arquidiócesis y les otorgo de corazón, así como a los participantes en la Misa exequial, la confortadora Bendición Apostólica, como signo de fe y esperanza cristiana en el Señor resucitado. Ioannes Paulus PP. II".
DISCURSO DE DESPEDIDA DE LA PROMOCIÓN 1939 POR AUGUSTO VARGAS ALZAMORA
Excmo. Señor Presidente de la República. Excmo. Monseñor Nuncio Apostólico.
Excmo. Monseñor Arzobispo de Lima.
Excmos. Señores Presidente del Consejo de Ministros y Ministros de Educación y Fomento. Reverendos Padres.
Señoras y Señores:
En nombre propio y en nombre de la Promoción de 1939, vengo lleno de emoción a dar el último adiós de despedida a este Colegio inolvidable, que una mañana radiante de abril, hace ya diez años, me recibió acogedor entre sus muros, guió cual madre cariñosa los inciertos pasos de mi edad primera, y más tarde, en los años dorados de la adolescencia, cultivó mi inteligencia, forjó mi carácter y prendió dos amores en mi alma por los cuales juro desde este momento luchar hasta morir: el amor de Dios y el de la Patria; la pasión por un Cristo más conocido y más amado y la pasión por una Patria nueva, grande, altiva y respetada.
Colegio de la Inmaculada, grande es hoy nuestra gratitud para contigo, porque ante la encrucijada más difícil de la vida nos sentimos preparados para ser grandes ingenieros, grandes médicos, grandes abogados; pero inmensamente mayor es nuestro reconocimiento porque nos sentimos preparados a ser grandes patriotas y cristianos, que sepan luchar como bravos hasta teñir con su sangre el estandarte de Dios y de la Patria, pensando que tras el humo y la metralla se abre en las alturas la aurora resplandeciente de un nuevo y eterno despertar.
Sin rarezas, singularidades ni jactancias, pero con valentía indómita queremos acabar con ese catolicismo de moda, disfraz prendido de alfileres para ciertas circunstancias de la vida; queremos revivir el cristianismo auténtico, a base de sacrificios y de amor leal a Jesucristo, estudiado en el Evangelio y recibido frecuentemente en la sagrada Eucaristía; en una palabra, queremos entregarnos heroicamente al servicio de los demás, creando en el Perú una nueva vida familiar, una nueva vida social y una nueva vida nacional, vivificadas y sostenidas por el espíritu y el alma del catolicismo.
Excelentísimo Señor Presidente de la República: vuestra exaltación al solio presidencial en estas horas decisivas de la vida del Perú es para nosotros la prenda más segura de la pronta realización de estos deseos.
Nosotros, alumnos del Colegio de la Inmaculada y con nosotros el Perú entero, presentimos ya que la estela que marcará vuestro rumbo en el período 1939-1945 no se borrará fácilmente. Así lo garantizan vuestra fe de cristiano, vuestro fervor de patriota, vuestra lealtad de caballero y la formación que recibisteis en estas mismas aulas que hoy honráis con vuestra benévola presencia. Que en esta gran obra siempre os acompañe la sombra bienhechora de vuestro ilustre padre Excelentísimo Señor General Mariano Ignacio Prado, héroe legendario del 2 de mayo de 1866, la gran jornada militar y cívica en la que, como acertadamente dijisteisen uno de vuestros últimos discursos, quedaron consagrados los destinos soberanos de nuestro Continente.
Excelentísimo Señor Nuncio de Su Santidad: vuestra gratísima presencia en esta fiesta evoca en nuestras mentes dos grandes figuras: la del inmortal Pontífice Pío XI y la de su dignísimo sucesor, nuestro Santísimo Padre Pío XII, para quienes guardamos la veneración más profunda de nuestras almas.
Excelentísimo Señor Arzobispo de Lima: os hemos acompañado con todo el fervor de nuestros corazones de católicos y de peruanos en la solemne ceremonia de la bendición de nuestra nueva sala de Actos; por ello habéis comprometido nuestra eterna gratitud.
Excelentísimo Señor Presidente del Consejo de Ministros, Doctor Alfredo Solf y Muro: vuestra asistencia a este acto, vuestras gentiles palabras y sobre todo el hecho de haber confiado la educación de vuestros hijos a los Padres Jesuitas honran y comprometen altamente la gratitud de este Colegio y de todos sus alumnos.
Excelentísimos Señores Ministros de Educación y de Fomento, Doctor Pedro Oliveira e Ingeniero Carlos Moreyra Paz Soldán: si es gran verdad, como hace poco afirmó en Lima el Doctor Gregorio Marañón, que los futuros hombres de la Patria se plasman más que en las Universidades en los Colegios de Segunda Enseñanza, vuestro carácter de antiguos alumnos del Colegio de la Inmaculada es la prueba más elocuente de la altísima formación nacionalista, que recibisteis en estas aulas, de las que yo ahora me despido.
Colegio de la Inmaculada, relicario de los más dulces recuerdos de nuestra niñez y adolescencia, adiós; adiós, compañeros que os quedáis, testigos de nuestras alegrías y de nuestras primeras penas; adiós, Jesuita inolvidable, que por tantos años fuiste para nosotros luz de verdad, fuego de amor, ternura de madre y cariño de amigo; adiós, Compañía de Jesús, madre fecunda de tantos héroes, jamás te olvidaremos; frente a ese mundo que te odia, te persigue, te calumnia y te asesina, nosotros tus alumnos, los que hemos convivido contigo largos años en la intimidad de un mismo hogar, proclamamos muy alto nuestra admiración y respeto por ti y por tus hijos; adiós, Madre mía Inmaculada, la última en nombrarte, pero la primera en mis afectos y recuerdos; bajo tu manto sagrado se pasó como sombra mi niñez; hoy, consciente de mis actos, con valentía y santo orgullo, delante del mundo entero, te elijo y te proclamo única Reina de mi corazón. Y en nombre de mis Promoción recibe, Señora y Madre Nuestra, esta promesa que una juventud pletórica de vida, llena el alma de tus santos amores, eleva por última vez hasta tu trono:
Lejos de aquestos tutelares muros, los Compañeros de mi edad feliz no serán a tu amor jamás perjuros, conservarán sus corazones puros, se acordarán de Ti.
Augusto VARGAS ALZAMORA
5º I. Media
https://inmemoriam.jesuitas.pe/2000/09/04/cardenal-augusto-vargas-alzamora-sj/
Vicario de Jaén y luego Arzobispo de Lima y Primado del Perú. Tercer Cardenal del Perú y expresidente de la Conferencia Episcopal Peruana. Pero también padre espiritual, amigo y consejero cercano de muchos escolares, y luego universitarios, que lo conocieron en el Colegio de La Inmaculada. Allí enseñó la solidez de una vida cristiana enraizada en una fuerte espiritualidad y en el servicio a los pobres. Una doctrina que el cardenal Vargas Alzamora llevaría luego al extremo, luchando por la democracia y el respeto de los Derechos Humanos durante los convulsionados años 90. Falleció en Lima el 4 de septiembre del año 2000, a los 77 años de edad.
Recordamos las palabras del escritor Mario Vargas Llosa:
"Aunque no soy católico, ni creyente, tengo buenos amigos católicos, e incluso, hasta algunos del Opus Dei. Tuve un gran respeto y admiración por el antiguo arzobispo de Lima, el cardenal Vargas Alzamora, que defendió los derechos humanos con gran coraje y serenidad en los tiempos de la dictadura, y que fue una verdadera guía espiritual para todos los peruanos, creyentes o no. Y lo tengo por monseñor Luis Bambarén, o por el padre Juan Julio Wicht, el jesuita que se negó a salir de la Embajada del Japón y prefirió compartir la suerte de los secuestrados del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, y por el padre Gustavo Gutiérrez, de cuyo talento intelectual disfruto cada vez que lo leo, pese a mi agnosticismo". (El País, 8 diciembre 2002).
SEMBLANZA facilitada por EL P. BENJAMÍN CRESPO
Primeros años
Nació en Lima el 9 de noviembre de 1922. Hijo de Eduardo Vargas O'Dowling y María Luisa Alzamora Bustamante. Realizó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio de la Inmaculada de la Compañía de Jesús en Lima, egresando en 1939 con el premio de Excelencia de Honor. El 10 de marzo de 1940 ingresó al noviciado San Estanislao de Kostka de la Compañía de Jesús, en Miraflores, haciendo sus primeros votos en 1942.
Sacerdocio
Para completar su formación humanística, viajó a Argentina y España. Comenzó sus estudios filosóficos (1946-1949), primero en la facultad de San Miguel, en Buenos Aires, y luego en la facultad de Filosofía y Teología de Chamartín de la Rosa en la ciudad de Madrid (1947). De vuelta a Lima, optó grado en educación, en la Universidad de San Marcos. Se trasladó a la ciudad de Arequipa, donde realizó su etapa de magisterio en el antiguo colegio de San José, entre los años 1949 y 1951.
En 1952, nuevamente viajó a España para realizar estudios teológicos en la Facultad de Teología de Granada. Recibió la ordenación sacerdotal en Madrid, el 15 de julio de 1955. Al regresar a su patria fue nombrado director espiritual y luego Rector del Colegio de la Inmaculada, el mismo donde estudiara en su infancia (1970-1975).
Pero también padre espiritual, amigo y consejero cercano de muchos escolares, y luego universitarios, que lo conocieron en el Colegio de La Inmaculada. Allí enseñó la solidez de una vida cristiana enraizada en una fuerte espiritualidad y en el servicio a los pobres. Una doctrina que el cardenal Vargas Alzamora llevaría luego al extremo, luchando por la democracia y el respeto de los Derechos Humanos durante los convulsionados años 90.
En 1975 fue nombrado Delegado Provincial para las obras de educación de la Compañía de Jesús en Perú y fue también consejero provincial y maestro de novicios. Además, fue el primer director en el Perú de la obra "Fe y Alegría".
Episcopado
Obispo Vicario de San Francisco Javier
Pablo VI lo nombró Obispo Titular de Cissi y Vicario Apostólico de Jaén u Obispo del Vicariato Apostólico "San Francisco Javier" en Jaén, Perú, el 8 de junio de 1978; recibió la consagración episcopal por Carlo Furno, Arzobispo Titular de Abari, el 15 de agosto del mismo año.
En 1982 fue nombrado Secretario General del Episcopado Peruano. Juan Pablo II aceptó su renuncia al gobierno pastoral del Vicariato Apostólico de Jaén el 23 de agosto de 1985.
Arzobispo de Lima
Juan Pablo II lo nombró Arzobispo Metropolitano de Lima y Primado del Perú el 30 de diciembre de 1989; tomó posesión de la sede el 26 de enero de 1990, reemplazando en el cargo al Cardenal Juan Landázuri Ricketts.
Participó en la VIII Asamblea Ordinaria del Sínodo Mundial de Obispos, que se llevó a cabo en la Ciudad del Vaticano del 28 al 30 de septiembre de 1990 y en la IV Asamblea General del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo, República Dominicana, del 12 al 28 de octubre de 1992. En febrero de 1993, fue nombrado Presidente "Ad Interim" de la Conferencia Episcopal Peruana para sustituir por un año a Mons. José Antonio Dammert Bellido, Obispo Emérito de Cajamarca y, del 2 al 29 de octubre de 1994 participó en la IX Asamblea Mundial del Sínodo de Obispos en la Ciudad del Vaticano.
En 1992 colocó una réplica de la Cruz del Baratillo en la Plaza del Baratillo en el Rímac (Jr.Paita) en homenaje a la predica que hacía todos los domingos a las 4 p. m. el Venerable Francisco del Castillo.
Cardenalato
Fue nombrado tercer Cardenal de la Iglesia Católica por Juan Pablo II en el Consistorio del 26 de noviembre de 1994, con la sede titular de San Roberto Belarmino. Fue sucedido en esa Cátedra Cardenalicia por Jorge Mario Bergoglio, quien desde marzo de 2013 pasaría a ser sumo pontífice bajo el nombre de Francisco.
Asistió a la Asamblea Especial para América del Sínodo Mundial de Obispos que se realizó en la Ciudad del Vaticano, el 16 de diciembre de 1997.
Destacó por su preocupación en torno a los problemas de derechos humanos y libertades cívicas que afectan su obra pastoral, abogando por la reconciliación de la familia cristiana.
En enero de 1999, el Papa Juan Pablo II aceptó su renuncia al gobierno pastoral de la Arquidiócesis de Lima, de acuerdo con lo dispuesto por el canon 401 § 1 del Código de Derecho Canónico. Para sucederlo se nombró a monseñor Juan Luis Cipriani Thorne, de la prelatura personal del Opus Dei, hasta ese momento Arzobispo de Ayacucho.
En la madrugada del 4 de septiembre del 2000, en la Clínica Tezza de Lima, falleció a la edad de 77 años. Está enterrado en la cripta de los arzobispos de la Basílica Catedral de Lima.
Adjunto la homilía del P. Ernesto Cavassa, Provincial, en la misa de exequias de Augusto Vargas Alzamora
VIVIR A MAYOR GLORIA DE DIOS
Textos: 2 Cor 4,14-5,1 y Jn 12, 23-28
El Evangelio que acabamos de escuchar nos habla de la gloria de Dios. Es la oración de Jesús: "Padre, glorifica tu nombre". Nos imaginamos también a Augusto ya en la gloria de Dios expresando con el Hijo la misma oración: "que sea glorificado el nombre del Señor". Al terminar sus poco más de 77 años de permanencia entre nosotros y entrar en la vida que permanece para siempre, queda de manifiesto la acción del Señor en este hombre: Augusto ha ido actuando en su vida "a mayor gloria de Dios", de acuerdo a las enseñanzas de su maestro Ignacio.
Ustedes podrán leer las múltiples semblanzas que los medios de comunicación están presentando de él durante estos días. Es posible que se detengan en los momentos sobresalientes y destacados, centrando la atención en las diversas responsabilidades que se le asignaron: cardenal de la Iglesia, obispo de Jaén y de Lima durante 22 años, secretario y presidente de la Conferencia Episcopal peruana, rector de este colegio, entre otras y muchos merecidos reconocimientos que, a lo largo de su itinerario, ha recibido.
Sin embargo, el mismo texto bíblico nos abre a otra manera de entender "la gloria" de Dios. La comparación con el grano de trigo que para fecundar debe morir es ilustrativa de lo que para el Evangelio significa "dar gloria a Dios" o hacerlo todo "a su mayor gloria". El mismo texto nos desarrolla una explicación: quien se ama a sí mismo, se pierde, queda estéril, no da fruto. Sólo quienes logran hacer de su vida un servicio a otros realmente logran el objetivo: la comunión íntima con Dios. La lógica del Evangelio no admite medias palabras: la gloria de Dios radica en el servicio a los demás hasta el punto de dar la vida por ellos. Sólo el servicio hasta el extremo da gloria a Dios. Sólo el servicio es realmente fecundo y dura para siempre. A eso le llamamos los cristianos vida eterna.
Para comprender cómo Augusto ha dado gloria a Dios a través del servicio hay que fijarse en otros aspectos menos destacados. Como dice la primera lectura: "no nos fijamos en lo que se ve sino en lo que no se ve. Lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno". Quisiera señalar en esta homilía algunos rasgos menos visibles pero permanentes en Augusto.
1. En primer lugar, Augusto fue en todo momento un acompañante de personas en búsqueda de Dios. El primer servicio que se le pide apenas ordenado sacerdote fue la "dirección espiritual" a jóvenes escolares en este colegio, estudiantes de los últimos años. Muchos de los que hoy están presentes en esta Misa no podrán dejar de recordar alguna conversación sostenida en su despacho en la que era posible, por la confianza brindada, confiarle nuestros problemas juveniles. Esa capacidad de acompañar personas nunca la perdió: como Arzobispo de Lima, le gustaba seguir de cerca los procesos de sus seminaristas. Muchos de ellos, hoy ya sacerdotes pueden dar testimonio de su dedicación semanal a la atención personal de modo paternal.
En un discurso a empresarios, en el año 88, expresó esta misión tan propia de la siguiente manera:
"Formar al hombre del futuro es la primera tarea importante que tenemos por delante".
Entendiendo por "formar" no sólo dar ilustración o instrucción, sino:
"Hay que dar también formación moral y religiosa, orientación de conducta humana y formación cívica, que garantice un país donde en el futuro el respeto mutuo sea norma de toda la población"
2. Otro rasgo importante ha sido su relación con los pobres, los siempre olvidados, los que no entran en la agenda real de la función pública a pesar de los discursos de buena voluntad. En este punto, Augusto prefirió la acción concreta y directa. La fundación del Hogar de Cristo en los últimos años de su gobierno pastoral de la Arquidiócesis podría hacernos pensar que este rasgo fue en él algo reciente. Pero si revisamos su biografía nos encontramos que apenas llegado al Perú asume la atención pastoral del barrio "Primero de Mayo" en Lima, posteriormente "Villa Clorinda" en Comas y durante muchos años, inclusive estos últimos, "Villa San Luis" en Pamplona. Por eso aquí han venido también muchos pobladores a manifestar su reconocimiento a quien les manifestó aprecio toda su vida.
Servicio silencioso éste, el de preocuparse por la catequesis, o la construcción de una capilla, o el obligarse a la celebración semanal de la Eucaristía en un pueblo joven sacando tiempo precioso de sus múltiples ocupaciones.
Un estilo que lo lleva a recorrer, con paso ágil y presuroso como lo recordaremos siempre, los diversos centros pastorales de las sedes que atendió. En Lima, las parroquias populares; en Jaén, las comunidades aguarunas y huambisas. Las religiosas y los sacerdotes de Jaén pueden dar también testimonio de sus visitas pastorales hasta los lugares más alejado de la sede: Huampami, en el río Cenepa; Villa Gonzalo, en el Santiago; Santa María de Nieva, en la confluencia con el Marañón. Las reseñas que se hacen deben ser completadas con estos testimonios que dan cuenta de la personalidad de este hombre sencillo, afable y cercano a todos.
Poseemos una verdadera reliquia suya que ilustra este rasgo: una oración de hace un par de años con ocasión de los embates del fenómeno del Niño, en febrero del 98. Esta oración, dedicada a los más pobres, dice así:
"Señor Jesús, Maestro bueno, que movido a compasión multiplicaste entre tus manos cinco panes para cinco mil, mira al pueblo peruano, que en sus niveles más pobres lo ha perdido todo: casa, enseres y ropa.
Tú sólo eres el único que puedes poner límite a tanto sufrimiento. A nosotros nos toca, Señor, aliviar tanto dolor y sufrimiento pero no llegamos a cubrir tantas necesidades.
¡Ayúdanos Jesús! ¡Que vuelvan las aguas a sus cauces! Confiamos en ti y pedimos que ayudes a cambiar el corazón de los que no te escuchan. Por los pobres y dolientes de este pueblo, perdónanos a todos. Amén".
3. A lo largo de los últimos años, fue haciendo más explícita su pasión por el Perú y su deseo de buscar maneras adecuadas de solución para los múltiples problemas que descubría. Siempre alentó las experiencias de proyección social (que hoy llamaríamos voluntariado) con la finalidad de
descubrir los rincones que nos permitían ampliar la visión del país; es cierto, como se ha destacado en su biografía, que durante un año ejerció también como director de la obra de Fe y Alegría, pero es igualmente cierto que, poco después, siendo rector de este colegio de la Inmaculada, buscó el modo de hacer asequible, también desde aquí, una educación de calidad a sectores populares.
Augusto ha vivido con pasión el Perú. Por eso quizá durante el último tiempo lo sufrió. Le dolía el Perú: la falta de veracidad en la información, la corrupción en las altas esferas, las continuas faltas contra los derechos de las personas, el abuso del poder en cualquiera de sus instancias, la primacía del provecho particular en desmedro del bien común...en fin, los mil modos existentes en nuestra patria para ilustrar lo que la enseñanza social de la iglesia denomina "pecado social". Su personalidad espontánea le hacía vivir todo esto a flor de piel, su conciencia del deber y de la lealtad a su país, le impedía callarlos. "No puedo callar", expresa con fuerza, en un comunicado de abril del 97 cuando toma conciencia que en el Perú se tortura a las personas.
Ante los periodistas de Lima se expresa de la siguiente manera:
"Nuestra democracia es todavía una democracia inmadura...nuestra historia política se ha quedado en el personalismo de los líderes o el sectarismo de los partidos, descuidando el bien común para todo ciudadano".
Sus últimos pronunciamientos públicos nos han recordado estas palabras dichas ya en 1988. En otra circunstancia, ante empresarios, nos decía lo siguiente:
"hacemos gala de ser un país donde convivimos muchas razas pacíficamente. Pero no hacemos nada por sentirnos iguales y dar a todos las mismas posibilidades de satisfacer sus aspiraciones legítimas como son los beneficios de la educación, de atención en su salud, mejora en su alimentación, vivienda digna, trabajo retribuido en forma que puedan cubrir sus necesidades indispensables para mirar el futuro sin angustias" (1988).
Queda claro entonces desde dónde este hombre vivía el país.
Su voz fue haciéndose más fuerte y más valiente. No era orador pero su palabra calaba. Porque, como la de Jesús, decía verdad. Daba en el blanco. Removía conciencias y, a veces, también corazones que se ofrecían a apoyar los muchos proyectos que imaginó para paliar tanta pobreza.
Las personas, particularmente los jóvenes y los pobres, el país...tres rasgos que nos llevan a preguntarnos por las raíces de esta preocupación permanente. ¿Qué está en la base de todo ello?
¿Cuál es la fuente de la que ha brotado esta palabra y este servicio?
Escuchemos nuevamente la voz de Mons. Augusto, esta voz silente desde hace poco más de tres meses. En un discurso poco conocido, con ocasión del 41 aniversario del holocausto de Hiroshima (1989), Augusto nos dice:
"señoras y señores, la gran tragedia del mundo actual es que actúa como si Dios no existiera...Hay odio en el mundo porque se ha prescindido en él de Dios, que es Amor e hizo al hombre a su imagen y
semejanza. El hombre que siente no necesitar a Dios en su vida porque él mismo tiene el poder de Dios verá en los demás, rivales que necesita vencer y dominar...Esta es la raíz y la fuente del odio"
Como contrapartida, nos dice Augusto,
"Jesús nos revela el misterio de nuestro propio ser humano: llamados a ser hijos de Dios, a participar de su propia vida. Y en Cristo aprendemos a reconocernos todos los hombres como hermanos, hijos del mismo Padre. Cuando la Iglesia habla al mundo acerca de la fraternidad universal de todos los pueblos, se inspira en el designio mismo de Dios"
No nos sorprende, entonces, que haya escogido como lema para su gobierno como Arzobispo "que se amen unos a otros". O que él mismo haya definido su misión como la de "ser hombre de la unidad, de la caridad, del amor".
Ese amor que procede de Dios, que nos lleva al hermano, en particular al pobre. Ese amor que Augusto aprendió en su familia y de su madre, María, a quien siempre le dedicó una particular devoción. Sirvió "bajo el manto sagrado" de Nuestra Señora, primero en el colegio y luego, como pastor, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Evangelización.
Queridos hermanos:
Éstos son sólo algunos rasgos de este hombre apasionado por Jesús, por la Iglesia, por el país. Ha sido Él con su Gracia quien ha hecho de Augusto un hombre de Evangelio, anunciador de buenas noticias "especialmente cerca de los pobres y humildes como lo hizo nuestro Señor" a decir de él mismo. Paradójicamente, al final de su vida, perdió uno de los rasgos que más lo definían: su comunicación ágil, rápida, fluida.
Pero, ha sido entonces, al caer en tierra, cuando se ha revelado con más autoridad el hombre de la palabra.
- palabra capaz de iluminar las búsquedas de los jóvenes;
- palabra penetrante que duele porque toca nuestras heridas más hondas,
- palabra de fortaleza y aliento para los débiles, a quienes manifestó especial predilección.
- palabra que, desde la debilidad, se muestra como viva expresión de la fuerza de Dios.
Agradecemos, pues, al buen Dios haber conocido a este hombre, pastor entrañable y amigo cercano a todos. Le pedimos que nos haga partícipes de su amor a la Iglesia y al Evangelio pronunciado desde la libertad del Espíritu. Le agradecemos que nos haya explicado con su testimonio qué significa vivir "a mayor gloria de Dios".
Ernesto Cavassa, S.J. 5 de setiembre 2000