domingo, 21 de febrero de 2010

SAN FRANCISCO SOLANO, EL MISIONERO VIOLINISTA

Muy lejos se hallaba el pequeño Francisco de las fratricidas guerras civiles en que se desangraba Perú tras la conquista del imperio inca. Los partidarios de Almagro y de Pizarro no hacen las paces, incluso llegan a asesinar al primer virrey, Blasco Núñez de Vela. Nace en Montilla (Córdoba) en 1549, un año después que el prudente Pedro Lagasca, pacificase Perú tras la victoria sobre Gonzalo Pizarro en Xaquixaguana. Estudia en el recién creado colegio de los Jesuitas y a los 20 años viste el sayal franciscano, haciendo su profesión en 1570. Pertenece a la familia denominada de la Regular Observancia. Su estilo de vida se caracterizaba por "un tipo de vida comunitaria simplificada y fraternal, una práctica económica de mayor austeridad en trabajo personal, mendicación y servicio; un programa de vida espiritual dominado por la soledad y la contemplación afectiva, y sometido a un modesto esfuerzo de metodización" (J. García Oro). A los dos años se traslada al convento de Nuestra Señora de Loreto (Sevilla) donde alternó el estudio de la teología con la oración y la penitencia. Escoge la celda más pequeña e incómoda del convento, bien próxima al coro donde pasaba buena parte de su tiempo.

Allí recibió la ordenación sacerdotal y, como tenía muy buena voz, le nombran director de coro y predicador. En 1578 desempeña el cargo de maestro de novicios en Arrizafa (Córdoba). Tres años más tarde, 1581, pasa a San Francisco del Monte, la nueva Porciúncula cordobesa, escondido entre los breñales de Sierra Morena dedicándose a la vida contemplativa. No olvida a sus hermanos cuando la peste diezma a la población de Montoro donde acude solícito para ayudar a los enfermos. Se le nombra guardián del convento y a los 3 años se le envía al convento de San Luis de la Zubia (Granada) con merecida fama de santidad. En Montilla se entrevista con el Inca Garcilaso. Parece que coincide en Granada con la estancia de santo Toribio, pues éste estuvo hasta 1580 y aquél hasta 1589

El 3 de marzo de 1589 partía el barco en el que iba también el nuevo virrey del Perú, don García Hurtado de Mendoza. En Panamá debe esperar varios meses por falta de embarcaciones. Debido al mortífero clima, dos de sus compañeros pierden la vida. Naufraga con su compañero junto a la isla de Gorgona (Colombia). Después de muchos avatares llega, en 1590, a la capital del Perú.

No tiene tiempo para acomodarse. Debe ir más al sur pues le reclaman en Tucumán (Argentina). Debe trasmontar los Andes, cruzarlos, llegar a Cuzco para tomar el camino que conduce a El Callao. Aquí comenzaba la bajada abrupta y sinuosa hasta Salta y, más abajo, a las llanuras del Tucumán. Todo este trayecto hubo de hacerlo a pie o en pobres cabalgaduras. Si por aquellos recovecos habían pasado los conquistadores en busca de Eldorado y la plata del Potosí, ¿iba a ser menos un conquistador espiritual? Honda huella dejará la vista de la "Mamita de Copacabana" (Bolivia) y su estancia en Potosí; allí le sorprendió la fiesta del Poverello. El superior, fray Jerónimo Manuel, comenzó la copla: "Tal enamorado/ nunca se ha visto,/ pues fue con Cristo/ de amores llagado". Veintiún años más tarde todavía rememoraban aquella fiesta: "El padre Solano le tomó la copla y comenzó a cantar y a bailar juntamente delante de todos con tanto espíritu y fervor, y con tanta alegría, que traía el rostro tan abrasado en el fuego del amor de Dios, y de manera fue el regocijo que suspendió a los circunstantes y les hizo verter lágrimas".

 

Apóstol de Tucumán 

En noviembre de 1590 llega a su destino. Regenta la diócesis Fray Fernando Trejo y Sanabria. Allí permanece 5 años como misionero y doctrinero de Socotonio y la Magdalena. Su caridad y mansedumbre, netamente franciscanas, así como la pobreza de su hábito, la austeridad de su vida y la alegría de su semblante ganaron el corazón de los indios. Se aplicó al estudio de su lengua, especialmente la toconoté, que le enseñara el capitán Andrés García de Valdés. El violín era una ayuda formidable para su labor evangelizadora.

El Jueves Santo de 1593, cuarenta y cinco caciques con nueve mil indios cercan el poblado de Nueva Rioja. Cuenta el cura de la aldea, don Manuel Núñez Maestro que coincidió con la procesión de un grupo de disciplinantes, desnudos medio cuerpo arriba, azotando sus espaldas. Solano aprovecha para hablarles del Redentor y de sus sufrimientos por nosotros; les cautiva y le piden que les instruya en los misterios de la fe. Narra el cronista: " Y el dicho padre andaba con tanta alegría y devoción, como sargento del cielo entre los indios, quitándoles los azotes y diciéndoles mil cosas, toda la noche sin descansar, predicándoles y enseñándoles".

Y como la causa de la discordia parecía ser el alcalde de la ciudad, el santo les propuso nombrar al Niño Jesús. Aceptaron la propuesta con gran alegría y el Niño Jesús, en su imagen revestida con capa, penacho y vara, fue declarado solemnemente Alcalde la ciudad. Desde entonces viene la devoción que el pueblo riojano argentino tiene al Niño Jesús Alcalde. Seguirá evangelizando por Santiago del Estero, la Rioja y Córdoba. En Talavera o Nueva Rioja hizo brotar milagrosamente el agua; nos lo relata el Visitador don Francisco de Alfaro en 1617.

 

La renovación llega a Lima

En 1595 vuelve a Lima, convento de San Francisco de la Observancia, donde se fraguaban los criterios y decisiones que regían la vida franciscana en toda Sudamérica. En la Ciudad de los Reyes, viven Rosa de Lima recién confirmada con 9 años, Martín de Porras con 16 y el arzobispo Toribio de Mogrovejo a sus 57 años giraba su tercera visita por la diócesis limense. A través del franciscano fray Gabriel de Soledad solicitaba de Felipe II licencia para "fundar algunos conventos de descalzos en esta tierra, por el mucho fruto que espera se hará en todo género de gentes, así naturales como otras personas, viéndolos hacer vida de tanta penitencia y apartados de bienes temporales".

A Solano le tocará encargarse de poner en marcha la nueva "recolección" (convento descalzo). Lo hará como en Montilla, "austeridad con música". Se revive la primitiva espiritualidad de los eremitorios de Asís. "Una espontaneidad de ascesis, oración, silencio y gestos penitenciales que combinan lo desconcertante y lo estético" (J.García Oro). Allí se interrumpe el ambiente de silencio para contactar con la naturaleza en donde el santo improvisa orquestas pajareras a la vez que alimenta a los "pajaritos del Señor". Un día, Solano danza delante del Santísimo, saca coplas de enamorado a María y canta villancicos andaluces al Niño Dios. Contagia a los hermanos; fray Juan Navarrete, que le reprende por estas "irreverencias", termina tarareando él mismo coplas de su tierra en honor del Creador.

Su sencillez encantadora nos la narra su acompañante fray Mateo Pérez: "Un día, estando en una ermita del convento de la "recolecta" para decir misa, y el señor marqués de Salinas don Luis de Velasco, virrey, presente en la ermita para ayudarla, como solía hacer, este testigo fue a la iglesia del convento por lumbre para encender las velas. Y el bendito siervo de Dios, en el entretanto, se puso a cantar chanzonetas en alabanza de Nuestro Señor y de su santa madre. De que el virrey quedó admirado, mostrando en sí gran gozo y contento de ver aquel acto [...] Este testigo le oyó cantar cuando llegó con la luz para decir la misa, y vido las acciones que el virrey hizo de contento".

Desde Lima marcha a Trujillo en calidad de Superior en 1602. Aquí se dedica especialmente a la predicación y a la asistencia de enfermos a quienes atendía personalmente y les llevaba regalos en los mangos de su hábito. También logró reconciliar enemigos hermanos como Alonso y Antonio Cavero; el primero, al escuchar un sermón del santo se arrodilló frente a Antonio, reconoció su culpa y se perdonaron. Como recuerdo de su presencia en esta tierra, cabe señalar el púlpito de la iglesia de San Francisco, desde el cual, un 12 de noviembre de 1603, predijo el terremoto de 1619.

En 1604 regresa a la metrópoli. En 1604, Arequipa se vio afectada por la peste del vómito negro; Solano había predicado contra los pecados capitales. Todos se apresuraron a confesarse y se llenaron las iglesias; cientos de personas hicieron penitencia y pidieron a gritos que se expusiese el Santísimo. En diciembre de 1605, abandonando su retiro y con un crucifijo en la mano, sale por calles y plazas exhortando a todos a la penitencia por sus pecados y amenazando a los reacios con los castigos divinos. La vista de aquel fraile, espejo de la penitencia, el ardor de su mirada y el fuego de sus palabras, conmueve a sus oyentes. Le siguen hasta la plaza mayor y allí el gentío se hace cada vez más numeroso de tal manera que deben dejar abiertas las iglesias por petición popular de la confesión.

En lo sucesivo, su vida será más de cielo que de tierra. Sus fuerzas van decayendo y es trasladado al convento de Jesús. Llegamos al 12 de julio, lunes. Es la hora del perdón comunitario y de la renovación de los votos. Se le interroga solemnemente, y el Padre Francisco sólo puede asentir. Comulga, cierra los ojos y queda en silencio de paz. Parece soñar dulcemente. De repente, un respiro y una palabra: "María. ¿Dónde está Nuestra Señora?". "Está de fiesta y le espera, vestida de Reina" - dirá el padre predicador Mendoza. A la mañana siguiente, le despierta el beso del negrito fray Antón, quien le susurra: "¿Se acordará de mí?". Francisco lo afirma por tres veces. Por fin, muy suavemente: "Hermano, persevere en el servicio de nuestro Señor y verá la vida eterna". Corre el 14 de julio de 1610, Solano luce en el Sol eterno. De la fama de su santidad habla bien a las claras que los primeros en acudir a la conducción del cadáver fuesen el virrey Marqués de Montesclaros y el arzobispo Lobo Guerrero; en la iglesia, la guardia de alabarderos apenas si puede contener a la multitud. En 1675 es beatificado y en 1726 llega su canonización.

 

El “milagro” del Callao de 1940

Sucedió el 24 de mayo de 1940 y fue narrado en “El Amigo del Clero” (Mayo-junio de 1940) por su párroco Dr. Leocadio Mendoza. Según él, a raíz del movimiento sísmico del día 24, se presentó en su despacho el Dr. Carlos Arenas Loaysa con un empleado que traía un cuadro de ampliación con la fotografía iluminada de San Francisco Solano que había sudado. El Padre tomó el cuadro y vio que la luna estaba llena de gotas grandes de agua por la parte inferior. El párroco sacudió el cuadro para hacer caer las gotas y volvieron a aparecer nuevas gotas grandes y comenzó a correr de un lado a otro sin mojar el papel a manera de mercurio. Ante tal acontecimiento convocó a varias personas, entre ellas Consuelo P. de Arenas y María Teresa Arenas Loayza, quienes llevaron el cuadro. Horas después se lo devolvieron y comprobaron que ningún cuadro vecino tenía agua, sino que estaban secos; incluso, examinaron los focos eléctricos y tampoco encontraron nada.

El doctor Arenas  declara que el cuadro hace unos cuatro años que estaba en su dormitorio sobre una consola que está a su costado de un balcón y con el movimiento sísmico se cayó hacia el balcón sin dañarse quedándose con la luna para arriba en el sol por un tiempo de unos 20 minutos. El cuadro fue llevado a las MM. Reparadoras donde lo vieron dos de las Madres y una auxiliar.

El P. Francisco Cabré da testimonio de haberlo visto. Parece que el terremoto hizo tanto daño en Lima, y dejó casi en ruinas el Callao, produjo daños insignificantes en el balneario, siendo que parece que el epicentro fue en el al mar cerca del lugar.

 

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